Archivo de junio/2016

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Jun

Brexit, nacionalismos y antisistemas.

Escrito el 26 junio 2016 por Jose Maria O´kean Alonso en Economía Global, Unión Europea

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    [post_content] => La esencia del denominado “sistema” es el comercio, el mercado, competir. El mercado tiene conocidos fallos que recoge cualquier libro de Economía, pero es el mejor sistema de asignación de recursos, el que hace que nos esforcemos más, el que incorpora con más acierto los avances tecnológicos, el sistema que mejor permite a los países crecer y alcanzar mayores cotas de bienestar. Es cierto que el Estado tiene que velar por la competencia en los mercados. También es cierto que, en la mayoría de los países occidentales, por la voluntad de sus ciudadanos,  se le pide al Estado que dote de más recursos a la sanidad, la educación, la protección de los mayores y las personas necesitadas. Pero el comercio es la esencia del sistema y hasta ahora todos los países occidentales habían perseguido integrarse en áreas comerciales mayores, con menos aranceles y menos costes de transacción, que ofrecieran más oportunidades para el progreso de las naciones. Y sin embrago, de repente, el Brexit ha abortado este camino y nos ha mostrado una realidad diferente.

El Reino Unido, o quizás Inglaterra sin Londres, y Gales, han renunciado al mayor mercado del mundo, al espacio económico con la población con mayor poder adquisitivo y a alejarse a la integración de países con sistemas democráticos y de bienestar social más consolidados.

Sin duda, el impacto del Brexit va a depender del proceso de negociación entre el Reino Unido y la Unión Europea, pero es evidente que el sector exterior de la economía británica y de los países que comercian con ella se va a resentir. La economía real tendrá que esperar a esta negociación para saber el impacto de esta medida. El comercio de bienes y servicios se resentirá. El turismo se resentirá. Las rentas y transferencias realizadas entre los residentes de ambos bloques comerciales disminuirán y el movimiento de las personas no va a ser el mismo.

Pero esto ocurrirá a medio plazo, después de la negociación. Mientras las expectativas han cambiado y el Consumo y la Inversión moderarán la Demanda Interna. Y aún a más corto plazo, la economía financiera ha reaccionado buscando activos más rentables, monedas menos inciertas y modificando las expectativas sobre los beneficios futuros de aquellas empresas con fuertes intereses en el espacio británico. Y en el fondo del escenario: el futuro de la city; la plaza financiera con la que Europa competía en los mercados mundiales a la que habrá que buscar una institución financiera sustituta.

Las primeras reacciones ante el proceso de desacoplamiento nos han llevado a todos a buscar el símil del divorcio de una pareja. Simplificando mucho, hay tres tipos de divorcios: el divorcio reflexivo, el divorcio vengativo y el divorcio cínico.

La primera tipología parece que es la deseada por Alemania. Esperar, pensar las cosas y buscar establecer una relación que perjudique a las partes lo menos posible. Francia y las Instituciones Comunitarias parece que afrontan un divorcio vengativo, poniendo las maletas de la pareja en la puerta y pensando que en el fondo es una liberación dejar de convivir con alguien que casi nos ha hecho la vida imposible. Y, según parece, UK va a seguir el comportamiento propio del divorcio cínico: “me voy pero quiero que todo siga igual; retraso mi salida, retraso la negociación y el posible acuerdo y mientras hago lo que quiera”. Tendremos que estar atentos si lo reflexivo de unos permite el cinismo de otros o la venganza y el aviso a navegantes se impone en la negociación.

Sin embargo, deberíamos plantearnos si, quizás, este proceso del Brexit, lejos de ser un fenómeno aislado y anecdótico sea un indicio más de una tendencia que empieza a vislumbrase, ante la proliferación de partidos nacionalistas y xenófobos, de un lado, y los grupos antisistemas de otro. Quizás lo que estamos viviendo es una reacción de los países occidentales al comercio. Una manera de protegerse que pide la parte de la población que piensa que no puede competir en la economía global actual.

Indudablemente la economía global precrisis, ha originado la emergencia de países que han conseguido un nivel de bienestar superior y lo han hecho con esfuerzo y compitiendo, pero ha dejado en evidencia a una buena parte de la industria manufacturera de los países occidentales y originado una tasa de paro elevada en muchos de estos países. La crisis financiera ha acelerado esta tendencia y ha aumentado la desigualdad entre aquellos que se han adaptado a las nuevas reglas de juego, dominadas principalmente por el cambio tecnológico, y muchos otros que no han podido o no han hecho el esfuerzo suficiente. Ahora vemos que la manera de reaccionar a esta situación, por buena parte de la población de estos países afectados, ha sido buscar la protección y negarse a competir, cerrando las fronteras como piden los nacionalistas o buscando el paraguas protector del Estado y cuestionando el comercio como hacen los movimiento antisistemas. En el fondo ambos movimientos afrontan la misma evidencia: un mundo más global, más competitivo y más exigente; y lo hacen de la misma manera, huyendo del reto, buscando una economía más cercana y pequeña que se pueda controlar con más facilidad y esté menos expuesta a la incertidumbre global. Un camino contrario al que nos ha llevado hasta aquí y que cada vez que se ha emprendido en la historia económica nos ha llevado a enfrentamientos y pobreza. Ideológicamente, nacionalismos y antisistemas parecen diferenten y opuestos, pero en el fondo persiguen lo mismo: defenderse, protegerse, rendirse ante los retos del futuro. Y las naciones rendidas ven el futuro con temor.
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La esencia del denominado “sistema” es el comercio, el mercado, competir. El mercado tiene conocidos fallos que recoge cualquier libro de Economía, pero es el mejor sistema de asignación de recursos, el que hace que nos esforcemos más, el que incorpora con más acierto los avances tecnológicos, el sistema que mejor permite a los países crecer y alcanzar mayores cotas de bienestar. Es cierto que el Estado tiene que velar por la competencia en los mercados. También es cierto que, en la mayoría de los países occidentales, por la voluntad de sus ciudadanos,  se le pide al Estado que dote de más recursos a la sanidad, la educación, la protección de los mayores y las personas necesitadas. Pero el comercio es la esencia del sistema y hasta ahora todos los países occidentales habían perseguido integrarse en áreas comerciales mayores, con menos aranceles y menos costes de transacción, que ofrecieran más oportunidades para el progreso de las naciones. Y sin embrago, de repente, el Brexit ha abortado este camino y nos ha mostrado una realidad diferente.

El Reino Unido, o quizás Inglaterra sin Londres, y Gales, han renunciado al mayor mercado del mundo, al espacio económico con la población con mayor poder adquisitivo y a alejarse a la integración de países con sistemas democráticos y de bienestar social más consolidados.

Sin duda, el impacto del Brexit va a depender del proceso de negociación entre el Reino Unido y la Unión Europea, pero es evidente que el sector exterior de la economía británica y de los países que comercian con ella se va a resentir. La economía real tendrá que esperar a esta negociación para saber el impacto de esta medida. El comercio de bienes y servicios se resentirá. El turismo se resentirá. Las rentas y transferencias realizadas entre los residentes de ambos bloques comerciales disminuirán y el movimiento de las personas no va a ser el mismo.

Pero esto ocurrirá a medio plazo, después de la negociación. Mientras las expectativas han cambiado y el Consumo y la Inversión moderarán la Demanda Interna. Y aún a más corto plazo, la economía financiera ha reaccionado buscando activos más rentables, monedas menos inciertas y modificando las expectativas sobre los beneficios futuros de aquellas empresas con fuertes intereses en el espacio británico. Y en el fondo del escenario: el futuro de la city; la plaza financiera con la que Europa competía en los mercados mundiales a la que habrá que buscar una institución financiera sustituta.

Las primeras reacciones ante el proceso de desacoplamiento nos han llevado a todos a buscar el símil del divorcio de una pareja. Simplificando mucho, hay tres tipos de divorcios: el divorcio reflexivo, el divorcio vengativo y el divorcio cínico.

La primera tipología parece que es la deseada por Alemania. Esperar, pensar las cosas y buscar establecer una relación que perjudique a las partes lo menos posible. Francia y las Instituciones Comunitarias parece que afrontan un divorcio vengativo, poniendo las maletas de la pareja en la puerta y pensando que en el fondo es una liberación dejar de convivir con alguien que casi nos ha hecho la vida imposible. Y, según parece, UK va a seguir el comportamiento propio del divorcio cínico: “me voy pero quiero que todo siga igual; retraso mi salida, retraso la negociación y el posible acuerdo y mientras hago lo que quiera”. Tendremos que estar atentos si lo reflexivo de unos permite el cinismo de otros o la venganza y el aviso a navegantes se impone en la negociación.

Sin embargo, deberíamos plantearnos si, quizás, este proceso del Brexit, lejos de ser un fenómeno aislado y anecdótico sea un indicio más de una tendencia que empieza a vislumbrase, ante la proliferación de partidos nacionalistas y xenófobos, de un lado, y los grupos antisistemas de otro. Quizás lo que estamos viviendo es una reacción de los países occidentales al comercio. Una manera de protegerse que pide la parte de la población que piensa que no puede competir en la economía global actual.

Indudablemente la economía global precrisis, ha originado la emergencia de países que han conseguido un nivel de bienestar superior y lo han hecho con esfuerzo y compitiendo, pero ha dejado en evidencia a una buena parte de la industria manufacturera de los países occidentales y originado una tasa de paro elevada en muchos de estos países. La crisis financiera ha acelerado esta tendencia y ha aumentado la desigualdad entre aquellos que se han adaptado a las nuevas reglas de juego, dominadas principalmente por el cambio tecnológico, y muchos otros que no han podido o no han hecho el esfuerzo suficiente. Ahora vemos que la manera de reaccionar a esta situación, por buena parte de la población de estos países afectados, ha sido buscar la protección y negarse a competir, cerrando las fronteras como piden los nacionalistas o buscando el paraguas protector del Estado y cuestionando el comercio como hacen los movimiento antisistemas. En el fondo ambos movimientos afrontan la misma evidencia: un mundo más global, más competitivo y más exigente; y lo hacen de la misma manera, huyendo del reto, buscando una economía más cercana y pequeña que se pueda controlar con más facilidad y esté menos expuesta a la incertidumbre global. Un camino contrario al que nos ha llevado hasta aquí y que cada vez que se ha emprendido en la historia económica nos ha llevado a enfrentamientos y pobreza. Ideológicamente, nacionalismos y antisistemas parecen diferenten y opuestos, pero en el fondo persiguen lo mismo: defenderse, protegerse, rendirse ante los retos del futuro. Y las naciones rendidas ven el futuro con temor.

25
Jun

Votar en clave económica

Escrito el 25 junio 2016 por en Uncategorized

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    [post_content] => Después de seis meses de espera, mañana más de 36 millones de españoles estamos llamados a votar para decidir quién gobernará nuestro país durante los próximos cuatro años. El nuevo gobierno tendrá que enfrentarse a dos problemas graves que sufre nuestra economía: a corto plazo, equilibrar las cuentas públicas, y a medio, seguir acometiendo reformas estructurales que aumenten la productividad. Tanto el Banco de España como la Comisión Europea han expresado su honda preocupación por estos dos temas: incrementar la productividad para que crezca la economía, y reducir el elevado déficit público, de modo que la deuda continúe bajando del 100% del PIB.  

Este decrecimiento de la deuda generaría un clima de confianza en los mercados que permitiría mantener bajos los tipos de interés, acrecentaría las inversiones extranjeras y mejoraría las expectativas empresariales. Por eso, quizá lo más urgente, aunque no lo más importante, sea reducir el déficit para que la deuda pública deje de crecer. Para ello se precisa disminuir el gasto.  

Las propuestas económicas de PP, PSOE y Ciudadanos para los próximos cuatros años parece que van en la buena dirección: es necesario reducir la deuda y cumplir con lo acordado con la Comisión Europea. Sólo Unidos Podemos (UP) es partidario de aumentar el gasto público de forma desorbitada (60.000 millones más durante la próxima legislatura), para lo cual propone derogar la modificación del artículo 135 de la Constitución. Una reforma que por ahora sigue vigente y que exige que todas las administraciones públicas se ajusten al principio de estabilidad presupuestaria, por lo que no pueden incurrir en un déficit estructural que supere lo establecido.  

Cambios fiscales 

Para alcanzar los objetivos de estabilidad y a la vez incrementar el gasto público, UP quiere aumentar el número de tramos del IRPF y elevar el tipo marginal de 45% al 55%. Desgraciadamente, esta medida no supondría una subida de la recaudación, complicaría el impuesto, desincentivaría la actividad empresarial y laboral, y fomentaría la economía sumergida. Los tributos excesivos que propone Podemos causarán en el contribuyente medio pérdidas de bienestar que no serían compensadas por lo que recibiría del Estado. Asimismo, UP propone eliminar las SICAV y crear un impuesto sobre las transacciones financieras. 

En definitiva, si gobernara Podemos, todos estos cambios impositivos podrían deprimir la confianza empresarial y, con ella, podrían caer el ahorro, las inversiones, el crecimiento económico, el empleo y el consumo y, como consecuencia, se produciría un descenso sensible de los ingresos fiscales. 

También el PSOE quiere subir el IRPF. En cambio, PP y Ciudadanos abogan por una disminución. El primero propone quitar dos puntos de cada tramo, mientras que el segundo recomienda reducirlo para los cuatro primeros tramos. 

Sin embargo, el crecimiento económico no puede provenir solo de las rebajas fiscales que aumenten la demanda de consumo. Por eso, el PP, si gobernase, iría un poco más allá, centrando su programa en el crecimiento de la oferta productiva  lo que significaría aumentos de la productividad. 

Aumentar la productividad 

España necesita un gobierno que eleve la productividad de nuestra economía como factor fundamental para a) prolongar la fase expansiva del ciclo económico con el fin de generar un crecimiento estable y duradero a largo plazo,  b) consolidar nuestra presencia en el exterior y c) resolver los dos problemas estructurales más importantes que tiene planteados nuestra economía: la elevada tasa de paro y la sostenibilidad del sistema de pensiones. Por eso, tanto PSOE, como PP y Ciudadanos proponen invertir en tecnología y formación de los trabajadores, a fin de mejorar la productividad y la competitividad. 

La decisión del pueblo británico de salir de la Unión Europea pone encima de la mesa, ahora más que nunca, la necesidad de mejorar la competitividad de la economía española. Las exportaciones con destino en Reino Unido se encarecerán por la reaparición de las tasas arancelarias y la depreciación de la libra esterlina. Por tanto, los fabricantes españoles tendrán que compensar esta reducción de la demanda por parte de las islas británicas con aumentos de competitividad que permitan obtener mayores cuotas de mercado en otros destinos. No está de más recordar que la competitividad de las exportaciones españolas ha sido la gran protagonista de la salida de la crisis y que contar con un sector exportador tecnológicamente desarrollado nos preparará para sortear con éxito las crisis que vendrán en un futuro. Y, en le futuro, esos aumentos de competitividad pasan por crecer en productividad. ¿Qué tiene que hacer el nuevo gobierno para incrementarla? 

1) seguir insistiendo en la necesidad de un sistema educativo que premie la excelencia y que mejore el capital humano de las empresas, 2) dotar a éstas de más innovación (facilitando, por ejemplo, el aumento de la inversión en I+D), 3) conseguir una energía más barata, 4) alcanzar una mayor unidad de mercado o, lo que es lo mismo, reducir los costes de las empresas que se derivan de las diferentes normativas autonómicas y municipales y 5) favorecer el crecimiento en tamaño de las empresas. 

Aumentar el tamaño de las empresas 

En este sentido, Ciudadanos propone auditar la actual normativa mercantil, para detectar y eliminar las barreras que impiden el crecimiento de las pequeñas y medianas empresas. Ello se debe a que  las compañías españolas de más de 250 trabajadores son tan productivas como sus homólogas europeas. Por tanto, el que la productividad del país no sea mayor se debe al gran peso que tienen en nuestra economía las pequeñas empresas, muy superior al de la media comunitaria. 

Es sabido que un menor tamaño nos hace más vulnerables. Las pequeñas empresas aparecen y desaparecen con mayor facilidad, ya que son más dependientes de las condiciones coyunturales del país. Un problema que se transmite al mercado de trabajo, ya que los negocios de menores dimensiones tienden a crear empleo temporal. Una dinámica que tiene como resultado mayores niveles de paro.  

Además, aumentar el tamaño de las empresas mejora la cualificación de la mano de obra, reduce costes, resulta clave para exportar productos de alto valor añadido, consolida el tejido industrial, dinamiza y abarata la prestación de servicios que reciben los ciudadanos; en definitiva: potencia la situación económica del país y, con ella, el bienestar de los ciudadanos.  

Mantenimiento de las pensiones 

Los aumentos de productividad no sólo van a mejorar el mercado laboral sino que también, como propone el PP, pueden brindar la solución del otro gran problema de nuestra economía: la sostenibilidad del sistema de pensiones. La existencia de altas tasas de productividad puede acelerar el crecimiento del PIB y contribuir así a su mantenimiento. A mayor productividad, mayor producción, mayores salarios, mayores pagos en concepto de cotizaciones sociales y mayor recaudación para la Seguridad Social.  

Todos estos factores tendrían que animar al votante a decantarse por una opción política que apueste por los pilares que sustentarán la recuperación de nuestra economía: contención en el gasto, disminución de la deuda, aumento de la competitividad y de la productividad. Lean los programas electorales y decidan. Nos estamos jugando el futuro de nuestro país.

Fuente: Rafael Pampillón. "Votar en clave económica". Expansión 25 de junio de 2016. Página 38.
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Este decrecimiento de la deuda generaría un clima de confianza en los mercados que permitiría mantener bajos los tipos de interés, acrecentaría las inversiones extranjeras y mejoraría las expectativas empresariales. Por eso, quizá lo más urgente, aunque no lo más importante, sea reducir el déficit para que la deuda pública deje de crecer. Para ello se precisa disminuir el gasto.  

Las propuestas económicas de PP, PSOE y Ciudadanos para los próximos cuatros años parece que van en la buena dirección: es necesario reducir la deuda y cumplir con lo acordado con la Comisión Europea. Sólo Unidos Podemos (UP) es partidario de aumentar el gasto público de forma desorbitada (60.000 millones más durante la próxima legislatura), para lo cual propone derogar la modificación del artículo 135 de la Constitución. Una reforma que por ahora sigue vigente y que exige que todas las administraciones públicas se ajusten al principio de estabilidad presupuestaria, por lo que no pueden incurrir en un déficit estructural que supere lo establecido.  

Cambios fiscales 

Para alcanzar los objetivos de estabilidad y a la vez incrementar el gasto público, UP quiere aumentar el número de tramos del IRPF y elevar el tipo marginal de 45% al 55%. Desgraciadamente, esta medida no supondría una subida de la recaudación, complicaría el impuesto, desincentivaría la actividad empresarial y laboral, y fomentaría la economía sumergida. Los tributos excesivos que propone Podemos causarán en el contribuyente medio pérdidas de bienestar que no serían compensadas por lo que recibiría del Estado. Asimismo, UP propone eliminar las SICAV y crear un impuesto sobre las transacciones financieras. 

En definitiva, si gobernara Podemos, todos estos cambios impositivos podrían deprimir la confianza empresarial y, con ella, podrían caer el ahorro, las inversiones, el crecimiento económico, el empleo y el consumo y, como consecuencia, se produciría un descenso sensible de los ingresos fiscales.

También el PSOE quiere subir el IRPF. En cambio, PP y Ciudadanos abogan por una disminución. El primero propone quitar dos puntos de cada tramo, mientras que el segundo recomienda reducirlo para los cuatro primeros tramos. 

Sin embargo, el crecimiento económico no puede provenir solo de las rebajas fiscales que aumenten la demanda de consumo. Por eso, el PP, si gobernase, iría un poco más allá, centrando su programa en el crecimiento de la oferta productiva  lo que significaría aumentos de la productividad. 

Aumentar la productividad 

España necesita un gobierno que eleve la productividad de nuestra economía como factor fundamental para a) prolongar la fase expansiva del ciclo económico con el fin de generar un crecimiento estable y duradero a largo plazo,  b) consolidar nuestra presencia en el exterior y c) resolver los dos problemas estructurales más importantes que tiene planteados nuestra economía: la elevada tasa de paro y la sostenibilidad del sistema de pensiones. Por eso, tanto PSOE, como PP y Ciudadanos proponen invertir en tecnología y formación de los trabajadores, a fin de mejorar la productividad y la competitividad. 

La decisión del pueblo británico de salir de la Unión Europea pone encima de la mesa, ahora más que nunca, la necesidad de mejorar la competitividad de la economía española. Las exportaciones con destino en Reino Unido se encarecerán por la reaparición de las tasas arancelarias y la depreciación de la libra esterlina. Por tanto, los fabricantes españoles tendrán que compensar esta reducción de la demanda por parte de las islas británicas con aumentos de competitividad que permitan obtener mayores cuotas de mercado en otros destinos. No está de más recordar que la competitividad de las exportaciones españolas ha sido la gran protagonista de la salida de la crisis y que contar con un sector exportador tecnológicamente desarrollado nos preparará para sortear con éxito las crisis que vendrán en un futuro. Y, en le futuro, esos aumentos de competitividad pasan por crecer en productividad. ¿Qué tiene que hacer el nuevo gobierno para incrementarla?

1) seguir insistiendo en la necesidad de un sistema educativo que premie la excelencia y que mejore el capital humano de las empresas, 2) dotar a éstas de más innovación (facilitando, por ejemplo, el aumento de la inversión en I+D), 3) conseguir una energía más barata, 4) alcanzar una mayor unidad de mercado o, lo que es lo mismo, reducir los costes de las empresas que se derivan de las diferentes normativas autonómicas y municipales y 5) favorecer el crecimiento en tamaño de las empresas.

Aumentar el tamaño de las empresas 

En este sentido, Ciudadanos propone auditar la actual normativa mercantil, para detectar y eliminar las barreras que impiden el crecimiento de las pequeñas y medianas empresas. Ello se debe a que  las compañías españolas de más de 250 trabajadores son tan productivas como sus homólogas europeas. Por tanto, el que la productividad del país no sea mayor se debe al gran peso que tienen en nuestra economía las pequeñas empresas, muy superior al de la media comunitaria. 

Es sabido que un menor tamaño nos hace más vulnerables. Las pequeñas empresas aparecen y desaparecen con mayor facilidad, ya que son más dependientes de las condiciones coyunturales del país. Un problema que se transmite al mercado de trabajo, ya que los negocios de menores dimensiones tienden a crear empleo temporal. Una dinámica que tiene como resultado mayores niveles de paro.  

Además, aumentar el tamaño de las empresas mejora la cualificación de la mano de obra, reduce costes, resulta clave para exportar productos de alto valor añadido, consolida el tejido industrial, dinamiza y abarata la prestación de servicios que reciben los ciudadanos; en definitiva: potencia la situación económica del país y, con ella, el bienestar de los ciudadanos.  

Mantenimiento de las pensiones 

Los aumentos de productividad no sólo van a mejorar el mercado laboral sino que también, como propone el PP, pueden brindar la solución del otro gran problema de nuestra economía: la sostenibilidad del sistema de pensiones. La existencia de altas tasas de productividad puede acelerar el crecimiento del PIB y contribuir así a su mantenimiento. A mayor productividad, mayor producción, mayores salarios, mayores pagos en concepto de cotizaciones sociales y mayor recaudación para la Seguridad Social.  

Todos estos factores tendrían que animar al votante a decantarse por una opción política que apueste por los pilares que sustentarán la recuperación de nuestra economía: contención en el gasto, disminución de la deuda, aumento de la competitividad y de la productividad. Lean los programas electorales y decidan. Nos estamos jugando el futuro de nuestro país.

Fuente: Rafael Pampillón. «Votar en clave económica». Expansión 25 de junio de 2016. Página 38.

19
Jun
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    [post_content] => El jueves los ciudadanos británicos están llamados a las urnas para votar si siguen o no en la Unión Europea (UE). Tras una campaña que no ha dejado a nadie indiferente, las encuestas están dando como ganadora a la opción de que el Reino Unido abandone la UE. En las últimas semanas, la probabilidad del Brexit se ha incrementado, pero el resultado final del referéndun estará en manos de los indecisos, que se sitúan en torno al 20% del electorado. 

Esta incertidumbre está generando una gran conmoción en los mercados mundiales y en las decisiones de política económica, tales como la abrupta depreciación de la libra (más del 11% en los últimos meses), la decisión de la FED de aplazar la normalización de sus tipos de interés, la fuerte bajada de las bolsas, el apetito hacia valores refugio como es el bono alemán o el oro (ha subido un 6% en el último mes), la subida generalizada de la prima de riesgo de los bonos de los países periféricos de la UE o la reducción del precio del petróleo durante la última semana (-9%).

Colapso económico

En definitiva, la economía mundial se está resintiendo ante la posibilidad de que  el Brexit se convierta en una realidad. Pero los efectos más negativos se producirían en la propia economía británica. Sus exportaciones tendrían que pagar a la UE el arancel común europeo. Sería el mismo que ahora están soportando las importaciones de países extracomunitarios, como pueden ser Rusia, India o Estados Unidos. Esto supondría una pérdida de competitividad (efecto frontera) de las exportaciones británicas. Además, es muy posible que Reino Unido aplicase aranceles a las importaciones provenientes de la UE, con el fin de proteger sus empresas frente a la competencia del continente.

Este aumento de aranceles por ambas partes provocaría una reducción del comercio internacional y una menor eficiencia económica, lo que disminuiría las oportunidades de generar ventajas competitivas. Una pena, ya que, tal como señalaron hace más de 200 años los británicos Adam Smith y David Ricardo (los padres de la economía moderna), el comercio internacional contribuye poderosamente a aumentar la renta y la riqueza de los países. Posteriormente, otros teóricos de la economía también se han encargado de demostrar con modelos más o menos sofisticados los beneficios que éste reporta. De ahí que la mayoría de los economistas defiendan las zonas de libre comercio como un instrumento que mejora las condiciones de vida y de trabajo de todos los que participan de él.

También el libre flujo de capitales mejora la eficiencia de la economía mundial, ya que permite una mejor asignación de los recursos productivos. Hasta ahora, Reino Unido era uno de los países favoritos de los inversores de todo el mundo, y en especial de la UE, para realizar Inversión Extranjera Directa. Sin embargo, si se produce el Brexit, y ante la expectativa de menores ventas, tanto de bienes como de servicios, parece probable que parte de las empresas radicadas en Reino Unido se vayan. Se trasladarían fuera de sus fronteras para continuar trabajando en un territorio que formase parte de la UE y de su mercado único. Así las cosas, no puede sorprender que, dependiendo del resultado del referéndum del jueves, muchas empresas (incluidos algunos bancos) decidan cambiar su residencia fiscal.

Esta huida de capitales generaría una pérdida de poder de la City de Londres, que es el mayor centro financiero de Europa gracias, en no poca medida, a la pertenencia de Reino Unido a la UE. No puede extrañar, por tanto, que gran parte de las entidades financieras decidan desplazar sus oficinas a otros puntos de Europa, como París y Fráncfort, donde tendrían más facilidades para hacer negocio.

La consecuencia inmediata de todo este proceso (menor comercio internacional, cierre de empresas, salida de establecimientos financieros y menores flujos de capitales) sería una caída del PIB británico y una pérdida de su aparato productivo, lo que al final generaría una disminución importante del empleo. Es más ningún estudio serio estima que se vaya a producir un beneficio para Gran Bretaña, en términos de crecimiento o renta per cápita, si triunfase el sí a la salida. El último, publicado por la London School of Economics, ha calculado que el Brexit supondría para el Reino Unido una caída entre el 6,5% y el 9,5% de su PIB.

 

Crisis política y de seguridad

 

Por último esta crisis económica desembocaría en una crisis política. Es imposible estimar el impacto aproximado que tendría a largo plazo un Brexit para Reino Unido. Pero, a corto, es previsible que le costara el puesto al primer ministro, David Cameron. Y es que los defensores del Brexit no confiarían en él para dirigir las negociaciones de salida de la UE; en cualquier caso Cameron habría perdido mucha credibilidad durante todo el proceso, y lo lógico es que dimitiera.

 

Además, se podrían crear problemas internos dentro de los diferentes países que conforman Reino Unido. En principio, parece que Inglaterra y el País de Gales están de acuerdo con la salida de la UE para reducir el número de inmigrantes y eliminar los peligros que acechan a la industria del acero por las legislaciones comunitarias. Sin embargo, Irlanda del Norte y Escocia prefieren quedarse en el bloque europeo. Por tanto, en el caso de que gane el Brexit, en Escocia se reforzarían los movimientos independentistas e Irlanda perdería los subsidios para su agricultura, un punto candente. Tendría, además, mayor dificultad para vender sus productos en la frontera con Irlanda del Sur. A esto se sumaría una mayor limitación para el movimiento de personas entre las dos Irlandas lo que debilitaría los procesos de paz entre ambas.

 

Por último, no hay que olvidar el tema de la seguridad, que en estos días ha adquirido mucha relevancia debido a los diferentes atentados que se han producido en varios países del mundo. Una gravísima problemática que ha alcanzado su más cruda expresión en el asesinato de la diputada laboralista Jo Cox en plena campaña, lo que pone de manifiesto las intolerables consecuencias que puede acarrear un exacerbamiento de las posturas y la consiguiente división social. En este sentido, cuanto más unida esté Europa mejor funcionarán los servicios de inteligencia, será más fácil hacer frente al terrorismo y a la violencia de los radicales y se gestionarán mejor los procesos migratorios.

El referéndum del jueves será histórico para el futuro económico de Reino Unido y de la UE. Tanto si el Reino Unido se va como si se queda, la UE se habrá debilitado irremediablemente. Hemos pasado de ser un club donde todos los países europeos querían entrar a otro del que algunos pueden desear salir. Efectivamente, a partir de ahora cualquier miembro de la UE, como por ejemplo Holanda o Dinamarca, tiene más fácil plantear en el futuro un referéndum similar al británico. Esto generará incertidumbre en los mercados y condicionará las decisiones de inversión dentro de la UE.

Así las cosas, los ciudadanos británicos se juegan el jueves su futuro. Pero tienen que saber que iniciar un proceso de separación implicará ahuyentar a los inversores, debilitar su economía y aumentar el desempleo.

Fuente: Rafael Pampillón y Carolina Ramírez. "El Brexit, una pésima decisión económica y política". Expansión 18 de junio de 2017. Página 25.

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El jueves los ciudadanos británicos están llamados a las urnas para votar si siguen o no en la Unión Europea (UE). Tras una campaña que no ha dejado a nadie indiferente, las encuestas están dando como ganadora a la opción de que el Reino Unido abandone la UE. En las últimas semanas, la probabilidad del Brexit se ha incrementado, pero el resultado final del referéndun estará en manos de los indecisos, que se sitúan en torno al 20% del electorado.

Esta incertidumbre está generando una gran conmoción en los mercados mundiales y en las decisiones de política económica, tales como la abrupta depreciación de la libra (más del 11% en los últimos meses), la decisión de la FED de aplazar la normalización de sus tipos de interés, la fuerte bajada de las bolsas, el apetito hacia valores refugio como es el bono alemán o el oro (ha subido un 6% en el último mes), la subida generalizada de la prima de riesgo de los bonos de los países periféricos de la UE o la reducción del precio del petróleo durante la última semana (-9%).

Colapso económico

En definitiva, la economía mundial se está resintiendo ante la posibilidad de que  el Brexit se convierta en una realidad. Pero los efectos más negativos se producirían en la propia economía británica. Sus exportaciones tendrían que pagar a la UE el arancel común europeo. Sería el mismo que ahora están soportando las importaciones de países extracomunitarios, como pueden ser Rusia, India o Estados Unidos. Esto supondría una pérdida de competitividad (efecto frontera) de las exportaciones británicas. Además, es muy posible que Reino Unido aplicase aranceles a las importaciones provenientes de la UE, con el fin de proteger sus empresas frente a la competencia del continente.

Este aumento de aranceles por ambas partes provocaría una reducción del comercio internacional y una menor eficiencia económica, lo que disminuiría las oportunidades de generar ventajas competitivas. Una pena, ya que, tal como señalaron hace más de 200 años los británicos Adam Smith y David Ricardo (los padres de la economía moderna), el comercio internacional contribuye poderosamente a aumentar la renta y la riqueza de los países. Posteriormente, otros teóricos de la economía también se han encargado de demostrar con modelos más o menos sofisticados los beneficios que éste reporta. De ahí que la mayoría de los economistas defiendan las zonas de libre comercio como un instrumento que mejora las condiciones de vida y de trabajo de todos los que participan de él.

También el libre flujo de capitales mejora la eficiencia de la economía mundial, ya que permite una mejor asignación de los recursos productivos. Hasta ahora, Reino Unido era uno de los países favoritos de los inversores de todo el mundo, y en especial de la UE, para realizar Inversión Extranjera Directa. Sin embargo, si se produce el Brexit, y ante la expectativa de menores ventas, tanto de bienes como de servicios, parece probable que parte de las empresas radicadas en Reino Unido se vayan. Se trasladarían fuera de sus fronteras para continuar trabajando en un territorio que formase parte de la UE y de su mercado único. Así las cosas, no puede sorprender que, dependiendo del resultado del referéndum del jueves, muchas empresas (incluidos algunos bancos) decidan cambiar su residencia fiscal.

Esta huida de capitales generaría una pérdida de poder de la City de Londres, que es el mayor centro financiero de Europa gracias, en no poca medida, a la pertenencia de Reino Unido a la UE. No puede extrañar, por tanto, que gran parte de las entidades financieras decidan desplazar sus oficinas a otros puntos de Europa, como París y Fráncfort, donde tendrían más facilidades para hacer negocio.

La consecuencia inmediata de todo este proceso (menor comercio internacional, cierre de empresas, salida de establecimientos financieros y menores flujos de capitales) sería una caída del PIB británico y una pérdida de su aparato productivo, lo que al final generaría una disminución importante del empleo. Es más ningún estudio serio estima que se vaya a producir un beneficio para Gran Bretaña, en términos de crecimiento o renta per cápita, si triunfase el sí a la salida. El último, publicado por la London School of Economics, ha calculado que el Brexit supondría para el Reino Unido una caída entre el 6,5% y el 9,5% de su PIB.

 

Crisis política y de seguridad

 

Por último esta crisis económica desembocaría en una crisis política. Es imposible estimar el impacto aproximado que tendría a largo plazo un Brexit para Reino Unido. Pero, a corto, es previsible que le costara el puesto al primer ministro, David Cameron. Y es que los defensores del Brexit no confiarían en él para dirigir las negociaciones de salida de la UE; en cualquier caso Cameron habría perdido mucha credibilidad durante todo el proceso, y lo lógico es que dimitiera.

 

Además, se podrían crear problemas internos dentro de los diferentes países que conforman Reino Unido. En principio, parece que Inglaterra y el País de Gales están de acuerdo con la salida de la UE para reducir el número de inmigrantes y eliminar los peligros que acechan a la industria del acero por las legislaciones comunitarias. Sin embargo, Irlanda del Norte y Escocia prefieren quedarse en el bloque europeo. Por tanto, en el caso de que gane el Brexit, en Escocia se reforzarían los movimientos independentistas e Irlanda perdería los subsidios para su agricultura, un punto candente. Tendría, además, mayor dificultad para vender sus productos en la frontera con Irlanda del Sur. A esto se sumaría una mayor limitación para el movimiento de personas entre las dos Irlandas lo que debilitaría los procesos de paz entre ambas.

 

Por último, no hay que olvidar el tema de la seguridad, que en estos días ha adquirido mucha relevancia debido a los diferentes atentados que se han producido en varios países del mundo. Una gravísima problemática que ha alcanzado su más cruda expresión en el asesinato de la diputada laboralista Jo Cox en plena campaña, lo que pone de manifiesto las intolerables consecuencias que puede acarrear un exacerbamiento de las posturas y la consiguiente división social. En este sentido, cuanto más unida esté Europa mejor funcionarán los servicios de inteligencia, será más fácil hacer frente al terrorismo y a la violencia de los radicales y se gestionarán mejor los procesos migratorios.

El referéndum del jueves será histórico para el futuro económico de Reino Unido y de la UE. Tanto si el Reino Unido se va como si se queda, la UE se habrá debilitado irremediablemente. Hemos pasado de ser un club donde todos los países europeos querían entrar a otro del que algunos pueden desear salir. Efectivamente, a partir de ahora cualquier miembro de la UE, como por ejemplo Holanda o Dinamarca, tiene más fácil plantear en el futuro un referéndum similar al británico. Esto generará incertidumbre en los mercados y condicionará las decisiones de inversión dentro de la UE.

Así las cosas, los ciudadanos británicos se juegan el jueves su futuro. Pero tienen que saber que iniciar un proceso de separación implicará ahuyentar a los inversores, debilitar su economía y aumentar el desempleo.

Fuente: Rafael Pampillón y Carolina Ramírez. «El Brexit, una pésima decisión económica y política». Expansión 18 de junio de 2017. Página 25.

11
Jun

La situación económica de Venezuela

Escrito el 11 junio 2016 por Miguel Aguirre Uzquiano en América Latina

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    [post_content] => El petróleo genera casi la mitad de los ingresos previstos del gobierno. Si siguen los precios actuales ¿Es posible un impago de la deuda externa?  Ya en 2015, se evitó el incumplimiento por un estrecho margen gracias a los préstamos chinos (una situación muy similar a la Argentina), logrando así pagar los vencimientos de deuda de febrero 2016 de 1.500 millones de dólares.  Durante los próximos meses, octubre y noviembre,  se prevén dos nuevos vencimientos de 4.800 millones de dólares.

¿Tiene capacidad el gobierno venezolano para atender este importante importe sin ayuda exterior?

Durante los últimos años, Venezuela se ha convertido en un país mono exportador, suponiendo el petróleo el 95% de las exportaciones. Sin embargo la baja calidad de las infraestructuras petrolíferas ha motivado dos situaciones:

Por un lado afecta negativamente en la producción y por otro los hidrocarburos son el segundo epígrafe más importante de las importaciones del país motivado por la baja calidad de las refinerías nacionales. La cuenta corriente del país pasó a ser deficitaria en 2015 por primera vez en décadas y confiar en la inversión extranjera en la situación actual, con una inflación que supera el 200% anual, parece, hoy por hoy, poco probable

¿Qué podemos esperar en el corto plazo?Venezuela

Hace 16 años que Hugo Chávez se convirtió en presidente del país. Estos tres lustros monocolores se vieron interrumpidos por la victoria en el parlamento en Diciembre del 2015 de la Mesa Unitaria Democrática (MUD).  La cuestión más relevante es si hay un plan económico alternativo para volver a poner a Venezuela en la senda del crecimiento.  La MUD está centrada en reformar la constitución para limitar el poder del presidente Maduro, mientras que éste ha decidido establecer una serie de planes de emergencia nacionales.  Entre estos se encuentra la primera subida de la gasolina en 20 años y la devaluación de más de un 50% de uno de los tres tipos de cambio usados en el país.  Se espera que esta última medida impulse las exportaciones y la muy maltrecha producción nacional

De todas las cosas que se dicen sobre Venezuela, una que no se suele indicar es que se trata de un país muy bonito con maravillas como el Parque Nacional Canaima o Los Roques. Esperemos que los próximos meses traigan mayor estabilidad política al país para poder volver a la senda de crecimiento que tuvo hace décadas.  No es la primera vez que Venezuela se ve afectada por una recesión derivada del petróleo (sucedió en los ochenta ), con lo que hay que confiar en que no se vuelvan a repetir los errores del pasado
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El petróleo genera casi la mitad de los ingresos previstos del gobierno. Si siguen los precios actuales ¿Es posible un impago de la deuda externa?  Ya en 2015, se evitó el incumplimiento por un estrecho margen gracias a los préstamos chinos (una situación muy similar a la Argentina), logrando así pagar los vencimientos de deuda de febrero 2016 de 1.500 millones de dólares.  Durante los próximos meses, octubre y noviembre,  se prevén dos nuevos vencimientos de 4.800 millones de dólares.

¿Tiene capacidad el gobierno venezolano para atender este importante importe sin ayuda exterior?

Durante los últimos años, Venezuela se ha convertido en un país mono exportador, suponiendo el petróleo el 95% de las exportaciones. Sin embargo la baja calidad de las infraestructuras petrolíferas ha motivado dos situaciones:

Por un lado afecta negativamente en la producción y por otro los hidrocarburos son el segundo epígrafe más importante de las importaciones del país motivado por la baja calidad de las refinerías nacionales. La cuenta corriente del país pasó a ser deficitaria en 2015 por primera vez en décadas y confiar en la inversión extranjera en la situación actual, con una inflación que supera el 200% anual, parece, hoy por hoy, poco probable

¿Qué podemos esperar en el corto plazo?Venezuela

Hace 16 años que Hugo Chávez se convirtió en presidente del país. Estos tres lustros monocolores se vieron interrumpidos por la victoria en el parlamento en Diciembre del 2015 de la Mesa Unitaria Democrática (MUD).  La cuestión más relevante es si hay un plan económico alternativo para volver a poner a Venezuela en la senda del crecimiento.  La MUD está centrada en reformar la constitución para limitar el poder del presidente Maduro, mientras que éste ha decidido establecer una serie de planes de emergencia nacionales.  Entre estos se encuentra la primera subida de la gasolina en 20 años y la devaluación de más de un 50% de uno de los tres tipos de cambio usados en el país.  Se espera que esta última medida impulse las exportaciones y la muy maltrecha producción nacional

De todas las cosas que se dicen sobre Venezuela, una que no se suele indicar es que se trata de un país muy bonito con maravillas como el Parque Nacional Canaima o Los Roques. Esperemos que los próximos meses traigan mayor estabilidad política al país para poder volver a la senda de crecimiento que tuvo hace décadas.  No es la primera vez que Venezuela se ve afectada por una recesión derivada del petróleo (sucedió en los ochenta ), con lo que hay que confiar en que no se vuelvan a repetir los errores del pasado

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