Entradas Etiquetadas con ‘política monetaria no convencional’

20
Ene

BCE: claves para evitar la decepción

Escrito el 20 enero 2015 por Antonio Zamora en Política Monetaria, Unión Europea

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    [post_content] => El próximo jueves puede pasar a la historia como la fecha en que el BCE siguió la senda de la Fed, el Banco de Inglaterra y el Banco de Japón con el anuncio de un programa amplio de compra de títulos de deuda pública, un programa QE (quantitative easing). Una economía de la zona euro estancada con una tasa de inflación negativa y tipos de interés por debajo de cero es el contexto que ha hecho posible que lo que hasta hace poco tiempo resultaba un improbable último recurso de dudosa eficacia vaya a convertirse en la principal herramienta de la política monetaria.  ¿Funcionará? Puesto que el impacto económico directo será previsiblemente pequeño, es clave que el impacto sobre los mercados sea duradero: efectos de cartera y riqueza y, sobre todo, impacto depreciador sobre el euro. Para ello el BCE debe avitar decepcionar el jueves.

La posibilidad de que el QE del BCE decepcione a los mercados es muy real por al menos dos razones: 1) el mercado ha descontado ya en gran medida un QE europeo; y 2) la falta de unanimidad en el Consejo de Gobierno amenaza con descafeinar el resultado. Lo razonable es pensar que la mayoría del Consejo de Gobierno partidaria del QE es también consciente de la importancia de no decepcionar, de manera que como mínimo lo que se ofrezca estará a la altura de las expectativas. Y, desde luego, la probabilidad  de que el jueves no se anuncie un programa QE resulta extremadamente baja; sería una especie de suicidio político.

Hay al menos cuatro parámetros que determinarán que el QE anunciado decepcione o no:

1)      Tamaño: Es el más importante. Según informaciones de prensa recientes, el BCE habría estudiado propuestas por valor de 500.000 M EUR. Esta información provocó decepción en el mercado, lo que sugiere que el plan que se anuncie deberá generar expectativas por encima de esa cantidad helicopteero draghipara no defraudar. Hay que tener en cuenta que muy probablemente se necesiten compras de más de 700.000 M EUR para alcanzar el objetivo de ampliación de su balance en 1 B EUR hasta el nivel de 3 B EUR explícitamente ambicionado por el BCE. Una alternativa favorable sería no fijar el máximo del programa, ligando su continuidad a la recuperación del crecimiento y la inflación. De este modo, un objetivo de 500.000 M EUR en 2015 (o compras de títulos mensuales por valor de más de 40.000 M EUR) sería compatible con compras de más de 700.000 M EUR en menos de dos años.

2)      Distribución de las compras: Esas mismas informaciones señalaban la posibilidad de que se comprasen sólo bonos AAA (Alemania y Finlandia) o por encima de BBB- (excluye a Grecia, Chipre y Portugal), pero lo más probable, por legal y efectivo, es que las compras se correspondan con el peso de cada país en el capital de BCE (ponderaciones similares al PIB).

3)      Grado de mutualización del riesgo: El Bundesbank parece haber propuesto que cada banco central nacional asuma el riesgo de de las compras de títulos de su país y la referencia filtrada es que el BCE compre un 30% del total y los bancos centrales nacionales el 70% restante. Ese 30% es ahora la referencia del mercado y cualquier proporción superior sería probablemente bienvenida. Una alternativa que sería vista con muy buenos ojos es que las compras nacionales (el riesgo queda situado en el estado comprador) se limitasen a los bonos con riesgo por debajo del grado de inversión (Grecia y Chipre).

4)      Seniority de las compras: como en el caso del programa OMT, el BCE tenderá a no ser demasiado explícito respecto al previsible rango superior de sus tenencias de deuda (seniority) respecto al resto del mercado, pero cualquier alusión directa a la ausencia de esa seniority sería sin duda bienvenida.

Mi expectativa es que el BCE ofrezca un programa de compras que explícita o implícitamente sugiera un importe total de más de 700.000 M EUR (o la alternativa de una economía reactivada antes), distribuido según el peso económico de cada país, con un porcentaje de compras del BCE superior al 30% (mejor si supera el 50%) y que no declare la seniority de las tenencias del banco central. Eso debería ser suficiente para evitar la decepción, consolidar las recientes tendencias de mercado y permitir en próximas semanas rebajas adicionales en el coste relativo de la deuda pública, nuevos avances en la renta variable y un euro aún más débil.
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El próximo jueves puede pasar a la historia como la fecha en que el BCE siguió la senda de la Fed, el Banco de Inglaterra y el Banco de Japón con el anuncio de un programa amplio de compra de títulos de deuda pública, un programa QE (quantitative easing). Una economía de la zona euro estancada con una tasa de inflación negativa y tipos de interés por debajo de cero es el contexto que ha hecho posible que lo que hasta hace poco tiempo resultaba un improbable último recurso de dudosa eficacia vaya a convertirse en la principal herramienta de la política monetaria.  ¿Funcionará? Puesto que el impacto económico directo será previsiblemente pequeño, es clave que el impacto sobre los mercados sea duradero: efectos de cartera y riqueza y, sobre todo, impacto depreciador sobre el euro. Para ello el BCE debe avitar decepcionar el jueves.

La posibilidad de que el QE del BCE decepcione a los mercados es muy real por al menos dos razones: 1) el mercado ha descontado ya en gran medida un QE europeo; y 2) la falta de unanimidad en el Consejo de Gobierno amenaza con descafeinar el resultado. Lo razonable es pensar que la mayoría del Consejo de Gobierno partidaria del QE es también consciente de la importancia de no decepcionar, de manera que como mínimo lo que se ofrezca estará a la altura de las expectativas. Y, desde luego, la probabilidad  de que el jueves no se anuncie un programa QE resulta extremadamente baja; sería una especie de suicidio político.

Hay al menos cuatro parámetros que determinarán que el QE anunciado decepcione o no:

1)      Tamaño: Es el más importante. Según informaciones de prensa recientes, el BCE habría estudiado propuestas por valor de 500.000 M EUR. Esta información provocó decepción en el mercado, lo que sugiere que el plan que se anuncie deberá generar expectativas por encima de esa cantidad helicopteero draghipara no defraudar. Hay que tener en cuenta que muy probablemente se necesiten compras de más de 700.000 M EUR para alcanzar el objetivo de ampliación de su balance en 1 B EUR hasta el nivel de 3 B EUR explícitamente ambicionado por el BCE. Una alternativa favorable sería no fijar el máximo del programa, ligando su continuidad a la recuperación del crecimiento y la inflación. De este modo, un objetivo de 500.000 M EUR en 2015 (o compras de títulos mensuales por valor de más de 40.000 M EUR) sería compatible con compras de más de 700.000 M EUR en menos de dos años.

2)      Distribución de las compras: Esas mismas informaciones señalaban la posibilidad de que se comprasen sólo bonos AAA (Alemania y Finlandia) o por encima de BBB- (excluye a Grecia, Chipre y Portugal), pero lo más probable, por legal y efectivo, es que las compras se correspondan con el peso de cada país en el capital de BCE (ponderaciones similares al PIB).

3)      Grado de mutualización del riesgo: El Bundesbank parece haber propuesto que cada banco central nacional asuma el riesgo de de las compras de títulos de su país y la referencia filtrada es que el BCE compre un 30% del total y los bancos centrales nacionales el 70% restante. Ese 30% es ahora la referencia del mercado y cualquier proporción superior sería probablemente bienvenida. Una alternativa que sería vista con muy buenos ojos es que las compras nacionales (el riesgo queda situado en el estado comprador) se limitasen a los bonos con riesgo por debajo del grado de inversión (Grecia y Chipre).

4)      Seniority de las compras: como en el caso del programa OMT, el BCE tenderá a no ser demasiado explícito respecto al previsible rango superior de sus tenencias de deuda (seniority) respecto al resto del mercado, pero cualquier alusión directa a la ausencia de esa seniority sería sin duda bienvenida.

Mi expectativa es que el BCE ofrezca un programa de compras que explícita o implícitamente sugiera un importe total de más de 700.000 M EUR (o la alternativa de una economía reactivada antes), distribuido según el peso económico de cada país, con un porcentaje de compras del BCE superior al 30% (mejor si supera el 50%) y que no declare la seniority de las tenencias del banco central. Eso debería ser suficiente para evitar la decepción, consolidar las recientes tendencias de mercado y permitir en próximas semanas rebajas adicionales en el coste relativo de la deuda pública, nuevos avances en la renta variable y un euro aún más débil.

13
Oct

Política monetaria en EEUU: ¿y ahora qué?

Escrito el 13 octubre 2010 por José Ramón Diez Guijarro en Política Monetaria

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    [post_content] => Ayer se publicaron las actas de la última reunión de la FED y los comentarios más destacados fueron que los moderados ritmos de crecimiento actuales son insuficientes para reducir el desempleo de forma satisfactoria, mientras que la inflación se sitúa por debajo de lo que la FED considera consistente con su doble mandato de máximo empleo y estabilidad de precios. El problema es que con los tipos de interés cercanos a cero, cualquier caída adicional de los precios incrementaría los tipos de interés reales, lo que tendría efectos negativos sobre la demanda doméstica.

US-FederalReserveSystem-Seal.svg

Bernanke se ha referido en sus últimos discursos a tres herramientas o estrategias de política monetaria que la FED podría utilizar para generar un estímulo adicional a la economía. Se trata de:

 1) Nuevas compras de activos a largo plazo. En relación a esta estrategia, que ya ha sido puesta en práctica, Bernanke señala que la evidencia apunta a que fue efectiva en reducir los costes de endeudamiento en ciertos mercados de crédito, así como en contribuir a la estabilización y posterior recuperación de la economía en la primavera de 2009. Por ello confía en que nuevas compras puedan ayudar a una relajación adicional de las condiciones financieras. No obstante, también apunta que hay que sopesar los riesgos y costes de esta decisión, como el importante aumento del tamaño del balance de la Fed que esta estrategia conlleva, que puede reducir la confianza de los agentes en su capacidad de no generar tensiones inflacionistas cuando llegue el momento de abandonar una política monetaria tan acomodaticia.

2) Recortar el tipo de interés al que se retribuye el exceso de reservas que las entidades bancarias mantienen en el Sistema de la Reserva Federal. Actualmente, estas reservas se retribuyen al 0,25% y Bernanke plantea rebajarlo unos 10 pb o, incluso, situarlo en el 0%. La ventaja teórica de esta medida es que puede estimular a los bancos a prestar más o a que sean más activos en los mercados monetarios, lo que ayudaría a una reducción de los tipos de interés de corto plazo y, posiblemente, a una expansión de los agregados monetarios y crediticios. No obstante, cabe la posibilidad de que esta medida, en las circunstancias actuales, tenga un reducido efecto sobre los tipos a corto plazo y aún menor sobre los tipos a largo plazo. Incluso, señala, podría tener efectos indeseados sobre los mercados monetarios en el sentido de hacerlos menos líquidos ya que, con tipos de interés tan bajos, muchos participantes y creadores de mercado podrían retirarse.

 3) Elevar sus objetivos de inflación a medio plazo. Esta medida ha sido propuesta por numerosos economistas, pero no es vista con buenos ojos en la Fed puesto que, en su opinión, sólo tendría sentido tras un periodo prolongado de deflación.

Probablemente, la semana que viene la FED anunciará que va a ampliar las compras de títulos en alrededor de 500.000 millones de dólares. Por tanto,  la Fed sigue mostrándose más proclive a seguir aplicando medidas no convencionales, en caso de que fuera necesario, mientras que el BCE parece optar por una estrategia menos heterodoxa, en muchas ocasiones difícil de entender. El resultado final puede ser un euro mucho más apreciado de lo que sería aconsejable teniendo en cuenta la situación económica en Europa. Parece que en medio de la “guerra de divisas” el único banco central al que no la preocupa la fortaleza de su divisa es el nuestro.
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Ayer se publicaron las actas de la última reunión de la FED y los comentarios más destacados fueron que los moderados ritmos de crecimiento actuales son insuficientes para reducir el desempleo de forma satisfactoria, mientras que la inflación se sitúa por debajo de lo que la FED considera consistente con su doble mandato de máximo empleo y estabilidad de precios. El problema es que con los tipos de interés cercanos a cero, cualquier caída adicional de los precios incrementaría los tipos de interés reales, lo que tendría efectos negativos sobre la demanda doméstica.

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21
Mar
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    [post_content] => Comentaba Antonio Zamora, en este blog, que la Reserva Federal (Fed) tras su reunión de política monetaria  del 16 de marzo había decidido  mantener el tipo de interés de referencia en “niveles excepcionalmente bajos durante un período de tiempo prolongado”, lo que desde la propia Fed ha llegado a sugerirse que significa un período de unos seis meses. Por tanto, los tipos de interés oficiales (aquellos a los que los bancos centrales prestan dinero al sistema bancario) seguirán en mínimos históricos.

Esta situación de política monetaria superlaxa ha sido la respuesta de la Fed y de casi todos los bancos centrales del mundo a una crisis sin parangón desde la Gran Depresión de los años treinta.  Una política que ha consistido en masivas inyecciones de liquidez y que han supuesto una gigantesca expansión de los balances de los bancos centrales (incrementos de base monetaria), especialmente en el caso de los Estados Unidos y del Reino Unido. Todo ello ha contribuido a evitar un escenario deflacionista y a sentar las bases de la recuperación; pero una expansión monetaria de tal magnitud, de mantenerse a medio plazo, generaría fuertes presiones inflacionistas. Para evitar que ello acabe ocurriendo, es necesario plantearse la normalización de la política monetaria, es decir, una estrategia de salida.

Los aumentos de la base monetaria

Estados Unidos ha sido el país, junto al Reino Unido, donde la expansión monetaria ha sido más agresiva. Desde finales de 2007, el tamaño del balance de la Reserva Federal (Fed) se ha multiplicado por 2,5, un aumento similar se ha producido en el balance del Banco de Inglaterra. En cambio, el BCE, aumentó su balance en un 40%. De ese modo, los activos de la Fed alcanzaron en febrero de 2010 los 2,25 billones (europeos) de dólares, equivalentes al 15,5% del PIB americano. La contrapartida a dichos activos, es decir, el pasivo, está constituido, mayoritariamente, por la base monetaria –la suma de  los billetes y monedas en manos del público y las reservas legales (activos de caja) de los bancos comerciales–. Cuando el banco central presta a los bancos comerciales o adquiere títulos en el mercado, lo hace poniendo en marcha la máquina creadora de dinero.

La expansión del balance de la Fed ha sido el resultado de dos tipos de medidas. Por un lado, en su papel de prestamista de última instancia, el banco central (Fed) instauró una serie de programas con el objetivo de dar cualquier cantidad de liquidez a los bancos y por otro la Fed ha engordado su balance mediante lo que se ha denominado una estrategia de expansión cuantitativa: la compra de deuda pública y titulizaciones hipotecarias en el mercado. Con esta estrategia, unida a la reducción de los tipos oficiales a corto plazo (0,25%), el banco central pretendía inyectar liquidez al conjunto de la economía y reducir con ello los tipos de interés a largo plazo.

El peligro de la inflación

Consciente de que la expansión monetaria resultante de todas estas intervenciones constituye la posible semilla de un rebrote inflacionista, Ben Bernanke aprovechó su reciente comparecencia ante la Cámara de Representantes para perfilar una estrategia de salida para la Fed. Dejó claro que el banco central tiene a su disposición una variedad suficiente de herramientas para evitar que el excepcional aumento de la base monetaria acabe provocando una expansión excesiva del crédito y del dinero (también llamados agregados monetarios  o M) que prenda la mecha de la inflación.

¿Cuál será la estrategia de salda?

En primer lugar, puede aumentar el tipo de interés de intervención. Ello reduciría la base monetaria, reduciría la cantidad de dinero y presionaría al alza los tipos de interés del conjunto de la economía y, consecuentemente, desincentivaría la demanda de crédito. Otro instrumento consiste en reducir la base monetaria a través de las operaciones de mercado abierto, es decir, drenando liquidez mediante la venta de los títulos que forman parte de su balance y que se encuentran en la partida denominada cartera de valores. Bernanke dio pistas sobre la probable secuencia de pasos a tomar en los próximos meses aunque no concretó los plazos.

Primero, finalizar ya los programas de compras de activos, de tal manera que el balance dejaría de crecer en este mes de marzo.

Segundo, alertar de una subida de tipos. Un aviso que todavía no se ha producido y que se espera para este mes de junio.

Tercero, comenzar –muy suavemente– el ajuste al alza de los tipos de interés (hacia finales de año).

Y cuarto, hacia la segunda mitad de 2011, cuando se espera que la economía ya marche a velocidad de crucero, la Fed podría iniciar la venta directa de los activos que tiene en su balance (en la cartera de valores).

Esta estrategia de salida está perfilada pero no exenta de riesgos. En primer lugar, está por ver si el sistema financiero se encuentra suficientemente saneado para sobrellevar la normalización monetaria, es decir, el aumento de coste del pasivo. Además, existe un cierto temor acerca del aumento de los tipos de interés de la economía provocado por el fin de la compra de valores, por parte de la Fed y posteriormente por la venta de los títulos que tiene en su cartera. Un aumento de tipos que puede provocar mayores costes financieros para las empresas y mayores costes hipotecarios para las familias. Otro posible riesgo proviene del mercado de deuda pública, donde una venta de títulos puede provocar una pérdida de confianza por parte de los inversores lo que conllevaría a un repunte de los tipos a largo plazo. Ello enfriaría la recuperación y podría obligar a la Fed a retrasar sus planes de normalización. Un retraso haría más probable que aumentasen las expectativas de inflación.

¿Debería la Fed preocuparse por la inflación?

Fuente: Enric Fernández. "Política monetaria: operación retorno". La Caixa.
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Comentaba Antonio Zamora, en este blog, que la Reserva Federal (Fed) tras su reunión de política monetaria  del 16 de marzo había decidido  mantener el tipo de interés de referencia en “niveles excepcionalmente bajos durante un período de tiempo prolongado”, lo que desde la propia Fed ha llegado a sugerirse que significa un período de unos seis meses. Por tanto, los tipos de interés oficiales (aquellos a los que los bancos centrales prestan dinero al sistema bancario) seguirán en mínimos históricos.

Esta situación de política monetaria superlaxa ha sido la respuesta de la Fed y de casi todos los bancos centrales del mundo a una crisis sin parangón desde la Gran Depresión de los años treinta.  Una política que ha consistido en masivas inyecciones de liquidez y que han supuesto una gigantesca expansión de los balances de los bancos centrales (incrementos de base monetaria), especialmente en el caso de los Estados Unidos y del Reino Unido. Todo ello ha contribuido a evitar un escenario deflacionista y a sentar las bases de la recuperación; pero una expansión monetaria de tal magnitud, de mantenerse a medio plazo, generaría fuertes presiones inflacionistas. Para evitar que ello acabe ocurriendo, es necesario plantearse la normalización de la política monetaria, es decir, una estrategia de salida. Seguir leyendo…

13
Nov
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Después de la crisis financiera mundial que comenzó en 2007, los Gobiernos de muchos países tuvieron que rescatar algunas de sus entidades y los bancos centrales empezaron a apostar por políticas heterodoxas (política monetaria no convencional) para salir de la crisis. Las políticas monetarias heterodoxas son medidas extraordinarias que aumentan y, por tanto, abaratan la financiación para los bancos, familias y empresas no financieras.  A continuación vamos a examinar las políticas monetarias heterodoxas del Banco Central Europeo, para explicar, otro día y en otro post, las estrategias de salida y sus posibles consecuencias. 

POLÍTICAS MONETARIAS HETERODOXAS DEL BCE

A partir de mayo de 2009, el Banco Central Europeo (BCE)  empezó a aplicar  políticas diferentes a las aplicadas entre 1999 (fecha de creación del BCE) y 2007 para dinamizar la economía eurozónica en situaciones normales. Por otro lado, debemos advertir que la clasificación de una decisión de política monetaria como heterodoxa o convencional depende de la percepción o del capricho del economista, político o analista de turno. Algunas medidas de política monetaria heterodoxa son: 

1)     Tipos de interés del BCE “superbajos”. Los bancos de la Eurozona pidieron prestado, a un tipo de interés del 1%, más 442.000 millones de euros  entre 2008 y 2009 al BCE, quien les proporcionó una liquidez ilimitada con períodos de devolución que iban desde una semana hasta los seis meses. Posteriormente el BCE amplió el vencimiento de las operaciones hasta un año con el fin de dar a los bancos más financiación a largo plazo para aumentar así las posibilidades de que concediesen más créditos.

2)     En medio de una crisis en la que parecía escasear el dinero, el BCE aceptó temporalmente como garantía de dichos créditos activos menos líquidos y de menos calidad.

3)     Las entidades necesitaban dólares para financiar los activos que tenían denominados en esa moneda. Entonces, el BCE les proporcionó cientos de millones de dólares. Lo heterodoxo en este caso no fue ofrecer liquidez sino hacerlo en una moneda extranjera.

4)     Operaciones de mercado abierto (“open market operations”) también llamadas facilidades cuantitativas (“quantitative easing”), consisten en imprimir dinero y comprar con él activos, como pueden ser cédulas hipotecarias, deuda pública o bonos de las empresas. El objetivo de esta medida es aumentar la base monetaria y con ello la oferta monetaria evitando, en alguna medida, la intermediación bancaria.

Aunque es probable que, como sostienen muchos expertos, que el BCE hiciera menos que otros bancos centrales para que su economía saliese de la crisis, también es cierto que el esfuerzo fue mayúsculo. Llegó a ampliar la Base Monetaria (el pasivo de su balance) en más de un 46 por ciento. 

También es cierto que estas políticas fueron y son el último recurso que le quedaba al BCE para combatir la crisis mundial que comenzó en 2007. Su finalidad, dinamizar la economía y los mercados del crédito para reforzar el consumo, parecía completamente razonable en aquel momento. 

Sin embargo, hay dudas sobre su eficacia y sus consecuencias negativas. En primer lugar, no existen criterios objetivos adecuados que permitan una evaluación del impacto de las medidas heterodoxas. Por otro lado, su éxito parece tan peligroso como su fracaso: ¿Y si el sistema acaba dependiendo de unas políticas anormales para funcionar con normalidad?

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Después de la crisis financiera mundial que comenzó en 2007, los Gobiernos de muchos países tuvieron que rescatar algunas de sus entidades y los bancos centrales empezaron a apostar por políticas heterodoxas (política monetaria no convencional) para salir de la crisis. Las políticas monetarias heterodoxas son medidas extraordinarias que aumentan y, por tanto, abaratan la financiación para los bancos, familias y empresas no financieras.  A continuación vamos a examinar las políticas monetarias heterodoxas del Banco Central Europeo, para explicar, otro día y en otro post, las estrategias de salida y sus posibles consecuencias. Seguir leyendo…

3
Abr

El BCE se modera aún más

Escrito el 3 abril 2009 por Antonio Zamora en Política Monetaria

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    [post_content] => El mismo día en que los países reunidos en el G-20 anunciaban a bombo y platillo unos acuerdos que, al menos en apariencia, significaban una sustancial inyección de fondos a una economía global que se encamina a la mayor recesión desde la Gran Depresión, el BCE despachaba su reunión de política monetaria con la decisión de rebajar su tipo de intervención en 25 exiguos puntos básicos, para situarlo en el 1,25%. Si bien empieza a ser ya una costumbre que en esta crisis el BCE destaque por su parsimonia, no deja de ser llamativo un movimiento tan modesto cuando los bancos centrales de nuestro entorno ya han agotado su margen de recortes, el sistema financiero está aún lejos de su recuperación y las previsiones económicas y de inflación no dejan de revisarse a la baja. Las más recientes, las de la OCDE, anticipan una contracción del crecimiento en la Zona Euro este año del 4,1% y del 0,3% en 2010, con una tasa de inflación -que en España ya es negativa- del 0,6% y del 0,7%. ¿Tiene explicación la "cicatería" del BCE?

 

Como casi todo (lo no importante) en la vida, la tiene. El BCE ya es bastante consciente de la necesidad de "hacer más" para enfrentarse a los crecientes riesgos deflacionistas, de emplear todas las armas a su alcance. El problema es que las armas más poderosas no están listas aún y en cierto modo se ve forzado a prolongar la vida de las gastadas herramientas tradicionales de los tipos de interés. Se trata de las medidas monetarias no convencionales, también conocidas como de expansión cuantitativa. Otros bancos centrales importantes, como la Reserva Federal, el Banco de Inglaterra o el Banco de Japón ya las han puesto en marcha hace algún tiempo. Y es que, cuando los tipos de interés llegan a su suelo y pierden definitivamente su capacidad de estimular a la economía, los bancos centrales tienen que recurrir a la inyección de liquidez al sistema a través de nuevas medidas, como la compra directa de títulos de deuda pública y privada. Esas compras, además de aumentar la liquidez del sistema, contribuyen a dinamizar los mercados de financiación y presionan a la baja a los tipos de interés a largo plazo (las rentabilidades de los títulos comprados).

 

Hay al menos tres razones para que el BCE no tenga aún sus nuevas armas a punto. La primera es que quizás ha pensado en ellas demasiado tarde, del mismo modo que tardó en asumir del todo el alcance de la crisis. La segunda razón es un cierto exceso de cautela ante la posibilidad de incurrir en riesgos inflacionistas o de adquirir activos poco fiables. Y la tercera, finalmente, tiene que ver con el carácter multinacional de la institución, circunstancia que en general ralentiza la toma de decisiones y que, en este caso, plantea el problema de qué títulos y de qué nacionalidades comprar. También podríamos añadir que, al estar la economía europea especialmente "bancarizada", el impacto previsible de la compra de títulos privados sobre la financiación es menor que en EEUU. Y, por acabar de ser indulgentes, también habría que señalar que los tipos del mercado interbancario del euro se sitúan, desde el tipo a tres meses en adelante, en niveles similares o inferiores a los del dólar y que el tipo a un día -merced a una facilidad de depósito que se sitúa desde noviembre 100 pb por debajo del tipo de intervención- se aproxima al 0,5%.

 

El BCE -por boca de su presidente- dejó ayer al menos claro que en su reunión de mayo expondrán definitivamente sus intenciones respecto a las medidas convencionales y que no han llegado al suelo de los tipos de interés. Es, en consecuencia, muy probable que en ese momento anuncien un nuevo recorte de tipos hasta el 1% y dos medidas novedosas de expansión de la liquidez: su voluntad de aumentar los plazos de su financiación al sistema financiero (quizás a un año) y su intención de adquirir bonos corporativos de calidad. La compra de deuda pública, algo más delicada en términos políticos, podrá quizás esperar a una decisión posterior. Lo importante es que el BCE habrá empezado a desplegar también su arsenal más contundente.
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El mismo día en que los países reunidos en el G-20 anunciaban a bombo y platillo unos acuerdos que, al menos en apariencia, significaban una sustancial inyección de fondos a una economía global que se encamina a la mayor recesión desde la Gran Depresión, el BCE despachaba su reunión de política monetaria con la decisión de rebajar su tipo de intervención en 25 exiguos puntos básicos, para situarlo en el 1,25%. Si bien empieza a ser ya una costumbre que en esta crisis el BCE destaque por su parsimonia, no deja de ser llamativo un movimiento tan modesto cuando los bancos centrales de nuestro entorno ya han agotado su margen de recortes, el sistema financiero está aún lejos de su recuperación y las previsiones económicas y de inflación no dejan de revisarse a la baja. Las más recientes, las de la OCDE, anticipan una contracción del crecimiento en la Zona Euro este año del 4,1% y del 0,3% en 2010, con una tasa de inflación -que en España ya es negativa- del 0,6% y del 0,7%. ¿Tiene explicación la «cicatería» del BCE?

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