Archivo de agosto/2007

16
Ago
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    [post_content] => En un comentario  a la entrada que puse el 9 de julio sobre porque no funcionan los biocarburantes en España,  Fernando planteaba el tema del peak oil. Por el peak oil, se entiende el punto máximo de producción petrolera, a partir del cual, ésta descenderá de forma lenta pero inexorable. El primer divulgador de estas teorías fue King Hubbert, un geólogo norteamericano que estudió el rendimiento de los pozos de petróleo y realizó predicciones de explotación. Hubbert se dio cuenta que al perforar un nuevo pozo, la producción aumentaba a buen ritmo hasta un punto en el que aproximadamente la mitad del crudo recuperable ya había sido extraído (peak oil), a partir del cual era más difícil y costoso bombear crudo, provocando que la producción decayera de forma inexorable hasta que se agotaba. Extrapolando sus teorías al conjunto de Estados Unidos, en 1956 vaticinó que la producción petrolera norteamericana, alcanzaría su peak oil en 1970, por lo que fue considerado poco menos que un loco. Pero acertó. En 1970, Estados Unidos alcanzó su máxima producción -  casi 11,3 millones de barriles diarios -,  y desde entonces ésta ha ido decayendo hasta los apenas 6,8 millones que extrajo el año pasado.

Desde entonces han sido muchos los intentos de estimar cuando se producirá el peak oil mundial. En 1971, el propio Hubbert determinó que se alcanzaría en la pasada década, algo que afortunadamente no ha ocurrido. Y desde entonces son muchas las predicciones al respecto. Desde los que lo sitúan entre 2008- 2010, hasta los que piensan que no llegará hasta cerca de 2040.

Estas diferencias estriban en que no se sabe a ciencia cierta cual es el volumen de reservas existentes, puesto que las predicciones de gobiernos y empresas suelen ser poco fiables. Además, se está descubriendo petróleo en lugares antes inaccesibles, bien por cuestiones políticas o  técnicas. En este sentido, las reservas y la producción están aumentando en las repúblicas centroasiáticas de la antigua URSS o en muchos puntos del este y norte de África. Y en el mar, hoy es posible extraer petróleo a profundidades en las que hace pocos años era impensable (ya se empieza a hablar de sacar el petróleo que parece haber en el lecho marino del Polo Norte). También las mejoras en las técnicas de refino, permiten la destilación de crudos que antes no tenían ningún uso. Estas mejoras tecnológicas, permitirán en los próximos años la explotación a gran escala y a un coste más razonable, de los crudos extrapesados que Venezuela posee en la Faja del Orinoco o de las arenas bituminosas canadienses, lo que aumentaría sustancialmente las reservas mundiales y alejaría en el tiempo el peak oil.



Lo que si sabemos es que la demanda de crudo crece de forma imparable, sobre todo en  las economías emergentes, con China e India a la cabeza. La Agencia Internacional de la Energía prevé que en 2012, el consumo mundial supere los 96 millones de barriles diarios, lo que implicaría un 23% más en una década. Y los biocarburantes, tan de moda en los últimos tiempos, no parece que puedan ayudar mucho, puesto que sólo supondrán un 2% del consumo mundial en ese mismo año.

La mayoría de los analistas coinciden en que puede quedar petróleo para unos 40 años con las previsiones actuales de reservas y de consumo, pero ¿estarán en lo cierto?, ¿llegará antes el peak oil y empezará antes la tan temida escasez de petróleo? Si los biocarburantes no parece que puedan sustituir al petróleo en el transporte, ¿qué alternativas quedan? ¿cómo evolucionará el precio del petróleo si sigue aumentado la demanda como hasta ahora?


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En un comentario a la entrada que puse el 9 de julio sobre porque no funcionan los biocarburantes en España, Fernando planteaba el tema del peak oil. Por el peak oil, se entiende el punto máximo de producción petrolera, a partir del cual, ésta descenderá de forma lenta pero inexorable. El primer divulgador de estas teorías fue King Hubbert, un geólogo norteamericano que estudió el rendimiento de los pozos de petróleo y realizó predicciones de explotación. Hubbert se dio cuenta que al perforar un nuevo pozo, la producción aumentaba a buen ritmo hasta un punto en el que aproximadamente la mitad del crudo recuperable ya había sido extraído (peak oil), a partir del cual era más difícil y costoso bombear crudo, provocando que la producción decayera de forma inexorable hasta que se agotaba. Extrapolando sus teorías al conjunto de Estados Unidos, en 1956 vaticinó que la producción petrolera norteamericana, alcanzaría su peak oil en 1970, por lo que fue considerado poco menos que un loco. Pero acertó. En 1970, Estados Unidos alcanzó su máxima producción – casi 11,3 millones de barriles diarios -, y desde entonces ésta ha ido decayendo hasta los apenas 6,8 millones que extrajo el año pasado.

Desde entonces han sido muchos los intentos de estimar cuando se producirá el peak oil mundial. En 1971, el propio Hubbert determinó que se alcanzaría en la pasada década, algo que afortunadamente no ha ocurrido. Y desde entonces son muchas las predicciones al respecto. Desde los que lo sitúan entre 2008- 2010, hasta los que piensan que no llegará hasta cerca de 2040.

Estas diferencias estriban en que no se sabe a ciencia cierta cual es el volumen de reservas existentes, puesto que las predicciones de gobiernos y empresas suelen ser poco fiables. Además, se está descubriendo petróleo en lugares antes inaccesibles, bien por cuestiones políticas o técnicas. En este sentido, las reservas y la producción están aumentando en las repúblicas centroasiáticas de la antigua URSS o en muchos puntos del este y norte de África. Y en el mar, hoy es posible extraer petróleo a profundidades en las que hace pocos años era impensable (ya se empieza a hablar de sacar el petróleo que parece haber en el lecho marino del Polo Norte). También las mejoras en las técnicas de refino, permiten la destilación de crudos que antes no tenían ningún uso. Estas mejoras tecnológicas, permitirán en los próximos años la explotación a gran escala y a un coste más razonable, de los crudos extrapesados que Venezuela posee en la Faja del Orinoco o de las arenas bituminosas canadienses, lo que aumentaría sustancialmente las reservas mundiales y alejaría en el tiempo el peak oil.

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15
Ago

Diez años de la crisis asiática

Escrito el 15 agosto 2007 por JUAN CARLOS MARTINEZ en Economía Mundial

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    [post_content] => Este verano se han cumplido diez años del inicio de la crisis asiática. El 2 de julio de 1997, la moneda tailandesa, el bath, inició un desplome que en los meses posteriores se extendería a otras divisas de la región, sumiendo en una profunda recesión a unas economías que hasta entonces habían asombrado a todo el mundo.

En la década de los ochenta y, sobre todo, en el periodo 1990-96, los países del sudeste asiático experimentaron importantes tasas de crecimiento económico, basadas fundamentalmente en su dinamismo exportador. A pesar de que, en general, sus fundamentos macroeconómicos no eran malos (equilibrio presupuestario, poco desempleo y bajas tasas de inflación), algunos de ellos como Tailandia, Malasia y Filipinas venían acumulando un creciente déficit por cuenta corriente. La financiación de este déficit se hacía mediante  entradas de capitales a corto plazo que, en su mayor medida, tenían como destino la financiación de  inversiones inmobiliarias y bursátiles de carácter especulativo.  Además, los sistemas de supervisión financiera, no eran ni de lejos, todo lo eficientes que debieran.
Bath.JPG




En este contexto, empezaron a surgir temores sobre la sostenibilidad de este modelo de crecimiento, sobre todo, cuando los volúmenes de endeudamiento exterior superaron  con creces a las reservas.  Los inversores internacionales se asustaron y empezaron a retirar sus capitales, provocando el desplome de las monedas locales. Los ataques especulativos sobre el bath, se extendieron en poco tiempo hacia el resto de divisas cuyas economías mostraban características similares. Junto  a Tailandia,  Malasia, Filipinas, Corea e Indonesia fueron los países más afectados; pero también Singapur,Taiwan y Honk Kong,  notaron sus efectos y  hasta Japón, a pesar de no tuvo problemas financieros, entró en recesión. Los mercados bursátiles de la región se desplomaron, los capitales extranjeros huyeron y sólo las ingentes ayudas financieras internacionales evitaron el colapso de aquellas economías. Pero lo peor es que la sensación de desconfianza se extendería durante los suguientes meses en una especie de efecto dominó al resto de economías emergentes y países como Rusia o Brasil sufrirían crisis similares.

John Kenneth Galbraith, el economista norteamericano fallecido el pasado año, afirmaba que  “la memoria financiera dura unos diez años. Este es aproximadamente el intervalo entre un episodio de sofisticada estupidez y el siguiente”.  A tenor de la crisis financiero-hipotecaria que se está desarrollando en Estados Unidos, y que parece haber contagiado a algunas instituciones financieras europeas, sus palabras cobran si cabe más relevancia. Sólo parece que hay que reprocharle que se equivorara en el lapsus temporal. Entre la crisis asática de 1997 y  la actual, se produjo otro episodio de sofisticada estupidez: el estallido de la burbuja de las punto.com.

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Este verano se han cumplido diez años del inicio de la crisis asiática. El 2 de julio de 1997, la moneda tailandesa, el bath, inició un desplome que en los meses posteriores se extendería a otras divisas de la región, sumiendo en una profunda recesión a unas economías que hasta entonces habían asombrado a todo el mundo.

En la década de los ochenta y, sobre todo, en el periodo 1990-96, los países del sudeste asiático experimentaron importantes tasas de crecimiento económico, basadas fundamentalmente en su dinamismo exportador. A pesar de que, en general, sus fundamentos macroeconómicos no eran malos (equilibrio presupuestario, poco desempleo y bajas tasas de inflación), algunos de ellos como Tailandia, Malasia y Filipinas venían acumulando un creciente déficit por cuenta corriente. La financiación de este déficit se hacía mediante entradas de capitales a corto plazo que, en su mayor medida, tenían como destino la financiación de inversiones inmobiliarias y bursátiles de carácter especulativo. Además, los sistemas de supervisión financiera, no eran ni de lejos, todo lo eficientes que debieran.
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14
Ago
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    [post_content] => En el segundo trimestre de este año se ha producido la primera disminución de la tasa de crecimiento de la economía española  de los últiimos 13 trimestres. Efectivamente, tal como publica hoy el INE, durante el segundo trimestre del año, el PIB real registró un crecimiento interanual del 4%, frente al 4,1% del trimestre anterior. Este crecimiento supera, una vez más, el consenso de las previsiones de los analistas. La ligera desaceleración del ritmo de crecimiento del PIB español proviene de la moderación del gasto de las familias  tanto en el consumo como en vivienda. Por otro lado se observa una menor aportación negativa del sector exterior lo que quiere decir que se va corrigiendo, aunque muy ligeramente, el patrón excesivamente desequilibrado que ha dominado la economía española en los últimos años. Esto no quiere decir que se reduzca el déficit por cuenta corriente, sino que este tiende a frenar su crecimiento.




El consumo final de las Administraciones Públicas sigue creciendo por encima del PIB en el segundo trimestre de este año en la misma línea que los dos trimestres anteriores, reflejando las elecciones locales y autonómicas de mayo último y las generales que se aproximan más bien pronto que tarde.

La inversión en vivienda muestra una tendencia a la baja en los últimos cinco trimestres y que se ha intensificado en los tres últimos. Esta tendencia, sin embargo, se vio contrarrestada por la aceleración de la construcción no residencial. Ahora bien, el repunte de esta descansa en gran parte en el pico de la obra pública que se produce dos o tres trimestres antes de las elecciones generales, locales y autonómicas. Y dada la proximidad de las generales no espero que remita hasta después de estas y, por tanto, será entonces cuando la actividad constructora en su conjunto se modere.

En resumen, al igual que se prevé a escala mundial, la fase cíclica expansiva que inició la economía española en 2003 parece haber iniciado su descenso en el segundo trimestre de 2007. Desgraciadamente el contexto internacional y las condiciones propias de la economía española hacen posible una corrección negativa en el ritmo de crecimiento del PIB y del empleo a medio plazo. Los desequilibrios financieros de los hogares y empresas también siguen aumentando y sus repercusiones también presentan importantes incertidumbres sobre el crecimiento del PIB a medio plazo. A ello se une el exceso de oferta de vivienda y el mayor paro en ese sector ¿Cambiará el patrón de crecimiento económico español basado en actividades resguardadas de la competencia internacional, intensivas en mano de obra y con niveles de productividad bajos? ¿Estamos ante un cambio de ciclo de la economía española?




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En el segundo trimestre de este año se ha producido la primera disminución de la tasa de crecimiento de la economía española de los últiimos 13 trimestres. Efectivamente, tal como publica hoy el INE, durante el segundo trimestre del año, el PIB real registró un crecimiento interanual del 4%, frente al 4,1% del trimestre anterior. Este crecimiento supera, una vez más, el consenso de las previsiones de los analistas. La ligera desaceleración del ritmo de crecimiento del PIB español proviene de la moderación del gasto de las familias tanto en el consumo como en vivienda. Por otro lado se observa una menor aportación negativa del sector exterior lo que quiere decir que se va corrigiendo, aunque muy ligeramente, el patrón excesivamente desequilibrado que ha dominado la economía española en los últimos años. Esto no quiere decir que se reduzca el déficit por cuenta corriente, sino que este tiende a frenar su crecimiento.

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13
Ago
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    [post_content] => La pasada semana prometí escribir sobre mi impresión en torno a una cuestión que creo que es clave en el debate. Y como muchas veces sucede, suele olvidarse y dejarse a un lado. La cuestión es: la lucha contra el cambio climático ¿debe anteponerse a otros proyectos como la potenciación del libre comercio o la lucha contra el sida o la pobreza, entre otros?

Una respuesta impulsiva (sobre todo entre no economistas) sería la de no ver ninguna razón para que no se aborden todos estos importantes objetivos, que todos sean prioridades. Por desgracia, y de esto los economistas deberíamos saber algo, los recursos son escasos y es fundamental priorizar unos objetivos por delante de otros, por lo que hay que “mojarse” y determinar cuáles son los más importantes y apostar por ellos, en detrimento del resto. Cuando un gobierno destina recursos y capital humano a luchar contra el calentamiento deja de utilizarlos para cooperación internacional. No se puede hacer todo a la vez, y quizá el cambio climático no deba ser nuestra principal prioridad en el conjunto de los problemas mundiales … o quizá sí.



A los que, como Gore, consideran la cuestión del cambio climático como una obligación ética, la mera idea de comprobar si se trata de una prioridad real debe parecer algo herético. Pero a mí me parece razonable que nos lo cuestionemos. Sobre todo porque los alarmistas y los pronosticadores de hecatombes ecológicas mundiales suelen tener una característica común: una peculiar miopía a la hora de evaluar las posibilidades de la ciencia para hacer frente a los problemas planteados. Si recuerdan mi post de la pasada semana, comencé haciendo referencia al problema ecológico sin precedentes que a finales del XIX se creía que iba a suponer el crecimiento de las ciudades, debido a los residuos orgánicos de los caballos. Pues bien, los que pronosticaban grandes desgracias no fueron capaces de anticipar no ya los grandes avances científicos que se produjeron durante el siglo XX, sino que ni siquiera percibieron el papel que el automóvil podría tener para solventar el problema, y esta solución ya la tenían delante de las narices. Por esto especialmente importante que nos planteemos la priorización, porque en un problema que puede plantearse de aquí a 100 años (o más) tenemos grandes incertidumbres sobre el papel que el progreso científico y tecnológico puede tener en este horizonte.

Entonces la pregunta es: si tenemos que priorizar, utilizando información de los expertos y dejando a un lado el apasionamiento, ¿cuál sería el problema que debería abordarse en primer lugar? Permítanme que no sea yo quien de una respuesta (sería demasiado presuntuoso). Pero sí que puedo decirles que esta pregunta que planteo no es nueva, ya que en 2004 se les formuló en Dinamarca a un grupo de sabios de todo el mundo, que incluía varios premios Nobel. Fue el origen del Consenso de Copenhague. Para que tomasen una decisión sobre algo tan complejo se les reunió con expertos defensores de acciones para frenar el cambio climático, para que éstos aportasen sus argumentos (que incluían análisis coste – beneficio) a favor de priorizar este objetivo. Del mismo modo, expertos en otras materias (pobreza, barreras arancelarias, sida, malaria, etc., así hasta 17 grandes cuestiones) aportaron sus argumentos al grupo de sabios.

Una vez dispusieron de toda la información, debatieron y decidieron el orden de priorización de todos los objetivos planteados. ¿Cuál fue el resultado? La lucha contra el SIDA y la malaria se situaron al frente de la lista, seguidos por la erradicación de la pobreza y la malnutrición, las barreras arancelarias (que impiden a los países pobres comerciar y crear riqueza), el acceso al agua potable y la educación. ¿Y el cambio climático? En el último puesto de la lista. De acuerdo con la evidencia aportada, un dólar gastado en prevenir el SIDA daría como resultado 40 dólares de beneficios sociales, mientras que un dólar invertido en reducir el calentamiento global crearía beneficios sociales cifrados entre 2 y 25 centavos.

El experimento se repitió posteriormente con dos grupos, uno de 24 embajadores y otro compuesto por jóvenes de diferentes procedencias. Los resultados volvieron a ser virtualmente idénticos al de los sabios.

¿Quiero decir con esto que el cambio climático no es una cuestión importante? No. Lo que quiero resaltar es que la humanidad afronta muchos problemas importantes y que no debemos ser fundamentalistas del cambio climático. Y aquí coincido con Xavier Sala i Martín, que afirma que “una vez se comparan las urgencias y las necesidades, los costes y los beneficios, los pros y los contras, la lucha contra el cambio climático no es nuestra prioridad.”


    [post_title] => El cambio climático, ¿una prioridad?
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La pasada semana prometí escribir sobre mi impresión en torno a una cuestión que creo que es clave en el debate. Y como muchas veces sucede, suele olvidarse y dejarse a un lado. La cuestión es: la lucha contra el cambio climático ¿debe anteponerse a otros proyectos como la potenciación del libre comercio o la lucha contra el sida o la pobreza, entre otros?

Una respuesta impulsiva (sobre todo entre no economistas) sería la de no ver ninguna razón para que no se aborden todos estos importantes objetivos, que todos sean prioridades. Por desgracia, y de esto los economistas deberíamos saber algo, los recursos son escasos y es fundamental priorizar unos objetivos por delante de otros, por lo que hay que “mojarse” y determinar cuáles son los más importantes y apostar por ellos, en detrimento del resto. Cuando un gobierno destina recursos y capital humano a luchar contra el calentamiento deja de utilizarlos para cooperación internacional. No se puede hacer todo a la vez, y quizá el cambio climático no deba ser nuestra principal prioridad en el conjunto de los problemas mundiales … o quizá sí.

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10
Ago
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    [post_content] => La agitación en los mercados nubla las perspectivas de la economía de EEUU y puede contagiar negativamente a la economía europea. Están desplomándose los mercados de acciones y bonos, especialmente están cayendo los rendimientos de la deuda de mayor riesgo. En los últimos meses, las acciones han sufrido grandes fluctuaciones. Los mercados financieros han estado  muy volátiles, el crédito se ha vuelto más difícil para los hogares y para las empresas, y la corrección inmobiliaria sigue su curso. A la Reserva Federal (FED) no le queda otra que cambiar el tono de su política monetaria y aumentan, por tanto, las posibilidades de un recorte de tipos (tasas) en su próxima reunión en septiembre.


Otro factor que favorece la bajada de tipos es que los indicadores de inflación, que excluyen los precios de los alimentos y la energía, han descendido. Hay, por tanto, evidencia de una bajada sostenida de la inflación además de un mayor riesgo en el enfriamiento del crecimiento de la economía de EEUU. El recorte de los tipos de interés, desde el 5,25% actual, viene de la mano de una caída en los mercados y una posible desestabilización del sistema financiero. Un mayor deterioro en los mercados agrava los problemas del sector inmobiliario y obliga a la FED a bajar tipos.

Bernanke tiene que elegir entre los riesgos de inflación y el riesgo de un colapso económico ¿Qué hará?.


    [post_title] => Bajada de tipos en septiembre en Estados  Unidos
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La agitación en los mercados nubla las perspectivas de la economía de EEUU y puede contagiar negativamente a la economía europea. Están desplomándose los mercados de acciones y bonos, especialmente están cayendo los rendimientos de la deuda de mayor riesgo. En los últimos meses, las acciones han sufrido grandes fluctuaciones. Los mercados financieros han estado muy volátiles, el crédito se ha vuelto más difícil para los hogares y para las empresas, y la corrección inmobiliaria sigue su curso. A la Reserva Federal (FED) no le queda otra que cambiar el tono de su política monetaria y aumentan, por tanto, las posibilidades de un recorte de tipos (tasas) en su próxima reunión en septiembre.

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9
Ago

¿Por qué no baja los tipos la Reserva Federal?

Escrito el 9 agosto 2007 por JUAN CARLOS MARTINEZ en Política Monetaria

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    [post_content] => Aunque todos analistas daban por hecho que la Reserva Federal no movería los tipos de interés en Estados Unidos esta semana, existía la esperanza de que en su comunicado dejara entrever futuras disminuciones. La economía norteamericana lleva cuatro trimestres comportándose de forma mediocre y, desde principios de año, de forma especialmente preocupante. El paro, aunque se mantiene en tasas muy bajas - el 4,6% de la población activa-, viene repuntando ligeramente desde abril. Y tres años de endurecimiento de la política monetaria – los tipos han pasado desde mediados de 2004, del 1% al 5,25% -, han provocado una sustancial desaceleración de los precios en el mercado inmobiliario, y un aumento de la morosidad y los primeros problemas para algunas de las entidades que operan en el segmento subprime (hipotecas de alto riesgo).




En un contexto como el descrito, el terreno parece abonado para una relajación de la política monetaria que dinamice la economía, alivie la presión sobre los consumidores endeudados, evite que el enfriamiento del sector inmobiliario se traslade hacia otros segmentos de la actividad económica y desarticule una probable crisis financiero-hipotecaria. Pero la Reserva Federal ha optado por mantener los tipos de interés en el 5,25% y lo que es peor, no ha emitido señales claras sobre su descenso en otoño. ¿Por qué? Pues como siempre, por las tensiones inflacionistas. Aunque reconoce la moderación del crecimiento económico y los problemas que puede provocar una  corrección en el sector inmobiliario, la resistencia experimentada por los precios a moderarse, pesa mucho más. Y luego está el dólar. Si los tipos bajasen, la moneda norteamericana se depreciaría aún más y eso encarecería las importaciones. Es decir, ante todo, ortodoxia monetaria.

A este lado del Atlántico, la tónica es la misma. El Banco Central Europeo tampoco ha roto los pronósticos y  ha optado por irse de vacaciones manteniendo los tipos en el 4%. En cambio, ha emitido señales muy claras de que los subirá a la vuelta del verano, y la razón es también la inflación. Pero a diferencia del caso norteamericano, donde la inflación, aunque baja, está presente, en la eurozona sólo se perciben riesgos a futuro. Riesgos derivados de que el encarecimiento del petróleo, la recuperación económica de las principales economías europeas, la creación de empleo o el elevado uso de la capacidad instalada, acaben por manifestarse en los índices de inflación y lo que es peor, se trasladen a los salarios.

Por tanto, si nada cambia, lo más probable es que la llegada del otoño nos traerá tipos más altos en la eurozona –que podrían llegar al 4,5% a finales de año- y una tensa espera en Estados Unidos: si la recuperación anunciada para el segundo semestre se materializa, es probable que se mantengan, y si no es así, empezarán a disminuir. Pero si hacer previsiones sobre acontecimientos económicos ya es de por sí arriesgado, cuando en ellas se incluyen a los bancos centrales, la cosa se complica aún más. ¿Cómo creéis vosotros que evolucionarán los acontecimientos?


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Aunque todos analistas daban por hecho que la Reserva Federal no movería los tipos de interés en Estados Unidos esta semana, existía la esperanza de que en su comunicado dejara entrever futuras disminuciones. La economía norteamericana lleva cuatro trimestres comportándose de forma mediocre y, desde principios de año, de forma especialmente preocupante. El paro, aunque se mantiene en tasas muy bajas – el 4,6% de la población activa-, viene repuntando ligeramente desde abril. Y tres años de endurecimiento de la política monetaria – los tipos han pasado desde mediados de 2004, del 1% al 5,25% -, han provocado una sustancial desaceleración de los precios en el mercado inmobiliario, y un aumento de la morosidad y los primeros problemas para algunas de las entidades que operan en el segmento subprime (hipotecas de alto riesgo).

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8
Ago
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    [post_date_gmt] => 2007-08-08 09:16:39
    [post_content] => A pesar de que los precios del petróleo se encuentran rondando sus máximos históricos, su  demanda sigue aumentando. Según el Statistical Review of World Energy 2007 publicado por BP, el consumo mundial de petróleo aumentó en 2006 en casi 650.000 barriles diarios (bb/dd), hasta alcanzar los 83,7 millones de  (bb/dd) de media. Esto supuso un incremento del 0,7% respecto a 2005, el más alto observado desde 2001.






Si desagregamos los datos por áreas geográficas, vemos que, en general, el consumo creció en Asia-Pacífico (1,3%), Latinoamérica (3%), África (2%), Oriente Medio (3,5%) y los países de la  antigua Unión Soviética (4,5%), y descendió en la mayoría de los países más industrializados de Occidente.
petroleo.JPG

China, que ya se ha convertido en el segundo mayor consumidor mundial, incrementó su demanda un 6,7% más,  lo que traducido a barriles supuso casi 500.000 (bb/dd) más. Por el contrario Estados Unidos, Japón y las principales economías europeas, salvo Alemania, redujeron su consumo en porcentajes que rondan el 1%. Por su parte, España consumió en 2006, 1.602.000 (bb/dd), lo que supone un 0,9% menos que en 2005 o 17.000 (bb/dd).

Está claro que el alto ritmo de crecimiento de la economía mundial, especialmente en los países emergentes, explica el fuerte incremento de la demanda mundial de crudo, a pesar de los altos precios que tuvo en 2006 (el barril de Brent, que es el petróleo de referencia en Europa, cotizó a una media de 65,14 $, un 20% más que en 2005).  Por otra parte, parece que esos mismos altos precios, son los que han motivado esa pequeña reducción del consumo en la mayoría de los países más desarrollados (en España no se reducía el consumo desde 1993, el año de la última crisis económica). Lo que me gustaría saber es si  las apuestas por una mayor eficiencia energética, también empiezan a surtir efecto. Y también me surge otra pregunta: ¿para cuanto tiempo queda petróleo? A esta última cuestión intentaré responder la semana que viene.

    [post_title] => ¿Cuánto petróleo consumimos?
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A pesar de que los precios del petróleo se encuentran rondando sus máximos históricos, su demanda sigue aumentando. Según el Statistical Review of World Energy 2007 publicado por BP, el consumo mundial de petróleo aumentó en 2006 en casi 650.000 barriles diarios (bb/dd), hasta alcanzar los 83,7 millones de (bb/dd) de media. Esto supuso un incremento del 0,7% respecto a 2005, el más alto observado desde 2001.

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7
Ago
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    [post_content] => Leo con asombro en el diario El País de hoy que la directora de la Biblioteca Nacional de España, Rosa Regàs, celebra que se vendan cada vez menos periódicos. Según ella los periódicos españoles defienden posiciones favorables al Partido Popular y, por tanto, no transmiten bien a la sociedad los grandes avances sociales impulsados desde el Gobierno socialista. He releído sus declaraciones y no salgo de mi asombro inicial. Seguramente Rosa Regás lee una una edición de El País que ensalza al PP y el resto de los mortales leemos una edición diferente del diario El País. Rosa Regás asegura además que hace dos meses que no lee la prensa. ¿Es cierto o es un mito que se leen menos diarios? Leyendo el artículo del País de hoy con las declaraciones de Rosa Regás se podría concluir que cada vez hay menos gente que lee periódicos, sin embargo, según la Asociación Mundial de Periódicos (WAN) , las tendencias de la prensa escrita dan motivos para ser optimista. Y es a partir de ahora cuando entro en la materia que lleva el título de este post.


¿La difusión de diarios está en baja? Según el informe Capital Market de 2007 la difusión de los diarios de pago en el mundo aumentó un 1,9% en 2006 y un 8,7% en los últimos cinco años. Es verdad que el aumento de la difusión se debe en buena parte a Asia, donde la subida fue un 3%. Pero la tendencia al alza se advierte también en Australia (2,1%) y Sudamérica (4,6%); en Europa (0,7%) y África (0,7%) la difusión está casi estancada. La excepción negativa es Norteamérica, donde la prensa escrita ha bajado un 2%.

Por su parte y tal como imaginábamos la difusión mundial de los diarios gratuitos se ha más que duplicado en los últimos cinco años hasta alcanzar 40,8 millones de ejemplares. ¿Los lectores de prensa son cada vez más viejos?  Según los datos de <a href="Capital Market de 2007 ">WAN la distribución por edades está bastante repartida y apenas ha cambiado en los últimos cinco años: el 31,5% de los lectores son de 15-34 años; el 34,5% de 35-54 años; el 34,1% de 54-65 y más años.

¿La publicidad en prensa ya no es atractiva para el anunciante? No parece que sea así. La prensa diaria es el segundo mercado por ingresos publicitarios (30% del total), solo precedido por la televisión (38%) y por delante de las revistas, la radio, Internet y la publicidad exterior. ¿Las páginas "web" de los diarios canibalizan a la prensa de pago? La impresión de la WAN en su informe es que las ediciones en Internet de los periódicos han aumentado la audiencia apoyándose en la imagen de marca de los diarios. La directora de la Biblioteca Nacional ha perdido una buena oportunidad para informarse y quizá para callarse.



    [post_title] => La difusión mundial de los periódicos aumenta
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Leo con asombro en el diario El País de hoy que la directora de la Biblioteca Nacional de España, Rosa Regàs, celebra que se vendan cada vez menos periódicos. Según ella los periódicos españoles defienden posiciones favorables al Partido Popular y, por tanto, no transmiten bien a la sociedad los grandes avances sociales impulsados desde el Gobierno socialista. He releído sus declaraciones y no salgo de mi asombro inicial. Seguramente Rosa Regás lee una una edición de El País que ensalza al PP y el resto de los mortales leemos una edición diferente del diario El País. Rosa Regás asegura además que hace dos meses que no lee la prensa. ¿Es cierto o es un mito que se leen menos diarios? Leyendo el artículo del País de hoy con las declaraciones de Rosa Regás se podría concluir que cada vez hay menos gente que lee periódicos, sin embargo, según la Asociación Mundial de Periódicos (WAN) , las tendencias de la prensa escrita dan motivos para ser optimista. Y es a partir de ahora cuando entro en la materia que lleva el título de este post.

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6
Ago
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    [post_date] => 2007-08-06 12:17:25
    [post_date_gmt] => 2007-08-06 11:17:25
    [post_content] => A finales del siglo XIX una catástrofe ecológica sin precedentes estaba en ciernes, según pronosticaban los principales profetas de la época. El desarrollo económico tenía como una de sus consecuencias el crecimiento urbano masivo y, puesto que el medio de transporte fundamental estaba ligado a los caballos, se planteaba el problema de qué hacer con la creciente e ingente acumulación de excrementos y estiércol. No se trataba sólo de un problema técnico de gestión de residuos. Lo que más preocupaba era la catástrofe sanitaria que se avecinaba: fiebres tifoideas y enfermedades respiratorias por doquier.

Hoy nadie se acuerda de estas predicciones catastrofistas. Pero como señala Xavier Sala i Martín, en unos esclarecedores artículos sobre el cambio climático publicados en La Vanguardia entre febrero y mayo de este año, los que permanecen son los augures de la desgracia, pero transformados. Uno de los mayores protagonistas de esta nueva corriente es Al Gore, que en su película “Una verdad incómoda” nos ilustra sobre cómo el calentamiento global del planeta va a elevar el nivel del mar siete metros provocando todo tipo de desgracias.

No había pensado escribir esta semana sobre el cambio climático en este blog de economía. Pero como veo que en los últimos días mis compañeros Javier y Rafael han elegido temas relacionados con este asunto, no he podido resistirme. Reconozco que el debate sobre el cambio climático me divierte. Cuando quiero reírme un rato, investigo cuáles han sido las últimas declaraciones de los integristas defensores de las actuaciones urgentes para frenar el cambio climático.



Del cambio climático habla mucha gente, cada uno con sus intereses. Intentaré ceñirme a las posturas científicas y dejar a un lado a los propagandistas. Hasta ahora el único punto sobre el que los científicos se han puesto de acuerdo en relación con esta materia es que la tierra se ha calentado (menos de un grado centígrado) en el último siglo. A partir de ahí, las opiniones están enfrentadas y el debate se enturbia. Creo que es un tema al que hay que aproximarse con gran prudencia, algo que no se está haciendo hoy día, así que a continuación voy a dejar simplemente unas pinceladas, a modo de argumentos, para combatir las posiciones de los fundamentalistas del cambio climático.

En primer lugar, qué dicen los científicos sobre el calentamiento global y la inevitable desaparición del hielo de la Antártida. Resulta curioso, pero según los científicos el calentamiento, en primer lugar, no es global y, en segundo lugar, no lo va a experimentar la Antártida. Un organismo tan poco sospechoso de estar al servicio de los “demonios” del cambio climático (petroleras, etc.), sino más bien lo contrario, como es el Grupo Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) de la ONU publicó un informe a principios de este año en el que se reafirmaban, entre otras, dos ideas: la primera, que las temperaturas en la Antártida no sólo no han subido, sino que han bajado (página 9) y, en segundo lugar, que se espera que su masa de hielo aumente durante el próximo siglo (página 13).

En la película de Al Gore se asegura que la ola de calor que provocó 34.000 muertos en Europa en 2003 es consecuencia del cambio climático, y se pronostican millones de muertos en los próximos años. Pues bien, nuevamente el IPCC afirma que el ejemplo europeo no está relacionado con el incremento de CO2. Y, por cierto, Sala i Martín hace un comentario muy fino en uno de sus artículos: “para ser intelectualmente honesto, a la cantidad de gente que se morirá por culpa del calor, Gore debería restar la gente que dejará de morir de enfermedades relacionas con el frío (hipotermias, gripes, enfermedades respiratorias y cardiovasculares relacionadas con las bajas temperaturas, etc). La película no explica que durante ese mismo 2003 catastrófico en que murieron 34.000 europeos por la ola de calor, también murieron 100.000 europeos de frío.”

No sé si soy un escéptico de los riesgos del cambio climático. Creo que todo depende de con qué lo comparemos. La pregunta que me hago y sobre la que escribiré el próximo lunes es si el cambio climático es el principal problema que afronta la humanidad, lo que justificaría destinar la mayor parte de nuestros esfuerzos y recursos a su solución, o si, por el contrario, otros problemas (la pobreza, el sida, etc.) son más acuciantes. Es una cuestión de prioridades y el gran mal que los profetas del cambio climático podrían estar provocando es desviar nuestra atención de aquello que es verdaderamente importante.


    [post_title] => El cambio climático, ¿una verdad incómoda?
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A finales del siglo XIX una catástrofe ecológica sin precedentes estaba en ciernes, según pronosticaban los principales profetas de la época. El desarrollo económico tenía como una de sus consecuencias el crecimiento urbano masivo y, puesto que el medio de transporte fundamental estaba ligado a los caballos, se planteaba el problema de qué hacer con la creciente e ingente acumulación de excrementos y estiércol. No se trataba sólo de un problema técnico de gestión de residuos. Lo que más preocupaba era la catástrofe sanitaria que se avecinaba: fiebres tifoideas y enfermedades respiratorias por doquier.

Hoy nadie se acuerda de estas predicciones catastrofistas. Pero como señala Xavier Sala i Martín, en unos esclarecedores artículos sobre el cambio climático publicados en La Vanguardia entre febrero y mayo de este año, los que permanecen son los augures de la desgracia, pero transformados. Uno de los mayores protagonistas de esta nueva corriente es Al Gore, que en su película “Una verdad incómoda” nos ilustra sobre cómo el calentamiento global del planeta va a elevar el nivel del mar siete metros provocando todo tipo de desgracias.

No había pensado escribir esta semana sobre el cambio climático en este blog de economía. Pero como veo que en los últimos días mis compañeros Javier y Rafael han elegido temas relacionados con este asunto, no he podido resistirme. Reconozco que el debate sobre el cambio climático me divierte. Cuando quiero reírme un rato, investigo cuáles han sido las últimas declaraciones de los integristas defensores de las actuaciones urgentes para frenar el cambio climático.

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3
Ago
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    [post_date] => 2007-08-03 12:29:17
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    [post_content] => Hace unos días se publicó un nuevo estudio (otro más) en torno al impacto del cambio climático en la actividad empresarial. En esta ocasión KPMG y el GRI (Global Reporting Initiative) pretendían identificar las pautas de comunicación de las empresas más importantes sobre los riesgos y oportunidades de negocio que perciben como consecuencia del cambio climático. El informe, titulado “Reporting the Business Implications of Climate Change in Sustainability Reports” fue elaborado a partir del análisis de una muestra de informes anuales de sostenibilidad publicados por compañías que forman parte de la lista FT 500 del Financial Times y que siguen los principios de información del GRI. La lista incluye a empresas como HSBC Holdings Plc., el mayor banco Europeo por valor de mercado; Nomura Holdings Inc., el grupo de servicios financieros líder en Japón; o Microsoft Corp., la mayor compañía de software del planeta.

El estudio de KPMG y GRI concluye que tan sólo una quinta parte de las compañías estudiadas reporta (¿percibe?) algún riesgo en sus negocios derivado del calentamiento global. Una gran mayoría únicamente informa sobre sus oportunidades.


Sin duda, la mayor parte de los individuos que forman estas empresas comprende que se trata de un serio, potencialmente muy serio, problema medioambiental que afecta a todos cuantos habitamos en este planeta. Sin embargo, aparentemente, muy pocos directivos o empresarios están valorando las implicaciones del cambio climático en sus propios negocios. Numerosas razones podrían justificar esta aparente falta de atención empresarial sobre el problema. Existe aún una notable incertidumbre científica sobre las consecuencias del cambio climático, y los políticos y economistas aún debaten los costes y beneficios de tomar determinadas decisiones en este campo. Por otra parte, cualquier intento de solución requiere una acción coordinada de numerosas naciones, lo que implica complicados y lentos procesos de negociación a nivel internacional. Sin embargo, los directivos no deben interpretar la falta de decisión política como una señal de que el problema puede ser ignorado. Tanto el impacto de una atmósfera incierta como las propias medidas para minimizar ese impacto pueden afectar potencialmente al modo de hacer negocios en prácticamente cualquier sector económico. Así, para algunas industrias el cambio climático puede representar una amenaza a su rentabilidad e incluso a su propia supervivencia. Sin duda para otras puede abrir numerosas oportunidades de mercado.

Las implicaciones de este problema para los negocios provienen de dos fuentes. La primera y más directa, es el daño causado a industrias que dependen de un clima estable y predecible, como por ejemplo la agricultura, el turismo o el sector asegurador. Los gestores de estas industrias deberían valorar cuidadosamente las implicaciones sobre sus resultados de una mayor variabilidad en los patrones climáticos, así como considerar el posible traslado de su actividad a otra zona. La otra fuente de impactos proviene las acciones emprendidas por los gobiernos, a nivel nacional e internacional, para prevenir o reducir el cambio climático. Obviamente, el sector energético es el que más directamente se ve afectado por la política climática, pero sus repercusiones se extenderán progresivamente a todos los negocios intensivos en el uso de energía, principalmente la manufactura.

El sector agrícola español depende de las favorables condiciones del clima mediterráneo para alcanzar sus buenos resultados en la producción de vino, oliva o cítricos. Sin embargo, el cambio climático puede afectar dramáticamente al delicado balance entre el soleado verano y las escasas lluvias de invierno. Los períodos de sequía en años recientes han sido claramente costosos para nuestra agricultura y pueden ser presagio de futuras pérdidas. Del mismo modo, la industria española del turismo tiene motivos para sentirse preocupada. Los inviernos secos y poco fríos pueden devastar el sector de los deportes de invierno, por ejemplo. Las últimas temporadas de esquí han sido más cortas, o incluso han desaparecido, debido a la falta de nieve en las estaciones. El turismo costero puede igualmente verse afectado si el nivel del mar continúa creciendo y haciendo retroceder las líneas de playa. Algunos expertos estiman que en 50 años el crecimiento del nivel del mar y la erosión podrían llegar a eliminar gran parte de las playas a lo largo del litoral mediterráneo español. Imaginemos, en un caso extremo, las consecuencias para el sector turístico español si el calentamiento global provocara un clima mediterráneo en las playas de Gran Bretaña y convirtiera la Costa del Sol en el Sahara. Un clima más errático también amenaza al sector asegurador. Las diferentes catástrofes climatológicas acaecidas durante el año 2005 costaron a la economía mundial cerca de 255.000 millones de dólares, un importe cercano al PIB danés. Buena parte de este importe fue soportado por las compañías de seguros.

Mientras que la agricultura, el turismo, los seguros y otros sectores pueden verse dañados por el cambio climático, los negocios intensivos en el uso de energía pueden verse afectados por los esfuerzos por prevenir el problema. Numerosas compañías petroleras, así como la mayor parte de naciones pertenecientes a la OPEP, son plenamente conscientes de los efectos negativos que pueden tener sobre sus ingresos los esfuerzos internacionales por controlar el cambio climático. Las restricciones derivadas del Protocolo de Kioto se deberían traducir de modo directo en un menor uso mundial de combustibles fósiles como el carbón y el petróleo, y en pérdidas económicas para compañías como Exxon y Shell. Los científicos estiman que para estabilizar la atmósfera terrestre sería necesaria una reducción del 60% en la producción de CO2. Una reducción en el uso de combustibles fósiles de esta magnitud implicaría cambios profundos en prácticamente todos los sectores de la economía mundial, desde el transporte hasta la construcción.

Frente a la amenaza que suponen para gran parte de las compañías petroleras, las medidas para la reducción de la producción mundial de CO2 pueden generar enormes oportunidades de negocio para nuevas empresas que propongan fuentes alternativas a los combustibles fósiles. Los negocios y la sociedad continuarán consumiendo energía, pero deberemos encontrar otras vías para generarla más limpiamente y para consumirla de modo más eficiente. De modo evidente, las energías renovables están llamadas a incrementar su importancia en los mercados energéticos en las próximas décadas. De igual modo, las tecnologías de la información e Internet permitirán incrementar la eficiencia en el uso de la energía, asegurando que la cantidad adecuada de energía sea servida en el lugar y momento adecuados. La futura industria energética será probablemente tan dinámica y rentable como lo son hoy día las industrias de alta tecnología.

En conclusión, aunque todos los directivos y empresarios pueden beneficiarse de una evaluación cuidadosa sobre los impactos del cambio climático en sus negocios, se trata de un ejercicio complejo, debido a las numerosas interrelaciones entre los sectores productivos. A pesar la complejidad de este análisis, evaluar los diferentes escenarios de esta problemática permitiría a los directivos y empresarios diseñar estrategias que asegurarán no sólo la supervivencia de sus negocios, sino incluso la prosperidad de los mismos en una economía post-combustible fósil.

    [post_title] => ¿Miran hacia otro lado las empresas frente al cambio climático?
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Hace unos días se publicó un nuevo estudio (otro más) en torno al impacto del cambio climático en la actividad empresarial. En esta ocasión KPMG y el GRI (Global Reporting Initiative) pretendían identificar las pautas de comunicación de las empresas más importantes sobre los riesgos y oportunidades de negocio que perciben como consecuencia del cambio climático. El informe, titulado “Reporting the Business Implications of Climate Change in Sustainability Reports” fue elaborado a partir del análisis de una muestra de informes anuales de sostenibilidad publicados por compañías que forman parte de la lista FT 500 del Financial Times y que siguen los principios de información del GRI. La lista incluye a empresas como HSBC Holdings Plc., el mayor banco Europeo por valor de mercado; Nomura Holdings Inc., el grupo de servicios financieros líder en Japón; o Microsoft Corp., la mayor compañía de software del planeta.

El estudio de KPMG y GRI concluye que tan sólo una quinta parte de las compañías estudiadas reporta (¿percibe?) algún riesgo en sus negocios derivado del calentamiento global. Una gran mayoría únicamente informa sobre sus oportunidades.

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2
Ago
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    [post_content] => Algunos economistas y académicos, como John Browne de la Cambridge Judge Businness School y Nick Butler Butler director del Centro de Estudios Energéticos de esa misma universidad han propuesto crear un Fondo Internacional de Carbono que tendría como finalidad luchar contra el cambio climático. El Fondo Internacional del CO2  ó del Carbono tendría como objetivo la reducción de emisiones de gases invernadero (fundamentalmente el dióxido carbono CO2), necesaria para mantener la concentración de dióxido de carbono por debajo de un techo acordado. Para ello habría que repartir las cuotas de emisión entre los estados participantes del Fondo Internacional del Carbono. Como cualquier reparto es fuente de conflictos la fórmula que se propone debería tener en cuenta los niveles actuales de emisión de CO2 de cada país participante en el fondo y su renta per cápita. El objetivo y las cuotas serían revisables, quizás cada cinco años. Aunque el objetivo y las cuotas serían decisiones globales, el Fondo Internacional del Carbono no le diría a los estados miembros cómo alcanzar sus objetivos nacionales. El mercado y la cultura de cada país pueden dar muchas respuestas diferentes y cada país elegiría la suya.


El Fondo Internacional del Carbono debería establecer un sistema para controlar y verificar las reducciones de las emisiones, así como mecanismos para financiar el desarrollo de energías limpias mediante préstamos o ayudas a los países más pobres. Finalmente, la organización crearía un sistema de intercambios que asegurase que las emisiones se reducen de la forma menos costosa posible.

A través del Fondo Internacional del Carbono productores y consumidores generarían un cambio hacia una economía menos dependiente del carbono. La misión del Fondo Internacional del Carbono sería mitigar las emisiones de gases a la vez que se mantiene el crecimiento y el progreso económico. No se debe olvidar que el progreso humano, ha estado siempre apuntalado por las instituciones. Como el cambio climático parece que empieza a amenazar la sostenibilidad del crecimiento económico hace falta una institución capaz de desarrollar una vía práctica de solución. El Fondo Internacional del Carbono puede ser la respuesta. ¿Se pondrán de acuerdo los países para crear este fondo? ¿Estarán EEUU y China? ¿Resolverá este fondo los problemas del calentamiento global?



    [post_title] => ¿Qué es el Fondo Internacional de CO2  ó del Carbono (International Carbon Fund)?
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Algunos economistas y académicos, como John Browne de la Cambridge Judge Businness School y Nick Butler Butler director del Centro de Estudios Energéticos de esa misma universidad han propuesto crear un Fondo Internacional de Carbono que tendría como finalidad luchar contra el cambio climático. El Fondo Internacional del CO2 ó del Carbono tendría como objetivo la reducción de emisiones de gases invernadero (fundamentalmente el dióxido carbono CO2), necesaria para mantener la concentración de dióxido de carbono por debajo de un techo acordado. Para ello habría que repartir las cuotas de emisión entre los estados participantes del Fondo Internacional del Carbono. Como cualquier reparto es fuente de conflictos la fórmula que se propone debería tener en cuenta los niveles actuales de emisión de CO2 de cada país participante en el fondo y su renta per cápita. El objetivo y las cuotas serían revisables, quizás cada cinco años. Aunque el objetivo y las cuotas serían decisiones globales, el Fondo Internacional del Carbono no le diría a los estados miembros cómo alcanzar sus objetivos nacionales. El mercado y la cultura de cada país pueden dar muchas respuestas diferentes y cada país elegiría la suya.

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