WP_Post Object ( [ID] => 20039 [post_author] => 115 [post_date] => 2014-02-24 08:35:08 [post_date_gmt] => 2014-02-24 07:35:08 [post_content] => Una vez más el mundo observa con preocupación a la Argentina, un país que ya estuvo en el punto de mira a comienzos de este siglo con el “corralito”, y que vuelve a tener síntomas de deterioro económico como consecuencia de sus equivocadas políticas públicas. Sin embargo, Argentina no ha estado siempre en una mala situación. A comienzos del siglo XX tenía la quinta renta per cápita más alta del mundo (3.797 dólares) algo por encima de Alemania (3.648 dólares) y superando bastante a España (2.255) o a Japón (1.387). Desde entonces y hasta la década de los años 50, el crecimiento se mantuvo muy alto, por encima del de Estados Unidos y Alemania. Lamentablemente, este proceso de crecimiento no continuó y a mediados del siglo pasado, con la llegada de Perón al poder, Argentina cambió el rumbo y su economía comenzó a empeorar. Causas del deterioro económico La mala suerte no fue, ni es, la causa del declive, las razones hay que buscarlas en las políticas peronistas dirigidas a construir una economía autárquica que protegiese a sus industrias ineficientes frente a la competencia del exterior. Un declive que se refleja en el deterioro de su renta per cápita. Los últimos datos del Banco Mundial muestran que en 2012 la renta per cápita argentina ocupaba el puesto 54 del mundo (11.573 dólares), una cifra muy inferior a la de otros países que en los inicios del siglo XX estaban por detrás de la Argentina como era el caso de Japón que hoy ocupa la posición 11 con 46.720 dólares, Alemania con 41.863 (posición 18) y España con 28.624 (posición 25) Según The Economist, en 2014, el crecimiento económico de la Argentina será del 2,9%, muy por debajo de la de otros países de su entorno. Así, Chile y México crecerán este año al 3,6%, Colombia al 4,8% y Perú al 5,5%. Argentina está atravesando una situación difícil: le está pasando factura el fuerte control estatal de su economía, el mal funcionamiento de los mercados, el elevado déficit público, la falta de seguridad jurídica, la hostilidad del Gobierno hacia la inversión extranjera, la intromisión política en la Justicia, la corrupción generalizada y el elevado proteccionismo comercial. Se han establecido fuertes aranceles a la importación de productos extranjeros, así como un impuesto a la exportación de productos nacionales. Estas decisiones de política económica han provocado, entre otros efectos, que Argentina haya pasado de ser el cuarto productor de trigo a nivel mundial en el año 2006 a ocupar el año pasado el décimo lugar. La mala gestión del comercio internacional unida a la falta de inversión extranjera ha tenido como consecuencia que las reservas hayan descendido desde 52.618 millones de dólares en 2011 a 27.800 millones de dólares en la actualidad. Además, el control de cambios y la elevadísima inflación (20,5% en 2013 y se espera un 23,3% para este año 2014) están incentivando a los ciudadanos a lanzarse a la compra de dólares como refugio ante la pérdida de poder adquisitivo de su moneda; lo que a su vez fortalece la economía sumergida especialmente el mercado cambiario ilegal en el que se canjean pesos argentinos por dólares. En lo que va de año, el peso ha sufrido una pérdida de valor de más de 18% frente al dólar estadounidense. Esta situación está afectando también a los inversores internacionales. La amenaza de expropiación, que ya sufrió Repsol en el año 2012, y una ley de control de cambios que no da libertad para sacar del país los dividendos obtenidos, son una parte de los motivos que dañan la confianza de los inversores extranjeros. Pérdida de posiciones en la economía global Quizá las fuentes para entender mejor el presente y sobre todo para comprender el futuro de la Argentina no se encuentren solo en la interpretación de las variables macroeconómicas sino también en el resultado de encuestas de opinión que se realizan a las empresas y a las instituciones nacionales e internacionales, que, una y otra vez, citan a la Argentina como uno de los países peores para hacer negocios. Cuatro informes publicados con periodicidad anual ilustran esta situación: 1) El “Índice de libertad económica” de The Heritage Foundation que valora tanto las restricciones que tienen las empresas en materia fiscal, laboral, regulatoria y de corrupción de las administraciones públicas; así como la libertad de invertir, financiarse, hacer negocios, patentar, importar y exportar. El grado de libertad económica de la Argentina es bajo, el Banco Mundial le asigna un valor 44,6 (siendo 0 un país donde las empresas están completamente controladas y 100 un país donde gozan de total libertad). En 2014, Argentina ocupa la posición 166, de un total de 178, una situación peor que la del año 2013 en el que ocupó la posición 160. 2) Esta falta de libertad está estrechamente relacionada con la dificultad para hacer negocios tal como demuestra el informe “Doing business 2014” del Banco Mundial. Este informe mide el grado de presión fiscal que soportan las empresas así como las facilidades que existen en el país para abrir un negocio, hacer trámites administrativos como pueden ser conseguir permisos o licencias, contratar y despedir trabajadores, proteger los derechos de propiedad, hacer cumplir los contratos, comerciar a través de fronteras y cerrar una empresa. Con todos estos datos se elabora una clasificación que cubre 186 países. Argentina ofrece pocas facilidades para hacer negocios. Ocupa una mala posición, la 126, y lo que es peor supone un descenso de dos puestos respecto al año 2013, en el que se clasificó en el 124. 3) Transparencia Internacional elabora un informe (“Corruption Perception Index”) en el que mide el nivel de corrupción. En 2013 Argentina obtuvo una nota de 34 (cero significa que en el país la corrupción es máxima y 100 que es completamente transparente), lo que equivale a la posición 106 de un total de 178 países estudiados y a un aumento en la corrupción desde el año 2012, en el que obtuvo una puntuación de 35 y el puesto 102. 4) La consecuencia de una alta inflación, la depreciación de la moneda, un bajo nivel de reservas de divisas, el control del comercio internacional y la corrupción es el deterioro de la competitividad. El World Economic Forum (WEF) ya lo adelantó el año pasado en su “Informe sobre competitividad mundial”. En él se elabora un ranking de los 148 países estudiados ordenados de mayor a menor competitividad. Argentina ocupa la posición 103; lo que supone una caída en la clasificación de 10 puestos con respecto al año anterior, y un empeoramiento de 19 puestos en comparación con el informe del año 2011. En definitiva, ni los ciudadanos argentinos, ni sus empresas, ni los organismos económicos internacionales, ni las empresas extranjeras confían en los políticos de la Argentina, ni en sus jueces, ni en los organismos reguladores. Afortunadamente, en los últimos meses están empezando a llegar noticias que, si se confirmasen y se mantuviesen en el largo plazo, podrían ser esperanzadoras. El Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), que sistemáticamente ha distorsionado los datos de inflación, parece que está cambiando su comportamiento, acercando su metodología y resultados a los cálculos que hacen los analistas independientes. El Gobierno ha enviado además una señal de buena voluntad presentando al Club de París una propuesta de pago a sus acreedores, a los que debe 9.500 millones de dólares desde hace más de 12 años. Conclusión Pero son medidas, que aún siendo positivas, no van al fondo del problema que no es otro que la necesidad de aumentar el buen gobierno, la libertad económica, la confianza en las instituciones y la apertura al exterior. La lección que nos deja la mala situación de la economía argentina es que las políticas económicas ortodoxas y las buenas instituciones son importantes para mejorar el bienestar de los ciudadanos de los países. Fuente: Rafael Pampillón Olmedo. "Argentina de mal a peor". Expansión. Sábado 22 de febrero de 2014, página 35. 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Una vez más el mundo observa con preocupación a la Argentina, un país que ya estuvo en el punto de mira a comienzos de este siglo con el “corralito”, y que vuelve a tener síntomas de deterioro económico como consecuencia de sus equivocadas políticas públicas.
Sin embargo, Argentina no ha estado siempre en una mala situación. A comienzos del siglo XX tenía la quinta renta per cápita más alta del mundo (3.797 dólares) algo por encima de Alemania (3.648 dólares) y superando bastante a España (2.255) o a Japón (1.387). Desde entonces y hasta la década de los años 50, el crecimiento se mantuvo muy alto, por encima del de Estados Unidos y Alemania. Lamentablemente, este proceso de crecimiento no continuó y a mediados del siglo pasado, con la llegada de Perón al poder, Argentina cambió el rumbo y su economía comenzó a empeorar.
Causas del deterioro económico
La mala suerte no fue, ni es, la causa del declive, las razones hay que buscarlas en las políticas peronistas dirigidas a construir una economía autárquica que protegiese a sus industrias ineficientes frente a la competencia del exterior. Un declive que se refleja en el deterioro de su renta per cápita.
Los últimos datos del Banco Mundial muestran que en 2012 la renta per cápita argentina ocupaba el puesto 54 del mundo (11.573 dólares), una cifra muy inferior a la de otros países que en los inicios del siglo XX estaban por detrás de la Argentina como era el caso de Japón que hoy ocupa la posición 11 con 46.720 dólares, Alemania con 41.863 (posición 18) y España con 28.624 (posición 25)
Según The Economist, en 2014, el crecimiento económico de la Argentina será del 2,9%, muy por debajo de la de otros países de su entorno. Así, Chile y México crecerán este año al 3,6%, Colombia al 4,8% y Perú al 5,5%.
Argentina está atravesando una situación difícil: le está pasando factura el fuerte control estatal de su economía, el mal funcionamiento de los mercados, el elevado déficit público, la falta de seguridad jurídica, la hostilidad del Gobierno hacia la inversión extranjera, la intromisión política en la Justicia, la corrupción generalizada y el elevado proteccionismo comercial. Se han establecido fuertes aranceles a la importación de productos extranjeros, así como un impuesto a la exportación de productos nacionales. Estas decisiones de política económica han provocado, entre otros efectos, que Argentina haya pasado de ser el cuarto productor de trigo a nivel mundial en el año 2006 a ocupar el año pasado el décimo lugar.
La mala gestión del comercio internacional unida a la falta de inversión extranjera ha tenido como consecuencia que las reservas hayan descendido desde 52.618 millones de dólares en 2011 a 27.800 millones de dólares en la actualidad. Además, el control de cambios y la elevadísima inflación (20,5% en 2013 y se espera un 23,3% para este año 2014) están incentivando a los ciudadanos a lanzarse a la compra de dólares como refugio ante la pérdida de poder adquisitivo de su moneda; lo que a su vez fortalece la economía sumergida especialmente el mercado cambiario ilegal en el que se canjean pesos argentinos por dólares. En lo que va de año, el peso ha sufrido una pérdida de valor de más de 18% frente al dólar estadounidense.
Esta situación está afectando también a los inversores internacionales. La amenaza de expropiación, que ya sufrió Repsol en el año 2012, y una ley de control de cambios que no da libertad para sacar del país los dividendos obtenidos, son una parte de los motivos que dañan la confianza de los inversores extranjeros.
Pérdida de posiciones en la economía global
Quizá las fuentes para entender mejor el presente y sobre todo para comprender el futuro de la Argentina no se encuentren solo en la interpretación de las variables macroeconómicas sino también en el resultado de encuestas de opinión que se realizan a las empresas y a las instituciones nacionales e internacionales, que, una y otra vez, citan a la Argentina como uno de los países peores para hacer negocios. Cuatro informes publicados con periodicidad anual ilustran esta situación:
1) El “Índice de libertad económica” de The Heritage Foundation que valora tanto las restricciones que tienen las empresas en materia fiscal, laboral, regulatoria y de corrupción de las administraciones públicas; así como la libertad de invertir, financiarse, hacer negocios, patentar, importar y exportar. El grado de libertad económica de la Argentina es bajo, el Banco Mundial le asigna un valor 44,6 (siendo 0 un país donde las empresas están completamente controladas y 100 un país donde gozan de total libertad). En 2014, Argentina ocupa la posición 166, de un total de 178, una situación peor que la del año 2013 en el que ocupó la posición 160.
2) Esta falta de libertad está estrechamente relacionada con la dificultad para hacer negocios tal como demuestra el informe “Doing business 2014” del Banco Mundial. Este informe mide el grado de presión fiscal que soportan las empresas así como las facilidades que existen en el país para abrir un negocio, hacer trámites administrativos como pueden ser conseguir permisos o licencias, contratar y despedir trabajadores, proteger los derechos de propiedad, hacer cumplir los contratos, comerciar a través de fronteras y cerrar una empresa. Con todos estos datos se elabora una clasificación que cubre 186 países. Argentina ofrece pocas facilidades para hacer negocios. Ocupa una mala posición, la 126, y lo que es peor supone un descenso de dos puestos respecto al año 2013, en el que se clasificó en el 124.
3) Transparencia Internacional elabora un informe (“Corruption Perception Index”) en el que mide el nivel de corrupción. En 2013 Argentina obtuvo una nota de 34 (cero significa que en el país la corrupción es máxima y 100 que es completamente transparente), lo que equivale a la posición 106 de un total de 178 países estudiados y a un aumento en la corrupción desde el año 2012, en el que obtuvo una puntuación de 35 y el puesto 102.
4) La consecuencia de una alta inflación, la depreciación de la moneda, un bajo nivel de reservas de divisas, el control del comercio internacional y la corrupción es el deterioro de la competitividad. El World Economic Forum (WEF) ya lo adelantó el año pasado en su “Informe sobre competitividad mundial”. En él se elabora un ranking de los 148 países estudiados ordenados de mayor a menor competitividad. Argentina ocupa la posición 103; lo que supone una caída en la clasificación de 10 puestos con respecto al año anterior, y un empeoramiento de 19 puestos en comparación con el informe del año 2011.
En definitiva, ni los ciudadanos argentinos, ni sus empresas, ni los organismos económicos internacionales, ni las empresas extranjeras confían en los políticos de la Argentina, ni en sus jueces, ni en los organismos reguladores.
Afortunadamente, en los últimos meses están empezando a llegar noticias que, si se confirmasen y se mantuviesen en el largo plazo, podrían ser esperanzadoras. El Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), que sistemáticamente ha distorsionado los datos de inflación, parece que está cambiando su comportamiento, acercando su metodología y resultados a los cálculos que hacen los analistas independientes. El Gobierno ha enviado además una señal de buena voluntad presentando al Club de París una propuesta de pago a sus acreedores, a los que debe 9.500 millones de dólares desde hace más de 12 años.
Conclusión
Pero son medidas, que aún siendo positivas, no van al fondo del problema que no es otro que la necesidad de aumentar el buen gobierno, la libertad económica, la confianza en las instituciones y la apertura al exterior. La lección que nos deja la mala situación de la economía argentina es que las políticas económicas ortodoxas y las buenas instituciones son importantes para mejorar el bienestar de los ciudadanos de los países.
Fuente: Rafael Pampillón Olmedo. «Argentina de mal a peor». Expansión. Sábado 22 de febrero de 2014, página 35.
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