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Ago

Hoy hemos sabido que la inflación en España medida por el IPC tuvo en los últimos 12 meses (agosto de 2007 a julio de 2008) una variación del 5,3%. Desde diciembre de 1992 no se alcanzaba el 5,3%. Ni las rebajas de verano ni el bajón en el consumo han impedido el desastre. La causa de este mal dato debe encontrarse en el componente energético, como consecuencia del encarecimiento del petróleo. Pero también en otros componentes del índice ya que la tasa anual de la inflación subyacente es muy alta del 3,5%, dos décimas más que la registrada en junio, lo que significa la presencia de efectos de “segunda vuelta”.


¿Va a seguir subiendo la inflación?

Antonio Zamora decía en este blog de economía hace 15 días que por fortuna, el mal dato de julio puede haber marcado un techo para la tasa de inflación, que podría empezar a moderarse en agosto. La razón es muy sencilla: desde el pasado 11 de julio el precio del barril de petróleo, que había llegado a superar los 145 dólares, se ha moderado hasta llegar a aproximarse a 110 dólares. De consolidarse, como resulta probable, este movimiento, la inflación española de agosto, que además deberá recoger una campaña de rebajas especialmente agresiva, bien podría moderarse en al menos dos o tres décimas. Bajo el supuesto de cierta relajación de los precios de los alimentos y del petróleo en los próximos meses (digamos que el barril acabe el año en 100 dólares) cabría esperar incluso que la inflación española cerrase el ejercicio cerca, o hasta por debajo, del 4%.

Inflación subyacente

La gran duda, sin embargo, es la importancia de lo que el BCE denomina “efectos de segunda vuelta”. Las subidas de los precios de los alimentos y energía parece que se están trasladando al resto de la economía, tal como muestra la subida de la inflación subyacente. En alguna medida los precios de la energía y de los alimentos están impregnando a todos los procesos productivos y la inflación se puede volver estructural. Como decía Antonio Zamora, una de las vías privilegiadas para que esto suceda la constituyen las negociaciones salariales, que en España tienden con demasiada frecuencia a buscar el mantenimiento de la capacidad adquisitiva de los salarios mediante subidas nominales que acentúan y consolidan el fenómeno inflacionista.

Sin embargo, una demanda agregada cada vez más debilitada (el consumo, la inversión y la demanda externa presentan malas perspectivas), genera menos presiones inflacionistas. En definitiva, y aunque en los próximos años la inflación puede volver a ser un grave problema global, en lo que resta de año y en 2009 su tendencia más probable es a la baja.

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