Aunque en los últimos días hemos asistido en España a los gravísimos incidentes antidemocráticos (muy parecidos a los vividos, en el pasado, en los prolegómenos de movimientos totalitarios de triste memoria en Europa) provocados por los “indignados”, de los que sobra hacer cualquier comentario, me parece interesante dedicar un espacio en este blog a comentar las propuestas económicas –sí, casi ya se nos había olvidado que habían realizado propuestas en diversos ámbitos- generadas por estos nuevos ideólogos. Espero dedicar más de una entrada a este objetivo, así que hoy sólo comentaré sus propuestas realizadas “contra el desempleo”.
Este enfoque tan simple, propio de los mejores “arbitristas”, parte de premisas incorrectas, como que la economía de un país no es capaz de generar nuevos empleos por los procedimientos habituales –el crecimiento económico, las buenas perspectivas empresariales a medio plazo, las mejoras de competitividad, etc.- y que es necesario recurrir a soluciones “solidarias”. Para empezar, hay problemas obvios de desfase entre el capital humano de los desempleados de larga duración –muy degradado o inexistente- y el capital humano necesario para acceder a los nuevos empleos “generados” por este procedimiento tan peculiar. Otro problema es el asociado a las reducciones salariales. ¿Cuántos trabajadores aceptarían, o pueden permitirse, una reducción salarial de, por ejemplo, el 12,5%, por ver reducida su jornada de 40 a 35 horas? Probablemente sería una medida muy conflictiva de intentar llevarse a la práctica. Lo triste es que esta propuesta ya fue desmontada hace 20 años y ahora se toma como la primera idea para luchar contra el paro…
La jubilación anticipada
La segunda propuesta “contra el paro” va en el mismo sentido que la del reparto del trabajo: evitar las jubilaciones más allá de los 65 años, para que los viejos no “roben” trabajos a los jóvenes. La evidencia empírica vuelve a poner de manifiesto que la sustitución de jubilados por jóvenes en las empresas –frente a las alternativas de amortizar el puesto o reorganizar la plantilla para ganar eficiencia sin incrementar su número- es muy escasa. De hecho, al tener un sistema laboral tan rígido y que protege tanto al trabajador que lleva muchos años en una empresa –porque la indemnización por despido sería muy elevada- en muchas empresas se ve la jubilación como la vía para reducir la plantilla de manera natural.
Contratación temporal
La tercera propuesta es establecer bonificaciones para empresas donde la contratación temporal sea menor del 10%. Bien, esta medida mucho más perfilada –me parece más lógico distinguir sectorialmente las empresas con mejor comportamiento en la contratación, ya que hay sectores donde la contratación temporal es más frecuente por la lógica de su actividad, y allí también se podría premiar a las mejores empresas- puede ser digna de análisis.
Ajustes de plantilla
La cuarta propuesta es prohibir despidos colectivos en empresas que tengan beneficios. Esta medida tan intervencionista no me parece adecuada. Desde luego, lo que debería impedirse es que esos despidos generasen un coste a la Seguridad Social, pero si una empresa está dispuesta a asumir los costes de unos despidos no parece lógico coartar su libertad. De hecho, el absurdo de la medida se ve mucho más claro si la extendemos un poco más: para acabar con el paro, prohibamos los despidos. El problema del paro no se va a solucionar tratando de impedir los despidos, sino facilitando las nuevas contrataciones y es en esa línea en la que hay que ver qué se debe hacer.
Subsidio de desempleo
Y la quinta medida –restablecer el subsidio de 426 euros para los parados que agotan su prestación- va, sencillamente, en sentido equivocado. Subvencionar más al desempleado no crea ningún incentivo para acabar con el paro.
En definitiva, unas propuestas muy poco ingeniosas, anticuadas y en general mal orientadas las que estos indignados han puesto sobre la mesa para combatir el paro. Seguro que se pueden hacer cosas mejores.
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