Las políticas de “empobrecer al vecino” (beggar thy neighbour) pretenden la solución de los problemas económicos domésticos, habitualmente la falta de crecimiento y el desempleo, a través de medidas que pueden implicar un perjuicio a otros países, como el uso de devaluaciones competitivas o el establecimiento de barreras a la importación.
Éste es precisamente el título de un artículo publicado la semana pasada en The Economist, que a su vez hace referencia a un informe de la OCDE publicado en esos mismos días. El estudio, firmado por Olivier Blanchard, del MIT, señala a España como la siguiente víctima, tras la recuperación de Alemania, de lo que llama “las depresiones por turnos bajo el euro”. De acuerdo con esta visión, las características de nuestra área monetaria (lejos del óptimo señalado por Mundell: movilidad de los factores, flexibilidad en los precios y transferibilidad presupuestaria) predisponen a los Estados miembros a sufrir indefectiblemente una sucesión de expansiones y depresiones, cada vez en un país. Todo se inicia con una expansión de la demanda localizada en una economía, que lleva a incrementos salariales, pérdida de competitividad relativa frente al resto del área y, finalmente, a una contracción que no puede ser mitigada por la carencia de políticas monetarias nacionales y la imposibilidad del recurso a la devaluación. De acuerdo con Blanchard, la depresión “migra” a través de nuestra área monetaria respondiendo a los cambios en los costes laborales relativos entre países. Un crecimiento sostenido de los salarios de uno de los miembros por encima de la media, no compensado por incrementos equivalentes de productividad, sitúa al país como firme candidato en la ruleta del choque asimétrico.
El artículo advierte sobre la moderación salarial y las recientes ganancias en la productividad de la economía alemana, tras su salida del “purgatorio” de atonía y desempleo que por fin parece abandonar. Por oposición, The Economist llama la atención sobre el punto del ciclo en que se encuentran los costes laborales relativos de sus socios comerciales del Sur, y en particular de España. El comportamiento relativo de los tipos de cambio reales de ambos países con base en sus costes laborales unitarios habla por sí solo. La evolución de nuestra cuenta corriente apunta en la misma dirección. ¿Será España la siguiente economía en la ruleta?
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