Archivo de la Categoría ‘Energía, medio ambiente y cambio climático’

25
Nov

Is the sustainability profitable?

Escrito el 25 noviembre 2007 por Miguel Aguirre Uzquiano en Energía, medio ambiente y cambio climático

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    [post_content] => In just three weeks there will be the biggest share offer in the history of the Spanish stock exchange market, IBERDROLA RENOVABLES, and there is something turning from a something like a short live trend to a new way of managing our lives.

It has been more than 18 years since the toxic leak in Bopal (India) that had a cost of more than 4.000 dead and around 180.000 wounded and affected, and in 2007 we could see that an environmental consciences is around the globe from carmakers to American candidates to Nobel Prize winners.

In the old Continent there is a compromise on behalf of the European Union of achieving the use of up to 12% of green energies for the 2.010 and 20% on 2.020.  With the petrol prices rolling high to 100 USD , there are many OECD countries that want to reduce their dependence on usual essence providers as Iran or Venezuela, so is not difficult to predict that the demand of alternative energy sources will rocket in the near future.


The most palpable demonstration of this new tendency is the Kyoto Protocol that implied the compromise of a minimum of 55 countries responsible of the 55% of the world emissions, fact that was achieved with the ratification of Russia in September 2004.  The objective of the signatories is that in the period 2008-2012, the emissions on the European Union will reduce to a 8% from the figures of 1990 and on the world up to 5,2%.  It has been said that the cost of achieving the goals of the Protocol will be of 19 thousand million euros in the next four years and could mean a reduction of the GDP of almost a 1% in the countries that applied it.

Analyzing that such global players as EEUU or China had not retaliated or signed the Protocol the companies will find that we are not playing in a level field in the globalize market of the third millennium.  What are the most immediate consequences of having environmental taxes in some countries and not in others?  A student of first year of economics would advise that in order to maintain the margin of benefit of a product or a service, maintaining other factors equal, the right decision is to move where those extra costs do not exist, hence delocalization.


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In just three weeks there will be the biggest share offer in the history of the Spanish stock exchange market, IBERDROLA RENOVABLES, and there is something turning from a something like a short live trend to a new way of managing our lives.

It has been more than 18 years since the toxic leak in Bopal (India) that had a cost of more than 4.000 dead and around 180.000 wounded and affected, and in 2007 we could see that an environmental consciences is around the globe from carmakers to American candidates to Nobel Prize winners.

In the old Continent there is a compromise on behalf of the European Union of achieving the use of up to 12% of green energies for the 2.010 and 20% on 2.020. With the petrol prices rolling high to 100 USD , there are many OECD countries that want to reduce their dependence on usual essence providers as Iran or Venezuela, so is not difficult to predict that the demand of alternative energy sources will rocket in the near future.

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23
Nov

¿China se renueva?

Escrito el 23 noviembre 2007 por Javier Carrillo en China, Energía, medio ambiente y cambio climático

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    [post_content] => Hace unos meses sugería en este blog que una medida alternativa del crecimiento económico de las naciones, que tuviera en cuenta su coste ambiental, mostraría un dibujo bien distinto del “milagro chino”. Sin duda su modelo de crecimiento se encuentra muy condicionado por su intensidad material y energética.

El World Energy Outlook 2007, recientemente publicado por la Agencia Internacional de la Energía (AIE), presenta un escenario de referencia en el que la demanda energética mundial podría superar en un 50% a la actual hacia el 2030. China e India serían responsables del 45% de ese incremento. La AIE proyecta que la demanda de energía primaria en China se duplique entre el 2005 y el 2030, con una tasa media anual de crecimiento del 3,2%, superando a EEUU como el mayor consumidor de energía en el mundo hacia el 2010. Los recursos energéticos chinos son notables (especialmente el carbón, que todavía supone el 80% de su generación), pero de fuerte impacto ambiental y claramente insuficientes para atender el crecimiento de su demanda. La nación está acometiendo importantes esfuerzos para responder a esta situación, aunque sin duda serán necesarias medidas adicionales.

Pero, dejemos algún espacio al optimismo. Un reciente informe del Worldwatch Institute muestra un pujante y prometedor sector de energías renovables en China.


Según este informe, es probable que la nación alcance, e incluso supere, su objetivo de obtener un 15% de su energía a partir de fuentes renovables en el año 2020. Más allá, si perdura el compromiso oficial de diversificar su aprovisionamiento energético y convertirse en un líder global en renovables, más del 30% de su generación podría ser de este origen hacia el 2050. Si en el último año la inversión mundial en energía renovable fue cercana a los 35.000 millones de euros, en 2007 se espera que China haya invertido más de 7.000 millones, tan sólo por detrás de Alemania. La producción de turbinas eólicas y paneles solares se duplicó en 2006, pudiendo llegar a superar a los líderes en Europa, Japón y Norte América en los próximos tres años. La generación eólica, la tecnología de más rápido crecimiento en China, ha duplicado su capacidad tan sólo en 2006. Al tiempo, la capacidad de generación solar se incrementó desde los 350 megavatios en 2005 hasta los más de 1.000 en 2006, esperándose llegar a 1.500 en 2007.

A pesar de todo lo anterior, China ya ha superado a EEUU como el mayor emisor de gases de efecto invernadero, tras triplicar sus emisiones entre el año 2000 y el 2006. En el 17º Congreso del Partido, celebrado durante el pasado mes de octubre, el gigante asiático aceptó cierta responsabilidad en el problema del cambio climático, pero también pidió equidad y apoyo internacional para alcanzar de modo sostenible la convergencia real con las naciones más ricas. Sin duda el Mecanismo de Desarrollo Limpio contemplado por el Protocolo de Kioto provee de interesantes oportunidades para ambas partes, y para el negocio de las renovables en particular. China constituye el mercado más grande para este esquema, con un enorme potencial estimado en cerca de 8.000 millones de dólares al año en términos de comercio de emisiones.

Confiemos en que las previsiones más optimistas se cumplan, y no sólo por el bien de China. ¿Qué futuro nos espera en otro caso?
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Hace unos meses sugería en este blog que una medida alternativa del crecimiento económico de las naciones, que tuviera en cuenta su coste ambiental, mostraría un dibujo bien distinto del “milagro chino”. Sin duda su modelo de crecimiento se encuentra muy condicionado por su intensidad material y energética.

El World Energy Outlook 2007, recientemente publicado por la Agencia Internacional de la Energía (AIE), presenta un escenario de referencia en el que la demanda energética mundial podría superar en un 50% a la actual hacia el 2030. China e India serían responsables del 45% de ese incremento. La AIE proyecta que la demanda de energía primaria en China se duplique entre el 2005 y el 2030, con una tasa media anual de crecimiento del 3,2%, superando a EEUU como el mayor consumidor de energía en el mundo hacia el 2010. Los recursos energéticos chinos son notables (especialmente el carbón, que todavía supone el 80% de su generación), pero de fuerte impacto ambiental y claramente insuficientes para atender el crecimiento de su demanda. La nación está acometiendo importantes esfuerzos para responder a esta situación, aunque sin duda serán necesarias medidas adicionales.

Pero, dejemos algún espacio al optimismo. Un reciente informe del Worldwatch Institute muestra un pujante y prometedor sector de energías renovables en China.

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19
Nov
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    [post_date_gmt] => 2007-11-18 23:02:40
    [post_content] => Los científicos del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas, reunidos en Valencia la semana pasada, nos dicen que las temperaturas mundiales aumentan porque los humanos emitimos demasiado dióxido de carbono y otros gases invernadero. La ciencia económica nos dice que cuando se grava algo, mediante un impuesto, normalmente ese algo se produce en menor cantidad. Por lo tanto, si queremos reducir las emisiones mundiales de dióxido de carbono y otros gases invernadero, necesitamos un impuesto mundial que grave esas emisiones a la atmósfera.

En el documento elaborado en Valencia (Summary for Policymakers of the Synthesis Report of the IPCC Fourth Assessment Report) se aconseja, entre otros instrumentos de política medioambiental, los impuestos como un instrumento de lucha contra el cambio climático. Pues bien preparando la clase que tengo esta semana de microeconomía, dedicada a las Externalidades, encontré entre mis papeles un interesante artículo escrito por Gregory Mankiw titulado One Answer to Global Warming: A New Tax y publicado en The New York Times. En él se defiende que un impuesto mundial sobre la emisión de dióxido de carbono y otros gases invernadero sería más fácil de negociar que los derechos de emisión surgidos del Acuerdo de Kioto.


La idea de usar impuestos para solucionar problemas y no sólo para aumentar los ingresos del estado tiene una larga historia. El economista británico Arthur Pigou abogaba a comienzos del siglo XIX por unos impuestos correctivos para reducir la contaminación. En su honor, los libros de texto económicos los llaman ahora “impuestos pigouvianos”.

Usar un impuesto pigouviano para solucionar el calentamiento del planeta es un instrumento que permite aumentar el coste privado y convertirlo en coste social. La nueva situación (óptimo social) es mejor que la anterior (óptimo privado). Sin embargo, los políticos se muestran reacios a aceptar este proyecto. Los políticos no son partidarios de los impuestos, ya sean pigouvianos o de otro tipo. En EEUU los republicanos suelen usar la palabra impuestos solo si va directamente acompañada por “recorte de”. Los demócratas utilizan la palabra impuestos solo si va seguida por “a los ricos”.

Nos cuenta Mankiw, que por cierto también tiene un blog, que todos los gobiernos necesitan ingresos fiscales para realizar gasto público. Las naciones podrían mostrarse dispuestas a utilizar un impuesto sobre las emisiones de dióxido de carbono y otros gases invernadero como instrumento para aumentar parte de esos ingresos. El dinero no tiene que pasar de un lado a otro de la frontera. Cada gobierno podría conservar los ingresos derivados de su impuesto y emplearlos para financiar el gasto público o cualquier forma de reducción fiscal que considerase más adecuada.

Cualquier planteamiento a medio plazo que quiera resolver el grave problema del cambio climático deberá contar con China e India. Puede que el convencer a China de las virtudes de aplicar un impuesto sobre emisiones de dióxido de carbono sea la parte fácil. Lo más difícil es convencer al electorado y a los políticos estadounidenses de la necesidad del impuesto. Si no se convencen y no se pone remedio al problema la concentración de gases de efecto invernadero aumentará y causará un incremento de temperatura que resultará peligrosa para el planeta. Al menos esa es una de las conclusiones a las que han llegado los científicos, reunidos la semana pasada en Valencia.



    [post_title] => Contra el cambio climático: los impuestos
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Los científicos del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas, reunidos en Valencia la semana pasada, nos dicen que las temperaturas mundiales aumentan porque los humanos emitimos demasiado dióxido de carbono y otros gases invernadero. La ciencia económica nos dice que cuando se grava algo, mediante un impuesto, normalmente ese algo se produce en menor cantidad. Por lo tanto, si queremos reducir las emisiones mundiales de dióxido de carbono y otros gases invernadero, necesitamos un impuesto mundial que grave esas emisiones a la atmósfera.

En el documento elaborado en Valencia (Summary for Policymakers of the Synthesis Report of the IPCC Fourth Assessment Report) se aconseja, entre otros instrumentos de política medioambiental, los impuestos como un instrumento de lucha contra el cambio climático. Pues bien preparando la clase que tengo esta semana de microeconomía, dedicada a las Externalidades, encontré entre mis papeles un interesante artículo escrito por Gregory Mankiw titulado One Answer to Global Warming: A New Tax y publicado en The New York Times. En él se defiende que un impuesto mundial sobre la emisión de dióxido de carbono y otros gases invernadero sería más fácil de negociar que los derechos de emisión surgidos del Acuerdo de Kioto.

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15
Oct

Global warming vs global starving?

Escrito el 15 octubre 2007 por Antonio Zamora en Energía, medio ambiente y cambio climático

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    [post_content] => The recent Nobel-prize award shared by Al Gore and the UNO scientists dealing with global-warming questions has just strengthened  the process of taking this issue to one of the first places in the global agenda. It has been frequently discussed whether global warming really deserves of priority over other important issues such a poverty or international trade. But less attention has been paid to the fact that an inadequate response to those environmental challenges could even do more harm than good. This might be the case of the growth in the use of agricultural commodities as a feedstock to a rapidly increasing and “green” biofuel industry. Until now, some of the results of this industry have been significant public subsidies, inefficient fuels and, more importantly, unprecedented price tensions in the agricultural markets, which have fed (or maybe fueled?) global inflation. As the FAO has reckoned in a recent report (OECD-FAO Agricultural Outlook 2007-2016), the increasing price of agricultural commodities is a particular concern for net-food-importing developing countries and for poor urban populations, as well as for producers that use those commodities to feed their animals.


Has the price impact really been so big? Well, the wheat sub-index of the Dow Jones commodity index shows a price increase of almost 100% since 2006, much more than the already impressive 48% performed by the industrial-metals index. Although there are also temporary reasons for price increases, such as droughts and low stocks, the structural role of the biofuel industry is undeniable. In 1984, only 0,5% of the US corn production was dedicated to biofuels; the figure jumped to 11% in 2004; and this year it can more than double to 25%. The FAO expects that US ethanol production out of corn also doubles in the 2006-2016 period. It was corn the commodity whose price jumped first, but as more and more resources were dedicated to its production, wheat took the lead.

This squeeze on agricultural resources happens at a time when great economic progress in developing countries like China and India is helping millions of people to leave poverty and, consequently, to consume more food. This increase in demand uses to focus on meat, rather than cereals, but the fact is that each gram of cow meat needs seven grams of cereals to be produced. Inflation rates are already threatening in these countries. Does it make sense to develop a global and inefficient biofuel industry at the expenses of basic agricultural goods? Is a wrongly designed fight against global warming just supporting global poverty?


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The recent Nobel-prize award shared by Al Gore and the UNO scientists dealing with global-warming questions has just strengthened the process of taking this issue to one of the first places in the global agenda. It has been frequently discussed whether global warming really deserves of priority over other important issues such a poverty or international trade. But less attention has been paid to the fact that an inadequate response to those environmental challenges could even do more harm than good. This might be the case of the growth in the use of agricultural commodities as a feedstock to a rapidly increasing and “green” biofuel industry. Until now, some of the results of this industry have been significant public subsidies, inefficient fuels and, more importantly, unprecedented price tensions in the agricultural markets, which have fed (or maybe fueled?) global inflation. As the FAO has reckoned in a recent report (OECD-FAO Agricultural Outlook 2007-2016), the increasing price of agricultural commodities is a particular concern for net-food-importing developing countries and for poor urban populations, as well as for producers that use those commodities to feed their animals.

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4
Oct

El Ártico se derrite

Escrito el 4 octubre 2007 por JUAN CARLOS MARTINEZ en Energía, medio ambiente y cambio climático

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    [post_content] => El Centro de la Nieve y el Hielo de Estados Unidos acaba de publicar un informe sobre la extensión de los hielos en el Océano Ártico, donde constata la gran reducción que han experimentado durante este año. Como consecuencia de unas temperaturas anormalmente elevadas, este verano se ha derretido la misma superficie que en los últimos quince años. Si este ritmo se mantiene,  los hielos podrían desaparecer totalmente durante el verano del hemisferio norte hacia 2020, veinte años antes de lo que se pensaba hasta hace poco.

La noticia, que por si sola es escalofriante, podría servir para reflexionar sobre el cambio climático,  pero no es esa mi intención. Hoy prefiero escribir sobre las expectativas económicas que se abren si continúa el deshielo. Desde que se viene constatando la disminución de la superficie helada durante el verano, los países ribereños del Ártico (Rusia, Estados Unidos por Alaska, Canadá, Dinamarca por Groenlandia y Noruega), han comenzado a posicionarse para reafirmar sus derechos territoriales en la zona, puesto que los intereses económicos en juego son enormes. Por un lado, se podrían abrir dos rutas marítimas (los pasos del noreste y del noroeste) que acortarían sensiblemente los tiempos de navegación entre el sudeste asiático y el norte de Europa o  la costa este norteamericana. Por otra parte, y esto es lo más importante, se cree que el fondo marino del Ártico guarda importantes reservas naturales, especialmente de petróleo y gas. Y aunque hoy suene un poco a ciencia-ficción la posibilidad de explotarlas, en un futuro cercano, no lo será tanto, sobre todo si el barril de petróleo continúa su senda alcista y se sitúa por encima de los 100 dólares, algo que podría ocurrir antes de lo que pensamos.  Por tanto, no es extrañar que una expedición rusa colocara el pasado mes de agosto  una bandera bajo el polo norte, ni que los canadienses planeen abrir una base militar en la zona.

La paradoja está servida. El calentamiento del planeta debido a la emisión de gases productores del  efecto invernadero, parece ser el responsable de la reducción de los hielos árticos. Esta reducción de la superficie helada, permitirá a su vez,  la  explotación de los hidrocarburos que hay en el lecho marino. Y esos hidrocarburos contribuirán a aumentar, aún más, el efecto invernadero, puesto que su utilización provocará la emisión de nuevos  gases contaminantes. Suena a chiste, ¿no?.

¿Qué se debería hacer? ¿Prohibir la explotación comercial del Ártico, al igual que está prohibida la explotación comercial de la Antártida? ¿Explotar sus riquezas? ¿Limitar aún más la emisión de gases contaminantes, endureciendo las condiciones del Protocolo de Kyoto, para frenar el deshielo de los polos?





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El Centro de la Nieve y el Hielo de Estados Unidos acaba de publicar un informe sobre la extensión de los hielos en el Océano Ártico, donde constata la gran reducción que han experimentado durante este año. Como consecuencia de unas temperaturas anormalmente elevadas, este verano se ha derretido la misma superficie que en los últimos quince años. Si este ritmo se mantiene, los hielos podrían desaparecer totalmente durante el verano del hemisferio norte hacia 2020, veinte años antes de lo que se pensaba hasta hace poco.

La noticia, que por si sola es escalofriante, podría servir para reflexionar sobre el cambio climático, pero no es esa mi intención. Hoy prefiero escribir sobre las expectativas económicas que se abren si continúa el deshielo. Desde que se viene constatando la disminución de la superficie helada durante el verano, los países ribereños del Ártico (Rusia, Estados Unidos por Alaska, Canadá, Dinamarca por Groenlandia y Noruega), han comenzado a posicionarse para reafirmar sus derechos territoriales en la zona, puesto que los intereses económicos en juego son enormes. Por un lado, se podrían abrir dos rutas marítimas (los pasos del noreste y del noroeste) que acortarían sensiblemente los tiempos de navegación entre el sudeste asiático y el norte de Europa o la costa este norteamericana. Por otra parte, y esto es lo más importante, se cree que el fondo marino del Ártico guarda importantes reservas naturales, especialmente de petróleo y gas. Y aunque hoy suene un poco a ciencia-ficción la posibilidad de explotarlas, en un futuro cercano, no lo será tanto, sobre todo si el barril de petróleo continúa su senda alcista y se sitúa por encima de los 100 dólares, algo que podría ocurrir antes de lo que pensamos. Por tanto, no es extrañar que una expedición rusa colocara el pasado mes de agosto una bandera bajo el polo norte, ni que los canadienses planeen abrir una base militar en la zona.

La paradoja está servida. El calentamiento del planeta debido a la emisión de gases productores del efecto invernadero, parece ser el responsable de la reducción de los hielos árticos. Esta reducción de la superficie helada, permitirá a su vez, la explotación de los hidrocarburos que hay en el lecho marino. Y esos hidrocarburos contribuirán a aumentar, aún más, el efecto invernadero, puesto que su utilización provocará la emisión de nuevos gases contaminantes. Suena a chiste, ¿no?.

¿Qué se debería hacer? ¿Prohibir la explotación comercial del Ártico, al igual que está prohibida la explotación comercial de la Antártida? ¿Explotar sus riquezas? ¿Limitar aún más la emisión de gases contaminantes, endureciendo las condiciones del Protocolo de Kyoto, para frenar el deshielo de los polos?

30
Sep
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    [post_content] => Decía José Ramón el viernes, en este blog de economía, que  el precio del petróleo estaba en  nuevos máximos. Efectivamente el crudo Brent superó por primera vez esta semana los 81 dólares. Desgraciadamente, un mayor debilitamiento del dólar podrían disparar todavía más el precio del petróleo en lo que queda de año. Y eso sería malo ya que a medida que sube el precio del crudo, mayor es la probabilidad de que se reduzca el crecimiento de la economía mundial. El precio del barril tipo West Texas también ha superado una nueva barrera histórica, cerrando la semana cerca de los 84 dólares con lo que ese precio acumula un aumento del 165% en dólares y un 98% en euros, desde principios de 2003.

Esta  subida del petróleo europeo se produjo, entre otros motivos,  por  los secuestros en Nigeria de dos trabajadores -un filipino y un colombiano- de la petrolera italiana Saipem, que desaparecieron esta semana tras un ataque de hombres armados.  A ello se suman los temores ante las consecuencias que el paso del huracán Lorenzo por el Golfo de México, región de elevada producción petrolera, pueda dejar en el suministro de crudo.


El incremento en los precios del petróleo coincide con un dólar cada vez más débil. Esta semana el dólar cayó a su nivel mínimo frente al euro. La moneda europea cotizó a 1,4263 dólares/euro. Debido a que la mayoría de los commodities, incluyendo el petróleo, se cotizan en dólares, y a los productores se les paga en esa moneda, los precios de las materias primas aumentan a medida que el dólar se deprecia. Ello se debe a que el debilitamiento del dólar provoca que los exportadores de materias primas reciban menos cuando convierten los dólares a otras monedas. Eso les da a los productores de petróleo un incentivo adicional para no aumentar la producción y mantener los precios al alza.

En un artículo reciente de Ann Davis y Joanna Slateren en The Wall Street Journal se dice que en los próximos meses, varios factores adicionales podrían dar nuevos bríos a los precios del petróleo. Las reservas de crudo están hoy en niveles mucho más bajos que hace un año y los incentivos de mercado para almacenar petróleo en caso de que surjan problemas de abastecimiento se han evaporado. Las previsiones de largo plazo sobre el precio del petróleo difieren ampliamente, fluctuando desde los 45 dólares el barril hasta los 100 dólares ¿Te animas ha hacer una previsión?


    [post_title] => ¿Seguirá subiendo el precio del petróleo?
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Decía José Ramón el viernes, en este blog de economía, que el precio del petróleo estaba en nuevos máximos. Efectivamente el crudo Brent superó por primera vez esta semana los 81 dólares. Desgraciadamente, un mayor debilitamiento del dólar podrían disparar todavía más el precio del petróleo en lo que queda de año. Y eso sería malo ya que a medida que sube el precio del crudo, mayor es la probabilidad de que se reduzca el crecimiento de la economía mundial. El precio del barril tipo West Texas también ha superado una nueva barrera histórica, cerrando la semana cerca de los 84 dólares con lo que ese precio acumula un aumento del 165% en dólares y un 98% en euros, desde principios de 2003.

Esta subida del petróleo europeo se produjo, entre otros motivos, por los secuestros en Nigeria de dos trabajadores -un filipino y un colombiano- de la petrolera italiana Saipem, que desaparecieron esta semana tras un ataque de hombres armados. A ello se suman los temores ante las consecuencias que el paso del huracán Lorenzo por el Golfo de México, región de elevada producción petrolera, pueda dejar en el suministro de crudo.

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16
Ago
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    [post_date_gmt] => 2007-08-16 10:26:25
    [post_content] => En un comentario  a la entrada que puse el 9 de julio sobre porque no funcionan los biocarburantes en España,  Fernando planteaba el tema del peak oil. Por el peak oil, se entiende el punto máximo de producción petrolera, a partir del cual, ésta descenderá de forma lenta pero inexorable. El primer divulgador de estas teorías fue King Hubbert, un geólogo norteamericano que estudió el rendimiento de los pozos de petróleo y realizó predicciones de explotación. Hubbert se dio cuenta que al perforar un nuevo pozo, la producción aumentaba a buen ritmo hasta un punto en el que aproximadamente la mitad del crudo recuperable ya había sido extraído (peak oil), a partir del cual era más difícil y costoso bombear crudo, provocando que la producción decayera de forma inexorable hasta que se agotaba. Extrapolando sus teorías al conjunto de Estados Unidos, en 1956 vaticinó que la producción petrolera norteamericana, alcanzaría su peak oil en 1970, por lo que fue considerado poco menos que un loco. Pero acertó. En 1970, Estados Unidos alcanzó su máxima producción -  casi 11,3 millones de barriles diarios -,  y desde entonces ésta ha ido decayendo hasta los apenas 6,8 millones que extrajo el año pasado.

Desde entonces han sido muchos los intentos de estimar cuando se producirá el peak oil mundial. En 1971, el propio Hubbert determinó que se alcanzaría en la pasada década, algo que afortunadamente no ha ocurrido. Y desde entonces son muchas las predicciones al respecto. Desde los que lo sitúan entre 2008- 2010, hasta los que piensan que no llegará hasta cerca de 2040.

Estas diferencias estriban en que no se sabe a ciencia cierta cual es el volumen de reservas existentes, puesto que las predicciones de gobiernos y empresas suelen ser poco fiables. Además, se está descubriendo petróleo en lugares antes inaccesibles, bien por cuestiones políticas o  técnicas. En este sentido, las reservas y la producción están aumentando en las repúblicas centroasiáticas de la antigua URSS o en muchos puntos del este y norte de África. Y en el mar, hoy es posible extraer petróleo a profundidades en las que hace pocos años era impensable (ya se empieza a hablar de sacar el petróleo que parece haber en el lecho marino del Polo Norte). También las mejoras en las técnicas de refino, permiten la destilación de crudos que antes no tenían ningún uso. Estas mejoras tecnológicas, permitirán en los próximos años la explotación a gran escala y a un coste más razonable, de los crudos extrapesados que Venezuela posee en la Faja del Orinoco o de las arenas bituminosas canadienses, lo que aumentaría sustancialmente las reservas mundiales y alejaría en el tiempo el peak oil.



Lo que si sabemos es que la demanda de crudo crece de forma imparable, sobre todo en  las economías emergentes, con China e India a la cabeza. La Agencia Internacional de la Energía prevé que en 2012, el consumo mundial supere los 96 millones de barriles diarios, lo que implicaría un 23% más en una década. Y los biocarburantes, tan de moda en los últimos tiempos, no parece que puedan ayudar mucho, puesto que sólo supondrán un 2% del consumo mundial en ese mismo año.

La mayoría de los analistas coinciden en que puede quedar petróleo para unos 40 años con las previsiones actuales de reservas y de consumo, pero ¿estarán en lo cierto?, ¿llegará antes el peak oil y empezará antes la tan temida escasez de petróleo? Si los biocarburantes no parece que puedan sustituir al petróleo en el transporte, ¿qué alternativas quedan? ¿cómo evolucionará el precio del petróleo si sigue aumentado la demanda como hasta ahora?


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En un comentario a la entrada que puse el 9 de julio sobre porque no funcionan los biocarburantes en España, Fernando planteaba el tema del peak oil. Por el peak oil, se entiende el punto máximo de producción petrolera, a partir del cual, ésta descenderá de forma lenta pero inexorable. El primer divulgador de estas teorías fue King Hubbert, un geólogo norteamericano que estudió el rendimiento de los pozos de petróleo y realizó predicciones de explotación. Hubbert se dio cuenta que al perforar un nuevo pozo, la producción aumentaba a buen ritmo hasta un punto en el que aproximadamente la mitad del crudo recuperable ya había sido extraído (peak oil), a partir del cual era más difícil y costoso bombear crudo, provocando que la producción decayera de forma inexorable hasta que se agotaba. Extrapolando sus teorías al conjunto de Estados Unidos, en 1956 vaticinó que la producción petrolera norteamericana, alcanzaría su peak oil en 1970, por lo que fue considerado poco menos que un loco. Pero acertó. En 1970, Estados Unidos alcanzó su máxima producción – casi 11,3 millones de barriles diarios -, y desde entonces ésta ha ido decayendo hasta los apenas 6,8 millones que extrajo el año pasado.

Desde entonces han sido muchos los intentos de estimar cuando se producirá el peak oil mundial. En 1971, el propio Hubbert determinó que se alcanzaría en la pasada década, algo que afortunadamente no ha ocurrido. Y desde entonces son muchas las predicciones al respecto. Desde los que lo sitúan entre 2008- 2010, hasta los que piensan que no llegará hasta cerca de 2040.

Estas diferencias estriban en que no se sabe a ciencia cierta cual es el volumen de reservas existentes, puesto que las predicciones de gobiernos y empresas suelen ser poco fiables. Además, se está descubriendo petróleo en lugares antes inaccesibles, bien por cuestiones políticas o técnicas. En este sentido, las reservas y la producción están aumentando en las repúblicas centroasiáticas de la antigua URSS o en muchos puntos del este y norte de África. Y en el mar, hoy es posible extraer petróleo a profundidades en las que hace pocos años era impensable (ya se empieza a hablar de sacar el petróleo que parece haber en el lecho marino del Polo Norte). También las mejoras en las técnicas de refino, permiten la destilación de crudos que antes no tenían ningún uso. Estas mejoras tecnológicas, permitirán en los próximos años la explotación a gran escala y a un coste más razonable, de los crudos extrapesados que Venezuela posee en la Faja del Orinoco o de las arenas bituminosas canadienses, lo que aumentaría sustancialmente las reservas mundiales y alejaría en el tiempo el peak oil.

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13
Ago
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    [post_date_gmt] => 2007-08-13 08:57:25
    [post_content] => La pasada semana prometí escribir sobre mi impresión en torno a una cuestión que creo que es clave en el debate. Y como muchas veces sucede, suele olvidarse y dejarse a un lado. La cuestión es: la lucha contra el cambio climático ¿debe anteponerse a otros proyectos como la potenciación del libre comercio o la lucha contra el sida o la pobreza, entre otros?

Una respuesta impulsiva (sobre todo entre no economistas) sería la de no ver ninguna razón para que no se aborden todos estos importantes objetivos, que todos sean prioridades. Por desgracia, y de esto los economistas deberíamos saber algo, los recursos son escasos y es fundamental priorizar unos objetivos por delante de otros, por lo que hay que “mojarse” y determinar cuáles son los más importantes y apostar por ellos, en detrimento del resto. Cuando un gobierno destina recursos y capital humano a luchar contra el calentamiento deja de utilizarlos para cooperación internacional. No se puede hacer todo a la vez, y quizá el cambio climático no deba ser nuestra principal prioridad en el conjunto de los problemas mundiales … o quizá sí.



A los que, como Gore, consideran la cuestión del cambio climático como una obligación ética, la mera idea de comprobar si se trata de una prioridad real debe parecer algo herético. Pero a mí me parece razonable que nos lo cuestionemos. Sobre todo porque los alarmistas y los pronosticadores de hecatombes ecológicas mundiales suelen tener una característica común: una peculiar miopía a la hora de evaluar las posibilidades de la ciencia para hacer frente a los problemas planteados. Si recuerdan mi post de la pasada semana, comencé haciendo referencia al problema ecológico sin precedentes que a finales del XIX se creía que iba a suponer el crecimiento de las ciudades, debido a los residuos orgánicos de los caballos. Pues bien, los que pronosticaban grandes desgracias no fueron capaces de anticipar no ya los grandes avances científicos que se produjeron durante el siglo XX, sino que ni siquiera percibieron el papel que el automóvil podría tener para solventar el problema, y esta solución ya la tenían delante de las narices. Por esto especialmente importante que nos planteemos la priorización, porque en un problema que puede plantearse de aquí a 100 años (o más) tenemos grandes incertidumbres sobre el papel que el progreso científico y tecnológico puede tener en este horizonte.

Entonces la pregunta es: si tenemos que priorizar, utilizando información de los expertos y dejando a un lado el apasionamiento, ¿cuál sería el problema que debería abordarse en primer lugar? Permítanme que no sea yo quien de una respuesta (sería demasiado presuntuoso). Pero sí que puedo decirles que esta pregunta que planteo no es nueva, ya que en 2004 se les formuló en Dinamarca a un grupo de sabios de todo el mundo, que incluía varios premios Nobel. Fue el origen del Consenso de Copenhague. Para que tomasen una decisión sobre algo tan complejo se les reunió con expertos defensores de acciones para frenar el cambio climático, para que éstos aportasen sus argumentos (que incluían análisis coste – beneficio) a favor de priorizar este objetivo. Del mismo modo, expertos en otras materias (pobreza, barreras arancelarias, sida, malaria, etc., así hasta 17 grandes cuestiones) aportaron sus argumentos al grupo de sabios.

Una vez dispusieron de toda la información, debatieron y decidieron el orden de priorización de todos los objetivos planteados. ¿Cuál fue el resultado? La lucha contra el SIDA y la malaria se situaron al frente de la lista, seguidos por la erradicación de la pobreza y la malnutrición, las barreras arancelarias (que impiden a los países pobres comerciar y crear riqueza), el acceso al agua potable y la educación. ¿Y el cambio climático? En el último puesto de la lista. De acuerdo con la evidencia aportada, un dólar gastado en prevenir el SIDA daría como resultado 40 dólares de beneficios sociales, mientras que un dólar invertido en reducir el calentamiento global crearía beneficios sociales cifrados entre 2 y 25 centavos.

El experimento se repitió posteriormente con dos grupos, uno de 24 embajadores y otro compuesto por jóvenes de diferentes procedencias. Los resultados volvieron a ser virtualmente idénticos al de los sabios.

¿Quiero decir con esto que el cambio climático no es una cuestión importante? No. Lo que quiero resaltar es que la humanidad afronta muchos problemas importantes y que no debemos ser fundamentalistas del cambio climático. Y aquí coincido con Xavier Sala i Martín, que afirma que “una vez se comparan las urgencias y las necesidades, los costes y los beneficios, los pros y los contras, la lucha contra el cambio climático no es nuestra prioridad.”


    [post_title] => El cambio climático, ¿una prioridad?
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La pasada semana prometí escribir sobre mi impresión en torno a una cuestión que creo que es clave en el debate. Y como muchas veces sucede, suele olvidarse y dejarse a un lado. La cuestión es: la lucha contra el cambio climático ¿debe anteponerse a otros proyectos como la potenciación del libre comercio o la lucha contra el sida o la pobreza, entre otros?

Una respuesta impulsiva (sobre todo entre no economistas) sería la de no ver ninguna razón para que no se aborden todos estos importantes objetivos, que todos sean prioridades. Por desgracia, y de esto los economistas deberíamos saber algo, los recursos son escasos y es fundamental priorizar unos objetivos por delante de otros, por lo que hay que “mojarse” y determinar cuáles son los más importantes y apostar por ellos, en detrimento del resto. Cuando un gobierno destina recursos y capital humano a luchar contra el calentamiento deja de utilizarlos para cooperación internacional. No se puede hacer todo a la vez, y quizá el cambio climático no deba ser nuestra principal prioridad en el conjunto de los problemas mundiales … o quizá sí.

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8
Ago
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    [post_content] => A pesar de que los precios del petróleo se encuentran rondando sus máximos históricos, su  demanda sigue aumentando. Según el Statistical Review of World Energy 2007 publicado por BP, el consumo mundial de petróleo aumentó en 2006 en casi 650.000 barriles diarios (bb/dd), hasta alcanzar los 83,7 millones de  (bb/dd) de media. Esto supuso un incremento del 0,7% respecto a 2005, el más alto observado desde 2001.






Si desagregamos los datos por áreas geográficas, vemos que, en general, el consumo creció en Asia-Pacífico (1,3%), Latinoamérica (3%), África (2%), Oriente Medio (3,5%) y los países de la  antigua Unión Soviética (4,5%), y descendió en la mayoría de los países más industrializados de Occidente.
petroleo.JPG

China, que ya se ha convertido en el segundo mayor consumidor mundial, incrementó su demanda un 6,7% más,  lo que traducido a barriles supuso casi 500.000 (bb/dd) más. Por el contrario Estados Unidos, Japón y las principales economías europeas, salvo Alemania, redujeron su consumo en porcentajes que rondan el 1%. Por su parte, España consumió en 2006, 1.602.000 (bb/dd), lo que supone un 0,9% menos que en 2005 o 17.000 (bb/dd).

Está claro que el alto ritmo de crecimiento de la economía mundial, especialmente en los países emergentes, explica el fuerte incremento de la demanda mundial de crudo, a pesar de los altos precios que tuvo en 2006 (el barril de Brent, que es el petróleo de referencia en Europa, cotizó a una media de 65,14 $, un 20% más que en 2005).  Por otra parte, parece que esos mismos altos precios, son los que han motivado esa pequeña reducción del consumo en la mayoría de los países más desarrollados (en España no se reducía el consumo desde 1993, el año de la última crisis económica). Lo que me gustaría saber es si  las apuestas por una mayor eficiencia energética, también empiezan a surtir efecto. Y también me surge otra pregunta: ¿para cuanto tiempo queda petróleo? A esta última cuestión intentaré responder la semana que viene.

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A pesar de que los precios del petróleo se encuentran rondando sus máximos históricos, su demanda sigue aumentando. Según el Statistical Review of World Energy 2007 publicado por BP, el consumo mundial de petróleo aumentó en 2006 en casi 650.000 barriles diarios (bb/dd), hasta alcanzar los 83,7 millones de (bb/dd) de media. Esto supuso un incremento del 0,7% respecto a 2005, el más alto observado desde 2001.

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6
Ago
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    [post_content] => A finales del siglo XIX una catástrofe ecológica sin precedentes estaba en ciernes, según pronosticaban los principales profetas de la época. El desarrollo económico tenía como una de sus consecuencias el crecimiento urbano masivo y, puesto que el medio de transporte fundamental estaba ligado a los caballos, se planteaba el problema de qué hacer con la creciente e ingente acumulación de excrementos y estiércol. No se trataba sólo de un problema técnico de gestión de residuos. Lo que más preocupaba era la catástrofe sanitaria que se avecinaba: fiebres tifoideas y enfermedades respiratorias por doquier.

Hoy nadie se acuerda de estas predicciones catastrofistas. Pero como señala Xavier Sala i Martín, en unos esclarecedores artículos sobre el cambio climático publicados en La Vanguardia entre febrero y mayo de este año, los que permanecen son los augures de la desgracia, pero transformados. Uno de los mayores protagonistas de esta nueva corriente es Al Gore, que en su película “Una verdad incómoda” nos ilustra sobre cómo el calentamiento global del planeta va a elevar el nivel del mar siete metros provocando todo tipo de desgracias.

No había pensado escribir esta semana sobre el cambio climático en este blog de economía. Pero como veo que en los últimos días mis compañeros Javier y Rafael han elegido temas relacionados con este asunto, no he podido resistirme. Reconozco que el debate sobre el cambio climático me divierte. Cuando quiero reírme un rato, investigo cuáles han sido las últimas declaraciones de los integristas defensores de las actuaciones urgentes para frenar el cambio climático.



Del cambio climático habla mucha gente, cada uno con sus intereses. Intentaré ceñirme a las posturas científicas y dejar a un lado a los propagandistas. Hasta ahora el único punto sobre el que los científicos se han puesto de acuerdo en relación con esta materia es que la tierra se ha calentado (menos de un grado centígrado) en el último siglo. A partir de ahí, las opiniones están enfrentadas y el debate se enturbia. Creo que es un tema al que hay que aproximarse con gran prudencia, algo que no se está haciendo hoy día, así que a continuación voy a dejar simplemente unas pinceladas, a modo de argumentos, para combatir las posiciones de los fundamentalistas del cambio climático.

En primer lugar, qué dicen los científicos sobre el calentamiento global y la inevitable desaparición del hielo de la Antártida. Resulta curioso, pero según los científicos el calentamiento, en primer lugar, no es global y, en segundo lugar, no lo va a experimentar la Antártida. Un organismo tan poco sospechoso de estar al servicio de los “demonios” del cambio climático (petroleras, etc.), sino más bien lo contrario, como es el Grupo Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) de la ONU publicó un informe a principios de este año en el que se reafirmaban, entre otras, dos ideas: la primera, que las temperaturas en la Antártida no sólo no han subido, sino que han bajado (página 9) y, en segundo lugar, que se espera que su masa de hielo aumente durante el próximo siglo (página 13).

En la película de Al Gore se asegura que la ola de calor que provocó 34.000 muertos en Europa en 2003 es consecuencia del cambio climático, y se pronostican millones de muertos en los próximos años. Pues bien, nuevamente el IPCC afirma que el ejemplo europeo no está relacionado con el incremento de CO2. Y, por cierto, Sala i Martín hace un comentario muy fino en uno de sus artículos: “para ser intelectualmente honesto, a la cantidad de gente que se morirá por culpa del calor, Gore debería restar la gente que dejará de morir de enfermedades relacionas con el frío (hipotermias, gripes, enfermedades respiratorias y cardiovasculares relacionadas con las bajas temperaturas, etc). La película no explica que durante ese mismo 2003 catastrófico en que murieron 34.000 europeos por la ola de calor, también murieron 100.000 europeos de frío.”

No sé si soy un escéptico de los riesgos del cambio climático. Creo que todo depende de con qué lo comparemos. La pregunta que me hago y sobre la que escribiré el próximo lunes es si el cambio climático es el principal problema que afronta la humanidad, lo que justificaría destinar la mayor parte de nuestros esfuerzos y recursos a su solución, o si, por el contrario, otros problemas (la pobreza, el sida, etc.) son más acuciantes. Es una cuestión de prioridades y el gran mal que los profetas del cambio climático podrían estar provocando es desviar nuestra atención de aquello que es verdaderamente importante.


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A finales del siglo XIX una catástrofe ecológica sin precedentes estaba en ciernes, según pronosticaban los principales profetas de la época. El desarrollo económico tenía como una de sus consecuencias el crecimiento urbano masivo y, puesto que el medio de transporte fundamental estaba ligado a los caballos, se planteaba el problema de qué hacer con la creciente e ingente acumulación de excrementos y estiércol. No se trataba sólo de un problema técnico de gestión de residuos. Lo que más preocupaba era la catástrofe sanitaria que se avecinaba: fiebres tifoideas y enfermedades respiratorias por doquier.

Hoy nadie se acuerda de estas predicciones catastrofistas. Pero como señala Xavier Sala i Martín, en unos esclarecedores artículos sobre el cambio climático publicados en La Vanguardia entre febrero y mayo de este año, los que permanecen son los augures de la desgracia, pero transformados. Uno de los mayores protagonistas de esta nueva corriente es Al Gore, que en su película “Una verdad incómoda” nos ilustra sobre cómo el calentamiento global del planeta va a elevar el nivel del mar siete metros provocando todo tipo de desgracias.

No había pensado escribir esta semana sobre el cambio climático en este blog de economía. Pero como veo que en los últimos días mis compañeros Javier y Rafael han elegido temas relacionados con este asunto, no he podido resistirme. Reconozco que el debate sobre el cambio climático me divierte. Cuando quiero reírme un rato, investigo cuáles han sido las últimas declaraciones de los integristas defensores de las actuaciones urgentes para frenar el cambio climático.

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3
Ago
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    [post_content] => Hace unos días se publicó un nuevo estudio (otro más) en torno al impacto del cambio climático en la actividad empresarial. En esta ocasión KPMG y el GRI (Global Reporting Initiative) pretendían identificar las pautas de comunicación de las empresas más importantes sobre los riesgos y oportunidades de negocio que perciben como consecuencia del cambio climático. El informe, titulado “Reporting the Business Implications of Climate Change in Sustainability Reports” fue elaborado a partir del análisis de una muestra de informes anuales de sostenibilidad publicados por compañías que forman parte de la lista FT 500 del Financial Times y que siguen los principios de información del GRI. La lista incluye a empresas como HSBC Holdings Plc., el mayor banco Europeo por valor de mercado; Nomura Holdings Inc., el grupo de servicios financieros líder en Japón; o Microsoft Corp., la mayor compañía de software del planeta.

El estudio de KPMG y GRI concluye que tan sólo una quinta parte de las compañías estudiadas reporta (¿percibe?) algún riesgo en sus negocios derivado del calentamiento global. Una gran mayoría únicamente informa sobre sus oportunidades.


Sin duda, la mayor parte de los individuos que forman estas empresas comprende que se trata de un serio, potencialmente muy serio, problema medioambiental que afecta a todos cuantos habitamos en este planeta. Sin embargo, aparentemente, muy pocos directivos o empresarios están valorando las implicaciones del cambio climático en sus propios negocios. Numerosas razones podrían justificar esta aparente falta de atención empresarial sobre el problema. Existe aún una notable incertidumbre científica sobre las consecuencias del cambio climático, y los políticos y economistas aún debaten los costes y beneficios de tomar determinadas decisiones en este campo. Por otra parte, cualquier intento de solución requiere una acción coordinada de numerosas naciones, lo que implica complicados y lentos procesos de negociación a nivel internacional. Sin embargo, los directivos no deben interpretar la falta de decisión política como una señal de que el problema puede ser ignorado. Tanto el impacto de una atmósfera incierta como las propias medidas para minimizar ese impacto pueden afectar potencialmente al modo de hacer negocios en prácticamente cualquier sector económico. Así, para algunas industrias el cambio climático puede representar una amenaza a su rentabilidad e incluso a su propia supervivencia. Sin duda para otras puede abrir numerosas oportunidades de mercado.

Las implicaciones de este problema para los negocios provienen de dos fuentes. La primera y más directa, es el daño causado a industrias que dependen de un clima estable y predecible, como por ejemplo la agricultura, el turismo o el sector asegurador. Los gestores de estas industrias deberían valorar cuidadosamente las implicaciones sobre sus resultados de una mayor variabilidad en los patrones climáticos, así como considerar el posible traslado de su actividad a otra zona. La otra fuente de impactos proviene las acciones emprendidas por los gobiernos, a nivel nacional e internacional, para prevenir o reducir el cambio climático. Obviamente, el sector energético es el que más directamente se ve afectado por la política climática, pero sus repercusiones se extenderán progresivamente a todos los negocios intensivos en el uso de energía, principalmente la manufactura.

El sector agrícola español depende de las favorables condiciones del clima mediterráneo para alcanzar sus buenos resultados en la producción de vino, oliva o cítricos. Sin embargo, el cambio climático puede afectar dramáticamente al delicado balance entre el soleado verano y las escasas lluvias de invierno. Los períodos de sequía en años recientes han sido claramente costosos para nuestra agricultura y pueden ser presagio de futuras pérdidas. Del mismo modo, la industria española del turismo tiene motivos para sentirse preocupada. Los inviernos secos y poco fríos pueden devastar el sector de los deportes de invierno, por ejemplo. Las últimas temporadas de esquí han sido más cortas, o incluso han desaparecido, debido a la falta de nieve en las estaciones. El turismo costero puede igualmente verse afectado si el nivel del mar continúa creciendo y haciendo retroceder las líneas de playa. Algunos expertos estiman que en 50 años el crecimiento del nivel del mar y la erosión podrían llegar a eliminar gran parte de las playas a lo largo del litoral mediterráneo español. Imaginemos, en un caso extremo, las consecuencias para el sector turístico español si el calentamiento global provocara un clima mediterráneo en las playas de Gran Bretaña y convirtiera la Costa del Sol en el Sahara. Un clima más errático también amenaza al sector asegurador. Las diferentes catástrofes climatológicas acaecidas durante el año 2005 costaron a la economía mundial cerca de 255.000 millones de dólares, un importe cercano al PIB danés. Buena parte de este importe fue soportado por las compañías de seguros.

Mientras que la agricultura, el turismo, los seguros y otros sectores pueden verse dañados por el cambio climático, los negocios intensivos en el uso de energía pueden verse afectados por los esfuerzos por prevenir el problema. Numerosas compañías petroleras, así como la mayor parte de naciones pertenecientes a la OPEP, son plenamente conscientes de los efectos negativos que pueden tener sobre sus ingresos los esfuerzos internacionales por controlar el cambio climático. Las restricciones derivadas del Protocolo de Kioto se deberían traducir de modo directo en un menor uso mundial de combustibles fósiles como el carbón y el petróleo, y en pérdidas económicas para compañías como Exxon y Shell. Los científicos estiman que para estabilizar la atmósfera terrestre sería necesaria una reducción del 60% en la producción de CO2. Una reducción en el uso de combustibles fósiles de esta magnitud implicaría cambios profundos en prácticamente todos los sectores de la economía mundial, desde el transporte hasta la construcción.

Frente a la amenaza que suponen para gran parte de las compañías petroleras, las medidas para la reducción de la producción mundial de CO2 pueden generar enormes oportunidades de negocio para nuevas empresas que propongan fuentes alternativas a los combustibles fósiles. Los negocios y la sociedad continuarán consumiendo energía, pero deberemos encontrar otras vías para generarla más limpiamente y para consumirla de modo más eficiente. De modo evidente, las energías renovables están llamadas a incrementar su importancia en los mercados energéticos en las próximas décadas. De igual modo, las tecnologías de la información e Internet permitirán incrementar la eficiencia en el uso de la energía, asegurando que la cantidad adecuada de energía sea servida en el lugar y momento adecuados. La futura industria energética será probablemente tan dinámica y rentable como lo son hoy día las industrias de alta tecnología.

En conclusión, aunque todos los directivos y empresarios pueden beneficiarse de una evaluación cuidadosa sobre los impactos del cambio climático en sus negocios, se trata de un ejercicio complejo, debido a las numerosas interrelaciones entre los sectores productivos. A pesar la complejidad de este análisis, evaluar los diferentes escenarios de esta problemática permitiría a los directivos y empresarios diseñar estrategias que asegurarán no sólo la supervivencia de sus negocios, sino incluso la prosperidad de los mismos en una economía post-combustible fósil.

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Hace unos días se publicó un nuevo estudio (otro más) en torno al impacto del cambio climático en la actividad empresarial. En esta ocasión KPMG y el GRI (Global Reporting Initiative) pretendían identificar las pautas de comunicación de las empresas más importantes sobre los riesgos y oportunidades de negocio que perciben como consecuencia del cambio climático. El informe, titulado “Reporting the Business Implications of Climate Change in Sustainability Reports” fue elaborado a partir del análisis de una muestra de informes anuales de sostenibilidad publicados por compañías que forman parte de la lista FT 500 del Financial Times y que siguen los principios de información del GRI. La lista incluye a empresas como HSBC Holdings Plc., el mayor banco Europeo por valor de mercado; Nomura Holdings Inc., el grupo de servicios financieros líder en Japón; o Microsoft Corp., la mayor compañía de software del planeta.

El estudio de KPMG y GRI concluye que tan sólo una quinta parte de las compañías estudiadas reporta (¿percibe?) algún riesgo en sus negocios derivado del calentamiento global. Una gran mayoría únicamente informa sobre sus oportunidades.

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