La Encuesta de Población Activa (EPA) publicada el jueves de esta semana confirma que el mercado de trabajo español sigue su proceso de estabilización pero también de contracción. Durante 2013 se reducen los habitantes, el número de hogares, la población activa, los ocupados y los parados tanto nacionales como extranjeros y tanto en la población joven como en la mayor.
Como es habitual en los cuartos trimestres, en el de 2013 se redujo el empleo. Lo hizo, sin embargo, en mucha menor medida que en años anteriores. De hecho, fue el mejor cuarto trimestre desde que arrancó la crisis. La pérdida de empleo fue de 65.000 personas seis veces inferior a la del año anterior, 2012, en que se destruyeron 363.200. Además, una vez eliminada la estacionalidad el número de ocupados aumentó (48.400 ocupados más), algo que no sucedía desde el inicio de 2008.
Calidad en el empleo
Entre los aspectos positivos de la evolución del mercado laboral del cuarto trimestre del año pasado destacan:
1) El número de contratos indefinidos aumenta en 45.600 mientras que disminuyen los contratos temporales en 56.000. Lo que ha ayudado a reducir a lo largo del año 2013 la caída en contratos indefinidos del 2% y aumentar en la misma proporción los temporales.
2) Todo el empleo creado en el cuarto trimestre ha sido a tiempo parcial: 153.00 personas más con contratos de este tipo de los que 135.000 eran mujeres y 18.000 hombres. Si bien es cierto que para realizar un análisis completo de los mismos habría que conocer con más detalle las características de estos contratos; desde el punto de vista del empleo, el dato es positivo. Refleja una mayor madurez del mercado, que ha sabido crear una figura laboral que permite aumentar el empleo y que facilita la conciliación de muchos trabajadores con la vida familiar.
3) Se produjo un importante ajuste en el sector público, cuyos trabajadores se han reducido en 34.800 en el cuatro trimestre, casi tres veces más que en el trimestre anterior, en el que solo se redujeron en 12.600.
El problema del paro juvenil
Quizás, el aspecto más negativo de la EPA sea el deterioro del empleo juvenil. En el cuarto trimestre del año pasado se ha producido una destrucción de 65.000 empleos entre los jóvenes de edades comprendidas entre 16 y 24 años. Como consecuencia ha crecido el número de parados, más de 50.000, y la tasa de paro juvenil, ha llegado al 55%. Son jóvenes que quieren trabajar y no encuentran trabajo: una pena, porque los sectores exportadores y competitivos necesitan de este tipo de mano de obra, que por sus propias características, tiene una mayor flexibilidad geográfica y funcional, más capacidad de absorber las nuevas tecnologías y, por tanto, de aumentar la productividad de las empresas, y todo ello con menores exigencias salariales.
La OCDE (Education Indicators in Focus, mayo 2013) ha estimado que el 24% de la población española entre 15 y 29 años forma parte de los llamados “ninis”, jóvenes que “ni estudian ni trabajan”. Y ello a pesar de que según la OCDE el nivel de formación de los estudiantes españoles es superior a la media europea y a la de algunos otros países con un mercado laboral más saneado, como es el caso de Alemania.
Pero este no es un problema exclusivamente español. En un reciente informe publicado por McKinsey (Education to Employment) se demuestra que en la Unión Europea en el mercado laboral juvenil existe una situación de insatisfacción generalizada. Las empresas no encuentran los perfiles profesionales que necesitan y a los jóvenes les falta información sobre la mejor forma de incorporarse al mercado laboral lo que les hace abandonar el mercado de trabajo.
Para solventar esta situación y aumentar la tasa de ocupación de la población más joven es necesario:
1) incrementar la transparencia del mercado laboral, incentivando, por ejemplo, la creación de agencias privadas de colocación,
2) facilitar la vinculación entre empresarios y sus potenciales trabajadores, favoreciendo todavía más el desarrollo de prácticas profesionales durante el tiempo que realizan sus estudios, de forma que los jóvenes cuenten con una experiencia laboral previa antes de su incorporación definitiva al mercado laboral,
3) eliminar el salario mínimo para los menores de 25 años,
4) dirigir la formación del capital humano a cubrir las necesidades del mercado. La formación de trabajadores debería ir además orientada hacia la nueva estructura del sistema productivo que debido al desarrollo de la Tercera Revolución Industrial, requerirá de mano de obra con mayor cualificación técnica en la industria y de un mayor volumen de profesionales altamente formados en el sector servicios.
Cuando parece que el mercado laboral se estabiliza: se reduce el paro, aumenta la ocupación (si se quita el efecto estacional) y la tasa de paro ha tocado techo, quizás ha llegado el momento de dar prioridad a resolver el problema del paro juvenil.
Fuente: Rafael Pampillón Olmedo. «Aumenta el paro juvenil». Expansión. 24 de enero de 2014, página 49.
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