Es un problema escribir los viernes de semanas como ésta, o como la pasada, o como la anterior. En primer lugar porque es difícil procesar toda la información aparecida en los últimos cinco días, teniendo en cuenta el enorme ruido existente. Pero, sobre todo, porque frente a los deseos de todos, parece difícil ver la luz al final del túnel y, en caso de que la percibamos, podría estar emitiéndola un tren en dirección contraria a la nuestra. Muchos opinarán que soy pesimista, pero desde hace meses tiendo a calificarme como un optimista informado. Así que desde ese lado de la trinchera, voy a intentar ordenar un poco las ideas de esta semana.
La primera es que seguimos esperando la aprobación del ya famoso Plan Paulson, que de ser el bálsamo que curaría todos los problemas, ahora no pasa de la categoría de mal menor. Quizás porque se centra excesivamente en el lado del activo de las entidades financieras con problemas, sin incidir en el pasivo y, por tanto, en su recapitalización, lo que además daría más posibilidades de recuperar el dinero a los contribuyentes. Contribuyentes que de la noche a la mañana han pasado a ser partícipes de un fondo de inversión por valor de 700.000 millones de dólares que invierte en activos sin liquidez en estos momentos.
Los problemas de valoración y gestión de los activos ilíquidos van a ser enormes, lo que retrasará el momento en el que este programa de rescate pueda tener incidencia positiva en el crédito y, por tanto, en la actividad. En este sentido y, teniendo en cuenta los indicadores aparecidos en EEUU en las últimas semanas, la discusión ya no se centra en la entrada en recesión de la economía americana, sino en su duración. Pese a ello, el dólar se está apreciando frente al euro, situándose en la zona de 1,37 (1,60 en el mes de julio).
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