Transcurre en estos días en Sevilla el encuentro internacional de la Sigularity University. Los efectos de las tecnologías disruptivas y su impacto exponencial nos permiten comprender hechos actuales con una perspectiva menos ideológica y probablemente más certera.
Desde la obra de Piketty y los diferentes informes aparecidos sobre la desigualdad, se ha querido ver el fenómeno creciente de la ampliación en las rentas entre las personas, como el estadio final de un sistema económico, el capitalista, que exclusivamente origina desigualdad y requiere una intervención drástica.
Sin entrar en un análisis sobre de qué hablamos realmente cuando nos referimos al capital, la riqueza, y el origen de los ingresos y las rentas, que en la obra referida a veces se trata de una manera confusa (por ejemplo al considerar los beneficios de los empresarios como rentas de trabajo de los directivos y analizar sólo los datos de algunos de los países históricamente ricos), y si atendemos al PIB por habitante, lo que venimos observando en los años antes de la crisis y en esta etapa de ajuste, es que se está produciendo una mayor convergencia entre los países ricos y los emergentes, pero que dentro de cada país, sea rico o emergente, las diferencias entre las rentas de sus habitantes son cada vez más amplias.
Creo que esto tiene que ver poco con el apocalipsis de un sistema basado en el mercado, la competencia y la búsqueda del interés individual y sus causas deberíamos buscarlas en otros argumentos. (Y esto teniendo en cuenta que en todos los países ricos, el Estado tienen un fuerte peso económico y regulador y difícilmente podrían ser calificados como países capitalistas en sentido estricto).
En la actualidad, y en referencias a las personas físicas, los mayores niveles de ingresos y de riqueza acumulada, están acumuladas generalmente en empresarios de éxito de primera generación muy relacionados con la revolución tecnológica en la que nos vemos envueltos.
Las proyecciones que se hacen, considerando las innovaciones disruptivas que se están produciendo por el avance de la robótica, la inteligencia artificial y las aplicaciones de los sistemas de información en la búsqueda de soluciones de toda índole, aventuran una pérdida de empleos para personas con una formación tecnológica intermedia y desempeño de tareas rutinarias. En cambio, se proyectan abundantes empleos en ocupaciones que requieren atención personal, pero que no suelen generar mucho valor y por tanto generan bajos salarios; y, junto a ellos, otros trabajos serán realizados por personas que son capaces de aplicar las nuevas tecnologías en la búsqueda de soluciones inteligentes a los problemas del entorno y a generar valor en mercados en los que surgen permanentemente nuevas oportunidades.
Junto a estas proyecciones, los referidos hechos de la desigualdad, parecen justificarse mejor desde la perspectiva del libro de Tyler Cowen: “Se acabó la clase media”; en el que pronostica la existencia de trabajadores con altos niveles de renta junto a otros que denomina “threshold earners”, que se acostumbraran toda su vida a vivir con salarios bajos y constantes y enfocarán sus ambiciones personales a otras facetas de la vida, dejando de lado los objetivos profesionales.
Ante esta prospectiva, los interrogantes que podemos plantearnos son interesantes. Nos quejamos mucho, en la actualidad, de la gran cantidad de personas que viven subvencionadas o recibiendo rentas sin relación alguna con una actividad laboral y, quizás, deberíamos pensar si este será el modelo de la fuente de ingresos mayoritario de una buena parte de la población de formación intermedia, para la que no existirán empleos y de las personas de avanzada edad, en generaciones que ven como la esperanza de vida aumenta constantemente.
Además, este escenario ocurrirá en un entorno de crecimiento, no de pobreza o recesión, en la medida que el uso masivo de robots, de la inteligencia artificial en los computadores y la expansión de sensores para captar información y resultados del uso de aplicaciones, originará un incremento de productividad notable y por tanto del PIB por habitante.
Serán tiempos interesantes en los que tendremos que debatir cómo se repartirá una tarta creciente entre numerosas personas que no habrán contribuido a la creación de la misma.Y, lógicamente, tendremos que preguntarnos, cómo se captaran estos recursos a repartir. ¿Pagarán los robots una cuota a la seguridad social? ¿Los impuestos directos serán tan elevados que las personas que generen mucho valor se deslocalizarán a otros países o perderán los incentivos para seguir creando tarta? ¿Toda la imposición será indirecta al consumo o a las acciones que generen externalidades negativas como la contaminación, el alcohol, el tabaco, etc..?
Y quizás las dos pregunta más relevantes: ¿cómo tenemos que educar a nuestros hijos para que puedan generar este valor en entornos de innovaciones exponenciales y disruptivas? Y, finalmente, ¿si terminaremos todos, voluntariamente, siendo threshold earners?
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