La semana pasada, Eurostat hizo públicos los resultados correspondientes a la evolución de las cuentas públicas europeas durante 2006. En el conjunto de la Unión, el déficit público se situó en el 1,7%, cifra que se reduce una décima si lo circunscribimos a la llamada UE-15. El dato es bueno, porque supone el cuarto año consecutivo de mejoría y porque refleja el incipiente proceso de recuperación en el que parece inmersa la economía europea. De los países que había antes de la ampliación de mayo de 2004, sólo Portugal e Italia siguen incumpliendo el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC), el corsé presupuestario que obliga a los países de la eurozona a mantener su déficit público por debajo del 3% de su PIB.
En el año 2000, tras un lustro de fuerte crecimiento y tras el esfuerzo que tuvieron que hacer para sanear sus cuentas los candidatos al euro, la situación fiscal de la mayor parte de los países europeos era, en general, buena. Pero el estancamiento en el que entró la economía europea en 2001, tiñó de rojo las cuentas públicas, al disminuir los ingresos tributarios y aumentar los gastos públicos. Varios países (Francia, Alemania, Italia, Portugal, Grecia, Holanda…) tuvieron problemas para cumplir con el PEC. Ante el propio incumplimiento de la norma que impuso al resto de los candidatos al euro, Alemania, con el concurso de Francia, consiguió en un alarde de incoherencia, reformar el Pacto en 2004, recortando de forma notable sus efectos sancionadores.
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