Estamos al borde de un cambio muy importante en la producción manufacturera mundial, que, sin duda, afectara a la economía global. Un fenómeno que la revista The Economist ha denominado Social Manufacturing (“A Third Industrial Revolution”) y que cambiará radicalmente la forma en que se fabricarán los productos. Ello se debe a que las innovaciones de las últimas décadas están consiguiendo que la fabricación entre a formar parte de la era digital. Esta digitalización tiene como consecuencia:
a) una mayor eficiencia en la producción,
b) lograr las ventajas en costes que tienen las economías de escala pero con un menor número de unidades,
c) menores necesidades de mano de obra,
d) automatización en la producción, y e) que una misma línea de producción pueda ser utilizada para fabricar una amplia gama de productos distintos.
Desde los años ochenta, se ha venido produciendo el fenómeno del outsourcing, donde las grandes empresas trasladan sus líneas de producción a países emergentes con el objetivo de ahorrar en costes. Ello se debe a que los costes laborales en esos países son muy bajos y, por tanto, sus productos son muy competitivos en los mercados internacionales. Como consecuencia los países desarrollados veían como los puestos de trabajo en su sector industrial desaparecían teniendo como consecuencia directa el aumento en las de tasas de paro. Como es normal los sindicatos actuaron como grupos de presión sobre los políticos para que buscaran políticas para revertir la situación.
Para ello los gobiernos emplearon políticas de controles directos, laborales o beneficios fiscales para evitar esa fuga de puestos de trabajo. Pero a pesar de las políticas adoptadas, en gran medida la industria manufacturera creció en países en desarrollo (principalmente en los BRICS), y se redujo en los países europeos y en Estados Unidos. Pero las cosas están cambiando y esta nueva revolución industrial, a la que se hizo referencia en el primer párrafo, presenta un nuevo panorama para los países desarrollados.
La digitalización de la fabricación permitirá un resurgir industrial de los países desarrollados:
Primero, porque el coste de producción será más bárato, ya que se utilizará menos trabajadores en la producción, logrando que los procesos de fabricación ya no sean trasladados a otros países.
Segundo, los procesos de fabricación serán regidos por softwares inteligentes, que a su vez necesitarán de personal muy calificado el cual es más fácil encontrarlo en estos países.
Tercero, las empresas buscaran centros industriales especializados (como Silicon Valley) muchos de los cuales se encuentran en países industrializados. Estos centros industriales especializados aportan grandes ventajas, ya que normalmente tienen universidades cercanas que invierten en I+D, forman profesionales preparados para sectores punta, tienen empresas de capital riesgo, y son un excelente lugar para el cultivo de nuevas empresas.
Cuarto, las fabricas del futuro necesitaran menos especio, por lo que es factible que puedan trasladarse de nuevo a las grandes ciudades cuyos espacios son más reducidos y los alquiles más altos.
Algo muy relevante y que muchas veces no se considera es que a pesar del rápido crecimiento de la industria china, Estados Unidos sigue siendo un formidable productor. Su producción medida en dólares es prácticamente el mismo que el de China, pero lo interesante es que lo consigue con únicamente el 10% de la fuerza laboral de China. Esto refleja que países desarrollados como Estados Unidos son altamente competitivos, y aumentará más cuando se desarrolle todavía más esta Tercera Revolución Industrial.
El necesario gasto en I+D
Actualmente en EEUU la fabricación de bienes representa el 11% del PIB y absorbe el 68% del gasto en I+D. Una cantidad de dinero muy importante considerando que el gasto en I+D en EEUU es, en términos absolutos, el más alto del Mundo. De todo lo anterior podemos concluir que la mayoría de las innovaciones seguirán produciéndose más en fabricación de bienes y que la de servicios.
Además, la industria en promedio remunera mejor a los trabajadores que los servicios, lo cual sería de prever que los gobernantes den incentivos para mejorar este sector. Es decir, debido al alto nivel de sofisticación de los nuevos procesos industriales, los gobiernos de los países desarrollados tenderán a aumentar su gasto en I+D, educación y formación de profesionales. Las universidades públicas deberán adecuar sus programas a estos avances, si no quieren producir profesionales obsoletos por llamarlos de alguna manera. Las universidades e institutos privados también deben aumentar su gasto e inversión en I+D. Todo esto son muy buenas noticias para el sector educativo, y para las empresas ya que cada vez será más sencillo el adiestramiento de los profesionales. En este sentido se deberá fomentar todavía más la colaboración entre las empresas, el gobierno y las universidades para la capacitación de la fuerza laboral.
Aumento de las exportaciones
Esta nueva revolución traerá consigo un cambio considerable en la política económica exterior. Las exportaciones aumentarán, mientras que es prever que las importaciones disminuyan. En el sector agrario estos cambios son mucho menos aplicables, pero como en promedio los bienes industriales tienen un precio más elevado que los productos agrícolas esto afectara positivamente la balanza comercial de los países desarrollados.
España
Por último esta Tercera Revolución Industrial es una gran oportunidad para que las empresas españolas se adapten y se especialicen en productos exportables más intensivos en tecnología en un momento en que los consumidores mundiales demandan productos más sofisticados. Una nueva Revolución Tecnológica que podría permitir a la economía española producir de manera más eficiente agregando más valor añadido a sus productos y reactivar su economía a través de las exportaciones.
¿Podrá competir España con los países emergentes que basan su producción en la mano de obra barata y bajos costes de producción?
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