18
Nov

Al igual que otras voces en las últimas semanas, José Ramón lamentaba ayer en este blog la tozudez de Alemania con respecto al papel del BCE en el alivio (que no solución) de la crisis de la deuda pública en Europa. Diferentes medios han recogido en distintas ocasiones los argumentos de Merkel, en buena parte construidos en torno al concepto económico de “riesgo moral” (moral hazard). Hace ya algún tiempo Rafael trajo aquí estos argumentos y este término, pero me gustaría recuperarlo de un modo más detallado y formal, de cara a nuestro “Diccionario de Economía”.

En términos generales, existe riesgo moral cuando el valor de una transacción para alguna de las partes puede verse afectado por acciones o decisiones adoptadas por la otra. Esta situación puede resultar problemática si se dan las siguientes condiciones:

  • existe riesgo, en el sentido de que el resultado para una de las partes depende de algo no conocido en el momento del contrato, que incluye las acciones de la otra parte.
  • tales acciones son “ocultas”, no observables ni inferibles por la parte cuyos resultados se ven afectados.
  • alguna de las partes es aversa al riesgo.

La segunda condición es la que convierte estas situaciones en problemas de información, al hacer imposible que los términos del contrato dependan de las acciones en cuestión.

Parece claro que todas estas condiciones están presentes cuando se garantiza la cobertura por parte de un banco central de los excesos fiscales de un poder ejecutivo, dado que el banco central asume el riesgo de cubrir un evento cuya probabilidad de ocurrencia puede depender del comportamiento del gobierno, en lo que respecta a su prudencia fiscal. Dicho de otro modo, en condiciones normales, un poder ejecutivo manejará su presupuesto tomando precauciones para no generar desconfianza en los inversores y así evitar que se eleve el coste de su endeudamiento. Sin embargo, bajo la cobertura del banco central, el mismo gobierno verá reducidos sus incentivos a ser precavido, pudiendo esa falta de precaución incluso incrementar la probabilidad de que se produzca tal crisis de confianza. Claramente, este comportamiento constituiría un caso de riesgo moral.

Sin embargo, como argumenta hoy The Economist, “Like other central banks, the ECB should ensure the stability of the financial system. If this creates moral hazard, countries helped by the ECB could be placed under an official reform programme (…) The Germans are right to argue that, if euro-zone countries want to save their currency, they must surrender much economic sovereignty. But the argument would be more persuasive if, in return, countries knew they would get more mutual protection. This could be a real step to political union. If it is not what Mrs Merkel wants—and it is unclear how many German voters would support it—then she might have to abandon her rhetoric and start planning how to manage a euro break-up instead.”

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