El BCE, respondiendo a las expectativas que él mismo se había encargado de generar en los mercados, ha subido su tipo de intervención 25 pb por segunda vez, situándolo en el 1,50%. El lenguaje del comunicado oficial leído por Trichet sugiere, además, que en los próximos meses puede haber nuevas subidas, pero no en las dos próximas reuniones de política monetaria. Se trata de una decisión y de un mensaje ciertamente poco estimulantes para las llamadas economías periféricas, a las que el encarecimiento de la financiación no ayudará precisamente a salir de la recesión.
Sin embargo, la crítica al BCE desde las economías europeas con mayores problemas está hoy especialmente poco justificada. En primer lugar, hay que recurrir a la defensa habitual de la institución: su política va dirigida al conjunto de la zona, del que las economías de España, Portugal, Grecia e Irlanda no son mucho más del 20%. Si el BCE sube ahora tipos es porque el crecimiento económico y la inflación (va seguir varios meses por encima del 2%) de la región, así como las expectativas sobre esta última, así lo requieren., al menos según las pautas históricamente seguidas por la institución.
En segundo lugar, el banco emisor ha demostrado sobradamente que es muy sensible a las dificultades de la periferia, a cuyos bancos viene financiando diligentemente desde el inicio de la crisis y cuya deuda soberana ha adquirido en cantidades significativas en el último año.
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