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    [post_content] => Una vez que las dudas sobre el desempeño de la economía internacional en los próximos trimestres están bastante despejadas y que se espera una prórroga en el actual ciclo expansivo global, al menos hasta 2009, la atención en los próximos meses volverá a estar centrada en la inflación. Después de cinco años de crecimiento dinámico, el grado de utilización de la capacidad productiva es muy elevado, lo que unido a unos mercados laborales donde la oferta empieza a escasear, configuran un escenario en el que la inflación volverá a ser una amenaza.


En este sentido, el debate se va a centrar tanto en las medidas más idóneas de inflación, como en las decisiones que a partir de ahora van a tomar los bancos centrales. Respecto a lo primero, habrá que discutir temas como la inclusión o no de los precios de los activos financieros en las cestas, así como la utilidad de las medidas subyacentes tradicionales, cuando los precios de la energía o de los alimentos sin elaborar muestran una tendencia clara.

Según “The Economist”, la utilización de maíz para producir etanol se ha triplicado desde el año 2000 en EEUU. Además, la intensificación de la superficie dedicada a esta materia prima implica menos oferta de soja o trigo, con la subsiguiente subida del precio de estos bienes. Por tanto, si los alimentos sin elaborar van a experimentar elevaciones sistemáticas de precios a partir de estos momentos, ¿tiene sentido excluirlos de la cesta a la hora de buscar una medida tendencial de precios?

Respecto a los bancos centrales, lo lógico es que aprovechen la situación para normalizar algo más unos tipos de interés que todavía están en niveles neutrales. Con ello ganarían grados de libertad de cara al futuro, ajustarían algo más los precios de los activos financieros que en muchos casos están por encima de su valoración fundamental y, de paso, desincentivarían las posiciones y operaciones más especulativas en los mercados de capitales.



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5
Jul

El retorno de la inflación

Escrito el 5 julio 2007 por José Ramón Diez Guijarro en Economía Mundial

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En este sentido, el debate se va a centrar tanto en las medidas más idóneas de inflación, como en las decisiones que a partir de ahora van a tomar los bancos centrales. Respecto a lo primero, habrá que discutir temas como la inclusión o no de los precios de los activos financieros en las cestas, así como la utilidad de las medidas subyacentes tradicionales, cuando los precios de la energía o de los alimentos sin elaborar muestran una tendencia clara.

Según “The Economist”, la utilización de maíz para producir etanol se ha triplicado desde el año 2000 en EEUU. Además, la intensificación de la superficie dedicada a esta materia prima implica menos oferta de soja o trigo, con la subsiguiente subida del precio de estos bienes. Por tanto, si los alimentos sin elaborar van a experimentar elevaciones sistemáticas de precios a partir de estos momentos, ¿tiene sentido excluirlos de la cesta a la hora de buscar una medida tendencial de precios?

Respecto a los bancos centrales, lo lógico es que aprovechen la situación para normalizar algo más unos tipos de interés que todavía están en niveles neutrales. Con ello ganarían grados de libertad de cara al futuro, ajustarían algo más los precios de los activos financieros que en muchos casos están por encima de su valoración fundamental y, de paso, desincentivarían las posiciones y operaciones más especulativas en los mercados de capitales.



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Una vez que las dudas sobre el desempeño de la economía internacional en los próximos trimestres están bastante despejadas y que se espera una prórroga en el actual ciclo expansivo global, al menos hasta 2009, la atención en los próximos meses volverá a estar centrada en la inflación. Después de cinco años de crecimiento dinámico, el grado de utilización de la capacidad productiva es muy elevado, lo que unido a unos mercados laborales donde la oferta empieza a escasear, configuran un escenario en el que la inflación volverá a ser una amenaza.


En este sentido, el debate se va a centrar tanto en las medidas más idóneas de inflación, como en las decisiones que a partir de ahora van a tomar los bancos centrales. Respecto a lo primero, habrá que discutir temas como la inclusión o no de los precios de los activos financieros en las cestas, así como la utilidad de las medidas subyacentes tradicionales, cuando los precios de la energía o de los alimentos sin elaborar muestran una tendencia clara.

Según “The Economist”, la utilización de maíz para producir etanol se ha triplicado desde el año 2000 en EEUU. Además, la intensificación de la superficie dedicada a esta materia prima implica menos oferta de soja o trigo, con la subsiguiente subida del precio de estos bienes. Por tanto, si los alimentos sin elaborar van a experimentar elevaciones sistemáticas de precios a partir de estos momentos, ¿tiene sentido excluirlos de la cesta a la hora de buscar una medida tendencial de precios?

Respecto a los bancos centrales, lo lógico es que aprovechen la situación para normalizar algo más unos tipos de interés que todavía están en niveles neutrales. Con ello ganarían grados de libertad de cara al futuro, ajustarían algo más los precios de los activos financieros que en muchos casos están por encima de su valoración fundamental y, de paso, desincentivarían las posiciones y operaciones más especulativas en los mercados de capitales.

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