El próximo jueves puede pasar a la historia como la fecha en que el BCE siguió la senda de la Fed, el Banco de Inglaterra y el Banco de Japón con el anuncio de un programa amplio de compra de títulos de deuda pública, un programa QE (quantitative easing). Una economía de la zona euro estancada con una tasa de inflación negativa y tipos de interés por debajo de cero es el contexto que ha hecho posible que lo que hasta hace poco tiempo resultaba un improbable último recurso de dudosa eficacia vaya a convertirse en la principal herramienta de la política monetaria. ¿Funcionará? Puesto que el impacto económico directo será previsiblemente pequeño, es clave que el impacto sobre los mercados sea duradero: efectos de cartera y riqueza y, sobre todo, impacto depreciador sobre el euro. Para ello el BCE debe avitar decepcionar el jueves.
La posibilidad de que el QE del BCE decepcione a los mercados es muy real por al menos dos razones: 1) el mercado ha descontado ya en gran medida un QE europeo; y 2) la falta de unanimidad en el Consejo de Gobierno amenaza con descafeinar el resultado. Lo razonable es pensar que la mayoría del Consejo de Gobierno partidaria del QE es también consciente de la importancia de no decepcionar, de manera que como mínimo lo que se ofrezca estará a la altura de las expectativas. Y, desde luego, la probabilidad de que el jueves no se anuncie un programa QE resulta extremadamente baja; sería una especie de suicidio político.
Hay al menos cuatro parámetros que determinarán que el QE anunciado decepcione o no:
1) Tamaño: Es el más importante. Según informaciones de prensa recientes, el BCE habría estudiado propuestas por valor de 500.000 M EUR. Esta información provocó decepción en el mercado, lo que sugiere que el plan que se anuncie deberá generar expectativas por encima de esa cantidad para no defraudar. Hay que tener en cuenta que muy probablemente se necesiten compras de más de 700.000 M EUR para alcanzar el objetivo de ampliación de su balance en 1 B EUR hasta el nivel de 3 B EUR explícitamente ambicionado por el BCE. Una alternativa favorable sería no fijar el máximo del programa, ligando su continuidad a la recuperación del crecimiento y la inflación. De este modo, un objetivo de 500.000 M EUR en 2015 (o compras de títulos mensuales por valor de más de 40.000 M EUR) sería compatible con compras de más de 700.000 M EUR en menos de dos años.
2) Distribución de las compras: Esas mismas informaciones señalaban la posibilidad de que se comprasen sólo bonos AAA (Alemania y Finlandia) o por encima de BBB- (excluye a Grecia, Chipre y Portugal), pero lo más probable, por legal y efectivo, es que las compras se correspondan con el peso de cada país en el capital de BCE (ponderaciones similares al PIB).
3) Grado de mutualización del riesgo: El Bundesbank parece haber propuesto que cada banco central nacional asuma el riesgo de de las compras de títulos de su país y la referencia filtrada es que el BCE compre un 30% del total y los bancos centrales nacionales el 70% restante. Ese 30% es ahora la referencia del mercado y cualquier proporción superior sería probablemente bienvenida. Una alternativa que sería vista con muy buenos ojos es que las compras nacionales (el riesgo queda situado en el estado comprador) se limitasen a los bonos con riesgo por debajo del grado de inversión (Grecia y Chipre).
4) Seniority de las compras: como en el caso del programa OMT, el BCE tenderá a no ser demasiado explícito respecto al previsible rango superior de sus tenencias de deuda (seniority) respecto al resto del mercado, pero cualquier alusión directa a la ausencia de esa seniority sería sin duda bienvenida.
Mi expectativa es que el BCE ofrezca un programa de compras que explícita o implícitamente sugiera un importe total de más de 700.000 M EUR (o la alternativa de una economía reactivada antes), distribuido según el peso económico de cada país, con un porcentaje de compras del BCE superior al 30% (mejor si supera el 50%) y que no declare la seniority de las tenencias del banco central. Eso debería ser suficiente para evitar la decepción, consolidar las recientes tendencias de mercado y permitir en próximas semanas rebajas adicionales en el coste relativo de la deuda pública, nuevos avances en la renta variable y un euro aún más débil.
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