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22
Jun

Lo que no dicen las estadísticas comerciales

Escrito el 22 junio 2011 por María Jesús Valdemoros en Economía Mundial, Miscelánea

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    [post_content] => En los últimos dos años hemos asistido a sendos récords históricos en el comercio mundial. Si en 2009 las exportaciones reales experimentaron una caída sin precedentes del 12%, en 2010 registraban un crecimiento inaudito, cercano al 15% anual. Según los pronósticos de la OMC que acompañaron a su anuncio de estas cifras, en 2011 asistiremos a un avance más moderado de los intercambios comerciales, en el entorno del 6,5%, todavía por encima del crecimiento medio de las dos últimas décadas. Estos datos vienen a confirmar una tendencia que ya se apreciaba con anterioridad a la crisis y la recesión internacional: la creciente sensibilidad del comercio global al dinamismo de la economía.

Tras la mayor escala relativa del comercio mundial –también tras su cambiante naturaleza- se encuentra la creciente internacionalización de los sistemas productivos. Cada vez es más frecuente la fragmentación de la cadena de valor, con cada eslabón o etapa productiva localizada en un enclave geográfico diferente. La amplitud y la diseminación internacional de las cadenas mundiales de suministro obligan a que las mercancías crucen fronteras nacionales varias veces, en distintas etapas de sus procesos productivos. Esto, por su parte, provoca que las corrientes comerciales medidas sean mayores puesto que un mismo producto se contabiliza varias veces en las correspondientes estadísticas. Como la propia OMC reconoce, para cuantificar este efecto y facilitar comparaciones más significativas en el tiempo y entre países, se necesitarían datos del comercio en términos de valor añadido (que es como se mide el PIB). Por el momento, semejante información no está disponible.

Podría parecer, en un principio, que estamos ante una simple cuestión metodológica sin demasiada importancia. Sin embargo, no es así. Las estadísticas disponibles son las que condicionan el debate y la consiguiente adopción de políticas. Si no contamos con datos fiables sobre la verdadera naturaleza y dimensión del comercio internacional, corremos el riesgo de errar en el diagnóstico y la corrección de los desequilibrios existentes.

La nueva realidad del comercio

El problema con las estadísticas de comercio y balanza de pagos es mayor que el señalado por la OMC. Puede resumirse en que dichas estadísticas fueron diseñadas para un mundo que ya no existe. Setenta años atrás, las cifras oficiales de importaciones de manufacturas, por ejemplo, no necesitaban de muchas explicaciones. Recogían únicamente el valor de mercancías adquiridas en países extranjeros, producidas allí por empresas locales que contrataban servicios de otras empresas de su misma nacionalidad, porque esas eran las únicas transacciones posibles. Hoy, las cifras de importaciones recogen ese tipo de operaciones, pero también otras mucho más complejas. Por ejemplo, recogen como compras de EEUU el valor final de los iPad ensamblados en China y transportados después para su venta en el mercado americano. A diferencia de las transacciones convencionales, en este caso tendríamos que una gran parte del valor añadido ha sido generado no en el país exportador, sino en el importador, pues es en California donde Apple desarrolla el diseño y la tecnología de sus productos. Nadie en su sano juicio podría argumentar que estas importaciones tienen idénticos efectos para el bienestar de los EEUU que las importaciones de camisetas baratas de marca y fabricación 100% chinas. Tampoco sería sensato pensar que ambas responderían de la misma forma a la revaluación del yuan por la que tanto se aboga. Sin embargo, sí tienen idéntico reflejo en la balanza de pagos estadounidense.

El caso del iPad es sólo un ejemplo, pero ilustra a la perfección el fenómeno del comercio internacional intraempresa. Un fenómeno cuya escala es muy notable para aquellos países que acogen a multinacionales extranjeras y cuentan con gran número de compañías transnacionales operando por todo el mundo –como ocurre con EEUU-. Sería muy bueno contar con datos oficiales periódicos sobre estos entresijos del comercio mundial. Ello permitiría un conocimiento de la realidad más informado, que nos evitara caer en la tentación de propuestas simplistas para cuestiones tan complejas como los grandes desequilibrios mundiales de balanza de pagos.
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En los últimos dos años hemos asistido a sendos récords históricos en el comercio mundial. Si en 2009 las exportaciones reales experimentaron una caída sin precedentes del 12%, en 2010 registraban un crecimiento inaudito, cercano al 15% anual. Según los pronósticos de la OMC que acompañaron a su anuncio de estas cifras, en 2011 asistiremos a un avance más moderado de los intercambios comerciales, en el entorno del 6,5%, todavía por encima del crecimiento medio de las dos últimas décadas. Estos datos vienen a confirmar una tendencia que ya se apreciaba con anterioridad a la crisis y la recesión internacional: la creciente sensibilidad del comercio global al dinamismo de la economía. Seguir leyendo…

17
Jun

¿Liberalizaremos de verdad el sector de los servicios?

Escrito el 17 junio 2009 por María Jesús Valdemoros en Economía española

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Entre tanta noticia económica (negativa en la mayoría de casos), ha pasado un tanto desapercibida la aprobación por parte del Consejo de Ministros del proyecto de la denominada Ley Omnibus, por la que se modifican diversas leyes para la correcta transposición al marco jurídico español de la Directiva europea sobre el libre acceso y el ejercicio de las actividades de servicios. Se trata de una noticia que creo importante, puesto que estamos ante una ley ambiciosa, que se propone liberalizar e introducir mayor competencia –habrá que ver si lo consigue- en el sector servicios, el cual representa nada menos que dos terceras partes del empleo y la actividad de nuestra economía. No sólo eso; el de los servicios es un sector fundamental para el resto de actividades para las que es un proveedor irremplazable. 

Beneficios de una buena regulación, favorable a la competencia

 

Según los cálculos del Gobierno, la transposición de la directiva sobre servicios supondrá un enorme beneficio en términos de empleo, PIB, productividad y salarios. Y es que, aunque no siempre seamos conscientes de ello, a día de hoy sufrimos las consecuencias de una maraña de regulaciones que interfieren en la competencia de los mercados, causando un perjuicio enorme tanto para los consumidores como para el conjunto de la economía. Lo peor es que esa interferencia se produce sin que las regulaciones logren siquiera los objetivos que las originaron. El caso palmario es la actual legislación del comercio minorista, que pretendía defender al pequeño comercio de la competencia de las grandes superficies. Pues bien, en los últimos años es cierto que las grandes superficies han visto frenado su avance, pero ¡los pequeños comercios han perdido cuota de mercado! Nadie pensó (o tal vez sí), antes de regular, que las normas acabarían beneficiando a las cadenas de supermercados.

El problema es que, hasta ahora, la regulación de los servicios (y de la actividad económica en general) no se ha elaborado ni puesto en marcha según los criterios de calidad normativa: necesidad de la norma, proporcionalidad entre el fin perseguido y la distorsión creada en la competencia, claridad, predicibilidad,… Para dar la vuelta a esa situación, desde aquí recomiendo a las personas y organismos responsables de regular que echen un vistazo a la guía publicada por la Comisión Nacional de la Competencia. De manera sencilla y didáctica, se dan pautas para una regulación de calidad.

Los casos de mala regulación –algunos se recogen es esa guía- son abundantes, y en algunos casos hilarantes. Os animo a que en vuestros comentarios incluyáis ejemplos que hayáis vivido o padecido. A mí me viene a la cabeza el caso de un amigo al que, en la construcción de su propia casa, obligaron a instalar al menos una bañera (no me preguntéis el porqué, para mí es incomprensible).

Esperemos que ahora, con la transposición de la directiva, se vaya instalando una cultura de la "buena" regulación que ayude a insuflar mayor competencia en nuestros mercados, incrementando así la competitividad de nuestra economía. Porque es en un entorno de sana competencia en el que las empresas y los trabajadores se esfuerzan por ofrecer lo mejor de sí mismos.

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Entre tanta noticia económica (negativa en la mayoría de casos), ha pasado un tanto desapercibida la aprobación por parte del Consejo de Ministros del proyecto de la denominada Ley Omnibus, por la que se modifican diversas leyes para la correcta transposición al marco jurídico español de la Directiva europea sobre el libre acceso y el ejercicio de las actividades de servicios. Se trata de una noticia que creo importante, puesto que estamos ante una ley ambiciosa, que se propone liberalizar e introducir mayor competencia –habrá que ver si lo consigue- en el sector servicios, el cual representa nada menos que dos terceras partes del empleo y la actividad de nuestra economía. No sólo eso; el de los servicios es un sector fundamental para el resto de actividades para las que es un proveedor irremplazable. Seguir leyendo…

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