Hoy se celebran elecciones anticipadas en Japón. Una decisión a la que el primer ministro Shinzo Abe se ha visto obligado a tomar tras la caída continuada del Producto Interior Bruto (PIB) que ha sumido al país en su cuarta recesión de los últimos seis años.
La recuperación de Japón tras la Segunda Guerra Mundial fue espectacular, obtuvo un crecimiento medio anual de más del 6% entre 1962 y 1992 que estuvo propiciado por un extraordinario desarrollo tecnológico y que situó al país entre los más avanzados del mundo. Sin embargo, a partir de mediados de los años 80 la especulación inmobiliaria, la concesión indiscriminada de créditos y la elevada inflación generaron una de las mayores burbujas financieras e inmobiliarias de la historia que, al estallar, dejó al país sumido en una crisis económica de la que todavía hoy no se ha recuperado.
Y eso a pesar que desde hace dos años el primer ministro Shinzo Abe puso en marcha un programa de reformas económicas, las Abenomics, para impulsar el crecimiento tanto de la producción como del nivel de precios. La estrategia estaba basada principalmente en tres políticas económicas: expansión monetaria, mayor gasto público y reformas estructurales (más flexibilidad en el mercado laboral y mayores incentivos a la inversión extranjera).
Una apuesta económica importante aunque con unos resultados económicos moderados: en 2013 el PIB creció únicamente un 1,5% apoyado por el ligero aumento de la demanda nacional y limitado por la caída en la demanda externa.
Además, para reducir la deuda pública japonesa, que es superior al 200% del PIB y la mayor del mundo, el pasado mes de abril se tomó la decisión de subir el impuesto sobre el consumo del 5% al 8%. Un incremento que puede parecer poco significativo desde nuestra perspectiva pero que ha provocado una contracción de la demanda interna japonesa tan fuerte que el PIB ha caído en el tercer trimestre por segunda vez consecutiva, devolviendo a la economía a una fase recesiva. Conviene recordar que la economía española cuenta con un tipo general del IVA del 21% y que éste no es ni siquiera el mayor de la UE.
Asimismo, el futuro no parece muy prometedor ya que la reducción de la demanda ha deteriorado las expectativas sobre la economía japonesa y sobre su necesaria consolidación fiscal (recientemente la agencia Moody’s ha rebajado la calificación de la deuda pública japonesa y parece que Fitch planea hacer lo mismo en un futuro próximo).
Además, los precios siguen estancados. Japón está todavía lejos de conseguir el objetivo de inflación del 2%. Así, los últimos datos señalan que en octubre la inflación interanual fue del 0,9%, es decir, la misma que hace un año.
En definitiva, pese a todos los esfuerzos de política económica (Abenomics) y a los intentos de liberalización comercial (por ejemplo, el acuerdo comercial de la Alianza Transpacífica) Japón no avanza.
Estancamiento económico de Europa
Esta mala situación japonesa también inquieta a Europa. La zona del euro está deteniendo su ritmo de crecimiento lo que unido a la congelación del nivel de precios está comenzando a preocupar a las autoridades económicas que temen que se produzca un estancamiento a la japonesa. ¿Será Europa capaz de recuperarse? o ¿se “japonizará”?
Durante la segunda mitad de este año, la zona del euro no ha crecido tanto como se esperaba. En el tercer trimestre de 2014 el PIB ha aumentado únicamente un 0,2% intertrimestral y las previsiones para el conjunto del año se han revisado a la baja. Además, la inflación de la zona del euro también es muy reducida, un 0,5% anual en el mes de octubre cuando el objetivo del BCE es acercarse al 2%.
La deflación y el bajo crecimiento económico son los dos principales motivos de preocupación que podrían hacer temer una recesión prolongada como la sufrida por Japón. Para evitarlo sería deseable realizar las reformas necesarias para impulsar el crecimiento económico ya que, con él, vendrá también el aumento de los precios.
La salida de la crisis
Hay además situaciones en los mercados internacionales que actúan a favor del crecimiento en la UE y Japón. El euro y, sobre todo, el yen se han depreciado frente al dólar, una situación muy positiva para las exportaciones de bienes y servicios de ambas regiones por lo que es de esperar que por esta vía se aliente el crecimiento económico y el empleo
También influye positivamente la caída del precio del petróleo, del que son fuertemente dependientes tanto la economía de la zona del euro como la japonesa: reduce significativamente los costes de producción por lo que las empresas tienen la capacidad de vender a precios más bajos. Todos estos datos son buenas noticias para las exportaciones y para la producción de la zona del euro y de Japón que son ahora más competitivas en los mercados internacionales.
En cambio, si no hubiese crecimiento los precios podrían empezar a caer. Precisamente uno de los incentivos al crecimiento, y para evitar el terreno deflacionario y la japonización, es la compra de activos que está llevando a cabo el Banco Central Europeo (BCE). Además, el próximo año la inyección de liquidez al sistema financiero de la zona de euro será todavía mayor ya que se prevé un programa de flexibilización cuantitativa (QE por sus siglas en inglés). Es decir, el BCE comprará bonos gubernamentales para agrandar su balance y dar mayor liquidez al sistema. Además seguirá dando crédito a las entidades financieras con el compromiso de aumentar la concesión de créditos e incentivar la producción, la demanda y los precios.
Finalmente, hay un tercer aspecto en el que se pueden encontrar indicios de japonización en Europa: el envejecimiento de la población. La baja tasa de natalidad y el aumento de la esperanza de vida han favorecido que las economías de la zona del euro tengan cada vez una menor proporción de población en edad de trabajar en relación con la población que no puede hacerlo (niños y ancianos). Un problema difícil de solucionar en el corto plazo pero que requiere de actuaciones inmediatas.
La política económica necesaria
En resumen, el crecimiento económico de Europa está cerca del estancamiento, es decir, existe un elevado riesgo de recesión y deflación. Cuando una economía entra en el pantanoso terreno de la deflación es difícil salir del mismo, como se ha puesto de manifiesto en los últimos 20 años en Japón. Por tanto, Europa debe crecer pero para conseguir el crecimiento necesita aplicar una política económica con tres patas: 1) mayor inversión pública que mejore las infraestructuras europeas, 2) continuar haciendo las reformas estructurales (redimensionar el sector público y flexibilizar el mercado laboral) y 3) una política monetaria más expansiva. Afortunadamente también se empiezan a percibir los efectos favorables de la depreciación del tipo de cambio y la reducción del precio del petróleo. Así, según las estimaciones publicadas este mes por el BCE, el crecimiento económico del conjunto de la zona del euro será mayor en 2015 (1,0 %) y en 2016 (1,5 %) que en 2014 (0,8%).
En definitiva, con las políticas económicas adecuadas y el cambio favorable en el precio de la energía y en el tipo de cambio Europa conseguirá alcanzar un mayor crecimiento económico el año que viene.
Rafael Pampillón y Cristina Mª de Haro. «¿Hay riesgo de japonización en Europa?». Expansión, 13 de diciembre de 2014; página 47.
Comentarios