Los últimos meses nos han acostumbrado a un aluvión de malas noticias económicas que parece no cesar. Las cifras de actividad, crecimiento, empleo, etc. muestran, prácticamente a diario, el deterioro de la economía internacional en general y de la española en particular. Por si eso fuera poco, surgen fraudes multimillonarios que merman la maltrecha confianza con que funcionan los mercados financieros internacionales.
El viernes pasado se produjo una noticia que, en mi opinión, es especialmente preocupante. Pascal Lamy, director general de la Organización Mundial del Comercio (OMC), confirmaba lo que se venía temiendo desde hace más de medio año: la imposibilidad de cerrar la actual etapa de la Ronda de Doha antes del fin de 2008 –esta etapa de la Ronda aspiraba a liberalizar el comercio en productos agrícolas y a reducir tarifas en sectores industriales, entre otros objetivos-.
Un gran varapalo para los acuerdos del G-20
Dos razones son las que me llevan a calificar como preocupante el anuncio de la ruptura de las negociaciones. Por una parte, se resta credibilidad a los acuerdos alcanzados hace un mes en la cumbre del G-20 en Washington, pues allí se anunció el compromiso de hacer todos los esfuerzos necesarios para cerrar esa ronda negociadora e insuflar así mayor dinamismo al comercio y, por ende, a la economía mundial.
De otra parte, reaparece el temido fantasma del proteccionismo. Sabemos que las tentaciones proteccionistas son muy fuertes en épocas de crisis internacional. Como se pudo experimentar tras la Gran Depresión, son también muy peligrosas. No olvidemos que las medidas destinadas a la protección de la producción nacional frente a la competencia exterior son siempre políticas de empobrecimiento del vecino, que llevan a respuestas similares por parte de los países perjudicados. Se trata de una llamada al estilo del “sálvese quien pueda”, que acaba arrastrando a todo el mundo a un agravamiento de la crisis que provocó la reacción proteccionista.
El comercio internacional ya renquea
El escenario en que esto ocurre es de por sí poco tranquilizador. Los intercambios comerciales están notando la crisis e incluso se pronostica que al final del año en curso habrán disminuido con respecto al año anterior (algo que no sucedía desde el segundo shock del petróleo, a comienzos de los años 80) La situación es especialmente grave para economías volcadas a su sector exterior, sobre todo las dos grandes potencias emergentes, China e India. El frenazo del comercio internacional podría tener consecuencias imprevisibles, tanto económicas como sociales, para China.
Esperemos que los países implicados mantengan la cordura que caracterizó a las declaraciones y compromisos del G-20 en Washington, apostando por el comercio como factor de crecimiento y desarrollo. Si no, la crisis podría adquirir una nueva y alarmante deriva.
¿Qué pensáis vosotros que sucederá? Por ejemplo, ¿caerá la política comercial de Obama en veleidades proteccionistas?
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