El concepto de mercados frontera es todavía bastante ambiguo y subjetivo, aunque suele emplearse para definir a un subconjunto de mercados emergentes caracterizados por ser poco líquidos y con baja capitalización, pero con accesibilidad a los capitales internacionales. No obstante, muchos inversores asocian mercado frontera con un escalón inmediatamente anterior al de mercado emergente; algo así, como los mercados emergentes del mañana.
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En cualquier caso, se trata de mercados de alto riesgo que atraen a inversores que buscan elevadas rentabilidades a largo plazo y diversificar sus carteras gracias a sus bajas correlaciones con otros mercados, aprovechando:
(i) su gran disparidad;
(ii) su menor dependencia del contexto exterior (suelen ser economías poco abiertas, más condicionadas por las tendencias internas que por las globales); y
(iii) su menor sensibilidad a la evolución de los flujos de capitales internacionales (menor participación relativa de inversores internacionales).
El interés de los mercados frontera es creciente debido a que el atractivo de los mercados emergentes tradicionales está disminuyendo progresivamente: más maduros, con expectativas de crecimiento menguantes y muy sensibles al cambio en la política monetaria por parte de la Fed. La mayoría de las economías con mayor crecimiento durante los últimos años son mercados calificados como frontera (según la clasificación por MSCI) y la expectación que generan puede compararse con la que los emergentes transmitieron hace dos décadas. No obstante, para algunos inversores es un síntoma de complacencia y de excesos en la toma de riesgos provocada por la excepcional liquidez global.
En cualquier caso, no hay nada de irracional en que, ante el agotamiento de oportunidades, los inversores vean en los mercados frontera un relevo evidente a los mercados emergentes tradicionales, confiando en que aprovechen sus ventajas competitivas, sus favorables tendencias demográficas y sus recursos naturales para replicar modelos de desarrollo que ya han demostrado ser exitosos. Además, los mercados frontera pueden ser muy volátiles por su escasa liquidez, su inseguridad jurídica y su elevada inestabilidad política y social pero, dada su diversidad y baja correlación como grupo, han mostrado una menor volatilidad que los emergentes tradicionales: en los últimos 10 años, la volatilidad anual del MSCI de emergentes ha sido prácticamente el doble que la del MSCI frontera.
Los países incorporados en el índice MSCI de mercados frontera son un grupo muy heterogéneo, que incluye:
(i) a países ricos de Oriente Medio, con rentas per cápita similares o superiores a buena parte de los países desarrollados;
(ii) a países exportadores de materias primas (casos de Argentina, Kazajstán, Nigeria, Ghana o Botsuana); y
(iii) a países asiáticos muy pobres y muy poblados con potencial para convertirse en potencias manufactureras (por ejemplo, Sri Lanka o Vietnam).
Por tanto, se trata de países extraordinariamente diversos, con rating entre sobresaliente (calificación AA, como Arabia Saudí y Qatar) y muy deficiente (calificación C, casos de Ucrania y Argentina) o no calificados (Palestina), que no comparten patrones verdaderamente comunes. En conjunto y dependiendo de los criterios utilizados, los países frontera suponen alrededor del 5% del PIB mundial, aunque su población asciende al 18% del total. En términos de capitalización del mercado, los frontera apenas representan un 2,0% frente al 25% de los emergentes tradicionales.
El crecimiento económico de los mercados frontera ha sido muy dinámico durante los últimos años superando el 6% en media, si bien desde 2013 se han desacelerado hasta un ritmo próximo al 4%. El comportamiento por países es muy diferente, reflejo de ritmos de crecimiento potenciales muy distintos: en general, menos elevado en América y en Europa del Este que en Asia y África, donde se concentran los países más pobres que pueden tomar mayor ventaja de su mayor capacidad ociosa (mano de obra barata) para importar y adaptar tecnología de las economías más avanzadas. En términos agregados, las perspectivas de crecimiento siguen siendo positivas para los mercados frontera, pero también están debilitándose, como para el resto de emergentes: el crecimiento en los próximos años puede reducirse hasta el rango del 4%-5%. No obstante, las divergencias entre países seguirán siendo sustanciales. Las expectativas para los años 2014-2017 oscilan entre ritmos medios muy dinámicos del 6,5%-7,5% para Nigeria, Sri Lanka, Bangladesh o Ghana, y una situación de estancamiento en los casos de Argentina, Croacia, Ucrania o Eslovenia.
De la misma forma, el balance de riesgos también es muy diverso. En general, el elevado crecimiento potencial y el bajo endeudamiento del sector público y privado (el escaso desarrollo del sistema financiero ha limitado el acceso a la deuda) suponen los principales puntos fuertes internos de los mercados frontera compartidos con la mayoría de países emergentes, que siguen apoyando las favorables perspectivas de medio y largo plazo (excluyendo casos muy concretos).
Sin duda, las oportunidades y los riesgos de invertir en los mercados frontera son mayores que en los desarrollados o emergentes tradicionales. Se trata de economías muy diversas, con potenciales y vulnerabilidades muy diferentes, difíciles de analizar, con un elevado riesgo-país y con mercados muy poco líquidos, pero algunos riesgos pueden ser mitigados a través del diseño de carteras de inversión diversificadas. De hecho, en algunos casos es posible reducir el riesgo de una cartera de inversión añadiendo mercados frontera gracias a su baja correlación con los mercados emergentes y desarrollados. Por tanto, estamos ante potenciales historias de éxito en el medio y largo plazo. Lo difícil, como siempre, es saber discriminar y, por tanto, acertar en nuestras decisiones de inversión. Para ello es necesario realizar un buen análisis de riesgo país, algo que como saben nuestros alumnos, no es tarea sencilla.
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