23
Feb

Sobre competitividad y deslocalización empresarial

Escrito el 23 febrero 2007 por Javier Carrillo en Economía española

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    [post_content] => El fantasma de la deslocalización empresarial amenaza con un supuesto cierre masivo de plantas productivas en España en busca de mejoras competitivas en países del Este de Europa, Asia y Norte de África. Un informe de la Comisión Europea reconocía no hace mucho que “La continua transformación estructural de la economía [europea] es inevitable. La deslocalización y demás ajustes son ineludibles”. En general, este efecto de deslocalización se concentrará en sectores o procesos industriales intensivos en mano de obra (automóvil, textil, material eléctrico, cerámica, muebles, juguetes), en los que el coste del traslado se compense con los ahorros por menores costes laborales.

Sin embargo, en la creciente preocupación por la competencia en términos de costes laborales que los nuevos jugadores en el comercio internacional puedan plantear a España, se está aceptando intrínsicamente el estancamiento de nuestro país en un modelo industrial caduco. En un mercado crecientemente globalizado la competitividad sólo es sostenible mediante la innovación o la reducción de costes. Resulta evidente que la ventaja competitiva española frente al Este de Europa, y aún menos frente a los países asiáticos, ya no se puede confiar a los costes laborales.


Es posible, y necesario, otro modelo de atracción de la inversión extranjera hacia nuestro país. España debe orientar su estructura productiva hacia actividades de generación de alto valor añadido, potenciando la productividad de su capital humano y físico; debe contrarrestar las ventajas de localización y costes de los nuevos competidores mediante estrategias de diferenciación y calidad de sus bienes y servicios. Frente a los casos que confirman la quiebra de nuestra ventaja en costes laborales, encontramos otros que muestran el camino a seguir. Multinacionales como GlaxoSmithKline o Boeing instalaron en Madrid sus primeros centros de I+D fuera de EE.UU.; Bayer ubicó en España la investigación y desarrollo de la división farmacéutica para Latinoamérica; la compañía francesa Scheneider Electric implantó en Barcelona uno de sus centros mundiales de decisión; Tarragona fue la provincia elegida por la multinacional coreana Hyundai-Image Quest para producir en occidente sus monitores de plasma y TFT; Hewlett-Packard España compitió con toda Europa, y en especial con los países del Este, para gestionar uno de los centros de outsourcing de la compañía en el mundo. Éstos son tan sólo algunos ejemplos que animan a pensar que España podría encontrar su nueva posición en la competición por la inversión internacional, una posición construida sobre la productividad y el valor añadido. Sin embargo, es evidente que aún se trata de excepciones y que nos queda un largo camino por recorrer para competir por la inversión con los países europeos que se encuentran a la vanguardia tecnológica, como Suecia o Finlandia.

En los términos que nos ocupan, lo que realmente nos debe preocupar con respecto a los países del Este de Europa, Asia y Norte de África es el aún escaso montante de la inversión directa española en esas zonas. Asumir esta perspectiva sería una prueba de madurez de nuestra economía.

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El fantasma de la deslocalización empresarial amenaza con un supuesto cierre masivo de plantas productivas en España en busca de mejoras competitivas en países del Este de Europa, Asia y Norte de África. Un informe de la Comisión Europea reconocía no hace mucho que “La continua transformación estructural de la economía [europea] es inevitable. La deslocalización y demás ajustes son ineludibles”. En general, este efecto de deslocalización se concentrará en sectores o procesos industriales intensivos en mano de obra (automóvil, textil, material eléctrico, cerámica, muebles, juguetes), en los que el coste del traslado se compense con los ahorros por menores costes laborales.

Sin embargo, en la creciente preocupación por la competencia en términos de costes laborales que los nuevos jugadores en el comercio internacional puedan plantear a España, se está aceptando intrínsicamente el estancamiento de nuestro país en un modelo industrial caduco. En un mercado crecientemente globalizado la competitividad sólo es sostenible mediante la innovación o la reducción de costes. Resulta evidente que la ventaja competitiva española frente al Este de Europa, y aún menos frente a los países asiáticos, ya no se puede confiar a los costes laborales.

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22
Feb

¿Hacia una OPEP del gas?

Escrito el 22 febrero 2007 por JUAN CARLOS MARTINEZ en Economía Mundial, Energía, medio ambiente y cambio climático

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    [post_content] => Aunque la idea no es nueva, en las últimas semanas se viene hablando con insistencia de la posible creación de una OPEP del gas. Oficialmente, las autoridades de los países supuestamente interesados (Rusia, Argelia e Irán), desmienten la posibilidad, pero no dejan de lanzar globos sonda al respecto. La idea de replicar en el mercado gasista un cartel de productores con capacidad de influir en los precios de forma significativa, resulta bastante atractiva. El problema es que el mercado del gas se mueve en parámetros muy distintos a los del petróleo. Si en éste  predominan los contratos de contado, en el del gas lo habitual es que los contratos y los precios se fijen a muy largo plazo. Pero la sola posibilidad de que se pudiera llevar a cabo, pone los pelos de punta a unas autoridades europeas cada vez más  preocupadas por la dependencia energética del continente, sobre todo tras las recientes interrupciones del suministro de gas ruso motivadas por  las disputas de Moscú con Ucrania y Bielorrusia en temas de precios.

Las razones que mueven a crear una organización de este tipo no son sólo estrictamente económicas. Cierto es que en un mercado cartelizado, la simple coordinación de la producción podría influir de forma significativa sobre los precios, pero las motivaciones de algunos de sus promotores van más allá. Irán, que con el 15% posee tras Rusia las segundas mayores reservas de gas del mundo,  es quien hasta la fecha ha defendido la opción de forma más explícita, puesto que busca romper el aislamiento al que se está viendo sometido por el desarrollo de su programa nuclear. Ayer finalizó el plazo dado por el Consejo de Seguridad de la ONU para que desistiera de enriquecer uranio, por lo que el régimen de Teherán se enfrenta a unas más que probables sanciones por parte de la comunidad internacional y quien sabe si a un ataque militar.




Por su parte, Rusia intenta recuperar parte del protagonismo del que gozó hasta hace poco. En un mundo cada vez más multipolar, con China, India e incluso Brasil como potencias emergentes, Moscú (que cuenta con algo más del 26% de las reservas mundiales de gas), no se resigna a desempeñar un mero papel de suministrador energético y poco más. Putin es consciente del escaso peso político y económico que hoy en día tiene Rusia, pero también de la gran dependencia que tiene Europa de sus hidrocarburos. No en vano suministra el 25%  del gas consumido en la Unión, porcentaje que se eleva al 44% en Alemania, al 63% en Austria o al 100% en Finlandia, por citar sólo algunos ejemplos. Por tanto, un papel de liderazgo en una futura OPEP del gas, le haría mucho más influyente a los ojos de los gobiernos europeos.

El tercer socio imprescindible sería Argelia. En este caso parece que no existe un explicito interés político (Argel ha contado con el firme apoyo de los gobiernos europeos durante su reciente guerra civil), pero si económico. Aunque sólo cuenta con poco más del 3% de las reservas y el 2,5% de la producción mundial, suministra el 10% del gas que llega a Europa, porcentaje que se verá incrementado en cuanto entre en funcionamiento el gaseoducto que conectará sus costas con las españolas. El resto de posibles interesados, (Libia, Qatar o Venezuela) también se moverían por intereses estrictamente económicos, aunque el comandante Chávez no quiera desaprovechar ninguna oportunidad para estar en un sarao  que pueda ser contrario a los intereses de Washington.

Probablemente en abril, en una reunión que se celebrará en Qatar, se darán los primeros pasos para, como eufemísticamente dicen los interesados,  coordinar las políticas de producción e inversión, es decir, para crear una especie de OPEP del gas. Eso, si antes no se han producido novedades en el conflicto nuclear iraní. La duda es si una organización de este tipo, podrá ser capaz de convertir el mercado del gas, en un mercado al estilo del petrolero.



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Aunque la idea no es nueva, en las últimas semanas se viene hablando con insistencia de la posible creación de una OPEP del gas. Oficialmente, las autoridades de los países supuestamente interesados (Rusia, Argelia e Irán), desmienten la posibilidad, pero no dejan de lanzar globos sonda al respecto. La idea de replicar en el mercado gasista un cartel de productores con capacidad de influir en los precios de forma significativa, resulta bastante atractiva. El problema es que el mercado del gas se mueve en parámetros muy distintos a los del petróleo. Si en éste predominan los contratos de contado, en el del gas lo habitual es que los contratos y los precios se fijen a muy largo plazo. Pero la sola posibilidad de que se pudiera llevar a cabo, pone los pelos de punta a unas autoridades europeas cada vez más preocupadas por la dependencia energética del continente, sobre todo tras las recientes interrupciones del suministro de gas ruso motivadas por las disputas de Moscú con Ucrania y Bielorrusia en temas de precios.

Las razones que mueven a crear una organización de este tipo no son sólo estrictamente económicas. Cierto es que en un mercado cartelizado, la simple coordinación de la producción podría influir de forma significativa sobre los precios, pero las motivaciones de algunos de sus promotores van más allá. Irán, que con el 15% posee tras Rusia las segundas mayores reservas de gas del mundo, es quien hasta la fecha ha defendido la opción de forma más explícita, puesto que busca romper el aislamiento al que se está viendo sometido por el desarrollo de su programa nuclear. Ayer finalizó el plazo dado por el Consejo de Seguridad de la ONU para que desistiera de enriquecer uranio, por lo que el régimen de Teherán se enfrenta a unas más que probables sanciones por parte de la comunidad internacional y quien sabe si a un ataque militar.

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21
Feb

Los maltusianos (3)

Escrito el 21 febrero 2007 por en Uncategorized

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    [post_content] => Siguiendo con la discusión que menteníamos en "Los maltusianos (2)"  me gustaría añdir que, en el cálculo de la renta per cápita, por definición, el nacimiento de una oveja representa un incremento de nivel de vida, mientras que el nacimiento de un niño supone un descenso.  Siguiendo este razonamiento, en muchas discusiones sobre desarrollo económico se considera al aumento de la natalidad más como una maldición que como una bendición. Esta concepción maltusiana refleja que el crecimiento de la población es muchas veces un resultado de factores no controlados más que un conjunto de decisiones y acciones humanas libres. Sin embargo, a gran número de personas les gusta tener hijos. La procreación también rinde una renta psíquica evidente, de la que la gente disfruta y que en su opinión ese beneficio supera el coste reflejado en la reducción de la renta per capita de la familia. La satisfacción de la familia, no queda disminuida aunque tener hijos reduzca el valor numérico de la renta nacional per capita.


Sin embargo, a pesar de ser un tema muy personal a menudo se cree que tener hijos, aunque sean pocos, es un acto antisocial, especialmente en los países subdesarrollados. Por ejemplo, en algunos países se ha adoptado el slogan que tener más de dos hijos es una injusticia para la nación.  En China tener más de un hijo es antipatriótico. Este tipo de política maltusiana implica que si una familia tiene más de 2 niños ello supone una carga para el resto de la comunidad. Los natalistas dicen que eso no es así.  Los natalistas señalan que no es ninguna carga para el resto de la comunidad sobretodo si los padres soportan el coste de criar y educar a los hijos.  Si ellos no soportan todos esos costes, entonces hay una parte de la carga que recae en la sociedad en su conjunto hasta que los hijos se vuelvan autosuficientes.  El nacimiento de un niño, pues, siempre reducirá momentáneamente la renta nacional per capita, incluso si se trata de un solo hijo. Pero el que reduzca o no la renta nacional per capita del país a lo largo del período de vida de la persona dependerá de si su aportación personal, a la renta nacional a lo largo de su vida, supera o no al promedio nacional, lo cual depende de muchos factores. De ahí la necesidad, cuando se analiza el crecimiento poblacional, de utilizar un planteamiento dinámico evitando planteamientos estáticos como el de la renta per cápita.


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Siguiendo con la discusión que menteníamos en «Los maltusianos (2)» me gustaría añdir que, en el cálculo de la renta per cápita, por definición, el nacimiento de una oveja representa un incremento de nivel de vida, mientras que el nacimiento de un niño supone un descenso. Siguiendo este razonamiento, en muchas discusiones sobre desarrollo económico se considera al aumento de la natalidad más como una maldición que como una bendición. Esta concepción maltusiana refleja que el crecimiento de la población es muchas veces un resultado de factores no controlados más que un conjunto de decisiones y acciones humanas libres. Sin embargo, a gran número de personas les gusta tener hijos. La procreación también rinde una renta psíquica evidente, de la que la gente disfruta y que en su opinión ese beneficio supera el coste reflejado en la reducción de la renta per capita de la familia. La satisfacción de la familia, no queda disminuida aunque tener hijos reduzca el valor numérico de la renta nacional per capita.

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20
Feb
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    [post_content] => El Instituto Nacional de Estadística español (INE) hizo público hoy que el Índice de Precios al Consumo (IPC) bajó siete décimas en el pasado mes de enero y que la tasa interanual se redujo tres décimas, hasta el 2,4%. Este excelente dato de enero viene a ratificar la esquizofrenia que se produce entre el dato publicado y la percepción de los consumidores a la hora de observar su realidad particular de los crecientes precios que paga. Si el consumidor hiciese su propio estudio de la inflación en su barrio cuando compra, se horrorizaría de cómo muchos precios suben sin ser identificados en la inflación oficial. De ahí que sean muchas las veces que los profesores de Economía escuchamos la siguiente frase: “Las cifras de inflación que publica el gobierno (INE) son los números oficiales más falsos del mundo económico”. ¿Por qué hay tanta diferencia entre las estadísticas oficiales de la inflación y las percepciones de los consumidores?


Los españoles que nos enfrentamos con aumentos en los recibos de los seguros médicos o en las primas del seguro del coche, o pagos mayores en los recibos de universidad o del colegio de nuestros hijos, o bien estamos tratando de comprar una casa, estamos tentados a mirar los datos del IPC con escepticismo. El coste de la vida, parece escalar más deprisa que el IPC. Algo de este escepticismo del consumidor surge en la manera en que se calcula el índice de precios (mañana en el diario El Mundo podrás leer un artículo que he escrito sobre el nuevo cálculo del IPC). Se trata de una cesta de bienes y servicios que no encaja con la lista de la compra de ninguna persona concreta sino con la media de una muestra. Por ejemplo, en el nuevo IPC la asistencia sanitaria representa el 2,8% del índice. Pero si eres un enfermo crónico y esta partida sube por encima del IPC, verás aumentar más tus gastos que el IPC. La enseñanza universitaria representa solo un 1,6%. Pero si aumenta el precio de la matrícula y tienes un hijo en la universidad lo notarás más que el que no lo tiene.

El IPC no recoge el creciente de precio de las viviendas aunque si los alquileres, que han estado creciendo más lentamente que los precios de las casas. La razón: El IPC recoge el coste de vivir en una casa, pero no su valor como inversión. De alguna forma el IPC supone que el propietario de una vivienda se la alquila a sí mismo en el mercado de los alquileres. Como la vivienda es un bien de inversión (por tanto, no es un bien de consumo), la variación de su precio no se refleja en el IPC.

Los consumidores que se quejan de que el INE subestima la inflación pueden estar señalando que sus sueldos no dan para llegar a final de mes. Pero eso no tiene nada que ver con que los precios estén subiendo más deprisa de lo que el INE estima. Es sencillamente que a lo mejor los sueldos no siguen ese ritmo. Tendrían que culpar a su jefe no al INE. El gobierno está encantado con el dato que ha salido hoy, los sindicatos han dicho que la bajada de los precios de enero puede deberse a la caída de la demnada generada por la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores y al encarecimiento del dinero. Como ves no llueve a gusto de todos.


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El Instituto Nacional de Estadística español (INE) hizo público hoy que el Índice de Precios al Consumo (IPC) bajó siete décimas en el pasado mes de enero y que la tasa interanual se redujo tres décimas, hasta el 2,4%. Este excelente dato de enero viene a ratificar la esquizofrenia que se produce entre el dato publicado y la percepción de los consumidores a la hora de observar su realidad particular de los crecientes precios que paga. Si el consumidor hiciese su propio estudio de la inflación en su barrio cuando compra, se horrorizaría de cómo muchos precios suben sin ser identificados en la inflación oficial. De ahí que sean muchas las veces que los profesores de Economía escuchamos la siguiente frase: “Las cifras de inflación que publica el gobierno (INE) son los números oficiales más falsos del mundo económico”. ¿Por qué hay tanta diferencia entre las estadísticas oficiales de la inflación y las percepciones de los consumidores?

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19
Feb
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    [post_content] => Hoy se presentó en Madrid el llamado Índice de libertad económica, que elaboran desde hace 13 años The Wall Street Journal y The Heritage Foundation. Este índice es el resultado de un estudio que muestra, de manera ordenada y comparativa, la libertad económica de que gozan los habitantes para realizar sus actividades, resultante de las políticas económicas seguidas por 157 países durante los últimos años. Una primera conclusión del trabajo es que identifica una relación directa entre la mayor libertad económica y el bienestar que tienen los habitantes del país, medido por el ingreso per cápita. Esto significa que aquellos países que tienen mayor cantidad de restricciones a la actividad económica o una mayor intervención de los respectivos gobiernos, provocan un menor nivel de vida a sus habitantes. Una segunda conclusión que el estudio encuentra es que incrementos en la libertad económica se identifican con crecimiento económico de las respectivas naciones. Aunque esto parece obvio, son muy numerosos los analistas y los políticos que piensan y actúan en sentido contrario, perjudicando a la mayoría de la población.


Para la elaboración de este índice de libertad económica se identificaron una serie de variables independientes agrupadas en diez categorías, en donde destacan la apertura comercial, el peso fiscal del gobierno, así como su intervención en la economía, la política monetaria, las restricciones a los flujos de capital, el sistema financiero, los sueldos y los precios, los derechos de propiedad, las regulaciones y la actividad del mercado informal. En el estudio se le asigna la misma ponderación -esto es la misma importancia- a cada una de las categorías. Hong-Kong, Singapur, Australia, Estados Unidos, Nueva Zelanda, Gran Bretaña, Irlanda y Suiza son las economía del mundo que tiene un mayor grado de libertad económica según la última edición del informe que acaba de publicar The Wall Street Journal y The Heritage Foundation (2007 Index of Economic Freedom). Los últimos puestos son para Libia, Cuba y Corea del Norte (3 dictaduras). El estudio de The Wall Street Journal y Heritage Foundation mide el grado de libertad económica que tienen los países analizando una serie de componentes: tamaño del gobierno (ingresos y gastos públicos, empresas públicas), estructura legal y seguridad de los derechos de propiedad, política monetaria ortodoxa y acceso al crédito, grado de libertad para realizar comercio exterior, nivel de corrupción y, por último, marco de regulaciones laborales y de negocios.

España, la octava economía del mundo, figura en el Index of Economic Freedom  de The Wall Street Journal  y la Heritage Foundation en el puesto número 27 de la clasificación global frente al puesto 33 del año pasado. A pesar de la mejora, el estudio sitúa como los tres puntos flacos de la economía española la falta de flexibilidad en mercado laboral, la falta de control del gasto público y la alta presión fiscal. Es decir, pese a los esfuerzos por reducir la tributación directa en España, en los últimos años, seguimos teniendo una presión fiscal elevada. El aspecto que recibe una peor valoración en España es el relativo al papel del  gobierno en la libertad económica. Los dos aspectos mejor valorados son el relativo a política monetaria (que como se sabe la realiza el BCE) y el relativo a libertad financiera.

Chile, en el puesto 11, es la economía latinoamericana con un mayor grado de libertad económica. En segundo lugar, se sitúan, en Latinoamérica, Panamá (puesto 47) y México (49),  Perú se sitúa el puesto 63, Brasil en el 70 y Argentina en el 95, sobre un total de 157 países considerados en el estudio. Venezuela, en el lugar 144, es el país con menos libertad económica de América Latina, después de Cuba (156 de un total de 157 en el mundo). Parece que estos 2 países tambien están hermanados en su falta de libertad económica. Bolivia ocupa el 112 y  Ecuador 108. Chile (11 del mundo) se sale del conjunto de América Latina porque tiene un grado completo de inversión, no hay corrupción y se le reconoce como el iniciador de un modelo económico que da las cotas de libertad más altas en la región.

Este índice de libertad económica es importante porque a mayor libertad económica, menor riesgo de corrupción.  La mayor libertad de expresión y democracia y un papel más pequeño del Estado en la economía reducen las posibilidades de corrupción. Los países donde hace falta dar "coimas" en distintos niveles tienen menor libertad económica y también encarecen el costo de invertir o trabajar en ese lugar.




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Hoy se presentó en Madrid el llamado Índice de libertad económica, que elaboran desde hace 13 años The Wall Street Journal y The Heritage Foundation. Este índice es el resultado de un estudio que muestra, de manera ordenada y comparativa, la libertad económica de que gozan los habitantes para realizar sus actividades, resultante de las políticas económicas seguidas por 157 países durante los últimos años. Una primera conclusión del trabajo es que identifica una relación directa entre la mayor libertad económica y el bienestar que tienen los habitantes del país, medido por el ingreso per cápita. Esto significa que aquellos países que tienen mayor cantidad de restricciones a la actividad económica o una mayor intervención de los respectivos gobiernos, provocan un menor nivel de vida a sus habitantes. Una segunda conclusión que el estudio encuentra es que incrementos en la libertad económica se identifican con crecimiento económico de las respectivas naciones. Aunque esto parece obvio, son muy numerosos los analistas y los políticos que piensan y actúan en sentido contrario, perjudicando a la mayoría de la población.

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18
Feb
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    [post_content] => A finales de enero (26 de enero) Juan Carlos Martínez Lázaro nos explicaba en una entrada porque la economía china se acelera. El 29 de enero Javier Carrillo hablaba de China como un gigante con pies de barro Hace unos días (el 12 de febrero) discutimos bastante, en este blog, sobre los motivos por los qué hay países que son pobres y otros que son ricos. La respuesta que dimos fue: la existencia de buenas y creíbles instituciones hace que los países sean ricos. Por eso discutimos ampliamente sobre lo qué son las instituciones.


¿Que son las instituciones? A lo que ya dijimos entonces podemos añadir ahora que las instituciones son la manera en que estructuramos la interacción humana (política, social y económica) y están compuestas de reglas formales (constituciones, leyes y reglas) y restricciones informales (normas, convenios y códigos de conducta). Juntas definen las reglas de juego. Las sociedades pobres tienen reglas que no proporcionan los incentivos adecuados, les falta normas formales e informales que fomenten la productividad. Las instituciones esenciales son sistemas de confianza que proporcionan nuestro entendimiento del mundo y, por lo tanto, los incentivos. Crear instituciones que actúen afectivamente es una tarea difícil.

Para que los países sean ricos y sus economías funcionen bien, Adam Smith aconsejaba que, basta con que el gobierno evite dañar excesivamente la economía. Smith decía que los seres humanos son inventivos y productivos por naturaleza, además de estar siempre dispuestos a incrementar su riqueza, y si se les permite hacerlo, florecerá la nación en su conjunto. Por el contrario, si quienes tienen el poder actúan de forma poco sensata -ahogando las iniciativas, no tolerando la disidencia, impidiendo la libertad de expresión, imponiendo impuestos arbitrarios, confiscando los bienes privados, dañando a las empresas y enredándose en los asuntos de otras naciones-, el país en cuestión podría caer rápidamente en un estado de infelicidad, confusión y descrédito. Smith abominaba sobre todo de la falta de previsión de los gobiernos, es decir, de la inseguridad jurídica; los mercados libres necesitan la garantía de que lo que se invierte hoy no se va a desbaratar mañana.

China estuvo durante treinta años de maoísmo promoviendo la organización colectiva, con resultados desastrosos (entre otras cosas aproximadamente 30 millones de personas murieron de hambre). A la muerte de Mao, Deng Xiaoping buscó de forma gradual, y a tientas, la manera de salir del desastre económico que se había creado durante la época maoísta, estableciendo un sistema de libertad, el cual daba incentivos a los campesinos para producir más. Este sistema condujo a la formación de las town-village enterprises y la producción de alimentos aumentó de forma increíble. Pero China todavía no tiene buenas instituciones (al estilo occidental) ni siquiera tiene bien especificado los derechos de propiedad. Sin embargo, China se ha enfrentado a nuevos problemas y ha intentado pragmáticamente nuevas soluciones. China ha sabido crear una estructura organizacional derivada de su cultura particular, con instituciones que proporcionan los incentivos adecuados aunque evidentemente no son imitaciones de instituciones occidentales. El secreto del éxito chino es la creación de instituciones eficientes desde el punto de vista de la adaptación (instituciones que se adapten fácilmente a sus circunstancias).

¿Qué pasa con China? ¿Se debe su éxito a que ha abierto su economía al exterior o más bien a que ha introducido reglas de mercado en su interior? ¿Tiene consecuencias negativas para la economía el que su sociedad esté todavía dominada por una dictadura marxista y policial? ¿Cómo evolucionará China? ¿Podría continuar evolucionando hacia una economía de libre mercado, sobre instituciones informales, a la vez que se disuelve gradualmente su dictadura política? ¿La dictadura marxista podría percibir la evolución de la sociedad y cambiar hacia la democracia?
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A finales de enero (26 de enero) Juan Carlos Martínez Lázaro nos explicaba en una entrada porque la economía china se acelera. El 29 de enero Javier Carrillo hablaba de China como un gigante con pies de barro Hace unos días (el 12 de febrero) discutimos bastante, en este blog, sobre los motivos por los qué hay países que son pobres y otros que son ricos. La respuesta que dimos fue: la existencia de buenas y creíbles instituciones hace que los países sean ricos. Por eso discutimos ampliamente sobre lo qué son las instituciones.

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17
Feb

Los maltusianos (2)

Escrito el 17 febrero 2007 por en Economía Mundial

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    [post_content] => En mi anterior post de February 14, 2007 titulado "Los maltusianos (1)"   señalaba que la nueva bandera de los maltusianos es que la excesiva población genera una fuerte escasez de recursos. Y que el calentamiento global se debe al aumento de la población que usa de forma excesiva los combustibles fósiles. En el siglo XXI los que temen la superpoblación (maltusianos) comparten una tesis bastante sencilla: la gente utiliza los recursos y dado que estos son escasos, la única manera de mejorar el nivel de vida es limitar el número de personas con los que debemos de compartir estos recursos. La contestación natalista a este argumento es igual de simple: la gente crea recursos. Por tanto, antes de decidir si el crecimiento de la población es como una plaga o como una bendición deberíamos preguntarnos si el hecho de que haya una persona más supone un problema. Para ello debemos fijarnos si consume más de lo que produce o viceversa.

Parte del problema surge por que, en ocasiones, los recursos no tienen un precio estipulado o su precio es demasiado bajo. Por ejemplo, es sabido que la gente que consume gasolina en sus coches no paga en proporción al daño climatológico que hace al utilizar más gasolina. La solución, para los natalistas, no es que haya menos gente. La solución más directa sería poner un impuesto mayor a los carburantes fósiles. Los natalistaa añaden a esta discusión que afortunadamente el recurso sin precio (o con precio muy bajo) más importante sea la capacidad de la sociedad para generar nuevas ideas. Para los natalistas, cada vez que nace un bebé, hay una probabilidad de que se convierta en el próximo Newton, Darwin o Einstein. Y cuando eso ocurre todos nos beneficiamos. El gobierno puede proteger el medio ambiente de una manera muy sencilla con impuestos eficaces sobre los hidrocarburos, pero fomentar la producción de grandes ideas es mucho más difícil. Para los natalistas la mejor manera de tener más genios es teniendo más gente.

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En mi anterior post de February 14, 2007 titulado «Los maltusianos (1)» señalaba que la nueva bandera de los maltusianos es que la excesiva población genera una fuerte escasez de recursos. Y que el calentamiento global se debe al aumento de la población que usa de forma excesiva los combustibles fósiles. En el siglo XXI los que temen la superpoblación (maltusianos) comparten una tesis bastante sencilla: la gente utiliza los recursos y dado que estos son escasos, la única manera de mejorar el nivel de vida es limitar el número de personas con los que debemos de compartir estos recursos. La contestación natalista a este argumento es igual de simple: la gente crea recursos. Por tanto, antes de decidir si el crecimiento de la población es como una plaga o como una bendición deberíamos preguntarnos si el hecho de que haya una persona más supone un problema. Para ello debemos fijarnos si consume más de lo que produce o viceversa.

Parte del problema surge por que, en ocasiones, los recursos no tienen un precio estipulado o su precio es demasiado bajo. Por ejemplo, es sabido que la gente que consume gasolina en sus coches no paga en proporción al daño climatológico que hace al utilizar más gasolina. La solución, para los natalistas, no es que haya menos gente. La solución más directa sería poner un impuesto mayor a los carburantes fósiles. Los natalistaa añaden a esta discusión que afortunadamente el recurso sin precio (o con precio muy bajo) más importante sea la capacidad de la sociedad para generar nuevas ideas. Para los natalistas, cada vez que nace un bebé, hay una probabilidad de que se convierta en el próximo Newton, Darwin o Einstein. Y cuando eso ocurre todos nos beneficiamos. El gobierno puede proteger el medio ambiente de una manera muy sencilla con impuestos eficaces sobre los hidrocarburos, pero fomentar la producción de grandes ideas es mucho más difícil. Para los natalistas la mejor manera de tener más genios es teniendo más gente.

16
Feb

¡¡Bienvenido Mister Hu!!

Escrito el 16 febrero 2007 por JUAN CARLOS MARTINEZ en China, Economía Mundial

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    [post_content] => Si ayer utilizábamos la excusa de la visita del presidente Roh Moo Hyun a España, para comentar el éxito de Corea del Sur, hoy quiero tocar un tema con ciertas similitudes: las relaciones comerciales y económicas de China con África. La excusa: la gira de doce días que el presidente Hu Jintao acaba de realizar por ocho países africanos: Camerún, Liberia, Sudán, Zambia, Namibia, Sudáfrica, Mozambique y las islas Seychelles. Es un asunto sobre el que ya escribí en este mismo blog a raíz de la celebración, el pasado mes de noviembre, de la cumbre sino-africana de Pekín. 

El mayor paralelismo que podemos encontrar a la gira africana de Hu (la segunda en menos de un año), es la excelente película de Berlanga “Bienvenido Mr. Marshall”. Si en aquella, los habitantes del castellano pueblo de Villar del Río, preparaban un colosal recibimiento a los americanos (de los que esperaban una lluvia de dólares para acabar con sus penalidades), algo parecido ocurre con las visitas que el presidente chino hace a África. Sólo que en este caso, no se trata de sueños, sino de realidades. Porque lo primero que hace el gobierno chino es rascarse generosamente la cartera. Así, durante la gira, China ha anunciado entre otras muchas medidas, la concesión de 300 millones de dólares en créditos preferenciales, la condonación de la deuda a 33 de países del continente, la duplicación de la ayuda humanitaria, y ayudas para la construcción de escuelas, hospitales, infraestructuras, un nuevo centro de convenciones para la Unión Africana y hasta un estadio de fútbol en Maputo, la capital de Mozambique.

Y todo esto ¿a cambio de qué? Pues de garantizarse el suministro de las abundantes materias primas africanas: petróleo (30% de las importaciones chinas de crudo proceden de África), metales como cobalto, manganeso y hierro, maderas etc…. Y para ello nada mejor que invertir en infraestructuras y en procesos extractivos: se calcula que en África operan 800 empresas chinas con un volumen de inversión acumulada superior a los 6.000 millones de dólares.


Por tanto, el interés es mutuo. China se abastece de materias primas y coloca sus manufacturas en el continente y los países africanos reciben ayuda y tienen un nuevo socio comercial (en 2006, el comercio bilateral creció un 40% hasta los 55.500 millones de dólares y se espera duplicarlo para 2010), que además actúa sin condicionamientos políticos o injerencias internas. Aunque precisamente, es por esta política de no injerencia, por lo que China recibe las mayores críticas por parte de los gobiernos occidentales y por las organizaciones defensoras de los derechos humanos. El mejor ejemplo lo encontramos en el conflicto de Darfur: China ha vetado en el Consejo de Seguridad de la ONU el envío de cascos azules a la región sudanesa de Darfur (donde se calcula que 200.000 personas han muerto a manos de las milicias armadas progubernamentales), puesto que el gobierno islamista de Sudán es un fiel aliado y su creciente industria petrolera está controlada por los chinos. Además, y aunque de forma tímida, empiezan a surgir algunas críticas en la propia África, por la forma en que las empresas chinas gestionan los recursos minerales o forestales o por como tratan a sus trabajadores. Dicho de otra manera, ¿China tiene una verdadera voluntad de ayudar a los países africanos en su camino hacia el desarrollo, o estamos ante una nueva forma de colonialismo económico?
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Si ayer utilizábamos la excusa de la visita del presidente Roh Moo Hyun a España, para comentar el éxito de Corea del Sur, hoy quiero tocar un tema con ciertas similitudes: las relaciones comerciales y económicas de China con África. La excusa: la gira de doce días que el presidente Hu Jintao acaba de realizar por ocho países africanos: Camerún, Liberia, Sudán, Zambia, Namibia, Sudáfrica, Mozambique y las islas Seychelles. Es un asunto sobre el que ya escribí en este mismo blog a raíz de la celebración, el pasado mes de noviembre, de la cumbre sino-africana de Pekín.

El mayor paralelismo que podemos encontrar a la gira africana de Hu (la segunda en menos de un año), es la excelente película de Berlanga “Bienvenido Mr. Marshall”. Si en aquella, los habitantes del castellano pueblo de Villar del Río, preparaban un colosal recibimiento a los americanos (de los que esperaban una lluvia de dólares para acabar con sus penalidades), algo parecido ocurre con las visitas que el presidente chino hace a África. Sólo que en este caso, no se trata de sueños, sino de realidades. Porque lo primero que hace el gobierno chino es rascarse generosamente la cartera. Así, durante la gira, China ha anunciado entre otras muchas medidas, la concesión de 300 millones de dólares en créditos preferenciales, la condonación de la deuda a 33 de países del continente, la duplicación de la ayuda humanitaria, y ayudas para la construcción de escuelas, hospitales, infraestructuras, un nuevo centro de convenciones para la Unión Africana y hasta un estadio de fútbol en Maputo, la capital de Mozambique.

Y todo esto ¿a cambio de qué? Pues de garantizarse el suministro de las abundantes materias primas africanas: petróleo (30% de las importaciones chinas de crudo proceden de África), metales como cobalto, manganeso y hierro, maderas etc…. Y para ello nada mejor que invertir en infraestructuras y en procesos extractivos: se calcula que en África operan 800 empresas chinas con un volumen de inversión acumulada superior a los 6.000 millones de dólares.

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15
Feb

El éxito de Corea

Escrito el 15 febrero 2007 por JUAN CARLOS MARTINEZ en Economía Mundial

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    [post_content] => Ayer finalizó la visita de tres días de duración que el presidente de Corea del Sur, Roh Moo Hyun,  ha realizado a España.  Durante la misma, se han sentado las bases para aumentar las relaciones económicas, comerciales y culturales entre ambas naciones. Se trata de la primera visita de un mandatario coreano a España, desde que se establecieron relaciones diplomáticas en 1950. Con anterioridad, los Reyes visitaron Corea en 1993.

Presidente de Corea.jpg

La visita presidencial  (que como podemos ver ha contado con una extensa campaña publicitaria patrocinada por algunas firmas coreanas) es una excelente excusa para repasar la evolución del país durante el último siglo. En 1910, Corea se convirtió en una colonia japonesa (desde 1905 era un protectorado), situación que duraría hasta la derrota de Japón en la II Guerra Mundial. La alegría por la liberación duró poco, pues en 1948, el país se dividió en dos entidades, las actuales Corea del Norte y del Sur, que se vieron enfrentadas entre 1950 y 1953 en un conflicto bélico que contó con la participación soviética y norteamericana y que se convirtió en uno de los más cruentos episodios de la Guerra Fría. Tras la guerra, mientras el norte inició la deriva estalinista en la que aún se haya inmerso, Corea del Sur se situó en la órbita occidental bajo una sucesión de gobiernos militares, hasta que en 1993 se instauró una democracia plena.

En el ámbito económico, la evolución de Corea del Sur ha sido espectacular en los últimos cincuenta años, pasando de ser una sociedad agrícola, a  convertirse en una potencia industrial. Tras la devastación sufrida en la guerra, se inició un proceso de reconstrucción e industrialización que ha llevado al país a situarse como la undécima potencia económica mundial. Si en la década de los 60 del pasado siglo se desarrolló una industria ligera e intensiva en mano de obra, en los 70, el relevo lo cogió la industria pesada (siderúrgica, química, construcción naval…). La década de los 80 vio el nacimiento de la industria de bienes de consumo (automóviles, electrodomésticos…), y en los 90 y en lo que llevamos de siglo, Corea se ha revelado como una potencia en el ámbito de la electrónica y de los semiconductores y  sus empresas automovilísticas, electrónicas o navales se han convertido en líderes mundiales en sus sectores.  Actualmente Corea del Sur cuenta con una población de 48 millones de habitantes y un GNI per cápita según el Banco Mundial  próximo a los 16.000 dólares (el de España supera los 25.000). Su tasa de crecimiento en los últimos años, una vez superada la crisis asiática de 1997-98, viene rondando el 4%-5%, y su inflación y el resto de sus variables macroeconómicas, se encuentran muy ajustadas.



En cuanto a las relaciones comerciales con España, el balance no puede ser más desolador. En los once primeros meses de 2006, las importaciones coreanas sumaron 3.536 millones de euros, mientras que las exportaciones españolas fueron de 450 millones; esto sitúa nuestra tasa de cobertura en el 12%. Mientras que Corea nos exporta automóviles, equipos electrónicos o maquinaria, España le vende aceite de oliva, productos agroalimentarios, componentes del automóvil o pavimentos cerámicos.  Y en paralelo a la visita presidencial, se ha celebrado Expo Korea 2007, una feria de productos coreanos  en el Palacio de Deportes de Madrid. Ayer la visité y la impresión que me llevé fue excelente. También quiere extender su influencia al ámbito cultural y este año es el país invitado en ARCO, la feria de arte contemporáneo que se celebra en Madrid en estos días. Además, al igual que hará China el año que viene,  ha querido impresionar al mundo organizando grandes eventos deportivos (los Juegos de Seúl en el 88, el Mundial de 2002) o económicos (la Expo de 2014 se celebrará allí).

De alguna manera, Corea ha seguido los pasos dio Japón con un par de décadas de retraso. Y hoy en día, China está haciendo lo mismo que hizo Corea hace un par de décadas. Es decir, los países del sudeste asiático, en pocos años, están pasando de ser sociedades agrícolas, a convertirse en potencias industriales y comerciales. Mientras tanto, en  Latinoamérica las cosas apenas varían. La mayor parte de las exportaciones que hace la región siguen siendo, al igual que hace cincuenta años,  materias primas o manufacturas basadas en recursos.  ¿Qué lección deberíamos sacar de ello?


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Ayer finalizó la visita de tres días de duración que el presidente de Corea del Sur, Roh Moo Hyun, ha realizado a España. Durante la misma, se han sentado las bases para aumentar las relaciones económicas, comerciales y culturales entre ambas naciones. Se trata de la primera visita de un mandatario coreano a España, desde que se establecieron relaciones diplomáticas en 1950. Con anterioridad, los Reyes visitaron Corea en 1993.

Presidente de Corea.jpg

La visita presidencial (que como podemos ver ha contado con una extensa campaña publicitaria patrocinada por algunas firmas coreanas) es una excelente excusa para repasar la evolución del país durante el último siglo. En 1910, Corea se convirtió en una colonia japonesa (desde 1905 era un protectorado), situación que duraría hasta la derrota de Japón en la II Guerra Mundial. La alegría por la liberación duró poco, pues en 1948, el país se dividió en dos entidades, las actuales Corea del Norte y del Sur, que se vieron enfrentadas entre 1950 y 1953 en un conflicto bélico que contó con la participación soviética y norteamericana y que se convirtió en uno de los más cruentos episodios de la Guerra Fría. Tras la guerra, mientras el norte inició la deriva estalinista en la que aún se haya inmerso, Corea del Sur se situó en la órbita occidental bajo una sucesión de gobiernos militares, hasta que en 1993 se instauró una democracia plena.

En el ámbito económico, la evolución de Corea del Sur ha sido espectacular en los últimos cincuenta años, pasando de ser una sociedad agrícola, a convertirse en una potencia industrial. Tras la devastación sufrida en la guerra, se inició un proceso de reconstrucción e industrialización que ha llevado al país a situarse como la undécima potencia económica mundial. Si en la década de los 60 del pasado siglo se desarrolló una industria ligera e intensiva en mano de obra, en los 70, el relevo lo cogió la industria pesada (siderúrgica, química, construcción naval…). La década de los 80 vio el nacimiento de la industria de bienes de consumo (automóviles, electrodomésticos…), y en los 90 y en lo que llevamos de siglo, Corea se ha revelado como una potencia en el ámbito de la electrónica y de los semiconductores y sus empresas automovilísticas, electrónicas o navales se han convertido en líderes mundiales en sus sectores. Actualmente Corea del Sur cuenta con una población de 48 millones de habitantes y un GNI per cápita según el Banco Mundial próximo a los 16.000 dólares (el de España supera los 25.000). Su tasa de crecimiento en los últimos años, una vez superada la crisis asiática de 1997-98, viene rondando el 4%-5%, y su inflación y el resto de sus variables macroeconómicas, se encuentran muy ajustadas.

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14
Feb

Los maltusianos (1)

Escrito el 14 febrero 2007 por en Economía Mundial

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    [post_content] => Esta semana tuve el gusto de participar en el Foro Soria 21, una espléndida iniciativa de Amalio de Marichalar. La sorpresa de este foro fue que la directora de la división de población de las Naciones Unidas, la maltusiana Hania Zlotnik,  señaló que en 2025 no llegaremos a los 8.000 millones de habitantes. El maltusianismo es como el río Guadiana aparece y desaparece. Las alarmantes proyecciones de Naciones Unidas de hace veinte años, afirmando que la población llegaría a más de 11.000 millones en el año 2005 no han sido confirmadas por los hechos. Hoy somos 6.500. En el año 2000, otra vez Naciones Unidas sacó la “bola de cristal” y afirmó que llegaríamos a 11.000 millones en el año en el 2050. Hoy sabemos que es muy probable que el planeta Tierra nunca llegará a los 9.000 millones. La fertilidad del mundo ha declinado considerablemente. La población mundial se estabiliza. El argumento maltusiano por excelencia para controlar el aumento de la población ha sido la insuficiencia en la producción de alimentos para nutrir a la población mundial. Esta perspectiva ha permanecido hasta nuestros días a pesar de que sus predicciones no se han cumplido.


Efectivamente, la evidencia empírica existente muestra que durante las cinco últimas décadas el crecimiento en la producción de alimentos ha sido superior al crecimiento de la población. Ello se ha debido a los avances en la agricultura que han permitido una mejor y más cuantiosa oferta de alimentos. Sin embargo, no parece que haya voluntad de acabar con el hambre. Lo dijo Amartya Sen, un economista, galardonado con el Premio Nóbel de Economía por sus estudios sobre el hambre, la población y la justicia social. Sen dice que los culpables del hambre son la corrupción, la falta de democracia, la falta de libertad de expresión y de información independiente, la guerra y las catástrofes naturales y no el crecimiento de la población.

En contra de lo que dicen los maltusianos los natalistas afirman que la fecundidad genera progreso técnico puede sorprender a algunos, pero eso es lo que se constata. No nos debe sorprender. Para que haya un gran tenista debe haber antes cien niños jugando al tenis y consecuentemente, padres que los tengan y que les animen a hacerlo. Lo mismo ocurre con los profesionales de la investigación y desarrollo. Los natalistas afirman que hay que crear cantera. Algunas evidencias empíricas, ofrecidas por los economistas Ehrlich y Lui,  apoyan la tesis de que el envejecimiento de la población, hace disminuir a largo plazo la tasa de crecimiento de la economía, ya que un menor crecimiento de la población reduce el avance tecnológico, lo que produce una menor tasa de crecimiento económico. Así, por ejemplo, en los últimos 21 años, desde 1985 a 2006 Europa y Japón han retrasado notablemente su crecimiento y su productividad con respecto a EEUU. Ello se debe a que cuando una población envejece (el número de jóvenes empieza a decrecer), cae el progreso técnico. Japón y Europa muestran, con respecto a EEUU, las mismas caídas en fecundidad que en progreso técnico relativo. En cambio EEUU, que sigue siendo más juvenil es la primera potencia tecnológica del mundo. La nueva bandera de los maltusianos es que la excesiva población genera el calentamiento global debido al uso excesivo  de combustibles fósiles. Este sábado escribiré sobre este tema.


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Esta semana tuve el gusto de participar en el Foro Soria 21, una espléndida iniciativa de Amalio de Marichalar. La sorpresa de este foro fue que la directora de la división de población de las Naciones Unidas, la maltusiana Hania Zlotnik, señaló que en 2025 no llegaremos a los 8.000 millones de habitantes. El maltusianismo es como el río Guadiana aparece y desaparece. Las alarmantes proyecciones de Naciones Unidas de hace veinte años, afirmando que la población llegaría a más de 11.000 millones en el año 2005 no han sido confirmadas por los hechos. Hoy somos 6.500. En el año 2000, otra vez Naciones Unidas sacó la “bola de cristal” y afirmó que llegaríamos a 11.000 millones en el año en el 2050. Hoy sabemos que es muy probable que el planeta Tierra nunca llegará a los 9.000 millones. La fertilidad del mundo ha declinado considerablemente. La población mundial se estabiliza. El argumento maltusiano por excelencia para controlar el aumento de la población ha sido la insuficiencia en la producción de alimentos para nutrir a la población mundial. Esta perspectiva ha permanecido hasta nuestros días a pesar de que sus predicciones no se han cumplido.

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13
Feb

Convergencia real

Escrito el 13 febrero 2007 por Javier Carrillo en Economía española

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    [post_content] => Según el indicador avanzado presentado hoy por el Instituto Nacional de Estadística (INE), el Producto Interior Bruto (PIB) de España creció un 3,8% en 2006, frente a la expansión del 3,5% experimentada en 2005. Por su parte, el PIB de la zona euro aumentó un 2,7% en 2006, lo que supone una aceleración de 1,3 puntos con respecto al 1,4% registrado en 2005. Por lo tanto, nuestro diferencial de crecimiento con la zona euro se ha reducido desde los 2,1 puntos de 2005 hasta algo más de 1 punto en 2006.

La importancia de estas cifras reside en su estrecho vínculo con el que debería ser el principal objetivo de la política económica española: la convergencia real con las economías más ricas de Europa.


Hay que tener presente que cuando hablamos de convergencia real, estamos haciendo referencia a la persecución de un “objetivo móvil”. La renta media española, medida en términos de PIB por habitante en paridad de poder de compra, equivale en estos momentos a un 93% del promedio (100%) de la UEM. Evidentemente, si España quiere alcanzar ese nivel promedio, debe crecer de manera consistente por encima de las tasas a las que a su vez crecen las economías a las que nos queremos aproximar. Esto ha sido así en los últimos 15 años, con la única excepción de los años 1992 a 1994. Por lo tanto, para lograr la convergencia real en unos plazos razonables, resulta fundamental mantener un ritmo de acercamiento adecuado.

El diferencial de inflación que presenta la economía española frente a las economías europeas es un obstáculo fundamental en nuestro camino. Unos precios que crecen consistentemente a tasas en torno a un 1% por encima de las de nuestros principales socios comerciales, que no son compensadas con mejoras de productividad y que dentro del gran mercado europeo ya no pueden ser aliviadas mediante el tipo de cambio, deterioran inexorablemente la competitividad de nuestros productos y con ello nuestras posibilidades de un mayor crecimiento futuro. La paradoja reside en que, al tiempo, este diferencial en la inflación puede ser consecuencia en buena parte de nuestro mayor ritmo de crecimiento. Apoyaría esta afirmación el llamado efecto Balassa-Samuelson, que considera el impacto de los incrementos salariales en los sectores de bienes “no comercializables” causados por incrementos relativos mayores en la productividad de los sectores de bienes “comercializables” o expuestos a la competencia exterior. Sin embargo, la caída relativa de la productividad del trabajo y total española frente a la europea en los últimos años no parece dar soporte a esta hipótesis. Parece más adecuado vincular mayor crecimiento y diferencial de inflación a otras razones, como la mayor demanda de servicios (no expuestos a la competencia exterior) a medida que crece la renta de las familias, o a la propia falta de competencia interna en este sector.

Como es bien sabido, el crecimiento del PIB por habitante de un país es el resultado de los crecimientos de su productividad, tasa ocupación y tasa de actividad. Nuestra convergencia real está basada en la actualidad casi exclusivamente en el crecimiento del empleo. Si bien nuestras posibilidades de mejora en las tasas de ocupación y de actividad son aún considerables, el crecimiento del empleo debería venir acompañado de un crecimiento de la productividad, si es que España pretende la convergencia real sin perder competitividad por su inflación diferencial. Estas mejoras en la productividad tan sólo pueden ser ganadas mediante un mayor esfuerzo en mejorar la eficiencia del factor trabajo, la eficiencia del factor capital, y la eficiencia del sistema económico en el que ambos se desenvuelven.

Sólo trabajando en estos frentes veremos mejorar nuestros datos de inflación y podremos mantener un diferencial de crecimiento económico sostenible, que garantice la convergencia real de la economía española con la de los países más ricos de Europa en un plazo razonable.

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Según el indicador avanzado presentado hoy por el Instituto Nacional de Estadística (INE), el Producto Interior Bruto (PIB) de España creció un 3,8% en 2006, frente a la expansión del 3,5% experimentada en 2005. Por su parte, el PIB de la zona euro aumentó un 2,7% en 2006, lo que supone una aceleración de 1,3 puntos con respecto al 1,4% registrado en 2005. Por lo tanto, nuestro diferencial de crecimiento con la zona euro se ha reducido desde los 2,1 puntos de 2005 hasta algo más de 1 punto en 2006.

La importancia de estas cifras reside en su estrecho vínculo con el que debería ser el principal objetivo de la política económica española: la convergencia real con las economías más ricas de Europa.

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