Artículo escrito por Daniel Fernández Kranz. Profesor del Departamento de Entorno Económico, IE Business School.
Si algún mensaje ha salido claro de la reunión de Davos que ha finalizado el pasado domingo, es que se confirma el gran peso político y económico de China (también de India) en el escenario global. Según algunas proyecciones, la economía China podría superar a la estadounidense en tamaño (PIB en paridad del poder adquisitivo) en uno o dos años. Muchos han interpretado este mensaje como la confirmación de la amenaza china hacia occidente. En Davos y en otros foros económicos normalmente se alude al gran tamaño de la economía China para afirmar que China está destinada a ostentar el poder económico global. Pero, ¿son tamaño económico y poder económico la misma cosa? En algunos deportes, el tamaño da a quien lo tiene una ventaja sobre sus rivales, pero en la competición económica las cosas son a veces distintas y tamaño económico no siempre va asociado a poder económico.
En muchos aspectos, el debate sobre el papel económico de China para las próximas décadas se parece mucho al que inundó periódicos y revistas en los años ochenta sólo que entonces la amenaza económica era Japón, o el que estuvo presente en discusiones en los años cincuenta y sesenta y que apuntaba al amenazante poderío económico de la Unión Soviética. En el primer caso, el de Japón, la por entonces economía emergente acabó inmersa en una crisis que aunque se ha venido a llamar la crisis de la década perdida, lo cierto es que lleva lastrando el crecimiento económico del país durante más de 18 años. El segundo caso es todavía más extremo, ya que de ser una potencial amenaza económica mundial, la URSS pasó a ser un desastre económico de tal calibre que terminó con su propia disolución y pérdida definitiva de liderazgo como bloque económico.
¿Por qué asustaron tanto Japón y la URSS en su momento y sin embargo fracasaron en su intento de ostentar la hegemonía económica global?
En ambos casos la respuesta se llama productividad. Japón y la URSS asustaban cuando su productividad crecía (más que la de EE.UU.) y dejaron de asustar cuando su productividad dejó de crecer. La crisis de Japón es fundamentalmente una crisis de productividad. Durante la década perdida de los años 90 la productividad media de los factores se estancó y no ha crecido a tasas importantes desde entonces. En el caso de la URSS, la productividad del factor trabajo creció mucho cuando después de la segunda guerra mundial se acometieron grandes inversiones en capital fijo, pero dejó de crecer cuando esas inversiones o el uso que se hacía de ellas pasó a ser ineficiente.
En ambos casos, la economía supuestamente amenazada, la de los EE.UU., consiguió sobrevivir y ganar la partida gracias a que su productividad crecía más y de forma más persistente que la de Japón y la URSS. Los productos norteamericanos han seguido siendo competitivos frente a los productos japoneses y de los países de la antigua URSS. Es cierto que varios sectores de la economía norteamericana han sufrido el embate de la competencia, sobretodo japonesa, pero también lo es que Estados Unidos ha conseguido desarrollar nuevos productos, nuevos sectores y empresas que son líderes mundiales. Como reflejo de todo ello, Estados Unidos sigue siendo la economía del planeta que atrae más inversión directa extranjera (UNCTAD), incluso por encima de China. Las razones por las cuales la productividad estadounidense es tan alta y crece tan deprisa siguen siendo motivo de debate entre economistas, pero lo cierto es que ese diferencial de crecimiento de la productividad estadounidense en comparación a la de otras regiones económicas avanzadas (incluida la Unión Europea) sigue siendo el mayor activo económico de ese país.
¿Y China?
Efectivamente, una de las claves del espectacular crecimiento económico chino durante las últimas tres décadas ha sido su rápido aumento de la productividad, muy superior a las tasas de crecimiento estadounidenses. La pregunta, sin embargo, es hasta cuándo durará esta tendencia. El peculiar régimen político del gigante asiático ha sido seguramente clave para poder adoptar de forma pacífica algunas de las reformas que le han llevado a mejorar su productividad. Pensemos por ejemplo en el ‘ordenado’ trasvase de población de las zonas rurales a las ciudades. Sin embargo, esa misma rigidez política se puede convertir en un obstáculo para futuros crecimientos de la productividad que no pueden ya estar basados en un mejor aprovechamiento de mano de obra ociosa en zonas rurales sino en aspectos como la innovación, la creatividad, la toma de riesgos y el alto valor añadido. Y no queda claro que un gran tamaño vaya a ser un factor determinante para ese desempeño. Puede ser que el tamaño de China asuste a muchos, pero no debe exagerarse su potencial para competir contra los productos de los países desarrollados.
¿Creen ustedes que los suizos están muy asustados de China?
Probablemente no a pesar de ser un país diminuto comparado con China. Y es que Suiza, según Davos también, lleva años siendo la economía más productiva del mundo.
¿Es China una amenaza para EEUU o acabará como la URSS y Japón?
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