Durante las últimas semanas el ruido de las noticias y de las opiniones interesadas están complicando la situación de la economía española. En cambio pasan desapercibidas algunas estadísticas que reflejan la importante reducción de algunos de nuestros desequilibrios. Por ejemplo, la semana pasada las cuentas no financieras de la economía española reflejaron que en 2011 se siguió reduciendo la necesidad de financiación de nuestros agentes hasta el 3,4% del PIB (4% del PIB el año anterior).
Es decir, aunque seguimos viviendo por encima de nuestras posibilidades, lo hacemos mucho menos que a mediados de la pasada década, cuando necesitábamos captar financiación en el exterior por casi el 10% del PIB.
Además, la posición entre agentes ha cambiado radicalmente frente a lo que ocurría hace pocos años, pues mientras el sector público presenta una importante posición deficitaria, (-8,5% del PIB), como consecuencia del efecto de los estabilizadores automáticos, el resto de agentes invierten menos de lo que ahorran, como pone de manifiesto la posición acreedora del sector privado, tanto en familias (2,3% del PIB) como empresas (1,6% del PIB) y, en menor medida, instituciones financieras (1,3% del PIB). Es decir, los agentes privados, aunque lentamente, se están desapalancando, reduciendo sus deudas.
Esto lleva a algunos economistas (por ejemplo, Richard Koo de Nomura) a poner en duda la idoneidad de un ajuste tan drástico del gasto público, cuando la demanda interna privada también lo está haciendo de manera muy intensa. Es decir, si todos nos apretamos el cinturón a la vez y con la misma intensidad, va ser difícil evitar una intensa y larga recesión.
La reducción agregada de la necesidad de financiación, o lo que es lo mismo, el desfase entre inversión y ahorro internos, fue el resultado de la prolongada senda contractiva de la inversión (-1,2 puntos hasta el 22,1% del PIB en 2011, de modo que desde los máximos de 2006-2007 ha perdido casi nueve puntos de PIB). Es decir, pasamos de invertir casi como un país asiático (cerca del 30% del PIB) a movernos en niveles más propios de la OCDE. Por su parte, la evolución del ahorro compensó la mitad de la caída de la inversión, ya que también perdió peso sobre el PIB: seis décimas el pasado año y 5,2 puntos desde el máximo de 2003 hasta situarse en el 18,2%. Así, en 2011 se redujo un 1,4%.
La caída de la inversión (-3,1%) fue fruto del descenso moderado en el caso de los hogares (-3,5%) y, sobre todo, del desplome en el caso de las AA.PP. (-30,3%), que compensaron el aumento de la inversión empresarial (+3,2%). En cuanto al ahorro, el deterioro del de los hogares contrarrestó la mejoría en el caso de las empresas y las AA.PP. (+12,1% y +11,2%, respectivamente). En el caso concreto de los hogares, el intenso deterioro del empleo y, por tanto, de su renta disponible (RBD), explican la reducción de su tasa de ahorro hasta mínimos de cuatro años (11,6% de la RBD), al objeto de mantener sus niveles de consumo.
Por tanto, la dependencia de la economía española del ahorro externo continúa reduciéndose (un 60% acumulado desde 2007), si bien se modera su ritmo de corrección. Esta evolución es consecuencia del intenso ajuste de la inversión y no de una mejora del ahorro interno, que, por el contrario, mantiene una senda de deterioro. La clave en el medio plazo es como compatibilizar las exigencias de reducción del déficit público que vienen de Bruselas, con el desapalancamiento de los agentes privados, sin provocar una fuerte recesión.
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