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Mientras que por ahora las políticas económicas en el punto de mira se enfrentan a cuestiones más urgentes, como la crisis de deuda soberana o la reestructuración del sistema bancario, hay otras cuestiones que serán la base del cambio futuro de trayectoria económica en España de los que no nos podemos olvidar.

Esencialmente, la economía española ha sufrido tradicionalmente de baja productividad, lastrando nuestra competitividad internacional.

Definición de productividad

Si definimos productividad como la cantidad de bienes y servicios que se producen por unidad de trabajo, este concepto es clave para entender su importancia en el crecimiento económico de un país y de los estándares de vida de sus ciudadanos, ya que en gran medida, el crecimiento de la productividad va a determinar la competitividad internacional de los productos de un país. De alguna manera, podríamos decir que una mayor productividad implica que las empresas del país son capaces de producir más barato que sus competidores, y por tanto, tienen acceso a mayores niveles de ingresos. 

Planteemos el panorama: el tejido empresarial español se caracteriza por estar principalmente formado por pequeñas empresas que trabajan en el entorno nacional en su mayoría y algunas pocas grandes empresas, muchas de ellas orientadas a mercados internacionales. Alemania, el gigante exportador de la Unión Europea, tiene un 83% de microempresas –menos de 10 trabajadores- , mientras que en España esta cifra es del 93% según la OCDE. Según esta misma fuente, las PYMEs españolas generarían el 27% del valor añadido nacional mientras que el 0,12% del tejido productivo que son consideradas grandes empresas, crean el 32%. En la situación de fragilidad de demanda interna en la que nos encontramos, no quedan muchas más alternativas para las empresas españolas que buscar nuevos mercados al margen del nacional, y para ello es necesario ser competitivas en el sentido más amplio del concepto.

La llegada de la crisis ha hecho que se ajusten muchas plantillas, se recorten muchos gastos accesorios dentro de las empresas y se maximicen las posibilidades de producción empresarial con muchos menos recursos. Esta optimización en la utilización de los recursos, pese a la debilidad del mercado nacional, es uno de los rasgos esenciales que empujarán la productividad española en el futuro. Por otro lado, el control sobre el consumo y, por extensión, en la evolución de los precios en España, han hecho que directamente los últimos datos del Índice de Tendencia de Competitividad del Ministerio de Industria, Turismo y Comercio muestren que la competitividad exterior de la economía española mejoró ligeramente en el primer trimestre de 2012 en comparación con la zona euro.

Perspectivas de futuro

Nuevos  horizontes de venta junto con esta racionalización en la gestión empresarial, harán que indudablemente mejore la competitividad de las empresas españolas. Por un lado, la reforma laboral irá incorporando flexibilidad en el mercado de trabajo, al tiempo que la potencial simplificación de trámites burocráticos y administrativos ayudará a la mejora en la eficiencia de la gestión de estas empresas. Esto acompañado probablemente con un cambio en la orientación productiva – nuevas empresas, nuevos productos, nuevos mercados- hará crecer el tamaño de las empresas, haciendo las dinámicas internas más eficientes, dejándolas en puro músculo, que diría algún empresario.

Las perspectivas de crecimiento de la economía española no son las que a todos nos gustarían, y es por eso que una de las claves de la recuperación debe estar la mejora de la competitividad internacional y la productividad de las empresas españolas, siguiendo la estela de esas grandes empresas que ya están ahí, pero que en algún momento también fueron pequeñas.

Publicado el 13 de Mayo de 2012 en La Gaceta de los Negocios.

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