Archivo de la Categoría ‘Unión Europea’

15
Sep

¿Qué comen los chinos?

Escrito el 15 septiembre 2007 por en China, Economía Mundial, Unión Europea

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    [post_content] => La creciente demanda global de alimentos, el cambio climático y la presión para desviar cosechas hacia la fabricación de biocombustibles están subiendo el precio de los alimentos en todo el mundo. China no es una excepción. El alza del precio de alimentos básicos como la carne de cerdo (+49%), los huevos (+23,6%) y el aceite para cocinar (+34%), ha hecho que el índice de precios de los alimentos chino experimentara una elevación media del 18,2% en agosto. No se debe olvidar que los alimentos tienen un peso muy importante en el IPC chino. Por este motivo China acumuló una inflación de 5,6% en julio de 2007, su mayor subida en una década, impulsada por los precios de los alimentos. En agosto la inflación china volvió a batir su propio record registrando una subida más alta, al alcanzar el 6,5%.


Como consecuencia de esta inesperada alza de precios el gobierno chino yendo en dirección contraria al resto del mundo ha subido los tipos de interés para frenar así las presiones inflacionarias. El tipo de interés de referencia subió ayer hasta el 7,29%, desde el 7,02% previo, lo que supone su cota más alta de los últimos nueve años. Los tipos sobre los depósitos a un año suben del 3,6% al 3,87%. Este aumento de tipos podría desacelerar el crecimiento de la economía del gigante asiático. El crecimiento de la economía mundial podría contar así con una menor aportación de la mayor potencia emergente. Sin embargo, por ahora no hay que preocuparse porque la economía china no da tregua y creció un 11,9 por ciento en el segundo trimestre de este año frente al mismo período del año anterior.

El reciente aumento de los precios de los alimentos también está llegando a Europa, tal como escribimos en el mes de agosto en este blog de economía (¿La subida de los precios de los alimentos pondrá fin a la Política Agraria Europea?). Lo que está aumentando las preocupaciones por la inflación y forzando cambios en la política agraria de la Unión Europea. Se trata del nacimiento de una nueva era agraria en la que está cambiando la Política Agraria Común y donde los europeos nos tenemos que preguntar ¿qué comen los chinos?
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La creciente demanda global de alimentos, el cambio climático y la presión para desviar cosechas hacia la fabricación de biocombustibles están subiendo el precio de los alimentos en todo el mundo. China no es una excepción. El alza del precio de alimentos básicos como la carne de cerdo (+49%), los huevos (+23,6%) y el aceite para cocinar (+34%), ha hecho que el índice de precios de los alimentos chino experimentara una elevación media del 18,2% en agosto. No se debe olvidar que los alimentos tienen un peso muy importante en el IPC chino. Por este motivo China acumuló una inflación de 5,6% en julio de 2007, su mayor subida en una década, impulsada por los precios de los alimentos. En agosto la inflación china volvió a batir su propio record registrando una subida más alta, al alcanzar el 6,5%.

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6
Sep
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    [post_content] => Como habían pronosticado en este blog de economía José Ramón Díez, el 24 de agosto, y Juan Carlos Martínez Lázaro ayer (reconforta ver que alguna vez acertamos los economistas en nuestras predicciones) el Banco Central Europeo mantuvo hoy sin cambios los tipos de interés en el 4%. La decisión supone un cambio de intenciones desde su anterior reunión del 2 de agosto, en la que el banco central insinuó que endurecería su política monetaria en septiembre. La medida obedece a los temores por la liquidez en los mercados financieros tal como explicaré en un artículo que aparecerá mañana en el diario EXPANSIÓN.


Esta decisión de mantener tipos también ha sido buena para los españoles ya que los indicadores de consumo familiar del segundo y tercer trimestre muestran, en general, una tónica de enfriamiento. Aquí durante años, hemos disfrutado de tipos de interés sumamente bajos. Mucha gente aprovechó el bajo precio del crédito para comprar viviendas mediante una hipoteca, lo que a su vez generó un aumento de los precios inmobiliarios. Sin embargo, las paulatinas subidas de tipos de interés han encarecido las hipotecas. En octubre de 2005 el Euribor se situaba en 2,41%. Desde entonces se ha doblado. Hoy el Euribor está alrededor del 4,8%, el alza más acelerada en varios años. De esta forma el crédito se ha vuelto más difícil para los hogares españoles, el endeudamiento llega a cotas alarmantes, algunas familias han dejado de pagar sus deudas con el consecuente aumento de la morosidad bancaria. En definitiva la subida del Euribor ha colocado a las familias, en niveles históricos de endeudamiento, y, por tanto, su consumo se reduce. El mantenimiento de los tipos abre la puerta a una rebaja del Euribor lo que aliviaría la situación financiera de las familias y las empresas españolas.

La situación en España no está tan boyante. Las matriculaciones de automóviles han vuelto a registrar una disminución en el segundo trimestre, en julio y agosto. En agosto, el índice PMI del sector manufacturero cosechó su peor registro desde octubre de 2005. Además el Índice de Comercio al por Menor está creciendo la mitad que hace un año; mientras que el Índice de Confianza del Consumidor se ha deteriorado 11,6 puntos respecto al mismo periodo de 2006, según datos del Ministerio de Economía. En agosto, el índice PMI del Sector Manufacturero Español -indicador compuesto diseñado para medir el comportamiento de la economía manufacturera- registró un crecimiento anual del 2%, el ritmo más débil desde octubre de 2005, según NTC Economics. Las ventas reales interiores declaradas al fisco por las grandes empresas en julio parecen que vuelven a reducir su crecimiento y una evolución similar presenta el Índice de Comercio al por Menor ¿Estamos ante un cambio de ciclo en la economía española?


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Como habían pronosticado en este blog de economía José Ramón Díez, el 24 de agosto, y Juan Carlos Martínez Lázaro ayer (reconforta ver que alguna vez acertamos los economistas en nuestras predicciones) el Banco Central Europeo mantuvo hoy sin cambios los tipos de interés en el 4%. La decisión supone un cambio de intenciones desde su anterior reunión del 2 de agosto, en la que el banco central insinuó que endurecería su política monetaria en septiembre. La medida obedece a los temores por la liquidez en los mercados financieros tal como explicaré en un artículo que aparecerá mañana en el diario EXPANSIÓN.

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5
Sep

¿Debe subir el Banco Central Europeo los tipos de interés?

Escrito el 5 septiembre 2007 por JUAN CARLOS MARTINEZ en Política Monetaria, Unión Europea

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    [post_content] => Mañana jueves se conocerá la respuesta a uno de los enigmas de este verano. El Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo, decidirá si mantiene los tipos de interés de la zona euro en el 4%, o los sube hasta el 4,25%.   En julio parecía muy claro que optaría por continuar endureciendo la política monetaria. Motivos, según él, no le faltaban: la economía europea -que tras un acusado periodo de atonía-, por fin crecía de forma robusta, la liquidez y el crédito aumentaban de manera importante y la inflación - que aunque controlada aparentemente por debajo del 2%-, pronto reflejaría los elevados precios que han alcanzado el petróleo y algunos  alimentos.




Pero el estallido de la crisis hipotecaria en Estados Unidos durante el mes de agosto, ha modificado todo el escenario. La falta de liquidez en los mercados ha provocado que el  euribor aumente hasta cerca del 4,8%, desatando los temores de una posible extensión de la crisis hipotecaria a Europa. Además, la economía de la eurozona ha ralentizado su crecimiento en el segundo trimestre hasta el 2,5% (frente al 3,2% del primer trimestre), por lo que han surgido muchas voces que han pedido al BCE que reconsidere su propósito inicial.

En este contexto, una subida de los tipos de interés podría al BCE en la picota, ya que sería acusado de poner en riesgo el crecimiento europeo, cargando de razones a los que, como Sarkozy, opinan que la institución monetaria debe unir a su misión de controlar la inflación, la de velar por el crecimiento económico. Pero por otro lado, mantener los tipos de interés en el 4%, podría ser interpretado como un signo de debilidad y como una cesión en su objetivo de mantener la estabilidad de precios.

Sea cual sea la decisión que tome mañana, el debate proseguirá. Sobre todo por parte de los que, con el presidente francés a cabeza, pretenden tener un Banco Central más sumiso a sus intereses. Aunque los analistas están divididos casi al 50% en cuanto a la decisión que tomarán mañana Tritchet y sus colegas, parece ganar puntos la opción de que postergará la subida de  los tipos, en espera de ver como evoluciona la crisis en las próximas semanas.  Pero se admiten apuestas. ¿Qué decisión tomará el Banco Central Europeo? Y sobre todo, ¿qué decisión debería tomar?


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Mañana jueves se conocerá la respuesta a uno de los enigmas de este verano. El Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo, decidirá si mantiene los tipos de interés de la zona euro en el 4%, o los sube hasta el 4,25%. En julio parecía muy claro que optaría por continuar endureciendo la política monetaria. Motivos, según él, no le faltaban: la economía europea -que tras un acusado periodo de atonía-, por fin crecía de forma robusta, la liquidez y el crédito aumentaban de manera importante y la inflación – que aunque controlada aparentemente por debajo del 2%-, pronto reflejaría los elevados precios que han alcanzado el petróleo y algunos alimentos.

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3
Sep
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    [post_content] => Una nueva oleada de nacionalismo económico recorre el mundo. Se trata de un fenómeno viejo que está cobrando vida en muchos países, no importa si los gobiernos son de izquierdas o de derechas, si los países son ricos o pobres. En América Latina aparece en forma de populismo, en Europa y en Estados Unidos (EEUU) en forma de proteccionismo agrario y en una especie de patriotismo económico que se manifiesta en impedir la compra de empresas nacionales por empresas de otro país. ¿Qué es el nacionalismo económico? Se puede definir como cualquier intervención por parte del gobierno de un país en las transacciones privadas en beneficio de las empresas del propio país. Se trata de intervenciones discrecionales a veces legales y otras menos legales que buscan proteger a la economía nacional y que discriminan a los residentes (y gobiernos) de otros países.


No hace mucho el Banco de Italia puso serias trabas al BBVA para que pudiera comprar el BNL. El proceso terminó, después de una larga carrera de obstáculos, con la renuncia por parte de la entidad española de su OPA (Oferta Pública de Adquisición) por la entidad italiana. También es ejemplo de patriotismo económico la reacción del Gobierno francés cuando la americana Pepsico quiso hacerse con Danone. El nacionalismo económico se da también en EEUU, que suele acusar a sus socios comerciales de prácticas proteccionistas. Pero, no duda en invocar el interés nacional para protegerse. Así en junio del año 2005, el gobierno americano, impidió que la empresa estatal china National Offshore Oil Corp comprara la californiana Unocal. No veía con buenos ojos que una empresa china controlase una petrolera estadounidense. Lo mismo le ocurrió a Dubai Ports World que tenía contratos para manejar seis de los puertos más importantes de Estados Unidos y tuvo que renunciar a ellos porque el presidente Bush decidió que la empresa árabe no podía gestionar los puertos por razones de seguridad.

El último en apuntarse a esta moda ha sido el Gobierno alemán que estudia la aplicación de medidas para impedir la entrada de ciertas inversiones extranjeras en empresas e industrias clave del país. El partido de la Merkel se está planteando abordar una reforma legal que permita al Estado vetar a ciertos inversores indeseables por razón de interés nacional. La ley alemana permite desde hace tiempo actuaciones similares para productores de armamento. ¿Libre mercado o intervencionismo?



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Una nueva oleada de nacionalismo económico recorre el mundo. Se trata de un fenómeno viejo que está cobrando vida en muchos países, no importa si los gobiernos son de izquierdas o de derechas, si los países son ricos o pobres. En América Latina aparece en forma de populismo, en Europa y en Estados Unidos (EEUU) en forma de proteccionismo agrario y en una especie de patriotismo económico que se manifiesta en impedir la compra de empresas nacionales por empresas de otro país. ¿Qué es el nacionalismo económico? Se puede definir como cualquier intervención por parte del gobierno de un país en las transacciones privadas en beneficio de las empresas del propio país. Se trata de intervenciones discrecionales a veces legales y otras menos legales que buscan proteger a la economía nacional y que discriminan a los residentes (y gobiernos) de otros países.

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30
Ago
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    [post_content] => Durante décadas los costes y por tanto los precios de los productos agrarios europeos, incluidos los lácteos, han estado por encima de los del resto del mundo. Para mantener las producciones agrarias la Unión Europea (UE), a través de la Política Agraria Común (PAC), ha dado subvenciones a los agricultores. De esta forma pueden o podían competir en un mercado mundial en el que los precios de los alimentos eran más bajos que en Europa. Pero desde el año pasado con la subida global de precios de los alimentos, se comenzaron a reducir las subvenciones agrarias. El caso mas espectacular ha sido el de la leche. Se ha cancelado por completo el programa europeo de subvenciones a los lácteos. La última subvención, dirigida a los productores de mantequilla, fue eliminada en este mes de julio.

Los altos precios de la leche, un 35% superiores a los que había hace tan sólo un año, están incentivando a los propietarios españoles a pagar cantidades desorbitadas por las vacas (a veces más de 2.500 euros por cada animal). Los ganaderos españoles, que antes compraban reses en Alemania, Francia y Holanda, lo hacen ahora en Inglaterra, Austria, Suiza, Chequia y Suecia. En ello han influido las restricciones impuestas a la exportación en países como Alemania u Holanda, como medida preventiva para evitar la extensión de la enfermedad de la lengua azul, junto con la escasez de vacas en Francia, mercado tradicional en los últimos años. Ambas circunstancias están provocando un importante desabastecimiento en toda Europa de vacas lecheras, que se traduce en continuas caídas en la producción láctea y en un aumento progresivo de los precios.


Esta historia de la leche viene a cuento porque en este blog de economía venimos predicando  desde hace tiempo sobre la necesidad de eliminar el sistema europeo de subvenciones y ayudas agrarias que lo único que genera son barreras a las importaciones de los productos agrícolas procedentes del Tercer Mundo. Es sabido que la PAC es claramente proteccionista y una de las mayores aberraciones de la UE. Es importante darse cuenta que los países pobres lo que necesitan de Europa no es tanta ayuda, sino que se les facilite el comercio que les permita obtener las divisas que necesitan para pagar su deuda, asegurar su desarrollo y financiar sus importaciones. En este sentido, la UE debe reducir sus barreras a las importaciones de alimentos y materias primas procedentes de los países pobres.

Ahora gracias a la creciente demanda global de alimentos y la presión para desviar cosechas hacia la fabricación de biocombustibles están subiendo los precios mundiales de los alimentos (incluida la leche) convergiendo con los europeos lo que permite ir desmantelando la PAC. Se conseguirá así, no solo que los europeos dejemos de pagar el excesivo coste de la PAC, sino también eliminar los excedentes de productos agrarios que esta política generaba. ¿La subida de los precios de los alimentos eliminará las subvenciones agrarias?





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Durante décadas los costes y por tanto los precios de los productos agrarios europeos, incluidos los lácteos, han estado por encima de los del resto del mundo. Para mantener las producciones agrarias la Unión Europea (UE), a través de la Política Agraria Común (PAC), ha dado subvenciones a los agricultores. De esta forma pueden o podían competir en un mercado mundial en el que los precios de los alimentos eran más bajos que en Europa. Pero desde el año pasado con la subida global de precios de los alimentos, se comenzaron a reducir las subvenciones agrarias. El caso mas espectacular ha sido el de la leche. Se ha cancelado por completo el programa europeo de subvenciones a los lácteos. La última subvención, dirigida a los productores de mantequilla, fue eliminada en este mes de julio.

Los altos precios de la leche, un 35% superiores a los que había hace tan sólo un año, están incentivando a los propietarios españoles a pagar cantidades desorbitadas por las vacas (a veces más de 2.500 euros por cada animal). Los ganaderos españoles, que antes compraban reses en Alemania, Francia y Holanda, lo hacen ahora en Inglaterra, Austria, Suiza, Chequia y Suecia. En ello han influido las restricciones impuestas a la exportación en países como Alemania u Holanda, como medida preventiva para evitar la extensión de la enfermedad de la lengua azul, junto con la escasez de vacas en Francia, mercado tradicional en los últimos años. Ambas circunstancias están provocando un importante desabastecimiento en toda Europa de vacas lecheras, que se traduce en continuas caídas en la producción láctea y en un aumento progresivo de los precios.

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19
Jul

¿Sería deseable una armonización fiscal en Europa?

Escrito el 19 julio 2007 por JUAN CARLOS MARTINEZ en Economía española, Unión Europea

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    [post_content] => En la entrada que puse el pasado fin de semana en este blog de economía sobre la fiscalidad  del alcohol y el tabaco, apuntaba que las  diferencias de precio que tienen esos productos en los distintos países de la Unión, vienen determinadas por la distinta presión fiscal a la que están sometidos. Pues bien, al igual que el tabaco y el alcohol son gravados con distinta intensidad en cada país de la Unión, con el resto de bienes y servicios que se comercializan ocurre lo mismo. Y con las rentas de trabajo, de capital o con las ganancias empresariales.  Es decir, en la Unión Europea, hay una gran diversidad tributaria.




Actualmente tenemos una política comercial común que establece un arancel común para todos los países y una política monetaria común en los países de la eurozona, que fija el mismo tipo de interés para todos  ellos. También tenemos otras muchas cosas en común: un Parlamento, tribunales y hasta una bandera. Pero no tenemos un sistema tributario común, ni nada que se le asemeje.   En España el IVA general es del 16%, del 19% en Alemania, del 21% en Portugal y del 25% en Hungría. Con los impuestos sobre los beneficios empresariales (Sociedades) y con los que gravan los rendimientos del trabajo o del capital ocurre algo similar. Y lo mismo pasa con la fiscalidad de los carburantes o con la del tabaco y el alcohol, como veíamos el otro día. Y hay países que tienen determinados impuestos, como el de Patrimonio, que en otros no existen. Y países que suben impuestos y otros que los bajan.

Pero además, si profundizamos más, nos encontramos con que esas diferencias se reproducen a escala nacional. Para ello, nada mejor que observar lo que ocurre dentro del territorio español: hay Comunidades Autónomas que han quitado el Impuesto sobre el Patrimonio y otras que lo mantienen; unas gravan a los carburantes con el céntimo sanitario y otras no; Baleares aplicó durante algún tiempo una ecotasa sobre determinados servicios turísticos y otras han aplicado vacaciones fiscales para atraer inversión. Hasta los Ayuntamientos se hacen competencia, muchas veces desleal, con el impuesto de circulación que vehículos.  ¿Es normal esta situación?

En una Europa con libertad de movimientos de capitales, mercancías y personas, con muchas políticas comunes y con el euro como moneda de 13 países, que serán 15 el próximo mes de enero, cada vez avanzamos más hacia reinos de taifas fiscales. Se dice que eso es bueno porque eso estimula la responsabilidad fiscal de las administraciones, pero yo me pregunto, si no es porque esas mismas administraciones no quieren perder la que probablemente es la última soberanía que les queda, una vez que casi todas las demás han sido transferidas a los organismos europeos: la fiscal. En otras palabras, ¿no sería deseable una mayor armonización fiscal en Europa, que por ejemplo evitase los efectos frontera (consumidores que cruzan la frontera para echar gasolina o para comprar tabaco) que se producen? O por el contrario, la multiplicidad fiscal existente, ¿estimula la competencia y acaba redundando en menor presión fiscal para consumidores y empresas?

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En la entrada que puse el pasado fin de semana en este blog de economía sobre la fiscalidad del alcohol y el tabaco, apuntaba que las diferencias de precio que tienen esos productos en los distintos países de la Unión, vienen determinadas por la distinta presión fiscal a la que están sometidos. Pues bien, al igual que el tabaco y el alcohol son gravados con distinta intensidad en cada país de la Unión, con el resto de bienes y servicios que se comercializan ocurre lo mismo. Y con las rentas de trabajo, de capital o con las ganancias empresariales. Es decir, en la Unión Europea, hay una gran diversidad tributaria.

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6
Jul

Finlandia, ¿una competitividad sostenible?*

Escrito el 6 julio 2007 por Javier Carrillo en Unión Europea

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    [post_content] => Durante la última década y media Finlandia ha mantenido uno de los mayores índices de competitividad del mundo, al tiempo que ha experimentado un crecimiento superior al de la media europea. Este crecimiento económico ha servido para mantener un elevado nivel de bienestar a pesar de diferentes hechos desfavorables en su escenario macroeconómico más reciente. La entrada en vigor del Euro y la progresiva revalorización de su valor frente al dólar, la corona sueca y el rublo, ha penalizado progresivamente el valor de las exportaciones finlandesas y su competitividad exterior. Por otro lado, las exportaciones de madera y acero han disminuido progresivamente y la explosión de la burbuja electrónica en 2000-2001 provocó la caída de las exportaciones del sector electrónico en el ejercicio siguiente.

Sin embargo, los niveles de bienestar se mantienen razonablemente, al tiempo que la presión fiscal se ha moderado. La explicación a esta cuadratura del círculo se encuentra en el comportamiento de la demanda privada y en las políticas desarrolladas en el lado de la oferta.


Así, el nivel de confianza de la demanda privada, el relativamente bajo endeudamiento de las familias, los moderados tipos de interés y la ayuda de una presión fiscal decreciente, colaboraron para que el consumo privado tirase de la economía durante los últimos ejercicios. Paralelamente, las políticas estructurales llevadas a cabo durante la última década han llevado al progresivo aumento de la competitividad de las exportaciones finlandesas. Finlandia ha otorgado una enorme importancia a la educación y a la investigación, alcanzando su inversión en I+D un 3,5% del PIB de forma constante durante los cinco últimos años, con una participación de la inversión privada del 50%. Por otra parte, la reforma laboral orientada a la contención salarial y la equiparación de sus costes laborales a los del resto de Europa contribuyeron definitivamente a la mejora de la competitividad en un país que desde finales de la década de los 1980 apuesta decididamente por la exportación de bienes electrónicos y de derivados del metal y otros productos de la ingeniería (en los que el componente humano supone un elevado coste).

El aseguramiento del desarrollado estado de bienestar finlandés reside en buena parte en la confianza de sus consumidores en su economía y en la asunción que hacen de los elevados tipos impositivos. La conjunción de todos estos factores garantizan a medio plazo la existencia de una demanda doméstica suficientemente consistente como para soportar las cargas del sistema social. Aún así, el gobierno está buscando el aumento del consumo interior mediante ligeros ajustes fiscales. Todo ello ejerce un efecto amortiguador contra el ciclo económico que asegura cierta constancia en los niveles de consumo y, por tanto, ayuda a la planificación de los ingresos del erario público y del sistema social.

Sin embargo, varias son las razones que permiten cuestionar que este elevado nivel de vida pueda ser sostenible en el tiempo. Uno de sus principales problemas radica en su estructura socio-demográfica. Las cifras muestran que la población finlandesa, de poco más de 5 millones de habitantes, está envejeciendo, siendo sólo el 18% de la población menor de 15 años. Esta tendencia acrecienta las presiones sobre sus servicios sociales, en especial la asistencia por enfermedad y la jubilación. Por otra parte, la tasa de desempleo de Finlandia es relativamente elevada con respecto a países como Dinamarca o sus vecinos Suecos. Esto, junto con el reducido tamaño de su población, condiciona de nuevo las sostenibilidad a largo plazo del modelo. Por último, su elevada dependencia del sector de las telecomunicaciones, y en especial de NOKIA, que ha llegado a representar el 3,4% de su PIB, hace de Finlandia un país muy sensible ante una posible caída del sector.

(* Basado en un caso de discusión en clase desarrollado en colaboración con Manuel Cortés, José Rendueles y Fernando Valero, alumnos MBA del Instituto de Empresa.)

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Durante la última década y media Finlandia ha mantenido uno de los mayores índices de competitividad del mundo, al tiempo que ha experimentado un crecimiento superior al de la media europea. Este crecimiento económico ha servido para mantener un elevado nivel de bienestar a pesar de diferentes hechos desfavorables en su escenario macroeconómico más reciente. La entrada en vigor del Euro y la progresiva revalorización de su valor frente al dólar, la corona sueca y el rublo, ha penalizado progresivamente el valor de las exportaciones finlandesas y su competitividad exterior. Por otro lado, las exportaciones de madera y acero han disminuido progresivamente y la explosión de la burbuja electrónica en 2000-2001 provocó la caída de las exportaciones del sector electrónico en el ejercicio siguiente.

Sin embargo, los niveles de bienestar se mantienen razonablemente, al tiempo que la presión fiscal se ha moderado. La explicación a esta cuadratura del círculo se encuentra en el comportamiento de la demanda privada y en las políticas desarrolladas en el lado de la oferta.

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25
Jun
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    [post_content] => El viernes pasado colgamos, en este blog de economía, un post titulado: “La dependencia tecnológica de España: déficit en el comercio de bienes de equipo”  . Pues bien Cus hizo un comentario a ese post señalando que cabe esperar que en el futuro haya cada vez más empresas que apuesten por tener mejor tecnología que los competidores y no sólo tener mejor precio. Y pregunta Cus ¿apoya el gobierno suficiente la I+D? Contestaré otro día más directamente. Hoy solo voy a situar el problema que plantea Cus, para el caso de España,  en el contexto europeo con el fin de  poner de manifiesto que no se trata sólo un  problema español.

Como es sabido en el contexto de la competencia internacional, la tecnología ocupa un papel esencial: las empresas deben innovar para poder diferenciarse y utilizar las tecnologías más recientes  para optimizar su productividad. Ello supone invertir en I+D+i y en las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (NTIC), pero también implica proteger las innovaciones con patentes. Las empresas europeas (UE-27) invierten relativamente poco en inversión y desarrollo tecnológico. La inversión de las empresas europeas en I+D+i es del 1% del PIB (en España el 0,55%) mientras que en EEUU supone el 1,6% del PIB y en Japón el  2,4% del PIB. En el seno de la UE, las empresas alemanas y escandinavas se caracterizan por llevar a cabo una inversión en I+D+i bastante superior a la media. La otra cara de la moneda son las empresas de los Estados miembros del sur, como España, y de los Estados recién incorporados cuya inversión en I+D+i se considera insuficiente.

La UE está recuperando gran parte de su retraso tecnológico en cuanto a tecnologías de la información y la comunicación (NTIC). Así, en 2005, la inversión destinada a las NTIC representa el 6,4% del PIB en la UE, un nivel próximo al de los EEUU (6,7%) pero aún alejado del de Japón (7,6%). Aún así, Europa no se ha especializado en la producción de bienes de alto contenido tecnológico. En España los productos de alta tecnología representan solo el 5,8% de las exportaciones totales y en la Eurozona el 16,3% frente al 32,3% de los EEUU y el 30% en China. Este es el problema de la escasa especialización productiva de España y Europa.




La presencia relativamente débil en los sectores de alta tecnología y la limitada inversión en I+D+i explica el retraso de la UE en materia de patentes: en proporción a su población, si sumamos las patentes registradas en la Oficina Europea de Patentes (OEP) y en la United States Patent and Trademark Office (USP), la UE registra muchas menos patentes que Japón y EEUU (111 contra 351 y 331 respectivamente).

Nuevas Tecnologías de la Información y Comunicación (NTIC) y patentes.

Gasto destinado a las NTIC en % del PIB (2005) Exportaciones de alta tecnología en % de las exportaciones de productos manufactureros (2004)Nº de patentes concedidas por la Oficina Europea de Patentes y por la United States Patent por cada millón de hab. (2005)
Zona Euro616,3143,3
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FuentesEurostatBanco Mundial<CENTEROEP y USP

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El viernes pasado colgamos, en este blog de economía, un post titulado: “La dependencia tecnológica de España: déficit en el comercio de bienes de equipo” . Pues bien Cus hizo un comentario a ese post señalando que cabe esperar que en el futuro haya cada vez más empresas que apuesten por tener mejor tecnología que los competidores y no sólo tener mejor precio. Y pregunta Cus ¿apoya el gobierno suficiente la I+D? Contestaré otro día más directamente. Hoy solo voy a situar el problema que plantea Cus, para el caso de España, en el contexto europeo con el fin de poner de manifiesto que no se trata sólo un problema español.

Como es sabido en el contexto de la competencia internacional, la tecnología ocupa un papel esencial: las empresas deben innovar para poder diferenciarse y utilizar las tecnologías más recientes para optimizar su productividad. Ello supone invertir en I+D+i y en las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (NTIC), pero también implica proteger las innovaciones con patentes. Las empresas europeas (UE-27) invierten relativamente poco en inversión y desarrollo tecnológico. La inversión de las empresas europeas en I+D+i es del 1% del PIB (en España el 0,55%) mientras que en EEUU supone el 1,6% del PIB y en Japón el 2,4% del PIB. En el seno de la UE, las empresas alemanas y escandinavas se caracterizan por llevar a cabo una inversión en I+D+i bastante superior a la media. La otra cara de la moneda son las empresas de los Estados miembros del sur, como España, y de los Estados recién incorporados cuya inversión en I+D+i se considera insuficiente.

La UE está recuperando gran parte de su retraso tecnológico en cuanto a tecnologías de la información y la comunicación (NTIC). Así, en 2005, la inversión destinada a las NTIC representa el 6,4% del PIB en la UE, un nivel próximo al de los EEUU (6,7%) pero aún alejado del de Japón (7,6%). Aún así, Europa no se ha especializado en la producción de bienes de alto contenido tecnológico. En España los productos de alta tecnología representan solo el 5,8% de las exportaciones totales y en la Eurozona el 16,3% frente al 32,3% de los EEUU y el 30% en China. Este es el problema de la escasa especialización productiva de España y Europa.

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20
Jun

Sobre la productividad europea

Escrito el 20 junio 2007 por Javier Carrillo en Unión Europea

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    [post_content] => En su post de ayer, Rafa nos hablaba sobre la falta de competitividad de la economía europea y finalizaba lanzando algunas preguntas en torno a su productividad. No es éste un concepto sencillo y me ha parecido oportuno añadir alguna información al respecto.

En las economías desarrolladas, el crecimiento de la productividad del trabajo suele ser el determinante más importante de las mejoras a más largo plazo del producto potencial y del nivel de vida. Con frecuencia, la evolución del nivel de vida medio de una economía se mide en términos de PIB real per cápita y, en consecuencia, depende más del número de personas sobre las que recae esa producción que del número de personas u horas que son necesarias para su obtención. Al mismo tiempo, las medidas del PIB per cápita y del PIB por hora trabajada están conceptualmente relacionadas. La diferencia entre ambas, que refleja las horas trabajadas por habitante, pone de manifiesto hasta qué punto se utiliza en el proceso de producción el trabajo potencialmente disponible.

Para entender la situación de la productividad en la zona euro en la actualidad, es importante echar la vista atrás, a las dos décadas pasadas, y resulta interesante hacer una comparación con EEUU como referencia. Los datos que manejan el BCE y la Comisión indican que el descenso observado en el crecimiento medio de la productividad del trabajo en la zona del euro entre la década de los 1980 y la de los 1990 tuvo su origen en el menor crecimiento de la intensificación del uso del capital y de la productividad total de los factores. En general, los resultados apuntan a que la evolución de la productividad en la zona euro podría mejorar si se eliminaran los obstáculos estructurales que adoptan la forma de rigideces en los mercados de trabajo y de productos. La impresionante trayectoria de la productividad de la economía estadounidense desde la segunda mitad de la década de los 1990 debería llevar a preguntarnos por qué la evolución ha sido menos favorable en la zona euro.


En los términos que nos ocupan, ha habido dos ciclos de larga duración en el período que comenzó en 1980, que se extendieron, respectivamente, desde el mínimo cíclico registrado en 1981 hasta el mínimo de 1993 y desde entonces hasta el que se produjo en 2003. Desde principios de los años 1980, el crecimiento de la productividad per cápita de la zona euro ha sido, en promedio, inferior al de EEUU. En los años 1980, la brecha se debió a la trayectoria divergente del grado de utilización del factor trabajo, positiva en EEUU y negativa en la zona euro, mientras que el crecimiento de la productividad por hora trabajada fue más elevado en la zona euro y contribuyó intensamente a reducir la brecha. Esta situación cambió en la década de los 1990, cuando la brecha entre la zona euro y EEUU en lo que respecta al crecimiento de la utilización del factor trabajo fue mucho menor, mientras que, al mismo tiempo, la zona euro dejó de registrar ese mayor crecimiento en cuanto a la productividad. La evolución de los últimos años indica que estos cambios relativos en las contribuciones al crecimiento per cápita han seguido produciéndose. En general, el descenso del crecimiento de la productividad agregada en el período comprendido entre la década de los 1980 y de los 1990 en la zona euro, parece deberse a la menor contribución de la intensificación del uso del capital y de la productividad total de los factores.

La persistente ralentización del crecimiento de la productividad en la zona del euro también puede deberse, en parte, a un mayor crecimiento del empleo en comparación con períodos anteriores, consecuencia de la creciente actividad y de la reincorporación de parados al mercado de trabajo. No obstante, a diferencia de EEUU, las presiones a la baja sobre el crecimiento de la productividad asociadas a un intenso crecimiento del empleo no se han visto compensadas por un mayor crecimiento de la productividad total de los factores. Uno de los motivos de que se haya registrado un descenso en lugar de un incremento en el crecimiento de la productividad total de los factores de la zona euro parece residir en que el impacto de la producción y el uso del capital TIC (nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones) han sido relativamente moderados hasta ahora. Esto puede estar relacionado, en cierta medida, con el hecho de que los sectores de servicios consumidores de TIC, que han contribuido sustancialmente al crecimiento de la productividad agregada en EEUU, siguen teniendo una magnitud relativamente reducida en la zona euro.

En general, la productividad del trabajo per cápita todavía es inferior a la de los EEUU, aunque ello se debe en buena medida a que los europeos prefieren tener más tiempo libre y más días de vacaciones. En términos de productividad por hora trabajada, la diferencia entre la UE y los EEUU es menor. Pero lo preocupante en definitiva es que la productividad europea está evolucionando actualmente a un ritmo inferior a la de los EEUU, ampliándose la diferencia al respecto. Numerosos informes coinciden en que se debe a una menor utilización TIC y a unos niveles de inversión insuficientes. Sin embargo, otros estudios llegan a la conclusión de que el problema fundamental no reside únicamente en la falta de tecnologías de la información, como se ha sugerido tantas veces, sino básicamente en la ausencia de profundidad en la aplicación de ese capital a los procesos productivos, con reflejo directo en la productividad del trabajo y, además, en una menor productividad total de los factores de producción que se achaca a menores gastos en I+D+I. El problema parece residir en que muchas empresas europeas siguen siendo reticentes a invertir en TIC y herramientas avanzadas de e-business, mientras que los EEUU, y también otros países como Japón, China o Corea del Sur, sí han estimulado con ellas en mayor medida el crecimiento económico y la productividad.

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En su post de ayer, Rafa nos hablaba sobre la falta de competitividad de la economía europea y finalizaba lanzando algunas preguntas en torno a su productividad. No es éste un concepto sencillo y me ha parecido oportuno añadir alguna información al respecto.

En las economías desarrolladas, el crecimiento de la productividad del trabajo suele ser el determinante más importante de las mejoras a más largo plazo del producto potencial y del nivel de vida. Con frecuencia, la evolución del nivel de vida medio de una economía se mide en términos de PIB real per cápita y, en consecuencia, depende más del número de personas sobre las que recae esa producción que del número de personas u horas que son necesarias para su obtención. Al mismo tiempo, las medidas del PIB per cápita y del PIB por hora trabajada están conceptualmente relacionadas. La diferencia entre ambas, que refleja las horas trabajadas por habitante, pone de manifiesto hasta qué punto se utiliza en el proceso de producción el trabajo potencialmente disponible.

Para entender la situación de la productividad en la zona euro en la actualidad, es importante echar la vista atrás, a las dos décadas pasadas, y resulta interesante hacer una comparación con EEUU como referencia. Los datos que manejan el BCE y la Comisión indican que el descenso observado en el crecimiento medio de la productividad del trabajo en la zona del euro entre la década de los 1980 y la de los 1990 tuvo su origen en el menor crecimiento de la intensificación del uso del capital y de la productividad total de los factores. En general, los resultados apuntan a que la evolución de la productividad en la zona euro podría mejorar si se eliminaran los obstáculos estructurales que adoptan la forma de rigideces en los mercados de trabajo y de productos. La impresionante trayectoria de la productividad de la economía estadounidense desde la segunda mitad de la década de los 1990 debería llevar a preguntarnos por qué la evolución ha sido menos favorable en la zona euro.

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19
Jun
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    [post_content] => Desde una perspectiva macroeconómica, la competitividad de una economía puede entenderse en términos generales como su capacidad para alcanzar los objetivos fundamentales de la política económica: crecimiento elevado con pleno empleo, estabilidad de precios y mantener equilibrada su balanza de pagos. Con más precisión, la OCDE señala que la competitividad de una economía puede definirse como el grado en que un país es capaz, en condiciones de libre mercado, de producir bienes y servicios que superan la prueba de los mercados internacionales, a la vez que mantiene e incrementa a largo plazo los ingresos reales de su población. La competitividad de un país también se puede definir como la capacidad de las empresas implantadas en el mismo para afrontar con éxito la competencia nacional e internacional.


competitividad.JPG
El comportamiento de los últimos 20 años de la economía europea pone de manifiesto una evolución poco satisfactoria de su competitividad. La primera potencia exportadora del mundo, la Unión Europea (UE), tiene un retraso tecnológico con respecto a EEUU que le hace perder competitividad. Por ejemplo, la  productividad europea por persona ocupada, a paridad de poder adquisitivo (PPA) es inferior en un 27% a la de EEUU. De ahí la importancia de que los Estados miembros de la UE asuman cuanto antes la llamada estrategia de Lisboa. Los aumentos de productividad se han ralentizado en Europa: entre 1996 y 2005 la productividad de la UE aumentó un 1.4% de media anual y un 0,9% en los países de la zona euro. España es el país de la UE que ha tenido el peor comportamiento en aumentos de productividad. En el mismo periodo en EEUU la productividad aumentó 2,1% de media anual. Sin embargo, la UE es el mayor exportador mundial de productos manufacturados por delante de los EEUU, China y Japón. Entre 1999 y 2005 las exportaciones industriales europeas crecieron un 82%. Sin embargo, China casi ha triplicado sus exportaciones de productos manufacturados  entre 1999 y 2005 y de hecho, exporta más Japón. ¿Es competitiva la UE? ¿Cómo podría la UE mejorar su productividad? ¿Cómo promover un entorno empresarial más abierto a la innovación? ¿Se debería  proteger más la propiedad intelectual? ¿Cómo impulsar más la inversión del sector privado europeo en innovación?



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Desde una perspectiva macroeconómica, la competitividad de una economía puede entenderse en términos generales como su capacidad para alcanzar los objetivos fundamentales de la política económica: crecimiento elevado con pleno empleo, estabilidad de precios y mantener equilibrada su balanza de pagos. Con más precisión, la OCDE señala que la competitividad de una economía puede definirse como el grado en que un país es capaz, en condiciones de libre mercado, de producir bienes y servicios que superan la prueba de los mercados internacionales, a la vez que mantiene e incrementa a largo plazo los ingresos reales de su población. La competitividad de un país también se puede definir como la capacidad de las empresas implantadas en el mismo para afrontar con éxito la competencia nacional e internacional.

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6
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    [post_content] => Tal y como se esperaba, el Banco Central Europeo (BCE) ha subido los tipos de interés de la zona euro desde el 3,75% hasta el 4%. Esta medida viene motivada porque las trece economías de la eurozona están creciendo de forma vigorosa –un 3% en el primer trimestre de este año-,  y porque la tasa de desempleo se está reduciendo (se ha situado en abril en el 7,1% de la población activa). El fuerte crecimiento y la reducción del desempleo, junto con el elevado precio que ha vuelto a alcanzar el petróleo,  llevan a  pensar al BCE que, a finales de año, la inflación puede situarse entre el 1,8% y el 2,3%. Pero en la actualidad, la tasa de inflación de la eurozona es del 1,9%, una décima por debajo del objetivo que la propia autoridad monetaria se ha marcado.

Al hilo de esta medida quiero reflexionar sobre una cuestión que periódicamente se pone sobre la mesa: la independencia del Banco Central Europeo. El  BCE fue creado a imagen y semejanza del Bundesbank, el Banco Central Alemán, que  había destacado por su independencia frente al poder político. Esto le permitió llevar a cabo políticas monetarias muy ortodoxas, que propiciaron que la economía alemana  disfrutase de unas tasas de inflación bastante contenidas. De ahí, que se pensase en el modelo germano a la hora de dotarse de una autoridad monetaria común.

Pero cuando el BCE acaba de cumplir siete años y medio de existencia, surgen cada vez más voces cuestionando esa independencia. Dicho de forma coloquial: hay quienes opinan que es una especie de Frankenstein, un monstruo que una vez creado, es difícil de controlar.  ¿Y quienes piensan así? Pues los que creen que el BCE sólo se preocupa por controlar la inflación presente - o futura como acabamos de comprobar-, y no le importan ni  crecimiento ni el empleo. Razones puede que no les falten. Por ejemplo, el ex canciller alemán Schröder, cuando las economías alemana y europea se encontraban sumidas en un profundo estancamiento, reclamó en repetidas ocasiones al BCE, una disminución de los tipos de interés. La  respuesta de éste fue que había tensiones inflacionistas en el eurozona (aunque no en Alemania), que desaconsejaban la bajada y que lo que tenía que hacer el gobierno alemán era llevar a cabo reformas estructurales para recuperar la senda del crecimiento. En cambio, ahora que las economías alemana y europea  en su conjunto están por fin creciendo, el BCE se obstina en subir los tipos a pesar de que la inflación está aparentemente controlada. ¿Alguien lo entiende?



El problema es que el BCE aplica una política global para los trece países, que puede no ser la más idónea para alguno de ellos, debido a su particular situación económica. Es decir, lo del café para todos, a veces no encaja, ya que cada país se encuentra en una fase distinta del ciclo  económico, por lo que es muy difícil que a todos  les siente igual de bien la medicina de la política monetaria común. Sarkosy, el flamante Presidente francés, ha sido el último en apuntarse a esta tendencia al cuestionar el alto grado de independencia del BCE. ¿Estáis de acuerdo con él o pensáis que el único objetivo del BCE debe seguir siendo controlar la inflación?

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Tal y como se esperaba, el Banco Central Europeo (BCE) ha subido los tipos de interés de la zona euro desde el 3,75% hasta el 4%. Esta medida viene motivada porque las trece economías de la eurozona están creciendo de forma vigorosa –un 3% en el primer trimestre de este año-, y porque la tasa de desempleo se está reduciendo (se ha situado en abril en el 7,1% de la población activa). El fuerte crecimiento y la reducción del desempleo, junto con el elevado precio que ha vuelto a alcanzar el petróleo, llevan a pensar al BCE que, a finales de año, la inflación puede situarse entre el 1,8% y el 2,3%. Pero en la actualidad, la tasa de inflación de la eurozona es del 1,9%, una décima por debajo del objetivo que la propia autoridad monetaria se ha marcado.

Al hilo de esta medida quiero reflexionar sobre una cuestión que periódicamente se pone sobre la mesa: la independencia del Banco Central Europeo. El BCE fue creado a imagen y semejanza del Bundesbank, el Banco Central Alemán, que había destacado por su independencia frente al poder político. Esto le permitió llevar a cabo políticas monetarias muy ortodoxas, que propiciaron que la economía alemana disfrutase de unas tasas de inflación bastante contenidas. De ahí, que se pensase en el modelo germano a la hora de dotarse de una autoridad monetaria común.

Pero cuando el BCE acaba de cumplir siete años y medio de existencia, surgen cada vez más voces cuestionando esa independencia. Dicho de forma coloquial: hay quienes opinan que es una especie de Frankenstein, un monstruo que una vez creado, es difícil de controlar. ¿Y quienes piensan así? Pues los que creen que el BCE sólo se preocupa por controlar la inflación presente – o futura como acabamos de comprobar-, y no le importan ni crecimiento ni el empleo. Razones puede que no les falten. Por ejemplo, el ex canciller alemán Schröder, cuando las economías alemana y europea se encontraban sumidas en un profundo estancamiento, reclamó en repetidas ocasiones al BCE, una disminución de los tipos de interés. La respuesta de éste fue que había tensiones inflacionistas en el eurozona (aunque no en Alemania), que desaconsejaban la bajada y que lo que tenía que hacer el gobierno alemán era llevar a cabo reformas estructurales para recuperar la senda del crecimiento. En cambio, ahora que las economías alemana y europea en su conjunto están por fin creciendo, el BCE se obstina en subir los tipos a pesar de que la inflación está aparentemente controlada. ¿Alguien lo entiende?

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