Dos noticias nos han llamado la atención en días pasados: la economía sumergida se calcula que es el 29% del PIB, 10 puntos por encima de estimaciones europeas anteriores; y una segunda: la diferencia de ingresos entre los españoles que ganan menos y los que más ganan, se ha incrementado desde 5,5 veecs en 2007 hasta 7,2 veces en 2012, la mayor diferencia de los países europeos y muy por encima del indicador de Grecia o Portugal. ¿Qué nos está pasando?

Por otro lado, las necesidades de ajustar los presupestos públicos ha incrementado la presión fiscal y al hacerlo ha incentivado el paso a la economía sumergida de muchas actividades para evitar el pago de cargas sociales e impuestos directos e indiretos. Es un camino un tanto inquietante que la curva de Laffer había vaticinado; de hecho la economía española es la economía que al entrar en recesión ha sufrido la mayor caída en la recaudación fiscal.
Esperemos que la reforma fiscal afronte esta compleja problemática. Con la reforma laboral no tuvimos demasiado éxito y el empleo que estamos generando es mayoritariamente temporal, inadecuado en economías que quieran generar valor y tener salarios altos y empleos estables. Hay que hacer reformas pero deben ser las adecuadas y pensar en la reacción de los agentes económicos a las mismas. Tan difícil es diseñar una estrategia de éxito como después implementarla.
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