Archivo de la Categoría ‘Política fiscal’

21
Oct
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    [post_content] => Hoy se aprueban los Presupuestos Generales del Estado español del año 2010 (PGE-2010). Unos presupuestos que, como ya hemos señalado en este blog, son poco realistas y poco adecuados para salir de la severa crisis económica que atraviesa España. Los síntomas de la crisis española son bien conocidos: déficit con el exterior, endeudamiento de las familias y empresas, elevado déficit público y aumento exponencial de la deuda de las Administraciones Públicas, crecimiento muy negativo de la inversión en viviendas y en bienes de equipo, fuerte aumento del desempleo y caída del consumo de las familias. Las empresas, por su parte, están sufriendo una disminución en la demanda de sus productos lo que reduce su producción y el empleo. El PIB descenderá en 2009 un 4%. 

La salida de la crisis va a depender, en buena medida, de la política económica del gobierno; uno de los instrumentos de esa política son los PGE-2010. Sin embargo, los presupuestos, que se aprueban hoy en el Congreso de los Diputados, no van en la buena dirección. La subida de impuestos sobre el consumo (a partir de junio de 2010) y el ahorro, que se presupuestan, van a empeorar la situación económica y ralentizar la salida de la crisis: en vez de una caída del 0,3% en el crecimiento del PIB, en 2010, que contemplan los presupuestos la reducción podría ser cercana al 1%. En circunstancias como las actuales, de incertidumbre y de posible cambio en el ciclo económico, el gobierno debería haber evitado subir los impuestos y reducir en cambio más el gasto público. 

Estos presupuestos, que se aprobarán hoy, dibujan un escenario demasiado optimista que puede perjudicar la credibilidad del gobierno y por tanto la confianza de los agentes económicos. De ahí que el gobierno debería haber pactado con el principal partido de la oposición otros PGE-2010 que contemplasen otra política tributaria y una mayor reducción del gasto público en aquellas partidas menos necesarias. Se podrían eliminar, por ejemplo, varios ministerios que sobran y dejar de gastar en aquellas partidas que no van a mejorar la productividad de la economía. Con ello la confianza en nuestros gobernantes mejoraría y lo que es más importante nos pondríamos en camino para resolver los problemas que padece la economía española.
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Hoy se aprueban los Presupuestos Generales del Estado español del año 2010 (PGE-2010). Unos presupuestos que, como ya hemos señalado en este blog, son poco realistas y poco adecuados para salir de la severa crisis económica que atraviesa España. Los síntomas de la crisis española son bien conocidos: déficit con el exterior, endeudamiento de las familias y empresas, elevado déficit público y aumento exponencial de la deuda de las Administraciones Públicas, crecimiento muy negativo de la inversión en viviendas y en bienes de equipo, fuerte aumento del desempleo y caída del consumo de las familias. Las empresas, por su parte, están sufriendo una disminución en la demanda de sus productos lo que reduce su producción y el empleo. El PIB descenderá en 2009 un 4%. Seguir leyendo…

9
Oct
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    [post_content] => Una vez que la economía mundial empieza a salir del pozo en el que estuvo inmersa en los dos últimos años, el principal tema de debate en las últimas semanas está siendo el de las estrategias de salida. O, lo que es lo mismo, cuando y cómo las políticas monetarias y fiscales empezarán a recobrar la normalidad, tras haber entrado en territorios inexplorados en los últimos doce meses. Y, si este movimiento se debe hacer de forma coordinada o no.

Las señales de que se ha puesto en marcha la política económica más expansiva de las últimas décadas son contundentes: bancos centrales con tipos de interés negativos (Suecia), otros como la FED que han multiplicado por 2,5 su balance y que están comprando directamente todo tipo de activos (deuda pública, titulizaciones hipotecarias, etc); sin hablar de los déficits públicos que rondarán el 10% del PIB en la OCDE, reflejando la entrada en acción de los estabilizadores automáticos, así como medidas discrecionales para compensar la debilidad de la demanda privada.

De momento, los mensajes del FMI o del G-20 son claros: es demasiado pronto para retirar las medidas de apoyo, so pena de repetir las mismas equivocaciones que se cometieron en la Gran Depresión o en la economía japonesa hace poco más de una década. Una reversión apresurada de los estímulos puede provocar una recaída del paciente, algo peligroso cuando el cuadro médico sigue siendo delicado. Pero hay que ser conscientes también de que la subida de los precios de todo tipo de activos financieros (bonos, bolsa, oro, etc) hace recordar el origen de esta crisis, cuando unos tipos de interés demasiado bajos estimularon la formación de burbujas en buen número de mercados. Y, no perder de vista que se debe cortar la deriva actual de las finanzas públicas, pues de lo contrario el coste del servicio de la deuda y el efecto “crowding-out” (expulsión de la inversión privada) pueden ser dos lastres demasiado pesados para la próxima recuperación.

De hecho, ya hay gobiernos que han dado un viraje a la política fiscal (España e Irlanda), así como algunos bancos centrales han subido tipos (Banco de Israel y Banco de Australia). Además, ayer conocíamos que la FED está empezando a probar en pequeña escala con operaciones denominadas repo inverso, es decir, venta de títulos a las entidades financieras con pacto de recompra en fecha futura. De este modo, empieza a ensayar con herramientas cuyo fin es drenar liquidez del mercado.

Mientras en la vertiente fiscal la coordinación va a ser muy débil, es deseable que los bancos centrales unifiquen sus estrategias de salida para evitar efectos indeseados en los tipos de cambio. De hecho, ayer por la tarde en los mercados asiáticos se produjo la primera intervención coordinada de los bancos centrales comprando dólares (Taiwán, Singapur, Corea del Sur, etc) para intentar parar el fuerte proceso de depreciación del billete verde, que amenaza sus exportaciones. Aunque realmente, la pérdida de competitividad de estas economías más bien se produce porque las autoridades chinas mantienen desde julio su tipo de cambio pegado al dólar sin dejar que se aprecie. En este “juego” EEUU-China, está perdiendo el euro y las divisas asiáticas. Y estos ajustes de las divisas pueden ser una de las mayores fuentes de inestabilidad geopolítica en el medio plazo, aunque por otro lado puede ayudar a ese reequilibrio del crecimiento mundial que se demanda sin cesar. Esta situación revela que, ante las primeras señales aún no sólidas de recuperación de la economía global, ningún país está dispuesto a renunciar al impulso que suponen las exportaciones y para ello no dudan en intervenir en los mercados de divisas para impedir un fortalecimiento excesivo de su moneda. Un ejemplo es que pese al mantra del “dólar fuerte”, las autoridades americanas están muy cómodas con su debilidad actual, ya que puede ayudar a compensar vía demanda externa, la vulnerabilidad del consumo privado.

En este contexto, lo primero que harán bancos centrales como la FED o BOE será revertir la expansión cuantitativa, algo que podría empezar producirse en la primavera del año que viene, momento en el cual el BCE también iniciaría el drenaje de la abundante liquidez existente. Desde ese instante, los tipos euribor podrían empezar a deslizarse al alza, situándose a finales de 2010 el plazo 12 meses cerca del 2% (no debemos olvidar que desde el tipo a un día al 5 meses, la curva euribor está por debajo del 1%). En este contexto, no veo necesarias subidas del BCE (ni de la FED) hasta 2011, sobre todo, teniendo en cuenta el buen comportamiento de la inflación. Sobre todo en la UEM, dónde el fortalecimiento del euro está suponiendo un endurecimiento “de facto” de las condiciones monetarias.
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Una vez que la economía mundial empieza a salir del pozo en el que estuvo inmersa en los dos últimos años, el principal tema de debate en las últimas semanas está siendo el de las estrategias de salida. O, lo que es lo mismo, cuando y cómo las políticas monetarias y fiscales empezarán a recobrar la normalidad, tras haber entrado en territorios inexplorados en los últimos doce meses. Y, si este movimiento se debe hacer de forma coordinada o no. Seguir leyendo…

28
Sep
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    [post_date] => 2009-09-28 19:01:16
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    [post_content] => Hace tiempo que en este blog nos manifestamos a favor de reducir los impuestos y especialmente el IVA (impuesto sobre el valor añadido). De ahí que, aunque solo fuera por coherencia, estamos en contra de la subida de impuestos sobre el consumo  (IVA) que a partir de junio de 2010 planea el gobierno de España. En circunstancias como las actuales, de incertidumbre y de posible cambio en el ciclo económico, el gobierno debería haber evitado subir los impuestos y, en cambio debería reducir más el gasto.

 El gobierno afirma, frente a lo que se dice en todos los manuales de economía, que la subida del IVA no afectará al consumo. Es oportuno recordar que, en 2007, el crecimiento económico en Alemania se ralentizó en los seis primeros meses por el efecto del incremento del Impuesto del Valor Añadido (IVA), que subió en enero de 2007 del 16 al 19 %. Ello se debió a un fuerte retroceso en el consumo. No sería de extrañar, por tanto, que el crecimiento económico español también sufriese, en la segunda mitad del año que viene,  como consecuencia de la subida del IVA. La subida de impuestos hará que el crecimiento del PIB se contraiga más de lo que dicen los presupuestos. El consumo en vez de tener un crecimiento positivo del 0,2%, que contemplan los presupuestos, tendrá crecimiento negativo. Ello provocará un crecimiento económico más negativo y una menor recaudación por IVA de lo que se contempla en los Presupuestos Generales del Estado para 2010.  

Por tanto, los errores de política económica generan un error de predicción en el comportamiento del PIB que a su vez generará un déficit presupuestario mucho mayor del previsto: se prevé un déficit del 5,4% cuando el consenso de los economistas prevé el 11,5%. Este déficit habrá que financiarlo a través de deuda pública lo que a su vez aumentará los gastos en intereses que tendrá que pagar el estado a la vez que encarecerá la financiación del sector privado de la economía. En una situación como la que atravesamos, de fuerte restricción crediticia, demandar fondos prestables a los mercados financieros no es buena idea, ya que genera un efecto "expulsión" (es decir, el sector público al capturar una parte de la financiación expulsa al sector privado de la economía).

 Tampoco son creíbles los pagos previstos por prestaciones y subsidios de desempleo que según los Presupuestos Generales del Estado para 2010 alcanzarán los 32.000 millones de euros. Una cifra a todas luces insuficiente ya que ese gasto por desempleo podría alcanzar los 35.000 millones de euros. ¿Por qué esta diferencia? Porque los Presupuestos Generales del Estado para 2010 solo esperan una caída del empleo del 1,7% para el año que viene, cuando el consenso de economistas sitúa esta caída en el 2,8%. Además cuando se destruye empleo se recauda menos por IRPF por lo que la previsión de ingresos parece exagerada. La consecuencia de un mayor gasto por desempleo y menores ingresos, por IVA y por IRPF, es un mayor déficit público.

 Ya se ve que estos presupuestos dibujan un escenario demasiado optimista que puede perjudicar la credibilidad del gobierno. De ahí que el gobierno debería confeccionar otros Presupuestos Generales del Estado para 2010 que deberían contemplar otra política tributaria y una mayor reducción del gasto público en aquellas partidas menos necesarias, como pueden ser eliminar varios ministerios que sobran y dejar de gastar  los 5.000 millones de euros previstos en un nuevo plan E que no sirve para nada.
    [post_title] => Estamos en contra de la subida del IVA que propone el gobierno de España
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Hace tiempo que en este blog nos manifestamos a favor de reducir los impuestos y especialmente el IVA (impuesto sobre el valor añadido). De ahí que, aunque solo fuera por coherencia, estamos en contra de la subida de impuestos sobre el consumo  (IVA) que a partir de junio de 2010 planea el gobierno de España. En circunstancias como las actuales, de incertidumbre y de posible cambio en el ciclo económico, el gobierno debería haber evitado subir los impuestos y, en cambio debería reducir más el gasto. Seguir leyendo…

15
Sep

¿Subidas de impuestos para recaudar más?

Escrito el 15 septiembre 2009 por Patricia Gabaldón en Economía española, Política fiscal, Uncategorized

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    [post_content] => Ya va siendo un comentario de lo más habitual entre los españoles comentar la subida de impuestos propuesta por el Gobierno. Esta subida tiene por objetivo aumentar la recaudación fiscal para reducir el deficit público con el que se encuentra el Estado tras el aumento de las prestaciones sociales, especialmente en forma de seguros de desempleo. Los impuestos que se plantean subir son esencialmente los de Patrimonio, los impuestos indirectos (IVA) y los que gravan el tabaco y el alcohol, además de eliminar algunas subvenciones y ayudas ya existentes. Pero algo que puede parecer obvio, es decir, que un aumento de la presión fiscal significa un aumento de la recaudación, puede no serlo.

Hay varios motivos que pueden hacer que el aumento de los impuestos haga reducir, o al menos, no haga crecer la cantidad recaudada. La primera es casi una cuestión aritmética: el aumento de los impuestos se hace pensando que el numero de contribuyentes se mantendrá constante. Sin embargo,si aumentamos el nivel impositivo, el consumo, y la actividad empresarial, por el aumento directo del precio, caerán, lo que significa que puede que esta reducción del numero de personas que pagan impuestos, haga caer la recaudación total final. Ya lo comentó Rafael Pampillón en un post de este blog en 2007, al explicar la curva de Laffer. Tal y como explicó Rafael: "en ocasiones, es precisamente, con rebajas fiscales como se recauda más".  Aunque el principal problema de la curva de Laffer es que es muy complicado cual es el nivel óptimo de presión fiscal... "la curva de Laffer se basa en la hipótesis de que, cuando la presión fiscal es muy alta, la rebaja de impuestos introduce incentivos en la economía, que se traducen en que la gente trabaja más o se pasa de la economía sumergida a la economía legal, con el consiguiente aumento de la inversión, el empleo y el consumo. El Estado además recaudará más, al mismo tiempo que aumenta la renta disponible de los ciudadanos."

Otro de los efectos del aumento de la presión fiscal puede ser el aumento de la economía sumergida y la evasión fiscal. Y si además se aumenta el nivel de imposición sobre el ahorro, se desincentivará tambien la inversión,  lo que tampoco ayudaría a la recuperación económica del país.

Hace un tiempo, un buen amigo, Francisco Hernández, me mandó esta historia (es de estas que circulan libremente por la Red...) que creo que refleja muy bien lo que está pasando:

Supongamos que todos los días 10 hombres se reúnen en un bar para charlar y beber cerveza. La cuenta total de los diez hombres es de $100. Si ellos pagasen la cuenta de la manera proporcional en que se pagan los impuestos en la sociedad de un país, la cosa sería más o menos así, de acuerdo con la escala de riqueza e ingresos de cada uno:
Los primeros 4 hombres (los más pobres) no pagan nada.
El 5º paga $1.
El 6º paga $3.
El 7º paga $7.
El 8º paga $12.
El 9º paga $18.
El 10º (el más rico) paga $59.
Entonces, eso es lo que decidieron que harían en adelante, todos se divertían, y estaban de acuerdo con el acuerdo entre ellos. Hasta que un día, el dueño del bar les metió en un problema: “Ya que ustedes son tan buenos clientes,” les dijo, “Les voy a reducir el precio de sus cervezas diarias en $20. Los tragos desde ahora costarán $80.”

El grupo quiso, sin embargo, seguir pagando la cuenta en la misma proporción que lo hacían antes, de modo que los cuatro primeros siguieron bebiendo gratis. La rebaja no les afectaba en absoluto. ¿Pero qué pasa con los otros seis bebedores, los que realmente pagan la cuenta? ¿Cómo debía dividir los $20 de rebaja de manera que cada uno recibiese una porción justa?


Calcularon que los $20 divididos en 6 eran $3,33. Pero si restaban eso de la parte de cada uno, entonces el 5º y 6º hombre estarían cobrando por beber, ya que el 5º pagaba antes $1 y el 6º $3. Entonces el camarero sugirió que sería justo reducir la cuenta de cada uno en la misma proporción, y procedió a calcular la cantidad que cada uno debería pagar. El 5º bebedor, lo mismo que los cuatro primeros, no pagaría nada (100% de ahorro). El 6º pagaría ahora $2 en lugar de $3. (se ahorra 33%). El 7º pagaría $5 en lugar de $7. (se ahorra 28%). El 8º pagaría $9 en lugar de $12 (se ahorra 25%). El 9º pagaría $14 en lugar de $18. (se ahorra 22%). El 10º pagaría $49 en lugar de $59 (se ahorra 16%).


Cada uno de los seis pagadores estaba ahora en una situación mejor que antes.Y los primeros cuatros bebedores seguirían bebiendo gratis, y un quinto tambien. Pero, una vez fuera del bar, comenzaron a comparar lo que estaban ahorrando.

“Yo sólo recibí un peso de los $20 ahorrados,” dijo el 6º hombre. Señaló al 10º bebedor y dijo: “Pero él recibió $10!”
“Sí, es correcto,” dijo el 5º hombre. “Yo también sólo ahorré $1. Es injusto que él reciba diez veces más que yo.”
“Verdad!!,” , exclamó el 7º hombre. “¿Por qué recibe él $10 de rebaja cuando yo recibo nada más que $2? Los ricos siempre reciben los mayores beneficios!”
“Un momento!”, gritaron los cuatro primeros al mismo tiempo. “Nosotros no hemos recibido nada de nada. El sistema explota a
los pobres!”

Los nueve hombres rodearon al 10º y le dieron una paliza.

La noche siguiente el 10º hombre no acudió a beber, de modo que los nueve se sentaron y bebieron sus cervezas sin él. Pero a la hora de pagar la cuenta descubrieron algo inquietante: Entre todos ellos no juntaban el dinero para pagar ni  siquiera la MITAD de la cuenta.

¿qué os parece?
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Ya va siendo un comentario de lo más habitual entre los españoles comentar la subida de impuestos propuesta por el Gobierno. Esta subida tiene por objetivo aumentar la recaudación fiscal para reducir el deficit público con el que se encuentra el Estado tras el aumento de las prestaciones sociales, especialmente en forma de seguros de desempleo. Los impuestos que se plantean subir son esencialmente los de Patrimonio, los impuestos indirectos (IVA) y los que gravan el tabaco y el alcohol, además de eliminar algunas subvenciones y ayudas ya existentes. Pero algo que puede parecer obvio, es decir, que un aumento de la presión fiscal significa un aumento de la recaudación, puede no serlo. Seguir leyendo…

7
Sep

Los peligros de la complacencia

Escrito el 7 septiembre 2009 por José Ramón Diez Guijarro en Economía Global, Economía Mundial, Política fiscal, Política Monetaria

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    [post_content] => La información económica que hemos venido conociendo en las últimas semanas refleja que lo peor de la crisis podría haber quedado atrás. Lo que empezó siendo una recuperación de la producción industrial y de los intercambios comerciales en el sudeste asiático, poco a poco se ha reflejado en la actividad de países OCDE con una fuerte vocación exportadora (Alemania, Japón, etc). Por tanto, la excepcionalidad del soporte público (fiscal y monetario) valorado por el FMI en casi 5 billones de dólares y la recuperación de las existencias desde los bajísimos niveles del invierno han permitido que la economía global se esté estabilizando. A esta evolución también ha contribuido el buen comportamiento de los mercados financieros que reflejan un descenso de la aversión al riesgo, tras el fuerte proceso de huida hacia la calidad de 2008 y primeros meses de este año. Sólo un dato, desde el mínimo de marzo de este año, el IBEX ha subido un 64%. Lo importante es que además de esta recuperación de los mercados de valores, también los bonos han tenido un buen comportamiento en paralelo, algo que no ocurre muchas veces, teniendo en cuenta que normalmente los inversores los utilizan como activos alternativos. Pero la buena evolución de la inflación y la escasa predisposición de los bancos centrales a subir tipos en los próximos meses han ayudado a que las rentabilidades de la deuda pública hayan tenido una evolución positiva en los  meses veraniegos.

 Llegados a este punto, los economistas nos encontramos ante una duda cuasi-hamletina: ¿To V or not to V? Es decir, vamos a ver una recuperación siguiendo el patrón  histórico en forma de V de las últimas décadas. O, más bien, la reactivación tendrá forma de U o de W. Mi opinión es muy parecida a del economista jefe del FMI (Olivier Blanchard) que advertía la semana pasada que en las recesiones normales, independientemente de su virulencia, suele ser fácil anticipar cómo será la recuperación una vez que se supera el punto de inflexión en el ciclo de actividad. El problema es que esta recesión es completamente diferente a las de las últimas décadas, teniendo en cuenta los elevados niveles de endeudamiento (público y privado) que se deberán digerir en los próximos años o los problemas del sistema financiero. Es decir, antes de cantar victoria hay que analizar lo que pasará cuando desaparezcan los estímulos artificiales, sobre todo, porque no parece que el consumo en países como España o EEUU tenga visos de recuperarse a medio plazo.

Por tanto, creo que el próximo ciclo expansivo no se va a parecer mucho a los más recientes y que sólo si se realizan reformas en el lado de la oferta,  los crecimientos potenciales serán suficientes para reducir con rapidez los elevados niveles de desempleo. En este sentido, la complacencia de las autoridades económicas, pensando que lo peor ya se ha dejado atrás o, que las cosas volverán a ser lo mismo que antes de la crisis, es el mayor riesgo que se percibe en el horizonte.
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La información económica que hemos venido conociendo en las últimas semanas refleja que lo peor de la crisis podría haber quedado atrás. Lo que empezó siendo una recuperación de la producción industrial y de los intercambios comerciales en el sudeste asiático, poco a poco se ha reflejado en la actividad de países OCDE con una fuerte vocación exportadora (Alemania, Japón, etc). Por tanto, la excepcionalidad del soporte público (fiscal y monetario) valorado por el FMI en casi 5 billones de dólares y la recuperación de las existencias desde los bajísimos niveles del invierno han permitido que la economía global se esté estabilizando. A esta evolución también ha contribuido el buen comportamiento de los mercados financieros que reflejan un descenso de la aversión al riesgo, tras el fuerte proceso de huida hacia la calidad de 2008 y primeros meses de este año. Sólo un dato, desde el mínimo de marzo de este año, el IBEX ha subido un 64%. Lo importante es que además de esta recuperación de los mercados de valores, también los bonos han tenido un buen comportamiento en paralelo, algo que no ocurre muchas veces, teniendo en cuenta que normalmente los inversores los utilizan como activos alternativos. Pero la buena evolución de la inflación y la escasa predisposición de los bancos centrales a subir tipos en los próximos meses han ayudado a que las rentabilidades de la deuda pública hayan tenido una evolución positiva en los  meses veraniegos. Seguir leyendo…

19
Jun

El futuro de las finanzas públicas

Escrito el 19 junio 2009 por José Ramón Diez Guijarro en Economía española, Economía Global, Política fiscal

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    [post_content] => Desde la quiebra de Lehman Brothers en septiembre de 2008, los gobiernos de todo el mundo, independientemente de su ideología, han estado utilizando intensamente políticas "keynesianas" de gasto e inversión pública. Si añadimos el efecto de los "estabilizadores automáticos" y los fondos utilizados en algunos países para recapitalizar el sector financiero, todo ello está provocando un intenso deterioro de las finanzas públicas. 

Hasta la aparición de los primeros indicios de estabilización en las variables económicas y financieras ha existido cierta despreocupación tanto por el comportamiento de los déficits públicos que empiezan a rondar peligrosamente el 10% del PIB, como por la evolución de la deuda pública que, según un reciente estudio del FMI,  en el G20 puede pasar del 78% del PIB en 2007 al 114% del PIB en 2014 (cada ciudadano tendría en ese momento una deuda de 50.000 dólares). La sensación de que se debían utilizar todos los grados de libertad fiscales para contrarrestar el mayor desplome de la demanda privada de las últimas décadas, ha dejado en un segundo plano la valoración de los efectos que puede tener en el medio plazo este empeoramiento de las finanzas públicas sobre la inversión privada y, por tanto, sobre el crecimiento potencial de la economía.

Pero desde que empezaron a manifestarse los ya famosos "brotes verdes" y, por tanto, fueron perdiendo credibilidad los escenarios macroeconómicos más traumáticos, ha vuelto a la palestra la preocupación por la sostenibilidad de las finanzas públicas en el medio plazo, como refleja la fuerte subida de las rentabilidades de la deuda pública en las últimas semanas. Sobre todo, teniendo en cuenta los efectos adicionales que puede ocasionar el envejecimiento de la población. Según un artículo de The Economist, la factura demográfica en las próximas décadas puede ser 10 veces superior a la ocasionada por la crisis. Sin un adecuado control del crecimiento de la deuda pública, al final los países tienen que realizar un "default" o facilitar su pago a través de un proceso inflacionista. O, quizás todavía peor, transmitirle la deuda a las siguientes generaciones.

¿Cuál es la situación de España? Entramos en esta crisis con una situación de las finanzas públicas aparentemente muy holgada: en 2007 teníamos un superávit equivalente al 2,2% y una deuda pública por debajo del 40% del PIB. El problema es que este año el déficit se aproximará al 10% del PIB y en 2009 la deuda pública puede situarse en la banda del 65%-70% del PIB. Pero para juzgar si el deterioro de las cuentas públicas es preocupante o no se debe analizar qué parte procede de factores cíclicos (es normal que los déficit se deterioren cuando la economía va mal) y que parte a un componente estructural, en el que entran las medidas discrecionales o la desaparición de ingresos extraordinarios como, por ejemplo, los ligados al "boom" de la vivienda en España en la última década. Pues bien, según el Informe Anual (2008) recientemente publicado por el Banco de España, de los 6 p.p. de deterioro del saldo público en 2008 (pasamos en un año de un superávit del 2,2% a un déficit del 3,8% del PIB), sólo 0,7 p.p. se deben al cambio en la posición cíclica, mientras 1,6 p.p. a las medidas discrecionales del gobierno (400 euros, etc), 0,1 p.p. al pago de intereses y 3,8 p.p. a la pérdida de ingresos extraordinarios (sobre todo vivienda). Esta brecha sería inferior en 2009, pues de los 4,5 p.p. de deterioro del saldo presupuestario, 2,5 p.p. lo explicaría el cambio en la posición cíclica. En teoría y, sobre todo, si se quiere continuar con el objetivo de estabilidad presupuestaria a lo largo del ciclo (¿alguien se acuerda de esto?), estaremos obligados en el futuro a obtener importantes superávit primarios. Y, vuelve a poner de manifiesto, que en los años del "boom" de la vivienda se debió ser más ambicioso en los objetivos de superávit público, teniendo en cuenta, además, la enorme laxitud de la política monetaria.

¿Qué se puede hacer en este contexto? En primer lugar, ser conscientes de que los grados de libertad de la política fiscal están agotados. Tampoco parece que lo más aconsejable sea en estos momentos, cuando sólo hay leves indicios de estabilización económica, retirar los estímulos fiscales. Pero sí se debería empezar a diseñar una estrategia de salida y, por tanto, de consolidación de las finanzas públicas a medio plazo. De hecho, países como Irlanda, Gran Bretaña e, incluso España, han empezado a subir algunos impuestos. Esa consolidación debe pasar por una moderación del gasto público (no de la inversión pública) y una reconsideración de la estructura fiscal en países como el nuestro, probablemente con una mayor importancia relativa de la imposición indirecta. Y, también, por algo que no deberíamos retrasar mucho más, como es el fortalecimiento del sistema de pensiones.
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Desde la quiebra de Lehman Brothers en septiembre de 2008, los gobiernos de todo el mundo, independientemente de su ideología, han estado utilizando intensamente políticas «keynesianas» de gasto e inversión pública. Si añadimos el efecto de los «estabilizadores automáticos» y los fondos utilizados en algunos países para recapitalizar el sector financiero, todo ello está provocando un intenso deterioro de las finanzas públicas. Seguir leyendo…

13
May
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    [post_content] => Ayer el presidente del Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero, anunció una rebaja en cinco puntos del Impuesto de Sociedades durante tres ejercicios para autónomos y pequeñas y medianas empresas (pymes). La propuesta va dirigida a empresas con menos de 25 trabajadores, con unos ingresos inferiores a cinco millones de euros y que a 31 de diciembre de 2009 mantengan o incrementen su plantilla de 2008. También se podrán beneficiar aquéllas empresas que mantengan el empleo en 2010. De esta forma, las pymes que cumplan estos requisitos pasarán a tener un tipo del 20%, frente al 25% actual. Las grandes empresas seguirán pagando el 30%.

¿Es acertada esta medida? España tiene un Impuesto sobre Sociedades para las grandes empresas del 30%, uno de los más altos de la OCDE (si haces click aquí verás que al final del post hay un gráfico). Como consecuencia las empresas españolas y extranjeras situadas en nuestro país sufren costes fiscales más altos. Por este motivo es probable que algunas empresas extranjeras que pensaban instalarse en España ahora se vayan a otros países. También se pueden ir empresas españolas y extranjeras que ya estaban en España, a países con costes fiscales más bajos. Es decir se deslocalizan las empresas y así el país a la vez que pierde competitividad pierde tejido industrial. Reducir el impuesto de sociedades es un tema urgente.

¿Por qué tanta timidez en la rebaja del Impuesto de Sociedades? Quizá se piense que reducir el Impuesto de Sociedades no consigue votos, al fin y al cabo la mayor parte de la población cree que la reducción del Impuesto de Sociedades no les beneficia. Es un impuesto que deben pagar las empresas, es decir, los ricos. Craso error.

Pongamos un ejemplo: el sector textil (uno de los sectores industriales más importantes de la economía española y que se está hundiendo a la vez que se deslocaliza). Si el Gobierno decide bajar el impuesto sobre el beneficio que ganan las empresas textiles parece de entrada que esta rebaja beneficia a los propietarios de esas compañías que como consecuencia obtendrán más beneficios. Pero con el paso del tiempo, y como consecuencia de la rebaja del impuesto, la producción de textiles es más rentable, los inversores invertirán más en la construcción de nuevas fábricas de confección y también de su industria auxiliar. En vez de invertir su riqueza de otra manera, por ejemplo, comprando casas o construyendo fábricas en otros sectores o en otros países se desarrolla el sector textil. Al haber más fábricas en ese sector, aumenta la producción de ropa, al igual que la demanda de trabajadores para fabricarla. Por lo tanto, una rebaja del impuesto sobre las empresas que fabrican textiles provoca un descenso de sus costes (fiscales), mayores ventas y mayor empleo.

Por tanto, como muy bien ha señalado Mankiw, los que soportan la carga última del impuesto no son solo los accionistas de la empresa sino también los clientes, los proveedores (industria auxiliar) y los trabajadores del sector que no suelen ser ricos. Si se explicara mejor la verdadera incidencia de la rebaja del Impuesto de Sociedades, posiblemente, esa medida, sería más popular entre los ciudadanos (votantes) y Zapatero lo reduciría no solo a las pymes que crean puestos de trabajo sino a todas las empresas. Reducir este impuesto es imprescindible en el momento actual para frenar el deterioro de nuestra competitividad. Nos beneficiaríamos todos y si no que se lo pregunten a los irlandeses. Irlanda redujo este impuesto drásticamente, hasta dejarlo en un 12,5%, y ha pasado en quince años de ser la onceava economía de la UE a ser la segunda. Portugal lo bajó el año pasado desde el 26,5% al 12,5% .

Zapatero va a rebajar tímidamente, para algunas empresas, el Impuesto de Sociedades. Amigo lector ¿Tú que piensas? ¿Es suficiente? ¿Se instalarán algunas empresas españolas en Portugal? Un análisis casi idéntico lo puedes encontrar en este blog en:

¿Se debe reducir el impuesto de sociedades? ¿A quién beneficia la reducción de este impuesto? 
    [post_title] => La rebaja fiscal de Zapatero
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Ayer el presidente del Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero, anunció una rebaja en cinco puntos del Impuesto de Sociedades durante tres ejercicios para autónomos y pequeñas y medianas empresas (pymes). La propuesta va dirigida a empresas con menos de 25 trabajadores, con unos ingresos inferiores a cinco millones de euros y que a 31 de diciembre de 2009 mantengan o incrementen su plantilla de 2008. También se podrán beneficiar aquéllas empresas que mantengan el empleo en 2010. De esta forma, las pymes que cumplan estos requisitos pasarán a tener un tipo del 20%, frente al 25% actual. Las grandes empresas seguirán pagando el 30%. Seguir leyendo…

25
Mar
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    [post_content] => El anuncio del nuevo plan del Tesoro americano para limpiar de activos tóxicos de los balances de los bancos, parece que ha sido recibido con euforia por los mercados financieros, anticipando que estamos ante el "principio del fin" de la crisis financiera. Algo que por otra parte se ha anticipado en diferentes ocasiones desde agosto de 2007. De hecho, si no me equivoco, es el séptimo intento de los mercados de valores por romper una fuerte tendencia bajista. 

El nuevo plan se divide según el tipo de activos tóxicos ("legacy assets" es el eufemismo utilizado por el Tesoro americano) en: préstamos hipotecarios ("legacy loans") y títulos respaldados por préstamos hipotecarios ("legacy securities"). 

Programa para préstamos hipotecarios. 

- Los bancos que quieran participar en el programa decidirán qué activos vender.

- El FDIC organizará una subasta en la que los préstamos serán adjudicados al mejor postor.

- El comprador financiará la adquisición con deuda y recursos propios. La proporción entre ambos (ratio de apalancamiento) no será superior a 6. La parte de deuda se instrumentará a través de una emisión de títulos que contarán con la garantía del FDIC. En cuanto a la parte de recursos propios, el 50% lo aportará el comprador y, el otro 50%, el Tesoro.

- Una vez que los activos han sido vendidos, serán gestionados por los inversores privados hasta su liquidación, sujetos a la supervisión del FDIC. 

Programa para activos respaldados por títulos hipotecarios  

- El Tesoro apoyará la creación de fondos de inversión para adquirir este tipo de activos.

- El Tesoro nombrará hasta 5 gestoras de activos con experiencia, que contarán con un período de tiempo para captar capital de manos privadas.

- Una vez captado, el Tesoro se compromete a: (i) aportar la misma cantidad al fondo de inversión, actuando como co-inversor; y (ii) a proporcionar esa misma cantidad al fondo en forma de préstamos (deuda senior), cuyo importe podrá duplicarse en determinadas circunstancias.

- En definitiva, por cada dólar aportado por el sector privado, el Tesoro aportará 3 ó 4 dólares.

- La ampliación de la facilidad crediticia de la Fed, TALF, a través de la cual dará financiación a los fondos de inversión creados para la adquisición de los títulos respaldados por activos. 

Evidentemente, hay muchos aspectos positivos en el plan, como el hecho de involucrar a inversores privados en la compra de los activos tóxicos o el importante apalancamiento que se consigue gracias a las garantías del FDIC (6 a 1 en el caso de las hipotecas) lo que podría elevar el valor de los activos comprados hasta el billón de dólares (medio billón sólo en hipotecas, lo que representa el 10% del total en el activo de los bancos americanos). Aunque también se debe resaltar que el elevado grado de apalancamiento que conceden las autoridades públicas hace que los riesgos del sector privado sean asimétricos. En caso de ganancias se reparten al 50% con el sector público, en caso de pérdidas los contribuyentes asumen la parte del león.

 Pero también hay muchas dudas sobre su efectividad, más allá de que constituye un nuevo subsidio para el sector privado, como ya se están encargando de destacar Krugman o Stiglitz. La principal es que el futuro del plan sigue dependiendo de la voluntad de los bancos poseedores de las hipotecas y titulizaciones de baja calidad de vender estos activos al precio que están dispuestos a pagar los inversores. Sobre todo, porque en muchos casos puede suponer un reconocimiento de pérdidas que lleve a nuevas recapitalizaciones e incluso a la quiebra. Es decir, si en los "stress-test" no se obliga a los bancos a limpiar sus carteras de hipotecas y titulizaciones, sólo lo harán si los precios son muy atractivos. En este sentido, de fondo sigue presente la idea de que estos activos tienen un valor superior al que el mercado les está asignando en estos momentos, debido a la falta de liquidez. Es decir, cuando otra vez exista mercado secundario, los precios subirán y todo el mundo ganará. Y esto no está nada claro pues,  en todo caso, dependerá de la evolución de la crisis en el mercado de la vivienda.

Como escribía esta mañana Martin Wolf en Financial Times, el programa sólo funcionará si al final los inversores privados piensan que los balances de los bancos están lo suficientemente saneados para volver a invertir en ellos. O, lo que es lo mismo, si se consigue el retorno de la confianza en el sistema financiero americano. Algo que a corto plazo no parece fácil, después de que algunas entidades hayan perdido entre un 70% y un 90% de su capitalización. Lo que está claro es que la munición con la que cuentan las autoridades económicas americanas se está agotando, al igual que la paciencia de buena parte de sus ciudadanos. Así que por el bien de todos, esperemos que termine funcionando.
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El anuncio del nuevo plan del Tesoro americano para limpiar de activos tóxicos de los balances de los bancos, parece que ha sido recibido con euforia por los mercados financieros, anticipando que estamos ante el «principio del fin» de la crisis financiera. Algo que por otra parte se ha anticipado en diferentes ocasiones desde agosto de 2007. De hecho, si no me equivoco, es el séptimo intento de los mercados de valores por romper una fuerte tendencia bajista. 

El nuevo plan se divide según el tipo de activos tóxicos («legacy assets» es el eufemismo utilizado por el Tesoro americano) en: préstamos hipotecarios («legacy loans») y títulos respaldados por préstamos hipotecarios («legacy securities»). 

Programa para préstamos hipotecarios. 

– Los bancos que quieran participar en el programa decidirán qué activos vender.

– El FDIC organizará una subasta en la que los préstamos serán adjudicados al mejor postor.

– El comprador financiará la adquisición con deuda y recursos propios. La proporción entre ambos (ratio de apalancamiento) no será superior a 6. La parte de deuda se instrumentará a través de una emisión de títulos que contarán con la garantía del FDIC. En cuanto a la parte de recursos propios, el 50% lo aportará el comprador y, el otro 50%, el Tesoro.

– Una vez que los activos han sido vendidos, serán gestionados por los inversores privados hasta su liquidación, sujetos a la supervisión del FDIC. 

Programa para activos respaldados por títulos hipotecarios  

– El Tesoro apoyará la creación de fondos de inversión para adquirir este tipo de activos.

– El Tesoro nombrará hasta 5 gestoras de activos con experiencia, que contarán con un período de tiempo para captar capital de manos privadas.

– Una vez captado, el Tesoro se compromete a: (i) aportar la misma cantidad al fondo de inversión, actuando como co-inversor; y (ii) a proporcionar esa misma cantidad al fondo en forma de préstamos (deuda senior), cuyo importe podrá duplicarse en determinadas circunstancias.

– En definitiva, por cada dólar aportado por el sector privado, el Tesoro aportará 3 ó 4 dólares.

– La ampliación de la facilidad crediticia de la Fed, TALF, a través de la cual dará financiación a los fondos de inversión creados para la adquisición de los títulos respaldados por activos. 

Evidentemente, hay muchos aspectos positivos en el plan, como el hecho de involucrar a inversores privados en la compra de los activos tóxicos o el importante apalancamiento que se consigue gracias a las garantías del FDIC (6 a 1 en el caso de las hipotecas) lo que podría elevar el valor de los activos comprados hasta el billón de dólares (medio billón sólo en hipotecas, lo que representa el 10% del total en el activo de los bancos americanos). Aunque también se debe resaltar que el elevado grado de apalancamiento que conceden las autoridades públicas hace que los riesgos del sector privado sean asimétricos. En caso de ganancias se reparten al 50% con el sector público, en caso de pérdidas los contribuyentes asumen la parte del león.

 Pero también hay muchas dudas sobre su efectividad, más allá de que constituye un nuevo subsidio para el sector privado, como ya se están encargando de destacar Krugman o Stiglitz. La principal es que el futuro del plan sigue dependiendo de la voluntad de los bancos poseedores de las hipotecas y titulizaciones de baja calidad de vender estos activos al precio que están dispuestos a pagar los inversores. Sobre todo, porque en muchos casos puede suponer un reconocimiento de pérdidas que lleve a nuevas recapitalizaciones e incluso a la quiebra. Es decir, si en los «stress-test» no se obliga a los bancos a limpiar sus carteras de hipotecas y titulizaciones, sólo lo harán si los precios son muy atractivos. En este sentido, de fondo sigue presente la idea de que estos activos tienen un valor superior al que el mercado les está asignando en estos momentos, debido a la falta de liquidez. Es decir, cuando otra vez exista mercado secundario, los precios subirán y todo el mundo ganará. Y esto no está nada claro pues,  en todo caso, dependerá de la evolución de la crisis en el mercado de la vivienda.

Como escribía esta mañana Martin Wolf en Financial Times, el programa sólo funcionará si al final los inversores privados piensan que los balances de los bancos están lo suficientemente saneados para volver a invertir en ellos. O, lo que es lo mismo, si se consigue el retorno de la confianza en el sistema financiero americano. Algo que a corto plazo no parece fácil, después de que algunas entidades hayan perdido entre un 70% y un 90% de su capitalización. Lo que está claro es que la munición con la que cuentan las autoridades económicas americanas se está agotando, al igual que la paciencia de buena parte de sus ciudadanos. Así que por el bien de todos, esperemos que termine funcionando.

10
Feb
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    [post_content] => La Gran Depresión de la década de los treinta, del siglo XX, trasladó el énfasis desde el estudio clásico del crecimiento económico hacia las cuestiones relativas a las fluctuaciones del crecimiento y de cómo compensar esas fluctuaciones u oscilaciones en el ciclo económico. Los libros de texto de la postguerra, liderados por “Economics” de Paul Samuelson, se centraron fundamentalmente en los auges y caídas de la economía y en la forma en la que la política del Gobierno podría influir sobre el ciclo económico. La historia económica nos enseña que el Estado puede jugar un importante papel estabilizador del ciclo, es decir enfriando la economía en épocas expansivas (muchas veces inflacionarias) y animándola en fases recesivas; pero también sabemos que el Estado y sus políticas económicas discrecionales pueden ser los desencadenantes de fuertes recesiones económicas.



Política anticíclicas

Cuando una economía, como, por ejemplo, la española es estos momentos, muestra altos niveles de desempleo y sus factorías reflejan un exceso de capacidad productiva sin utilizar es obvio que los recursos no están siendo eficazmente utilizados por el sistema de mercado. La cuestión es: ¿cuál es la causa de la infrautilización de esos recursos productivos? John Maynard Keynes creía que era debida a un fallo del mercado. La solución de Keynes consistía en políticas anticíclicas consistentes en bajar los tipos de interés, aumentar el gasto público y reducir los impuestos para aumentar la demanda agregada y emplear así la mano de obra parada y los recursos de capital no utilizados. El Gobierno, mediante esta política anticíclica o de estabilización, intenta evitar que las variaciones de la tasa de crecimiento provoquen fuertes desequilibrios. Se trata de evitar las recesiones largas, e intentar volver a una fase de expansión duradera y sostenida.

Otros economistas cuestionan la conveniencia de estas medidas discrecionales del Estado y las razones de esta intervención y proponen sistemas automáticos que suavicen el ciclo económico. Para muchos la intervención estatal a través de la política económica discrecional, distorsiona más que equilibra. Por ejemplo, una política monetaria en exceso relajada podría tener efectos contraproducentes, porque un aumento en la cantidad de dinero puede traer inflación lo que perjudicaría el crecimiento. Además la participación excesiva del sector público, en algunos países occidentales por encima o próxima al 50%, supone para muchos la posible pérdida de dinamicidad del sector privado que en alguna medida puede quedar expulsado de la economía por el sector público (efecto expulsión).

La política fiscal

Entre las políticas anticíclicas destacan dos: la fiscal y la monetaria. Ambas se dirigen a conseguir los objetivos generalmente aceptados: estabilidad de precios, crecimiento económico y pleno empleo. La política fiscal utiliza fundamentalmente dos instrumentos: el gasto público y los impuestos. Estos instrumentos los puede aplicar de dos formas distintas: a) a través del funcionamiento de los estabilizadores automáticos y b) con medidas discrecionales que hagan variar los gastos  y los ingresos públicos. Aquí nos vamos a referir exclusivamente a los estabilizadores automáticos.

Definición de estabilizadores automáticos

Los estabilizadores automáticos son aquellos componentes de los presupuestos públicos, tanto por el lado de los gastos como de los ingresos, que responden autónomamente a las fluctuaciones cíclicas de la actividad económica, suavizándolas o atenuándolas, sin que medie ninguna decisión discrecional por parte de la autoridad fiscal. Los estabilizadores automáticos tienen, por tanto, un comportamiento anticíclico ya que generan superávit fiscales en las etapas de auge y déficit fiscales en las de recesión o depresión.

Ejemplos de estabilizadores automáticos

Los dos ejemplos más típicos e importantes de estabilizadores automáticos son: 1) por el lado de los ingresos fiscales los impuestos progresivos, como el impuesto sobre la renta de la personas físicas y 2) por el lado del gasto público las prestaciones y el subsidio por desempleo. Efectivamente, con los impuestos progresivos, como el impuesto sobre la renta, a medida que crece el nivel de actividad y la renta, aumenta la recaudación impositiva más que proporcionalmente ya que la proporción que se detrae en forma de impuestos crece con el nivel de renta. Se produce, a través del impuesto, un drenaje proporcionalmente mayor de la renta a medida que esta aumenta. De esta forma, la renta disponible de los agentes aumenta menos que la actividad y se atenúa el aumento de la demanda agregada y la fase expansiva del ciclo. Lo contrario ocurre en épocas de recesión, como la que nos está tocando vivir. Los pagos por transferencias también fluctúan a lo largo del ciclo. Es el caso de las transferencias relacionadas con el desempleo, si la economía se encuentra en una fase expansiva, el desempleo disminuye y con ello las transferencias por este concepto.

La percepción de la política fiscal como instrumento de estabilización ha variado sustancialmente en las últimas décadas. Se considera que la política fiscal puede ser un instrumento útil cuando deja funcionar los estabilizadores automáticos pero que puede ser poco flexible y perverso cuando se actúa de forma discrecional. De ahí que muchos defiendan que la política fiscal se dirija fundamentalmente a la distribución de la renta. Y también que garantice el equilibrio presupuestario a lo largo del ciclo económico y que, por tanto, se permita el funcionamiento de los estabilizadores automáticos en cada fase del ciclo.

Resumiendo

Los estabilizadores automáticos suavizan las fluctuaciones cíclicas a través de su efecto en la demanda agregada. Efectivamente, cuando la economía se encuentra en una fase contractiva o recesiva, el crecimiento económico negativo o muy reducido genera una disminución de los ingresos fiscales mientras que el mayor desempleo aumena los gastos públicos. Consecuentemente, la renta disponible del sector privado disminuye menos de lo que lo hace el PIB, limitándose así el efecto contractivo sobre la demanda agregada, el crecimiento y el empleo. Por tanto, el saldo presupuestario empeora en esta fase estimulando la economía y facilitando la recuperación económica. En sentido contario, en épocas de expansión los estabilizadores automáticos generan mayores ingresos públicos y menor gasto lo que permite aumentar el superávit público –o reducir el déficit– evitando una excesiva expansión que podría tener efectos negativos sobre la volatilidad del ciclo y la estabilidad de precios.

Fuente: Libro Amarillo de los Presupuestos Generales del Estado Españo, 2009.
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La Gran Depresión de la década de los treinta, del siglo XX, trasladó el énfasis desde el estudio clásico del crecimiento económico hacia las cuestiones relativas a las fluctuaciones del crecimiento y de cómo compensar esas fluctuaciones u oscilaciones en el ciclo económico. Los libros de texto de la postguerra, liderados por “Economics” de Paul Samuelson, se centraron fundamentalmente en los auges y caídas de la economía y en la forma en la que la política del Gobierno podría influir sobre el ciclo económico. La historia económica nos enseña que el Estado puede jugar un importante papel estabilizador del ciclo, es decir enfriando la economía en épocas expansivas (muchas veces inflacionarias) y animándola en fases recesivas; pero también sabemos que el Estado y sus políticas económicas discrecionales pueden ser los desencadenantes de fuertes recesiones económicas.

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14
Dic
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    [post_content] => Una de las pocas alegrías económicas de los últimos tiempos es que la curva de tipos de interés viene descendiendo con claridad desde el verano, de la mano de la drástica reducción de las expectativas de inflación —consecuencia del desplome de los precios de las materias primas— y de los recortes de tipos aplicados por el BCE. El descenso de los tipos a corto plazo, en particular el del influyente Euribor, se prolongará previsiblemente en los próximos meses, al hilo de nuevas reducciones de tipos oficiales (al menos hasta el 1,00%-1,50%), de descensos adicionales de la inflación (la deflación es ahora la amenaza) y de cierta reducción de las primas de riesgo del mercado interbancario (con la ayuda de los planes de rescate público en marcha), de manera que el Euribor a un año puede situarse en los próximos meses por debajo del 2,5%.

Sin embargo, podría no ocurrir lo mismo con los tipos a largo plazo (sobre todo con vencimientos más allá de los cinco años), en particular con su principal referencia: las rentabilidades de la deuda pública. Las perspectivas de fuerte crecimiento de las necesidades de emisión de deuda por parte de los Estados europeos, cuyos desequilibrios fiscales superarán holgadamente el límite del 3% del PIB establecido en el Pacto de Estabilidad y que han comprometido ingentes cantidades de recursos en el rescate de sus bancos, sugieren que los inversores exigirán primas crecientes (rentabilidades más altas) para seguir acumulando títulos de deuda pública. ¿Es inevitable entonces que repunten las rentabilidades de la deuda pública, con el consiguiente coste para el conjunto de la economía?



Probablemente no en los próximos meses. Incluso hay argumentos para pensar que el fuerte descenso registrado desde el verano (la rentabilidad del bono alemán a diez años has descendido desde referencias próximas al 4,7% hasta el 3%) puede tener aún cierto recorrido adicional. Hay al menos cuatro razones para creerlo:

1.	La caída de las expectativas de inflación a medio y largo plazo supone una ampliación de las rentabilidades reales sin necesidad de que se eleven las rentabilidades nominales. Es decir, que las mayores primas de riesgo pueden recogerse en la rentabilidad real pero no necesariamente en la nominal.

2.	La persistencia en los próximos meses de niveles elevados de aversión al riesgo y de incertidumbre seguirá favoreciendo la inversión en deuda pública. La ausencia de alternativas mínimamente seguras de inversión favorece a los activos de deuda pública de mayir calidad crediticia.

3.	El recorrido a la baja de las expectativas de tipos oficiales es aún significativo en Europa y es probable que siga siendo un factor determinante de las rentabilidades de la deuda pública durante algunos meses más. Al menos la mitad de las variaciones en los tipos a diez años se asocian a las expectativas de tipos oficiales para los próximos dos años.

4.	La necesidad de luchar contra la recesión y, quizás, contra la deflación, llevará a las autoridades políticas a preferir las compras de deuda pública por parte del banco central antes que permitir un repunte de los tipos de interés a largo plazo.

Para reforzar los argumentos precedentes es útil el ejemplo histórico de Japón. En ese país, que sufrió una larga crisis económica y financiera comparable en muchos aspectos a la nuestra y cuyo déficit público llegó a elevarse hasta el 8% del PIB, el proceso de relajación monetaria en los años noventa coincidió con la relajación de la rentabilidad nominal del bono del Tesoro japonés a diez años. Los tipos reales, sin embargo, se mantuvieron más estables y en ocasiones repuntaron con claridad (1998-2002). La rentabilidad a 10 años tendió a situarse durante la mayor parte del período de política monetaria expansiva entre 100 pb y 200 pb por encima del tipo de referencia del banco central. Esto significaría que, si el BCE llegara a recortar tipos hasta el 1%, un rango del 10 años entre el 2% y el 3% en los próximos meses podría resultar razonable.


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Una de las pocas alegrías económicas de los últimos tiempos es que la curva de tipos de interés viene descendiendo con claridad desde el verano, de la mano de la drástica reducción de las expectativas de inflación —consecuencia del desplome de los precios de las materias primas— y de los recortes de tipos aplicados por el BCE. El descenso de los tipos a corto plazo, en particular el del influyente Euribor, se prolongará previsiblemente en los próximos meses, al hilo de nuevas reducciones de tipos oficiales (al menos hasta el 1,00%-1,50%), de descensos adicionales de la inflación (la deflación es ahora la amenaza) y de cierta reducción de las primas de riesgo del mercado interbancario (con la ayuda de los planes de rescate público en marcha), de manera que el Euribor a un año puede situarse en los próximos meses por debajo del 2,5%.

Sin embargo, podría no ocurrir lo mismo con los tipos a largo plazo (sobre todo con vencimientos más allá de los cinco años), en particular con su principal referencia: las rentabilidades de la deuda pública. Las perspectivas de fuerte crecimiento de las necesidades de emisión de deuda por parte de los Estados europeos, cuyos desequilibrios fiscales superarán holgadamente el límite del 3% del PIB establecido en el Pacto de Estabilidad y que han comprometido ingentes cantidades de recursos en el rescate de sus bancos, sugieren que los inversores exigirán primas crecientes (rentabilidades más altas) para seguir acumulando títulos de deuda pública. ¿Es inevitable entonces que repunten las rentabilidades de la deuda pública, con el consiguiente coste para el conjunto de la economía?

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