Parece que el Estado español está obligando a sus hijos a independizarse. Estamos hablando de hijos a los que les gusta vivir en casa y a los que no les importa aportar al presupuesto familiar si saben que luego se dedicará al bien común familiar y que han confiando en el sistema que ha funcionado hasta ahora, pero parece que la realidad aprieta y que ya es hora de encontrar el camino sin el colchón paterno.
Como al Tanguy de la película francesa, nos ofrece pistas para que darnos cuenta de que el Estado ya no será quien vele por nosotros cuando nos caigamos y que cada vez más dependeremos de nosotros mismos y de nuestra propia actividad. Las pistas son muy claras: reducción en el medio plazo de la prestación por desempleo -a partir del sexto mes-, reducción de salarios de funcionarios, menos cobertura sanitaria, acceso a la educación algo más restringido… el Estado del Bienestar español adelgaza al mismo tiempo que los españoles nos damos cuenta de que tenemos que independizarnos de la figura paterna.
La manera en que estos recortes afectarán al mercado laboral español en el corto y el medio plazo no están claras, pero es seguro que ser funcionario dejará de ser una opción laboral atractiva y que la “búsqueda activa” de trabajo será más activa si cabe en estos tiempos difíciles. Ante este panorama, una de las opciones de independencia más interesantes es la creación de empresas.
Ante un funcionamiento irregular del mercado de trabajo, el emprendedor se presenta como la figura que nos puede ayudar a salir del ciclo vicioso de la búsqueda de empleo en un país como España, donde el desempleo parece ser un mal endémico. Si no somos emprendedores por la oportunidad del negocio, lo seremos por obligación.
Si no puedes encontrar un empleo que creen otros, tú puedes crear tú propio puesto de trabajo. Sin embargo, para ello también es importante que el Estado se de cuenta de que no hace falta que vuelva a ser esa figura paternalista anterior, sino que tiene que ser un facilitador, un guía: un agente que ayude a que los canales de financiación funcionen, y permitan que el capital llegue donde tiene que llegar, con las menores trabas burocráticas posibles y ofreciendo la infraestructura y el ecosistema básico para la creación de la empresas, incluso con menos impuestos en los primeros años que es cuando la soga está más prieta. Se debe convertir en esa figura que permita que estas empresas no se queden en microempresas, si no que crezcan y se conviertan en otras familias, en otros ecosistemas, en otros negocios que rompan el ciclo de destrucción de empleo. Tenemos a favor nuestra creatividad, la capacidad de innovación, de adaptación, la flexibilidad y el espíritu emprendedor, que aunque suele estar en lo que llamamos “economía informal”, no es más que las ganas de hacer negocio sin intermediarios. Parece que nos independizamos y ahora, el empleo lo creamos nosotros.
Publicado en ABC el 22 de Julio de 2012
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