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Esta semana se ha publicado el comportamiento del Índice de Precios de Consumo (IPC) del mes de octubre de España y de la zona euro (UEM). En España el IPC nos dio una buena noticia. Los precios subieron un 0,4% durante el mes octubre, la mitad de lo que subieron el año pasado. Pero quizá lo más llamativo sea que la inflación interanual (noviembre de 2012 a octubre de 2013) se redujo hasta el -0,1%, mínimo en cuatro años. Este dato, al llevar signo negativo, ha dado lugar a múltiples especulaciones sobre la posibilidad de que España pudiera entrar en el camino de la deflación; tema que analizaremos más adelante.

Este descenso de los precios españoles es una buena noticia para nuestra economía, ya que menores precios suponen una ganancia de poder adquisitivo para los consumidores, a la vez que un aumento de competitividad para nuestras exportaciones. Una prueba de esa ganancia de poder adquisitivo queda reflejada en el aumento del consumo de las familias. El dato es también bueno porque el diferencial de inflación con la media de la UEM (nuestro principal competidor), sigue siendo negativo (-0,8), lo que favorece la mejora de la competitividad de nuestras empresas

Causas de la caída de los precios

La reducción anual del IPC español se ha debido principalmente a que los precios de los bienes de consumo duradero (electrodomésticos, automóviles, etc.) tuvieron en ese periodo una caída del 2,5%; los alimentos, sobre todo los frescos:  legumbres, hortalizas, frutas y patatas tuvieron también un buen comportamiento (descenso); por ejemplo, desde noviembre del año pasado hasta octubre de este año se reducen los precios de la carne de ovino (-4,8%), huevos (-3,1%), lácteos (-1,8%), pescado (-0,2%) y legumbres y hortalizas frescas (-5,8%); los productos energéticos sufrieron una fuerte reducción (-2,7%), como consecuencia de la caída del 7% del precio del barril de petróleo.

Todas estas bajadas han estado adobadas por el efecto escalón provocado por la subida del IVA en septiembre del año pasado. Porque aunque la mayor repercusión de esa subida se hizo en septiembre del año pasado (un 1% con respecto a agosto), sus efectos se extendieron también al mes de octubre (subida del 0,8% con respecto al mes de septiembre). A esta subida  del IVA hay que unir la subida de las matrículas universitarias en octubre de 2012. En cambio en octubre de 2013 al no repetirse esas subidas, ha desaparecido el escalón.

Prevemos que para los meses de noviembre y diciembre se producirá un nuevo aumento de la inflación, siempre que el precio del petróleo se mantenga en torno a los niveles actuales (110 dólares por barril de Brent) y que no haya nuevas medidas de política económica como las del año pasado. Las previsiones apuntan a que vamos a  terminar este año con una inflación entorno al 0,4%: el mejor cierre de un año completo en cincuenta años.

Deflación

Como indicamos más arriba conocimos ayer la inflación interanual de octubre de la UEM. La inflación descendió con fuerza en octubre hasta el +0,7%, desde el 1,1% del mes anterior. Lejos, por tanto, del objetivo cercano al 2% marcado por el Banco Central Europeo (BCE).

Esta tendencia al enfriamiento en la evolución de los precios de la UEM (desinflación), junto al bajo crecimiento económico, ha sido el principal motivo para que el Presidente del BCE, Mario Draghi, redujera el jueves de la semana pasada los tipos de interés de intervención hasta dejarlos en el 0,25%, su mínimo histórico. Es más, Draghi avisó que la inflación puede experimentar niveles bajos durante un prolongado periodo de tiempo. Sin embargo, hizo hincapié en que no percibe riesgo de deflación y en que no piensa que la situación de la zona euro sea como la de Japón.

Es sabido que la deflación es una enfermedad que consiste en una disminución continuada del nivel general de precios, generada casi siempre por una fuerte contracción de la demanda agregada; suele ir acompañada de fuerte desempleo. El proceso deflacionario es un círculo vicioso que  se produce porque, al reducirse los precios y por tanto los ingresos que obtienen las empresas  por sus ventas, se provoca así una disminución de los beneficios, ya que se reduce la facturación, pero, en cambio, los costes no descienden en la misma medida debido a la rigidez a la baja de los costes. La consiguiente reducción de los márgenes empresariales conlleva una disminución de la inversión y del empleo.

La disminución del empleo reduce, a su vez, la masa salarial y, consecuentemente, la demanda de consumo; es decir, las ventas de las empresas inician una nueva espiral de menores ventas y un aumento de  las pérdidas. Se une a ello que la deflación hace que los consumidores pospongan sus compras, en espera de que los precios bajen más todavía, y las empresas reducen también sus inversiones. Todos estos comportamientos generan un círculo vicioso que se autoalimenta de reducciones en la demanda agregada, caídas en el empleo, disminuciones en el consumo y crecimiento económico y nuevas bajadas en el nivel general de precios. 

A ello se une, que mientras que en la deflación las deudas que las empresas tienen contraídas con los bancos se mantienen constantes, al disminuir sus ingresos por la bajada de precios se dispone de menos recursos para devolver esos créditos. Es decir, las deudas que se deben a los bancos aumentan relativamente, creando serios problemas a las empresas deudoras y por ende al sistema financiero. 

Riesgos

¿Hay riesgos de deflación en España y/o en la UEM? Para contestar a esta pregunta debemos fijarnos en el núcleo duro de la inflación, es decir, en la subyacente. La inflación subyacente excluye los componentes más volátiles del IPC, como son los alimentos sin elaborar y los productos energéticos, y se queda con los elementos que tienen precios más estables (alimentos elaborados, bienes industriales no energéticos y servicios). En octubre, en España, la tasa anual de la inflación subyacente se redujo seis décimas porcentuales hasta situarse en el +0,2%. En la UEM aunque la componente de inflación subyacente también desciende (desinflación) y se sitúa en el +0,8%, sigue también en terreno positivo.

La mala noticia es que parece que en los próximos trimestres veremos que tanto España como la UEM soportarán un crecimiento económico bajo e insuficiente para absorber el ingente número de parados. Pero hay dos buenas noticias, la primera es que la inflación está dominada; y que el bajo crecimiento económico inducirá a tasas de inflación muy bajas pero positivas, que permitirán ganar a las familias poder adquisitivo y a las empresas competitividad. La segunda es que no creemos que estemos ante la puerta de entrada de un proceso deflacionista.

Además, con una inflación como la actual muy por debajo del 2%, el BCE podría tomar medidas adicionales de política monetaria más heterodoxa que permitiesen mayor crecimiento económico y del empleo.

Finalmente, a veces se argumenta que la política monetaria pierde su efecto en una situación de deflación o de desinflación porque los tipos de interés de intervención no pueden bajar por debajo de cero (la trampa de la liquidez). Este argumento ignora que la política monetaria no sólo puede influir en el nivel de los tipos de interés sino también en la cantidad de crédito que se genera en la economía. En ese sentido el BCE podría poner en marcha programas que activasen el crédito al sector privado. Se trataría de que el BCE concediese crédito al sistema bancario con mecanismos que incentivasen su traslado a las empresas y hogares.

Fuente: Rafael Pampillón Olmedo "¿Hay riesgo de deflación?". Expansión. 16 de noviembre de 2013, página 43
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Esta semana se ha publicado el comportamiento del Índice de Precios de Consumo (IPC) del mes de octubre de España y de la zona euro (UEM). En España el IPC nos dio una buena noticia. Los precios subieron un 0,4% durante el mes octubre, la mitad de lo que subieron el año pasado. Pero quizá lo más llamativo sea que la inflación interanual (noviembre de 2012 a octubre de 2013) se redujo hasta el -0,1%, mínimo en cuatro años. Este dato, al llevar signo negativo, ha dado lugar a múltiples especulaciones sobre la posibilidad de que España pudiera entrar en el camino de la deflación; tema que analizaremos más adelante.

Este descenso de los precios españoles es una buena noticia para nuestra economía, ya que menores precios suponen una ganancia de poder adquisitivo para los consumidores, a la vez que un aumento de competitividad para nuestras exportaciones. Una prueba de esa ganancia de poder adquisitivo queda reflejada en el aumento del consumo de las familias. El dato es también bueno porque el diferencial de inflación con la media de la UEM (nuestro principal competidor), sigue siendo negativo (-0,8), lo que favorece la mejora de la competitividad de nuestras empresas

Causas de la caída de los precios

La reducción anual del IPC español se ha debido principalmente a que los precios de los bienes de consumo duradero (electrodomésticos, automóviles, etc.) tuvieron en ese periodo una caída del 2,5%; los alimentos, sobre todo los frescos:  legumbres, hortalizas, frutas y patatas tuvieron también un buen comportamiento (descenso); por ejemplo, desde noviembre del año pasado hasta octubre de este año se reducen los precios de la carne de ovino (-4,8%), huevos (-3,1%), lácteos (-1,8%), pescado (-0,2%) y legumbres y hortalizas frescas (-5,8%); los productos energéticos sufrieron una fuerte reducción (-2,7%), como consecuencia de la caída del 7% del precio del barril de petróleo.

Todas estas bajadas han estado adobadas por el efecto escalón provocado por la subida del IVA en septiembre del año pasado. Porque aunque la mayor repercusión de esa subida se hizo en septiembre del año pasado (un 1% con respecto a agosto), sus efectos se extendieron también al mes de octubre (subida del 0,8% con respecto al mes de septiembre). A esta subida  del IVA hay que unir la subida de las matrículas universitarias en octubre de 2012. En cambio en octubre de 2013 al no repetirse esas subidas, ha desaparecido el escalón.

Prevemos que para los meses de noviembre y diciembre se producirá un nuevo aumento de la inflación, siempre que el precio del petróleo se mantenga en torno a los niveles actuales (110 dólares por barril de Brent) y que no haya nuevas medidas de política económica como las del año pasado. Las previsiones apuntan a que vamos a  terminar este año con una inflación entorno al 0,4%: el mejor cierre de un año completo en cincuenta años.

Deflación

Como indicamos más arriba conocimos ayer la inflación interanual de octubre de la UEM. La inflación descendió con fuerza en octubre hasta el +0,7%, desde el 1,1% del mes anterior. Lejos, por tanto, del objetivo cercano al 2% marcado por el Banco Central Europeo (BCE).

Esta tendencia al enfriamiento en la evolución de los precios de la UEM (desinflación), junto al bajo crecimiento económico, ha sido el principal motivo para que el Presidente del BCE, Mario Draghi, redujera el jueves de la semana pasada los tipos de interés de intervención hasta dejarlos en el 0,25%, su mínimo histórico. Es más, Draghi avisó que la inflación puede experimentar niveles bajos durante un prolongado periodo de tiempo. Sin embargo, hizo hincapié en que no percibe riesgo de deflación y en que no piensa que la situación de la zona euro sea como la de Japón.

Es sabido que la deflación es una enfermedad que consiste en una disminución continuada del nivel general de precios, generada casi siempre por una fuerte contracción de la demanda agregada; suele ir acompañada de fuerte desempleo. El proceso deflacionario es un círculo vicioso que  se produce porque, al reducirse los precios y por tanto los ingresos que obtienen las empresas  por sus ventas, se provoca así una disminución de los beneficios, ya que se reduce la facturación, pero, en cambio, los costes no descienden en la misma medida debido a la rigidez a la baja de los costes. La consiguiente reducción de los márgenes empresariales conlleva una disminución de la inversión y del empleo.

La disminución del empleo reduce, a su vez, la masa salarial y, consecuentemente, la demanda de consumo; es decir, las ventas de las empresas inician una nueva espiral de menores ventas y un aumento de  las pérdidas. Se une a ello que la deflación hace que los consumidores pospongan sus compras, en espera de que los precios bajen más todavía, y las empresas reducen también sus inversiones. Todos estos comportamientos generan un círculo vicioso que se autoalimenta de reducciones en la demanda agregada, caídas en el empleo, disminuciones en el consumo y crecimiento económico y nuevas bajadas en el nivel general de precios. 

A ello se une, que mientras que en la deflación las deudas que las empresas tienen contraídas con los bancos se mantienen constantes, al disminuir sus ingresos por la bajada de precios se dispone de menos recursos para devolver esos créditos. Es decir, las deudas que se deben a los bancos aumentan relativamente, creando serios problemas a las empresas deudoras y por ende al sistema financiero. 

Riesgos

¿Hay riesgos de deflación en España y/o en la UEM? Para contestar a esta pregunta debemos fijarnos en el núcleo duro de la inflación, es decir, en la subyacente. La inflación subyacente excluye los componentes más volátiles del IPC, como son los alimentos sin elaborar y los productos energéticos, y se queda con los elementos que tienen precios más estables (alimentos elaborados, bienes industriales no energéticos y servicios). En octubre, en España, la tasa anual de la inflación subyacente se redujo seis décimas porcentuales hasta situarse en el +0,2%. En la UEM aunque la componente de inflación subyacente también desciende (desinflación) y se sitúa en el +0,8%, sigue también en terreno positivo.

La mala noticia es que parece que en los próximos trimestres veremos que tanto España como la UEM soportarán un crecimiento económico bajo e insuficiente para absorber el ingente número de parados. Pero hay dos buenas noticias, la primera es que la inflación está dominada; y que el bajo crecimiento económico inducirá a tasas de inflación muy bajas pero positivas, que permitirán ganar a las familias poder adquisitivo y a las empresas competitividad. La segunda es que no creemos que estemos ante la puerta de entrada de un proceso deflacionista.

Además, con una inflación como la actual muy por debajo del 2%, el BCE podría tomar medidas adicionales de política monetaria más heterodoxa que permitiesen mayor crecimiento económico y del empleo.

Finalmente, a veces se argumenta que la política monetaria pierde su efecto en una situación de deflación o de desinflación porque los tipos de interés de intervención no pueden bajar por debajo de cero (la trampa de la liquidez). Este argumento ignora que la política monetaria no sólo puede influir en el nivel de los tipos de interés sino también en la cantidad de crédito que se genera en la economía. En ese sentido el BCE podría poner en marcha programas que activasen el crédito al sector privado. Se trataría de que el BCE concediese crédito al sistema bancario con mecanismos que incentivasen su traslado a las empresas y hogares.

Fuente: Rafael Pampillón Olmedo "¿Hay riesgo de deflación?". Expansión. 16 de noviembre de 2013, página 43
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Este descenso de los precios españoles es una buena noticia para nuestra economía, ya que menores precios suponen una ganancia de poder adquisitivo para los consumidores, a la vez que un aumento de competitividad para nuestras exportaciones. Una prueba de esa ganancia de poder adquisitivo queda reflejada en el aumento del consumo de las familias. El dato es también bueno porque el diferencial de inflación con la media de la UEM (nuestro principal competidor), sigue siendo negativo (-0,8), lo que favorece la mejora de la competitividad de nuestras empresas

Causas de la caída de los precios

La reducción anual del IPC español se ha debido principalmente a que los precios de los bienes de consumo duradero (electrodomésticos, automóviles, etc.) tuvieron en ese periodo una caída del 2,5%; los alimentos, sobre todo los frescos:  legumbres, hortalizas, frutas y patatas tuvieron también un buen comportamiento (descenso); por ejemplo, desde noviembre del año pasado hasta octubre de este año se reducen los precios de la carne de ovino (-4,8%), huevos (-3,1%), lácteos (-1,8%), pescado (-0,2%) y legumbres y hortalizas frescas (-5,8%); los productos energéticos sufrieron una fuerte reducción (-2,7%), como consecuencia de la caída del 7% del precio del barril de petróleo.

Todas estas bajadas han estado adobadas por el efecto escalón provocado por la subida del IVA en septiembre del año pasado. Porque aunque la mayor repercusión de esa subida se hizo en septiembre del año pasado (un 1% con respecto a agosto), sus efectos se extendieron también al mes de octubre (subida del 0,8% con respecto al mes de septiembre). A esta subida  del IVA hay que unir la subida de las matrículas universitarias en octubre de 2012. En cambio en octubre de 2013 al no repetirse esas subidas, ha desaparecido el escalón.

Prevemos que para los meses de noviembre y diciembre se producirá un nuevo aumento de la inflación, siempre que el precio del petróleo se mantenga en torno a los niveles actuales (110 dólares por barril de Brent) y que no haya nuevas medidas de política económica como las del año pasado. Las previsiones apuntan a que vamos a  terminar este año con una inflación entorno al 0,4%: el mejor cierre de un año completo en cincuenta años.

Deflación

Como indicamos más arriba conocimos ayer la inflación interanual de octubre de la UEM. La inflación descendió con fuerza en octubre hasta el +0,7%, desde el 1,1% del mes anterior. Lejos, por tanto, del objetivo cercano al 2% marcado por el Banco Central Europeo (BCE).

Esta tendencia al enfriamiento en la evolución de los precios de la UEM (desinflación), junto al bajo crecimiento económico, ha sido el principal motivo para que el Presidente del BCE, Mario Draghi, redujera el jueves de la semana pasada los tipos de interés de intervención hasta dejarlos en el 0,25%, su mínimo histórico. Es más, Draghi avisó que la inflación puede experimentar niveles bajos durante un prolongado periodo de tiempo. Sin embargo, hizo hincapié en que no percibe riesgo de deflación y en que no piensa que la situación de la zona euro sea como la de Japón.

Es sabido que la deflación es una enfermedad que consiste en una disminución continuada del nivel general de precios, generada casi siempre por una fuerte contracción de la demanda agregada; suele ir acompañada de fuerte desempleo. El proceso deflacionario es un círculo vicioso que  se produce porque, al reducirse los precios y por tanto los ingresos que obtienen las empresas  por sus ventas, se provoca así una disminución de los beneficios, ya que se reduce la facturación, pero, en cambio, los costes no descienden en la misma medida debido a la rigidez a la baja de los costes. La consiguiente reducción de los márgenes empresariales conlleva una disminución de la inversión y del empleo.

La disminución del empleo reduce, a su vez, la masa salarial y, consecuentemente, la demanda de consumo; es decir, las ventas de las empresas inician una nueva espiral de menores ventas y un aumento de  las pérdidas. Se une a ello que la deflación hace que los consumidores pospongan sus compras, en espera de que los precios bajen más todavía, y las empresas reducen también sus inversiones. Todos estos comportamientos generan un círculo vicioso que se autoalimenta de reducciones en la demanda agregada, caídas en el empleo, disminuciones en el consumo y crecimiento económico y nuevas bajadas en el nivel general de precios. 

A ello se une, que mientras que en la deflación las deudas que las empresas tienen contraídas con los bancos se mantienen constantes, al disminuir sus ingresos por la bajada de precios se dispone de menos recursos para devolver esos créditos. Es decir, las deudas que se deben a los bancos aumentan relativamente, creando serios problemas a las empresas deudoras y por ende al sistema financiero.

Riesgos

¿Hay riesgos de deflación en España y/o en la UEM? Para contestar a esta pregunta debemos fijarnos en el núcleo duro de la inflación, es decir, en la subyacente. La inflación subyacente excluye los componentes más volátiles del IPC, como son los alimentos sin elaborar y los productos energéticos, y se queda con los elementos que tienen precios más estables (alimentos elaborados, bienes industriales no energéticos y servicios). En octubre, en España, la tasa anual de la inflación subyacente se redujo seis décimas porcentuales hasta situarse en el +0,2%. En la UEM aunque la componente de inflación subyacente también desciende (desinflación) y se sitúa en el +0,8%, sigue también en terreno positivo.

La mala noticia es que parece que en los próximos trimestres veremos que tanto España como la UEM soportarán un crecimiento económico bajo e insuficiente para absorber el ingente número de parados. Pero hay dos buenas noticias, la primera es que la inflación está dominada; y que el bajo crecimiento económico inducirá a tasas de inflación muy bajas pero positivas, que permitirán ganar a las familias poder adquisitivo y a las empresas competitividad. La segunda es que no creemos que estemos ante la puerta de entrada de un proceso deflacionista.

Además, con una inflación como la actual muy por debajo del 2%, el BCE podría tomar medidas adicionales de política monetaria más heterodoxa que permitiesen mayor crecimiento económico y del empleo.

Finalmente, a veces se argumenta que la política monetaria pierde su efecto en una situación de deflación o de desinflación porque los tipos de interés de intervención no pueden bajar por debajo de cero (la trampa de la liquidez). Este argumento ignora que la política monetaria no sólo puede influir en el nivel de los tipos de interés sino también en la cantidad de crédito que se genera en la economía. En ese sentido el BCE podría poner en marcha programas que activasen el crédito al sector privado. Se trataría de que el BCE concediese crédito al sistema bancario con mecanismos que incentivasen su traslado a las empresas y hogares.

Fuente: Rafael Pampillón Olmedo «¿Hay riesgo de deflación?». Expansión. 16 de noviembre de 2013, página 43

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