Como continuación o complemento del artículo (Los retos de Lula) que sale publicado hoy martes en el diario El Mundo (página 26) quisiera señalar que existen otros muchos factores además de los que allí se indican que frenan el crecimiento de Brasil, por ejemplo, la cantidad de trámites que tiene que hacer un empresario cuando quiere abrir un negocio. En este sentido me parece que hay demasiadas regulaciones que impiden el funcionamiento de algunos mercados, como es el caso de algunas dificultades para crear nuevas empresas o para hacer cumplir los contratos, o las trabas para la presencia del sector privado en algunos sectores clave, o el escaso desarrollo de los mercados financieros y de capitales o la ausencia de una estrategia de formación de recursos humanos, por citar solo algunos ejemplos.
En Brasil hay problemas asociados a la política macroeconómica y a una excesiva presión tributaria. En este sentido he recibido algunos correos donde se me critica que rebajar la presión fiscal de Brasil es peligroso. Efectivamente, hay que tener en cuenta que esa elevada presión tributaria ha permitido, en parte, una reducción de la pobreza y una fuerte disminución de la desigualdad en la distribución de la renta en los últimos años, por lo que cualquier cambio de política fiscal en Brasil debería preservar los cambios positivos en el gasto social. En cuanto al sistema de seguridad social añadir a lo indicado hoy en El Mundo que cuando se analiza las cuentas de la seguridad social brasileña el déficit alcanza en 2005 un 5.3% del PIB. Pero lo más llamativo es que el grueso de éste déficit se debe al régimen del sector público (-3.4% del PIB), mientas el régimen del sector privado apenas representa -1.9%, cuando el sector público solo representa 3,5 millones de afiliados de los 24,5 millones de afiliados registrados oficialmente y el sector privado 21. ¿A qué se debe? En el sector privado la edad para jubilarse es de 65 años para los hombres, 60 años para las mujeres, mientras la edad para jubilarse en el sector público es de 53 años para los hombres y de 48 años para las mujeres. A estas asimetrías se le pueden añadir otras más: existen regimenes especiales para determinadas clases de funcionarios públicos, jueces o parlamentarios, según los cuales, por ejemplo, congresistas brasileños puedan retirarse, cualquiera sea su edad, después de dos mandatos y cobrar una pensión de por vida. Los profesores de la enseñanza pública pueden jubilarse también más jóvenes y con años de contribución inferiores a los profesores del sector privado. Más información sobre Brasil se puerde encontrar en este mismo blog en la pestaña de la izquierda titulada “América Latina”.
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