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Hace 34 años, el 5 de mayo de 1979, los conservadores británicos con Margaret Thatcher a la cabeza ganaron con amplia mayoría las elecciones parlamentarias. Poco tiempo después, la “Dama de hierro”, como fue bautizada por un rotativo soviético, fue nombrada primera ministra -la primera mujer, y hasta ahora la única, que accedía a ese cargo-. La herencia que recibió del Gobierno laborista de James Callagham (1976-79) fue desastrosa: recesión económica, creciente desempleo, fuerte intervención del Estado en la economía, elevado número de empresas públicas con pérdidas, elevados impuestos, gasto público desbocado, fuerte poder sindical que conseguía elevar los salarios por encima de la productividad y, como consecuencia, elevados niveles de inflación: la tasa de inflación británica era de las más altas de los países industrializados y una clara amenaza para el crecimiento económico.

Margaret Thatcher in 1982.

Margaret Thatcher, gobernó Gran Bretaña desde 1979 hasta 1990; su política fue radicalmente distinta a la seguida por los laboristas, consiguió activar el crecimiento económico, estabilizar los precios y restaurar la posición de Gran Bretaña como potencia mundial política y económica. La forma de alcanzar estos objetivos fue adhiriéndose a un control estricto de la cantidad de dinero, reducir la intervención del Gobierno en la economía, equilibrar los presupuestos y confiar en los mecanismos del mercado como sistema de asignación eficiente de recursos. La lucha contra la inflación fue su objetivo prioritario, por encima de cualquier otro objetivo económico.

Para reducir la presencia del Estado en la economía redujo los impuestos, que estaban en niveles exageradamente altos (el tipo más alto del impuesto sobre la renta, 83%, lo redujo al 60% y el más bajo del 33% al 30% y el Impuesto de Sociedades pasó del 40%, en 1979, al 25% en 1988) a la vez que mantuvo una estricta política de gasto (como fue recortare el empleo público) con el fin de alcanzar el equilibrio presupuestario.

Esta política levantó amores y odios, y todavía hoy la opinión sobre Thatcher sigue muy dividida. Sus admiradores la adoran porque luchó con mano dura contra el terrorismo, desbarató a los sindicatos, convirtió, a través de las privatizaciones, a millones de británicos en propietarios, acabó con las industrias sin futuro, modernizó la economía, recuperó las Malvinas y contribuyó a la caída del muro de Berlín. Sus enemigos la odian por ser inhumana, llevar al paro a tres millones de británicos, desmantelar el Estado del bienestar, desactivar a los sindicatos y hundir en la miseria a familias enteras que vivían de las minas, la siderurgia, el textil y los astilleros.

Elevado crecimiento

Algo que distinguió a Margaret Thatcher y al partido conservador fue su “euroescepticismo”. Los conservadores se negaron a aceptar para Gran Bretaña el tratado de Maastricht, exigieron la cláusula opting out para no formar parte del euro, vetaron numerosas directivas que desarrollaban el Mercado Único, especialmente las fiscales, no firmaron el acuerdo de Schengen sobre apertura de fronteras y se opusieron a la creación de una política social europea común. En noviembre de 1990 el conservador John Major sustituyó a Thatcher como primer ministro -el más joven del siglo XX-. Durante sus 18 años de mandato los conservadores consiguieron alcanzar, de media, la tasa más elevada de crecimiento económico de Europa. Sin embargo, aunque muchos británicos gozaron de un mejor nivel de vida, la desigualdad en la distribución de la renta fue aumentando. Quizás este fue uno de los motivos por el que el laborista Tony Blair desbancó a los conservadores en las elecciones en 1997.

Fue, sin duda, una gobernanta con ideas propias, gran personalidad y capacidad para romper con una situación que estaba llevando a Gran Bretaña a la decadencia. A nadie dejó indiferente. Una auténtica líder que colaboró de forma decisiva a que el sistema de libre mercado derrotase al socialismo de planificación centralizada (con las excepciones de Corea del Norte y Cuba). Ojalá el futuro nos depare a los europeos políticos de su talla.

Fuente: Rafael Pampillón Olmedo. “A nadie dejó indiferente”. Expansión. 9 de abril de de 2013.

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