Desde comienzos del siglo XX, Argentina nunca estuvo mejor. Desde el año 2003 la economía crece como una moto (a una tasa media anual superior al 8%). Los altos precios de sus exportaciones agrícolas y mineras, la creciente demanda proveniente de China y una moneda competitiva (depreciada) están impulsando las exportaciones, lo que permitirá que en este año 2006 se registre otro superávit exterior (cuenta corriente). En Argentina se están dando todas las condiciones para que se inicie una transformación de su economía a largo plazo. Desafortunadamente, Néstor Kirchner, está desperdiciando esta oportunidad histórica. La política económica del país guarda gran semejanza con el populismo intervencionista común en América Latina en la década de los años setenta y ochenta, pero que afortunadamente ahora no está de moda.
El Gobierno ha introducido una política de controles de precios impidiendo a las compañías de servicios financieros y empresas de servicios públicos que eleven sus tarifas. De esta forma se tapa la presión inflacionaria. Pero estas intervenciones distorsionan los incentivos del mercado, generan corrupción, distribuyen inadecuadamente los recursos, introducen un fuerte elemento de imprevisibilidad en las empresas y ahuyentan a las inversiones del extranjero. Sin embargo, perseguir al sector privado es algo que le cae bien al pueblo argentino. Y Kirchner quiere ganar las elecciones el año que viene.
El secreto del éxito argentino es: se exportan más commodities (soja, energía, y no productos cárnicos como se cree…) y también servicios (turismo, programación de software, publicidad, servicios de call center), el turismo ya se ha convertido en la tercera fuente de divisas del país. Si Argentina sigue creciendo al 8% anual -cosa que anticipo insostenible a corto plazo-, y se mueve dentro de la curva de oferta agregada «actual» (aparato productivo no aumenta significativamente ya que no aumenta la inversión extranjera), el desplazamiento de la curva de demanda agregada hacia arriba y hacia la derecha hace que entremos en el tramo inelástico de la actual curva de oferta, razón por la cual, en la medida que nos acercamos al pleno empleo y a la plena ocupación de la actual capacidad fabril instalada, empezamos a sufrir «inflación». Además, en la medida en que hay que importar materias primas así como equipos por el desgaste de los equipos actuales, y hay que pagarlos en dólares, ello se traduce en un mayor coste en pesos (ya que el peso está depreciado), no ya por la «ocupación» de los factores antes ociosos, sino porque los «nuevos» equipos -ya sean de reemplazo o de ampliación de los existentes- tienen un mayor precio en pesos (depreciados).
Así que, por las buenas o por las malas, si se sigue con estos niveles de actividad, la inflación aumentará. O si no, el crecimiento se ralentizará, porque no habrá energía, ni fábricas capaces de sostener la demanda creciente porque estarán siendo utilizadas al 100% de su capacidad instalada. Subirán los precios, y Argentina perderá competitividad en términos internacionales. O sea, la única manera de mantener crecimientos sostenibles en el tiempo es fomentar la inversión extranjera, que produzcan más actividad, y provoque un desplazamiento de la curva de oferta actual hacia la derecha, es decir hacia «otra» curva de oferta que implique mayores niveles de capacidad productiva, ayudando no sólo a aumentar el posible «output» de bienes y servicios sino también ayudando a descomprimir los precios. Pero dudo mucho que en el actual entorno (laboral, electoral, político y jurídico) se realicen muchas nuevas inversiones productivas. Sí habrá inversiones en inmuebles y en campos, pero no en actividades donde haya que emplear a mucha gente (crecer trae líos con los sindicatos) ¿Es sostenible el crecimiento a medio plazo con las políticas económicas actuales? ¿Debe Kirchner adoptar un enfoque más de mercado y favorable al sector privado? ¿Ganaría igualmente las elecciones si siguiera una política más ortodoxa que liberalizase los precios y permitiese un mayor crecimiento a largo plazo? ¿Estamos ante un hombre de Estado o sólo ante un político buscando el beneficio en el corto plazo? ¿Cuáles son las consecuencias de implantar controles de precios y desalentar la inversión privada en un contexto donde crece la demanda de todo tipo de servicios?
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