Durante las últimas semanas el debate se ha centrado en el origen y características de la crisis financiera, así como en el papel que deben jugar los bancos centrales. En este sentido, durante el fin de semana se celebrará la reunión que todos los años organiza la Reserva Federal sobre política monetaria y, es de esperar, que Ben Bernanke mande alguna señal sobre los próximos movimientos del banco central, al estilo de lo que hizo Greenspan en el verano de 1998, tras la quiebra del LTCM. Es decir, hay que ir “preparando” al mercado para evitar sorpresas y, por tanto, volatilidad.
Pero evidentemente la clave va a estar en la solidez del ciclo expansivo global al enésimo “shock” de los últimos años, está vez originado en la vertiente financiera. La información disponible (básicamente segundo trimestre), aunque un poco retrasada, nos muestra que la economía mundial sigue en la parte expansiva del ciclo, gracias al tremendo dinamismo de los países emergentes, con especial mención a la zona asiática. Como el primer canal de contagio a corto plazo serán las expectativas de los agentes, habrá que seguir de cerca lo que nos adelantan las encuestas. Y, en este sentido, las publicadas hasta el momento a ambos lados del Atlántico reflejan que aunque la confianza entre consumidores y empresarios se ha reducido en agosto, esta caída no ha sido proporcional al ruido mediático y, dista mucho del ajuste que se produjo tras el 11-S. Es más, los niveles actuales son consistentes con crecimientos cercanos al potencial, tanto en EEUU, como en la UEM.
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