Hoy publica el Banco de España que en 2006 el déficit acumulado de la balanza por cuenta corriente (enero agosto) ascendió a 58.000 millones de euros, frente a los 44.335 millones de déficit por cuenta corriente de los 8 primeros meses del año 2005. Esta fuerte ampliación del déficit corriente se debió, principalmente, al aumento del déficit comercial. Así el déficit acumulado de la balanza comercial se elevó en el conjunto de los ocho primeros meses del año hasta 52.490 millones de euros. Como el PIB que estimo para los primeros ocho meses del año es de 648 mil millones de euros, nuestro desequilibrio externo se ha convertido en el más alto del mundo desarrollado en términos relativos (9% del PIB) y el segundo más alto del mundo, después de EEUU, en términos absolutos. Son niveles que indican claramente que España pierde competitividad. Esta pérdida se manifiesta también en la disminución de cuota de mercado de nuestras exportaciones sobre el total mundial y comunitario. La otra cara del déficit por cuenta corriente es el superávit de la cuenta financiera que no es otra cosa que el aumento de la posición deudora de España con respecto al resto del mundo. El saldo negativo por cuenta corriente indica que hay mayor inversión nacional que ahorro nacional. O lo que es lo mismo el superávit de la cuenta financiera nos indica que estamos invirtiendo, (comprando inmuebles por ejemplo) más de lo que ahorramos. Esa necesidad de financiación de la economía española refleja un importante proceso inversor en los últimos años, para el que ha sido insuficiente nuestro ahorro interno. Es cierto que buena parte de la inversión se ha centrado en construcción y no en bienes de equipo, es decir, no en la parte más eficiente de inversión. Pero nuestro modelo de crecimiento tiene unas características que son difíciles de cambiar en el corto plazo.
Sin embargo, como recientemente señalaba La Caixa, cualquier deuda conlleva una obligación de devolución futura, lo cual significa que en algún momento necesitaremos generar superávit por cuenta corriente para poder saldar la deuda. Parece, sin embargo, que esto no va a ser posible ya que la mayor disponibilidad de capital de que disfrutamos se está destinando a financiar el crédito al consumo y a la vivienda, en vez de dirigirlo a mejorar nuestra productividad y, por tanto, nuestra competitividad. Si esto es así, poco estamos haciendo para poder devolver la deuda, lo que debilita nuestra solvencia. En este contexto pudiera ocurrir que el inversor extranjero, percibiendo esta menor solvencia, decidiera disminuir sus activos en España y exigir, además, por ellos una mayor rentabilidad. O lo que es lo mismo nuestra disponibilidad de crédito externo se reduciría y se encarecería. Esta disminución de la oferta de crédito implicaría una menor inversión y consumo internos. En definitiva, el menor crédito externo se traduciría en un brusco enfriamiento de la demanda de consumo y de inversión por lo que el aparato productivo tendría que ajustarse a la menor demanda con reducciones en la producción y aumentos importantes en el desempleo. ¿Sufrirá España una recesión económica, en toda regla, con daños incalculables si siguen los desequilibrios? ¿Tendremos que hacer las reformas estructurales en frío (a la japonesa) para ganar competitividad y poder así salir del “hoyo”? ¿Formar parte del euro hace que nuestro déficit de la balanza por cuenta corriente sea menos grave?
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