Hoy, en plena semana electoral, hemos conocido los datos de paro registrado de febrero. Y no estamos, desde luego, ante un buen dato. El número de desempleados registrados en las oficinas de empleo se elevó durante el pasado mes en 53.406 personas, el peor dato en un mes de febrero desde el año 2002. El balance del último año, en términos de desempleo, también es muy pesimista, ya que la cifra de desempleados creció en 240.056 personas en los últimos doce meses, o lo que es lo mismo, durante el último año el número de parados creció de manera continuada en todos y cada uno de los días del año un promedio de 657 personas al día.
Además, con este dato, el último que conoceremos antes de las elecciones, confirmamos un triste record del presente gobierno: la legislatura de Zapatero de cierra con más parados que al principio. Así, el número de parados en marzo de 2004 era de 2.181.546 personas, mientras que a día de hoy hay 2.315.331 personas registradas en las listas del paro. Casi 135.000 parados más de balance de legislatura.
Los datos de afiliación que hoy también hemos conocido no ofrecen motivos para la satisfacción. ¿Sabían los lectores de este blog que desde que la economía empezó a dar síntomas claros de desaceleración se ha iniciado un intenso proceso de destrucción de empleo en España? Así, en los pocos meses que han transcurrido desde junio de 2007 se han destruido más de 182.000 empleos en España. ¿De verdad es esto posible con un crecimiento del PIB en ese semestre superior al 3,5%? Yo, sinceramente, no lo veo compatible.
Los datos de paro de este mes, además, deberán ser estudiados con más detenimiento, ya que quiero recordar a los lectores que son los primeros datos publicados (casualmente a sólo cinco días de las elecciones) modificados por el “efecto Caldera”.
Les refresco la memoria: el Ministerio ha promovido una reforma de los datos, para sacar arbitrariamente de los registros de paro a aquellas personas que, según las autoridades de turno, puedan necesitar orientación o formación para encontrar un empleo, aunque dicha orientación o formación no se les proporcione de manera inmediata. Este hecho, gravísimo por las dosis de arbitrariedad que supone y por la ruptura de series históricas y de comparación entre comunidades autónomas, y sólo motivado por la intención de retocar los datos en la semana electoral, tiene un efecto muy negativo: a la persona que quede afectada por el cambio metodológico, al no considerársele parado, no puede recibir una oferta de trabajo que llegue a las oficinas públicas de empleo, por lo que se están limitando sus posibilidades de encontrar un empleo por razones totalmente espurias.
Pero estas no son las únicas estadísticas que se han “retocado” en los últimos años. No sé si recuerdan que este gobierno alardeó de que iba a ser el paladín de la transparencia en las estadísticas. Pues bien, quiero recordarles que han roto las series temporales, con cambios metodológicos más o menos justificados, del IPC, de la contabilidad nacional (PIB), de la Encuesta de Población Activa o del precio de la vivienda, entre otras. Casualmente todas estas rupturas impiden en la práctica realizar comparaciones coherentes con los gobiernos anteriores. Algunos de los cambios fueron esperpénticos como el del precio de la vivienda. Si recuerdan, alarmada ante su imposibilidad para frenar el crecimiento de los precios de la vivienda, la ministra Trujillo decidió, así por las buenas, dejar de publicar las estadísticas de precios, que durante más de un día dejaron de estar accesibles en la web del Ministerio. Ante el escándalo generalizado, accedió a publicarlas, pero esta vez con un “cambio metodológico”: eliminar del cómputo aquellas viviendas cuyo precio más se elevaba (para así frenar el crecimiento de los precios) con el argumento, naïve, de que “esas viviendas apenas contaban con demanda en el mercado”. Claro, por eso eran las que reflejaban crecimientos más rápidos de precios.
En conclusión, unos malísimos datos de paro y de empleo, una nueva serie “retocada” y una gran falacia, la transparencia estadística. Creo que después de cuatro años no podemos hablar más que de un “apagón estadístico”. De verdad.
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