El pasado 21 de Enero fue la toma de posesión del 45 presidente de los Estados Unidos. Un acontecimiento plagado de frialdad y eslóganes defensivos en una fecha similar pero con un ambiente muy diferente a la del 20 de Enero del 2009 (juramento de Obama), en la que quienes asistieron hablan de mucha ilusión y expectativas, que al no cumplirse han provocado la frustración de millones de ciudadanos norteamericanos.
Dejamos atrás los primeros 100 días del Gobierno de Donald Trump.
¿Qué conclusiones podemos extraer? En el mismo fin de semana que la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas, parece claro que Trump no es una causa en sí, sino el último de los factores de inestabilidad globales en una serie de concatenación de sucesos, en los últimos 12 meses, en los que parece que cualquier referéndum organizado desde el poder, tiene muchos visos de arrojar una derrota como la votación en Colombia, Brexit, los nacionalismos en Europa…
En el plano doméstico el nuevo presidente norteamericano ha descubierto como el sistema institucional norteamericano está muy rodado y a pesar de sus deseos, no ha podido cambiar el Obamacare y ni siquiera se ha puesto todavía la reforma fiscal encima de la mesa. Se ha encontrado con que muchos políticos de su propio partido no tienen ninguna prisa en implementar políticas de estímulo fiscal Hemos oscilado entre ataques personales a Janet Yellen a una subida de los tipos de interés de un cuarto de punto , en sintonía con las medidas anunciadas ya con la presidencia anterior.
Hemos pasado de indicar que la Organización Mundial de Comercio no interesa, en la primera versión de los presupuestos al parlamento a una segunda versión en la que esta actitud se ha atemperado claramente; de reforzar el muro frontera con México a un análisis más pausado causado quizás por los USD 230 billones que vende Estados Unidos a su vecino del sur cada año; de tratar de negociar bilateralmente con Alemania a (re) descubrir que en política comercial hay algo que se llama Unión Europea.
Trump llegó a la presidencia sin un anclaje político claro y con una biografía en la que desde su juventud parece acostumbrado a tomar decisiones exclusivamente por su intuición y parece que rompiendo las reglas pre establecidas. Su forma de gobernar cosiste en convertir la impredecible en un arte. Al final de los 60, la administración Nixon ya fue capaz de crear la llamada “Madman Theory”, aunque la gran diferencia es que entonces parecía que había una teoría política a seguir, ahora no.
Como la memoria es frágil conviene recordar que un presidente enfrentado al congreso no es nuevo en Estados Unidos sino que podíamos recordad simplemente el periodo 2009-2012 y que si pensamos en un presidente que cree que su oficio no debe pertenecer a ningún partido sino al pueblo que le ha elegido, que representa al hombre común y su bandera económica es el proteccionismo no hablamos de Donald Trump sino del séptimo presidente del país, Andrew Jackson (que por cierto fue reelegido).
Dicen que cuando se preguntó al padre de las reformas económicas de la liberalización económica en China, Deng Xiaoping sobre la revolución francesa, respondió que era muy pronto para opinar. Para hacerlo sobre Donald Trump y sus medidas económicas y comerciales tendremos que esperar por lo tanto un poco más.
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