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Es de todos conocido que los bancos y cajas de ahorro españolas tienen en sus balances algunos activos “tóxicos” de difícil cobro (o impagados) procedentes de 1) crédito promotor, es decir, créditos concedidos al sector inmobiliario en el periodo expansivo de la construcción. Ahora, algunas de estas empresas inmobiliarias no pueden pagar esos créditos ya que no consiguen vender un importante volumen de viviendas, 2) hipotecas concedidas a familias que están teniendo dificultades crecientes para poder devolverlas. Con el trascurso del tiempo y a medida que el paro siga aumentando se va a incrementar todavía más esa morosidad. No se debe olvidar que en España, el crédito destinado a la compra de viviendas y a la actividad constructora e inmobiliaria ha pasado del 25% del total del crédito concedido en 1992 a cerca del 60% en 2008 y 3) crédito a empresas con dificultades.

 Confianza y transparencia

Estos créditos impagados habrá que digerirlos y esa no va ser tarea fácil. Hay mecanismos como el fondo de capitalización, el fondo de garantía de depósitos, el fondo de adquisición de activos, “bancos malos”, asegurar, en 100.000 euros los depósitos, etc. que pueden solucionar el problema de la insolvencia. Pero lo que a mi me parece más urgente es restablecer la confianza. ¿Cuándo tenemos confianza en alguien? Cuando nos dice la verdad. ¿Qué está ocurriendo semana tras semana, mes tras mes, en todo el sistema financiero mundial? Que nos despertamos con una nueva necesidad de rescate, un nuevo agujero en alguna entidad bancaria. Y así llevamos un año y medio. El efecto que esto tiene en la economía global, en la opinión pública internacional, es una falta de confianza total, absoluta. Lo reflejan las bolsas, en mínimos del último decenio o más. No se puede seguir así, la transparencia debe ser total. Las pérdidas deben ser reflejadas en la contabilidad. Hay quien se escuda en que existen activos que no se pueden valorar. Claro que se pueden valorar, lo que pasa es que no se quiere aceptar que han perdido una parte de su valor. 

Hay quien piensa que el mayor conocimiento de la situación patrimonial de algunas entidades del sistema bancario o la intervención por parte del Banco de España en algunas de estas entidades puede generar pánico en los depositantes, es decir,  una corrida bancaria. En general, suele suceder lo contrario: Cuando no se explica bien la situación la gente se imagina que las cosas están peor de lo que están y empieza a desconfiar de lo que se le dice. Es entonces cuando los depositantes van al banco a retirar su dinero. De modo que el efecto de esa táctica de optimismo informativo de “qué aquí no pasa nada”  genera exactamente el efecto contrario al que se pretende. Antes o después el encubrimiento de la realidad reduce la confianza en la autoridad supervisora que tedrá que recomponer. Restaurar la confianza y aumentar la transparencia son imprescindibles para acortar la duración de la crisis. O, por lo menos, para no prolongarla más de lo indispensable.  Es preciso una gran cruzada por la transparencia, por la sinceridad, por la decencia. Es la única manera de restablecer la confianza para empezar a construir y salir de esta crisis. 

 

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