Ayer arrancó en Bilbao el juicio contra el ex presidente y otros dos altos directivos de Anesvad por presunta apropiación indebida de fondos entre 2002 y 2007. Desde que estallara el escándalo, el mayor de España en el sector de la cooperación, Anesvad ha perdido un cuarenta por ciento de sus socios y ha pasado de manejar un presupuesto de 35 millones de euros a otro de sólo 14 millones de euros.
Anesvad ha sido castigada por los donantes. Sin embargo, el caso de Anesvad supone una excepción a la triste realidad de que las organizaciones que gestionan la ayuda al desarrollo en general no rinden cuentas de una forma clara al resto de la sociedad. Si los millones de euros captados por Anesvad o por otras organizaciones son gestionados de forma ineficiente, aunque dentro de la legalidad, se dirigen a proyectos con escaso impacto o simplemente no se destinan a las actividades de mayor valor, esto normalmente no tiene consecuencias para las personas responsables de las organizaciones que gestionaron esos fondos. Los donantes que apoyan a las ONG esperan que su ayuda sea utilizada de la mejor manera posible, pero no tienen medios a su alcance para evaluar si realmente esto es así. ¿Saben los donantes si sus donaciones han servido realmente para lo que fueron pensadas? ¿Saben los donantes si los proyectos que han utilizado su dinero han conseguido los resultados en términos de salud, reducción de la pobreza, educación, que se esperaba de ellos? En general la respuesta a estas preguntas es NO.
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