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Jun

El primer problema de México tiene nombre: Donald Trump. El muro de Trump va más allá de los asuntos meramente migratorios. El muro también se expande a los ámbitos comerciales, productivos e institucionales. La posible salida de Estados Unidos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) podría situar a la economía de México en una posición dramática: el 80% de las exportaciones mexicanas se dirigen a EEUU.

El segundo problema se materializará mañana, 1 de julio, cuando el populista Andrés Manuel López Obrador (AMLO) salga elegido presidente. Mañana, 89 millones de mexicanos están llamados a las urnas para votar. Se da como segura la victoria de AMLO que tiene el liderazgo en las encuestas con un 51% de la intención de voto (23 puntos por encima de su principal contrincante, Ricardo Anaya del PAN). El panorama económico es incierto: por primera vez en su historia, México tendrá un presidente de la izquierda radical. De ahí que muchos empresarios con inversiones en México estén asustados y una buena parte de la población mexicana tenga un sentimiento de incertidumbre sobre su futuro.

Foto: Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y Donald Trump

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El tercer problema es la grave situación social que atraviesa el país y que AMLO quiere solucionar: 1) el elevado nivel de pobreza (el 44% de la población es pobre); 2) la inseguridad ciudadana (32.000 homicidios en el último año, lo que supone un récord histórico); 3) el aumento de la corrupción (según Transparencia Internacional empeora y en el ránking ha caído 30 puestos situándose en el lugar 135 del mundo); 4) la elevada desigualdad (es el décimo país con mayor desigualdad del mundo) y 5 la enorme burocracia en los ámbitos locales y regionales.

A pesar de este conjunto de debilidades, que AMLO pretende corregir, en los últimos años, los anteriores gobiernos de México han sabido llevar a cabo políticas dirigidas a fomentar el crecimiento de la economía, como son: 1) mejorar los marcos regulatorios (tiene, por ejemplo, una de las regulaciones más sofisticadas del mundo en banca y finanzas a través de internet); 2) reducir las cargas y los trámites administrativos para la creación de nuevas empresas y 3) liberalizar el mercado de las telecomunicaciones.

Queda todavía mucho por hacer para seguir aumentando la innovación, la competencia y la productividad del tejido empresarial mexicano. Sin embargo, AMLO parece que, por ahora, ha elegido un camino muy diferente. Sus ideas sobre cómo funciona una economía moderna son muy escasas y simples (en esto se parece a Trump). Así, en su programa electoral promete reducir a la mitad los salarios de los altos funcionarios, incluido el del presidente. Además, quiere que México sea autosuficiente en la producción de alimentos y gasolina (algo que huele a proteccionismo). A ello hay que unir un importante aumento del gasto público: estímulos al sector agropecuario; aumentos de ayuda financiera para estudiantes de familias de ingresos bajos, ancianos y discapacitados; acceso universal a las universidades públicas, y aumentar la instalación de agua corriente y de infraestructura de transporte en el sur del país, donde el 70% de la población es pobre. Pretende, además, cancelar la obra en construcción del nuevo aeropuerto internacional de la Ciudad de México.

De poner en marcha este conjunto de medidas, su Presidencia sería un experimento arriesgado que está alarmando a los inversores, por sus semejanzas con los gobiernos bolivarianos de Venezuela.

No es tan fiero el león

Sin embargo, no se debe olvidar que AMLO tuvo una actuación económica responsable cuando gobernó la Ciudad de México, lo que permite entrever algunas semejanzas con el expresidente brasileño Lula da Silva, que también fue temido por los mercados cuando ganó la presidencia en 2003. Sin embargo, desde el comienzo de su mandato, adoptó una política económica más ortodoxa que el discurso populista que tiñó su campaña electoral.

Habrá que esperar al discurso de toma de posesión del nuevo presidente para tener una idea mejor de las políticas que se van a aplicar. AMLO, al igual que Lula, es una caja de sorpresas. Sin embargo junto a sus gestos populistas, el candidato a ocupar Los Pinos se ha mostrado muy partidario de renegociar el TLCAN rechazando entablar una guerra comercial con EEUU. De ganar la presidencia, Obrador buscaría la apreciación del peso, al que considera depreciado, y lo haría generando un marco de confianza que incentive las inversiones extranjeras, tal como señaló en una reciente entrevista Alfonso Romo, uno de sus asesores económicos y futuro jefe de gabinete.

Romo también adelantó que AMLO buscará fortalecer el Estado de derecho, crear condiciones comerciales que den confianza a los inversores, permitir que el peso cotice libremente (es decir, sin intervenciones) en el mercado cambiario y respetar la autonomía del Banco de México. Como consecuencia de estas declaraciones el peso mexicano, que venía cayendo con fuerza desde finales de marzo, en los últimos 15 días se ha apreciado un 5,5% con respecto al dólar y también al euro. Una alegría para los accionistas de las empresas españolas con presencia en México que tal vez perciban los efectos positivos de la apreciación del peso en el valor de sus acciones.

El futuro del Tratado

Donald Trump, desde que es presidente, está creando enormes tensiones con México en varios campos, incluidos los asuntos económicos. AMLO no lo va a tener fácil. Si Estados Unidos abandonase el TLCAN, Trump provocaría un desastre en la economía mexicana. El 80% de las exportaciones mexicanas se dirigen a EEUU y la mayor parte de la inversión directa exterior que recibe México también procede de su vecino del norte. El crecimiento económico de México se frenaría y la balanza comercial alcanzaría un déficit impresionante. Además el tipo de cambio del peso se derrumbaría por dos razones: a) por las menores exportaciones y b) por la huida de capitales hacia EEUU por tres motivos: 1º) porque la incertidumbre que se ha instalado en México no favorece la entrada de capitales y, en cambio, sí su salida; 2º) por los mayores tipos de interés aplicados por la Reserva Federal y 3º) por las bajas expectativas de crecimiento económico que tendría México.

En cualquier otra situación una depreciación de la moneda incrementaría las exportaciones. En este caso es más difícil. Con la salida de EEUU del TLCAN y la consiguiente subida de aranceles, México quedaría encerrado en un corral, donde sus exportaciones se verían muy afectadas. La buena noticia es que se crearía una situación que obligaría a México a diversificar geográficamente sus exportaciones hacia los países con los que tiene otros acuerdos comerciales. México, desde hace muchos años, ha venido explorado nuevos mercados, lo cual también se ve reflejado en el reciente acuerdo de libre comercio firmado con la Unión Europea.
Además, ha empezado a subir aranceles a productos americanos, como el queso, con el fin de que EEUU sienta las consecuencias que tendría romper los acuerdos comerciales con México. Un dato: el 80% de las exportaciones de queso de Estados Unidos se envían a México.

Por ahora la salida de EEUU de la TLCAN es solo una posibilidad y probablemente una estrategia de Trump para renegociar el actual acuerdo comercial con Canadá y México. No se debe olvidar que gran parte de la cadena de valor de muchas empresas norteamericanas se encuentra detrás de las fronteras mexicanas. Trump sabe, o debería saber, que si quiere aumentar el bienestar de los ciudadanos americanos y la productividad de las empresas de EEUU hay que poner aceite para que funcione la cadena de valor y la logística. Si, por el contrario, pone palos en la rueda de los intercambios comerciales se reducirá la asignación eficiente de los recursos y con ello el crecimiento económico y empleo.

Donald Trump está creando enormes tensiones políticas y económicas con México

El TLCAN va a ser un reto muy importante para el nuevo presidente que necesita salvar ese acuerdo con dignidad para poder sostener su economía. México no puede perder a su mejor cliente. Si bien es cierto que tampoco puede ceder en todo: los chantajes arancelarios tienen un límite. En cualquier caso el gobierno de AMLO no entrará en una guerra frontal en la que es fácil que pierda.

Aumentar la economía

Si bien AMLO, durante la campaña, ha ido poniendo el foco en repartir la tarta, no debe olvidar que también se necesita que aumente su tamaño. Es cierto, como comentamos al principio, que en los últimos años los gobiernos de México han hecho un esfuerzo por aumentar el crecimiento de su economía, reduciendo las cargas regulatorias con el fin de aumentar el nivel tecnológico y la competitividad de sus empresas. Sin embargo, está todavía muy lejos de diversificar adecuadamente su canasta exportadora. México es todavía un país cuyo desarrollo industrial, productividad y capacidad de innovación están en niveles muy bajos. La carencia de innovación y de capital humano son dos grandes retos que impiden el camino de su desarrollo.

Entre 2008 y 2016, México ha aumentado su presupuesto en investigación y desarrollo (I+D). Desgraciadamente, hasta ahora la inversión en I+D se ha hecho principalmente en el sector público, algo que no ha permitido avances significativos en la productividad y la competencia. Afortunadamente, en 2018 se aumentó la desgravación fiscal en las empresas en las áreas de investigación y tecnología, pudiéndose deducir ahora el 30% de esas inversiones.

Pero la baja productividad se debe también a la falta de capacitación del capital humano. El aumento de capital humano, fortalecería la innovación empresarial y con esto también aumentaría la competitividad. En este sentido el sistema educativo mexicano también tiene que valorar la importancia de formar personal cualificado slot server thailand para ayudar a mejorar la productividad del país. La apuesta por la transformación digital y la innovación en el sector de la Inteligencia Artificial pasa por contar con personal cualificado para realizar ese tipo de trabajos.

Una posibilidad es otorgar apoyos para formar estudiantes de master y doctorados en las empresas: un sistema dual que combine trabajo y estudio. Además, el nuevo gobierno debe aprovechar los logros que ha tenido hasta ahora el fomento del emprendimiento, asegurando más oportunidades para todos los ciudadanos para crear empresas de manera que el nuevo tejido productivo se distribuya de forma más equitativa a lo largo y a lo ancho de todo el país.

Tejido empresarial

En resumen, México, hasta el día de hoy, ha tenido una estrecha y potente conexión con los EEUU, beneficiándose de los éxitos empresariales de los americanos y a la vez, perjudicado en las épocas de crisis económicas. Aunque México ha podido ir desarrollando un mejor, y cada vez mayor, tejido empresarial dentro de su territorio, sigue teniendo una amplía necesidad de estar conectado con los Estados Unidos.

De hecho el país azteca sigue estando muy bien posicionado para exportar servicios y bienes a las empresas norteamericanas. Una realidad que exige que el nuevo gobierno de México ponga la negociación del TLCAN en la parte alta de su lista de prioridades. Para continuar creciendo, México debe seguir manteniendo su buena relación con EEUU.

A su vez, el nuevo gobierno debe priorizar la necesidad de diversificar el tejido empresarial, incorporando las ventajas que presenta la transformación digital para estimular la productividad, asegurando así un mayor desarrollo económico futuro. Si, además, quiere hacer reformas sociales con aumentos de gasto público, tiene que conseguir aumentar los ingresos fiscales. Para ello, se precisa una reforma fiscal y una tarta económica más grande.

Fuente: Rafael Pampillón Olmedo. «México está entre la espada y la pared». Expansión 30 de junio de 2018. Páginas 26 y 27 

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