Estaba cantado, el Banco Central Europeo (BCE) ha decidido hoy mantener los tipos de interés de la eurozona en el 4%. Una inflación, como la actual, del 3,2% es inaceptable para el BCE, porque está muy por encima del 2%, que es su objetivo. Tres temores penden, por tanto, sobre la economía de la eurozona: la desaceleración del crecimiento económico, el aumento del paro y la espiral inflacionaria. El BCE ha tomado partido por lo último, mantener el objetivo de estabilidad de precios, en un año que se viene caracterizando por una serie de malas noticias para el crecimiento de la economía europea: Caen las ventas de nuevas viviendas y se contrae el sector de la construcción, los diversos indicadores de sentimiento económico de la eurozona disminuyen a marchas forzadas y se van multiplicando las revisiones a la baja del crecimiento del PIB.
¿Crecimiento o estabilidad de precios?
Entre otras cosas la economía se desacelera por a fortaleza del euro frente al dólar, que está en su máximo histórico, en 1,5371 dólares por euro. En principio, un euro fuerte se une a los argumentos a favor de una bajada de tipos, ya que la revalorización de la divisa abarata las importaciones y daña la competitividad de las exportaciones, lo que erosiona el crecimiento. El BCE ha revisado al alza sus previsiones de inflación para este año pero también ha rebajado sus previsiones de crecimiento. Y eso a pesar de que la historia sugiere que en muy pocos casos inflación y desaceleración del crecimiento del PIB van juntos, es decir, se producen al mismo tiempo. Sin embargo, la noción de que una desaceleración en el crecimiento del PIB reduce la inflación tiene sus detractores. Sólo hay que recordar la crisis de los años 70, cuando experimentamos alto desempleo e inflación, para darse cuenta de que un alto desempleo con flojo crecimiento económico e inflación pueden ir juntos.
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