WP_Post Object
(
[ID] => 22168
[post_author] => 115
[post_date] => 2018-10-06 13:41:12
[post_date_gmt] => 2018-10-06 11:41:12
[post_content] => Mañana, se celebrará la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Brasil. Serán los comicios más disputados de los últimos años con dos claros favoritos: el ultraderechista Jair Bolsonaro y el heredero de 'Lula', Fernando Haddad.
Tras una campaña electoral muy accidentada, las encuestas, en primera vuelta, dan como favorito a Jair Bolsonaro, candidato del Partido Social Liberal (PSL), de extrema derecha, excapitán del ejército, y diputado federal desde hace 28 años. De acuerdo con el último sondeo divulgado por IBOPE, Bolsonaro podría tener el 35% de los votos (y subiendo) en la primera vuelta.
El expresidente Lula da Silva del Partido de los Trabajadores (PT), preso por corrupción y lavado de dinero a la par que considerado inelegible por los tribunales de justicia, nombró a Fernando Haddad como su sucesor. Haddad entró en la carrera presidencial a menos de un mes para las elecciones y ya ocupa el segundo lugar con un 22% de los votos (y bajando). El candidato del PT, es profesor de ciencias políticas, exalcalde de São Paulo y ex ministro de Educación. Los demás candidatos, Ciro Gomes (PDT), Geraldo Alckmin (PSDB) y Marina Silva (Rede), reciben el 11%, 7% y 4% respectivamente de las intenciones de voto. La incertidumbre de este proceso electoral se debe a que los resultados de las encuestas en una segunda vuelta dan un empate técnico entre Bolsonaro (que añadiría los votos de Marina Silva a los suyos) y Haddad.
La complejidad del actual escenario político en Brasil tiene su origen en la fuerte crisis económica iniciada en 2014 y en los escándalos de corrupción acaecidos en la petrolera estatal Petrobras, lo que provocó una fuerte polarización de la opinión pública, disminuyendo la popularidad de los partidos más tradicionales, tanto de la izquierda (PT) como de la derecha (PSDB) y también del centro (MDB). El actual presidente, Michel Temer (MDB), rompió la coalición con el gobierno del PT tras el impeachement de Dilma Rousseff y asumió una postura política de centro derecha. Ahora Temer está sufriendo la popularidad más baja de un presidente en la historia de la democracia brasileña: apenas un 4% de la población califica como buena la política de su gobierno. Además, como sus dos antecesores (Lula da Silva y Dilma Rouseff), Temer está siendo investigado por corrupción.
Todos estos escándalos han generado una gran desconfianza en los políticos brasileños. Así, en el último Índice de Democracia en 2017, que elabora The Economist Intelligence Unit, Brasil aparece con una puntuación de 6,86, en una escala de 0 a 10, que es el más bajo de los últimos diez años. El índice revela que los brasileños tienen muy poco compromiso político, en gran parte causado por la elevada corrupción y la falta de credibilidad en los organismos públicos. Esto ha hecho que la campaña presidencial se convirtiera en una disputa entre los candidatos menos rechazados: la extrema derecha y la izquierda fallida del PT.
Las políticas de Temer
Sin embargo, los retos para la recuperación económica de Brasil tampoco son sencillos. El presidente Temer realizó en menos de dos años reformas importantes:
* En la educación secundaria; ofreciendo a los alumnos la oportunidad de adaptar su currículo escolar a sus habilidades y las demandas del mercado.
* En el mercado laboral; flexibilizando los contratos de trabajo, permitiendo contratos por horas y ampliando la jornada de trabajo hasta 12 horas diarias, así como flexibilizando la contratación de terceros y eliminando la obligatoriedad que tenían los trabajadores de pagar la contribución sindical.
* En política fiscal; limitando el aumento de los gastos públicos a la inflación del mismo año.
* En política monetaria; los tipos de interés (siempre muy altos en Brasil) cayeron a su más bajo nivel de la historia: 6,5%. La inflación está controlada: 3,4% en 2017 y 3,7% en 2018.
Crisis económica y social
Sin embargo, el proceso de recuperación económica de Brasil sigue siendo muy lento. El crecimiento del PIB se estancó en 2014 (+0,1%), para después desplomarse en 2015 y 2016 (-3,5% cada año). En 2017, el PIB tuvo un ligero crecimiento (+1%) y para este año, 2018, se espera algo más (+1,5%). La previsión de crecimiento para el año que viene es de un 2,4%, lo que tampoco supondrá una mejora importante de la economía.
Como consecuencia de falta de actividad económica, la tasa de paro ha ido subiendo paulatinamente desde el 6,2% en 2013 hasta el 12,2% en 2018. Este aumento del desempleo ha venido acompañado de una caída en la demanda de bienes de consumo.
La tensión social tuvo su punto culminante en la provincia de Río de Janeiro, cuando en 2017 la violencia alcanzó su nivel récord de los últimos 5 años. Según el ISP (Instituto de Seguranza Pública) cerró el año con 6.749 homicidios y 10.599 robos de materiales, lo que hizo que el gobierno federal accionara la intervención militar hasta diciembre de 2018.
Además, ahora, la subida del precio del diésel en las gasolineras está suponiendo una pérdida de poder adquisitivo, pues los salarios no se están incrementando con la inflación. En protesta, el 21 de mayo de este año los camioneros entraron en huelga durante una semana, en la que más de 6.000 millones de euros en mercancías dejaron de circular en la economía y 1.000 millones de euros se dejaron de recaudar en impuestos. Finalmente, el paquete de reformas no podrá concluirse este año, ya que la reforma de las pensiones no puede ser votada en congreso hasta el fin de la intervención militar.
El fenómeno Bolsonaro
La popularidad de Jair Bolsonaro crece con el aumento de la criminalidad, las revueltas de los trabajadores y las consecuencias de la crisis económica, sobre todo el desempleo. Conviene recordar que fue Bolsonaro el que estuvo a favor de la dictadura militar que colapsó la economía brasileña entre 1964 y 1985 y que también https://nakataka.main.jp/slot-server-thailand/ apoyó la posesión de armas por la población civil. Desgraciadamente, fue víctima de su propia retórica en favor de la violencia. Fue atacado a golpe de cuchillo durante el acto de campaña celebrado en Juiz de Fora el 6 de septiembre.
Además, el candidato consiguió popularidad al defender que un policía que no mata no es un policía y por apoyar la reducción de la edad de responsabilidad penal a los 14 años. En 2011, declaró que preferiría un hijo muerto a uno gay. En 2014, le dijo a una congresista que no la violaría porque era "muy fea". En 2016, al votar en favor del impeachment de Dilma Rousseff, dedicó su voto a Carlos Alberto Brilhante Ustra, comandante de una unidad de policía responsable de 500 casos de tortura y 40 asesinatos durante la dictadura militar de Brasil. El año pasado, un tribunal lo multó por insultar a las personas que viven en quilombos (asentamientos fundados, hace siglos, por esclavos fugitivos). Aun así, Bolsonaro para ganarse el voto de los cristianos se declara defensor de los valores de la familia.
El discurso polémico del candidato esconde algunas incertidumbres en el campo económico. No tiene una propuesta económica clara, argumentando que tendrá un ministro de finanzas que se encargará de la política económica. De convertirse en Presidente, este ministro sería Paulo Guedes, economista renombrado, conocido por su ortodoxia económica e ideas liberales, favorable a la privatización de las empresas públicas, una reforma fiscal más amplia y realizar una reforma del sistema de pensiones que las haga más sostenibles y justas. Guedes es la esperanza de que la economía de Brasil logre cualquier éxito en el caso de un gobierno de Bolsonaro y de que Brasil pueda alcanzar una mayor eficiencia económica y apertura al exterior, de que mejorase el funcionamiento de los mercados con el objetivo de aumentar el bienestar material de sus ciudadanos y de devolver la confianza a la inversión extranjera.
El peso de la corrupción
En cambio, el candidato del PT, Fernando Haddad, a pesar de ser un académico respetado, provoca dudas en los sectores económicos y financieros sobre la capacidad de dar mayores grados de libertad al sistema económico. Haddad mantiene una postura más conciliadora y equilibrada que la de su partido. Sin embargo, el mercado teme que su gobierno ponga un impuesto a las transacciones bancarias (lo que aumentaría los tipos de interés), cancele la reforma fiscal de Temer que puso un techo al aumento del gasto público y que no ejecute la reforma de pensiones que sí promete Bolsonaro.
Haddad tiene a su favor la popularidad de Lula da Silva y sus políticas sociales, que redujo drásticamente el número de brasileños que viven en la extrema pobreza: del 20,2% en 2003 al 3,8% en 2011, según el Banco Mundial. Pero debe deshacerse del pesado fardo de la imagen que tiene su partido asociada a la corrupción. Según Transparencia Internacional, Brasil dejó de ocupar el puesto 54 en el ránking del Índice de Percepción de la Corrupción en 2003 para ocupar la posición 73 en 2011 y el 96 en 2017 (último informe).
¿A qué se debe el éxito de Bolsonaro? El ultraderechista está sabiendo aprovechar el sentimiento de insatisfacción de una parte importante de la población que, desde 2014, está viviendo una grave crisis económica con un elevado nivel de desempleo y que está haciendo que los partidos brasileños tradicionales, el PT incluido, pierdan legitimidad política. Es decir, un divorcio entre los representantes y los representados. Una frustración que procede de la mayor inseguridad económica y laboral que sufren muchos brasileños, así como de la creciente desigualdad en la distribución de la renta. La consecuencia es el auge, con más rapidez de lo que se imaginaba, del Partido Social Liberal de la extrema derecha.
Se trata del típico cambio pendular que se produce siempre después de una crisis económica. En Brasil, parece que está siendo un movimiento desde la izquierda a la extrema derecha. Desde los gobiernos de Lula da Silva, y luego Dilma Rousseff, ambos del Partido de los Trabajadores (PT) hacia Bolsonaro (PSL), pasando en el camino por el gobierno de Temer del MDB, un gobierno de transición. La victoria de Bolsonaro consolidaría este cambio pendular. Sería un gobierno con una estrategia de política económica más liberal que la del actual y contaría con la novedad de una posición de extrema derecha en América Latina. Por tanto, más a la derecha que los actuales gobiernos de Chile y Argentina.
Los retos del nuevo gobierno
Después de muchos años de corrupción, el papel de los políticos tradicionales, que han hecho larga carrera en el partido, no satisface el anhelo de la sociedad brasileña por la renovación política. Sin embargo, el nuevo presidente de Brasil tendrá como principal desafío la aceleración del crecimiento frente a una sociedad frustrada por años de recesión y corrupción. Deberá adoptar mayor austeridad en el gasto público, para resolver el grave problema del déficit público que han generado los gobiernos de Rousseff y Temer. Como consecuencia, la deuda pública, en solo cinco años, ha pasado de representar el 50% del PIB en 2013 al 80% en 2018.
Para aumentar el crecimiento, tendrá que hacer una política económica que logre recuperar y aumentar el tejido empresarial, modernizar las políticas y el sistema de seguridad pública, especialmente en regiones controladas por las milicias.
Además, se deberá recuperar la credibilidad que perdieron muchas instituciones con los últimos escándalos de corrupción; determinar el papel de las empresas estatales, como Petrobras, y las políticas públicas sobre la actuación de otras empresas como Embraer. También, se tendrá que responder de alguna manera a las demandas de la población sobre la reforma del sistema de pensiones, alargando la edad mínima y eliminando la jubilación precoz debida al tiempo en el que se ha estado contribuyendo, además del estrechamiento de la diferencia entre hombres y mujeres. La reforma es fundamental para reducir el déficit fiscal, que cerró 2017 en un 8% del PIB.
Independientemente de quien gane mañana en esta primera vuelta, resulta deseable que la política económica que se aplique en Brasil después de las elecciones aumente el crecimiento económico, la generación de empleo y reduzca la deuda pública a la vez que garantice la democracia en Brasil.
Fuente: Rafael Pampillón y Leonardo Lima; "Elecciones en Brasil: entre Bolsonaro y Haddad" Expansión 5 de octubre de 2018; páginas 32 y 33
[post_title] => Mañana elecciones en Brasil: entre Bolsonaro y Haddad
[post_excerpt] =>
[post_status] => publish
[comment_status] => closed
[ping_status] => closed
[post_password] =>
[post_name] => manana-elecciones-en-brasil-entre-bolsonaro-y-haddad
[to_ping] =>
[pinged] =>
[post_modified] => 2023-04-02 11:15:18
[post_modified_gmt] => 2023-04-02 09:15:18
[post_content_filtered] =>
[post_parent] => 0
[guid] => https://economy.blogs.ie.edu/?p=22168
[menu_order] => 0
[post_type] => post
[post_mime_type] =>
[comment_count] => 0
[filter] => raw
)
Mañana, se celebrará la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Brasil. Serán los comicios más disputados de los últimos años con dos claros favoritos: el ultraderechista Jair Bolsonaro y el heredero de ‘Lula’, Fernando Haddad.
Tras una campaña electoral muy accidentada, las encuestas, en primera vuelta, dan como favorito a Jair Bolsonaro, candidato del Partido Social Liberal (PSL), de extrema derecha, excapitán del ejército, y diputado federal desde hace 28 años. De acuerdo con el último sondeo divulgado por IBOPE, Bolsonaro podría tener el 35% de los votos (y subiendo) en la primera vuelta.
El expresidente Lula da Silva del Partido de los Trabajadores (PT), preso por corrupción y lavado de dinero a la par que considerado inelegible por los tribunales de justicia, nombró a Fernando Haddad como su sucesor. Haddad entró en la carrera presidencial a menos de un mes para las elecciones y ya ocupa el segundo lugar con un 22% de los votos (y bajando). El candidato del PT, es profesor de ciencias políticas, exalcalde de São Paulo y ex ministro de Educación. Los demás candidatos, Ciro Gomes (PDT), Geraldo Alckmin (PSDB) y Marina Silva (Rede), reciben el 11%, 7% y 4% respectivamente de las intenciones de voto. La incertidumbre de este proceso electoral se debe a que los resultados de las encuestas en una segunda vuelta dan un empate técnico entre Bolsonaro (que añadiría los votos de Marina Silva a los suyos) y Haddad.
La complejidad del actual escenario político en Brasil tiene su origen en la fuerte crisis económica iniciada en 2014 y en los escándalos de corrupción acaecidos en la petrolera estatal Petrobras, lo que provocó una fuerte polarización de la opinión pública, disminuyendo la popularidad de los partidos más tradicionales, tanto de la izquierda (PT) como de la derecha (PSDB) y también del centro (MDB). El actual presidente, Michel Temer (MDB), rompió la coalición con el gobierno del PT tras el impeachement de Dilma Rousseff y asumió una postura política de centro derecha. Ahora Temer está sufriendo la popularidad más baja de un presidente en la historia de la democracia brasileña: apenas un 4% de la población califica como buena la política de su gobierno. Además, como sus dos antecesores (Lula da Silva y Dilma Rouseff), Temer está siendo investigado por corrupción.
Todos estos escándalos han generado una gran desconfianza en los políticos brasileños. Así, en el último Índice de Democracia en 2017, que elabora The Economist Intelligence Unit, Brasil aparece con una puntuación de 6,86, en una escala de 0 a 10, que es el más bajo de los últimos diez años. El índice revela que los brasileños tienen muy poco compromiso político, en gran parte causado por la elevada corrupción y la falta de credibilidad en los organismos públicos. Esto ha hecho que la campaña presidencial se convirtiera en una disputa entre los candidatos menos rechazados: la extrema derecha y la izquierda fallida del PT.
Las políticas de Temer
Sin embargo, los retos para la recuperación económica de Brasil tampoco son sencillos. El presidente Temer realizó en menos de dos años reformas importantes:
* En la educación secundaria; ofreciendo a los alumnos la oportunidad de adaptar su currículo escolar a sus habilidades y las demandas del mercado.
* En el mercado laboral; flexibilizando los contratos de trabajo, permitiendo contratos por horas y ampliando la jornada de trabajo hasta 12 horas diarias, así como flexibilizando la contratación de terceros y eliminando la obligatoriedad que tenían los trabajadores de pagar la contribución sindical.
* En política fiscal; limitando el aumento de los gastos públicos a la inflación del mismo año.
* En política monetaria; los tipos de interés (siempre muy altos en Brasil) cayeron a su más bajo nivel de la historia: 6,5%. La inflación está controlada: 3,4% en 2017 y 3,7% en 2018.
Crisis económica y social
Sin embargo, el proceso de recuperación económica de Brasil sigue siendo muy lento. El crecimiento del PIB se estancó en 2014 (+0,1%), para después desplomarse en 2015 y 2016 (-3,5% cada año). En 2017, el PIB tuvo un ligero crecimiento (+1%) y para este año, 2018, se espera algo más (+1,5%). La previsión de crecimiento para el año que viene es de un 2,4%, lo que tampoco supondrá una mejora importante de la economía.
Como consecuencia de falta de actividad económica, la tasa de paro ha ido subiendo paulatinamente desde el 6,2% en 2013 hasta el 12,2% en 2018. Este aumento del desempleo ha venido acompañado de una caída en la demanda de bienes de consumo.
La tensión social tuvo su punto culminante en la provincia de Río de Janeiro, cuando en 2017 la violencia alcanzó su nivel récord de los últimos 5 años. Según el ISP (Instituto de Seguranza Pública) cerró el año con 6.749 homicidios y 10.599 robos de materiales, lo que hizo que el gobierno federal accionara la intervención militar hasta diciembre de 2018.
Además, ahora, la subida del precio del diésel en las gasolineras está suponiendo una pérdida de poder adquisitivo, pues los salarios no se están incrementando con la inflación. En protesta, el 21 de mayo de este año los camioneros entraron en huelga durante una semana, en la que más de 6.000 millones de euros en mercancías dejaron de circular en la economía y 1.000 millones de euros se dejaron de recaudar en impuestos. Finalmente, el paquete de reformas no podrá concluirse este año, ya que la reforma de las pensiones no puede ser votada en congreso hasta el fin de la intervención militar.
El fenómeno Bolsonaro
La popularidad de Jair Bolsonaro crece con el aumento de la criminalidad, las revueltas de los trabajadores y las consecuencias de la crisis económica, sobre todo el desempleo. Conviene recordar que fue Bolsonaro el que estuvo a favor de la dictadura militar que colapsó la economía brasileña entre 1964 y 1985 y que también https://nakataka.main.jp/slot-server-thailand/ apoyó la posesión de armas por la población civil. Desgraciadamente, fue víctima de su propia retórica en favor de la violencia. Fue atacado a golpe de cuchillo durante el acto de campaña celebrado en Juiz de Fora el 6 de septiembre.
Además, el candidato consiguió popularidad al defender que un policía que no mata no es un policía y por apoyar la reducción de la edad de responsabilidad penal a los 14 años. En 2011, declaró que preferiría un hijo muerto a uno gay. En 2014, le dijo a una congresista que no la violaría porque era «muy fea». En 2016, al votar en favor del impeachment de Dilma Rousseff, dedicó su voto a Carlos Alberto Brilhante Ustra, comandante de una unidad de policía responsable de 500 casos de tortura y 40 asesinatos durante la dictadura militar de Brasil. El año pasado, un tribunal lo multó por insultar a las personas que viven en quilombos (asentamientos fundados, hace siglos, por esclavos fugitivos). Aun así, Bolsonaro para ganarse el voto de los cristianos se declara defensor de los valores de la familia.
El discurso polémico del candidato esconde algunas incertidumbres en el campo económico. No tiene una propuesta económica clara, argumentando que tendrá un ministro de finanzas que se encargará de la política económica. De convertirse en Presidente, este ministro sería Paulo Guedes, economista renombrado, conocido por su ortodoxia económica e ideas liberales, favorable a la privatización de las empresas públicas, una reforma fiscal más amplia y realizar una reforma del sistema de pensiones que las haga más sostenibles y justas. Guedes es la esperanza de que la economía de Brasil logre cualquier éxito en el caso de un gobierno de Bolsonaro y de que Brasil pueda alcanzar una mayor eficiencia económica y apertura al exterior, de que mejorase el funcionamiento de los mercados con el objetivo de aumentar el bienestar material de sus ciudadanos y de devolver la confianza a la inversión extranjera.
El peso de la corrupción
En cambio, el candidato del PT, Fernando Haddad, a pesar de ser un académico respetado, provoca dudas en los sectores económicos y financieros sobre la capacidad de dar mayores grados de libertad al sistema económico. Haddad mantiene una postura más conciliadora y equilibrada que la de su partido. Sin embargo, el mercado teme que su gobierno ponga un impuesto a las transacciones bancarias (lo que aumentaría los tipos de interés), cancele la reforma fiscal de Temer que puso un techo al aumento del gasto público y que no ejecute la reforma de pensiones que sí promete Bolsonaro.
Haddad tiene a su favor la popularidad de Lula da Silva y sus políticas sociales, que redujo drásticamente el número de brasileños que viven en la extrema pobreza: del 20,2% en 2003 al 3,8% en 2011, según el Banco Mundial. Pero debe deshacerse del pesado fardo de la imagen que tiene su partido asociada a la corrupción. Según Transparencia Internacional, Brasil dejó de ocupar el puesto 54 en el ránking del Índice de Percepción de la Corrupción en 2003 para ocupar la posición 73 en 2011 y el 96 en 2017 (último informe).
¿A qué se debe el éxito de Bolsonaro? El ultraderechista está sabiendo aprovechar el sentimiento de insatisfacción de una parte importante de la población que, desde 2014, está viviendo una grave crisis económica con un elevado nivel de desempleo y que está haciendo que los partidos brasileños tradicionales, el PT incluido, pierdan legitimidad política. Es decir, un divorcio entre los representantes y los representados. Una frustración que procede de la mayor inseguridad económica y laboral que sufren muchos brasileños, así como de la creciente desigualdad en la distribución de la renta. La consecuencia es el auge, con más rapidez de lo que se imaginaba, del Partido Social Liberal de la extrema derecha.
Se trata del típico cambio pendular que se produce siempre después de una crisis económica. En Brasil, parece que está siendo un movimiento desde la izquierda a la extrema derecha. Desde los gobiernos de Lula da Silva, y luego Dilma Rousseff, ambos del Partido de los Trabajadores (PT) hacia Bolsonaro (PSL), pasando en el camino por el gobierno de Temer del MDB, un gobierno de transición. La victoria de Bolsonaro consolidaría este cambio pendular. Sería un gobierno con una estrategia de política económica más liberal que la del actual y contaría con la novedad de una posición de extrema derecha en América Latina. Por tanto, más a la derecha que los actuales gobiernos de Chile y Argentina.
Los retos del nuevo gobierno
Después de muchos años de corrupción, el papel de los políticos tradicionales, que han hecho larga carrera en el partido, no satisface el anhelo de la sociedad brasileña por la renovación política. Sin embargo, el nuevo presidente de Brasil tendrá como principal desafío la aceleración del crecimiento frente a una sociedad frustrada por años de recesión y corrupción. Deberá adoptar mayor austeridad en el gasto público, para resolver el grave problema del déficit público que han generado los gobiernos de Rousseff y Temer. Como consecuencia, la deuda pública, en solo cinco años, ha pasado de representar el 50% del PIB en 2013 al 80% en 2018.
Para aumentar el crecimiento, tendrá que hacer una política económica que logre recuperar y aumentar el tejido empresarial, modernizar las políticas y el sistema de seguridad pública, especialmente en regiones controladas por las milicias.
Además, se deberá recuperar la credibilidad que perdieron muchas instituciones con los últimos escándalos de corrupción; determinar el papel de las empresas estatales, como Petrobras, y las políticas públicas sobre la actuación de otras empresas como Embraer. También, se tendrá que responder de alguna manera a las demandas de la población sobre la reforma del sistema de pensiones, alargando la edad mínima y eliminando la jubilación precoz debida al tiempo en el que se ha estado contribuyendo, además del estrechamiento de la diferencia entre hombres y mujeres. La reforma es fundamental para reducir el déficit fiscal, que cerró 2017 en un 8% del PIB.
Independientemente de quien gane mañana en esta primera vuelta, resulta deseable que la política económica que se aplique en Brasil después de las elecciones aumente el crecimiento económico, la generación de empleo y reduzca la deuda pública a la vez que garantice la democracia en Brasil.
Fuente: Rafael Pampillón y Leonardo Lima; «Elecciones en Brasil: entre Bolsonaro y Haddad» Expansión 5 de octubre de 2018; páginas 32 y 33
Últimos Comentarios