Como continuación del post publicado ayer en este blog (“Continúa la caída del gasto en I+D en España”) sobre el descenso del gasto en Investigación y Desarrollo (I+D) de la economía española, vamos a exponer cuál es la situación de nuestro país con mayor detalle y de qué forma condiciona nuestra posición internacional.
Globalmente, en el año 2012, el gasto en I+D se ha reducido en España en un 5,6% respecto a 2011, la mayor caída desde el año 1999, ha pasado de 14.184 millones de euros en el año 2011 a 13.392 millones el año pasado.
En 2012 España destinó a la I+D el 1,3% de su PIB. Sólo cuatro Comunidades superan la media nacional: País Vasco (2,2%), Comunidad Foral de Navarra (1,9%), Comunidad de Madrid (1,8%) y Cataluña (1,5%). La suma total de su gasto en I+D representa el 60% del total español, es decir, 8.200 millones de euros.
El sector que más ha reducido la innovación ha sido el de las Administraciones Públicas que han pasado de efectuar un gasto de 2.762 millones de euros en el año 2011 a gastar 2.557 millones el año pasado, lo que representa una reducción del 7,4% y 206 millones menos de I+D. Una disminución similar (7,2%) ha sido la sufrida por la Enseñanza Superior (pública y privada), cuyo gasto ha descendido, entre 2011 y 2012, desde 4.002 millones de euros a 3.716 millones.
Los fondos destinados a I+D en las empresas han disminuido también (-4,1%) aunque menos que los del sector público pero su impacto es relevante ya que, al ser la partida de gasto más representativa, este descenso equivale a un freno de la I+D de 302 millones de euros.
La práctica totalidad del gasto de las empresas lo ejecutaron los servicios y la industria, 49% (3.424 millones) y 48,3% (3.479 millones) respectivamente, correspondiendo al sector agrícola solamente 53 millones, es decir, el 0,75% del total empresarial.
Todo lo anterior refleja cómo la crisis continúa afectando en nuestro país al desarrollo tecnológico. Como comentamos hace ya tres años, el gasto en I+D se estancó en el año 2010. A partir de ese momento, su caída ha sido continuada.
¿Qué consecuencias en la competitividad de la economía tiene la mala situación de la I+D en España?
Como dijimos ayer, los últimos informes de la OCDE muestran cómo el gasto en I+D en España, medido en porcentaje del PIB, es menor al de otras economías. Tal es el caso de Estados Unidos y Japón, cuyo gasto es muy superior al español. La economía estadounidense destinó a I+D el 2,77% de su PIB en 2011 y la japonesa el 3,26% del suyo en 2010.
Además, si observamos el conjunto de la UE, vemos cómo el gasto en innovación de España, en porcentaje del PIB, en el año 2012 correspondió al 63% del gasto medio de la Unión. Individualmente, Alemania tuvo ese mismo año un gasto en I+D de 77.835 millones de euros, lo que equivale al 2,9% de su PIB, es decir, un gasto dos veces mayor que el de nuestro país. También Francia y Reino Unido tienen asimismo cifras muy superiores a las españolas, con 45.984 y 34.243 millones de euros o, lo que es lo mismo, el 2,3% y el 1,8% de su PIB respectivamente.
De hecho, como comentamos el pasado mes de septiembre, el fuerte impacto de la crisis económica y los sucesivos recortes en I+D, públicos y privados, han mermado considerablemente la capacidad de innovación de nuestra economía. Como consecuencia, la competitividad internacional de España es mucho más limitada que la de otros de nuestros socios europeos. Según los datos que hemos analizamos anteriormente en este blog, el Informe de Competitividad del World Economic Forum (WEF) para el año 2013-2014 sitúa a nuestro país en la posición número 35; un ligero ascenso respecto al informe anterior, en el que ocupábamos el puesto número 36. No obstante, aunque globalmente la situación es algo mejor, el estado del desarrollo tecnológico en nuestro país se ha deteriorado llamativamente en sólo un año. Sirva como ejemplo un descenso en la clasificación de la capacidad de innovación de 12 puntos o en la posición de las facilidades que da el Gobierno para la adopción de nuevas tecnologías de 13 puntos (hemos pasado de ser el país 89 del mundo en este aspecto al 102 de los 148 estudiados por el WEF).
Por el contrario, otros miembros de la UE se encuentran entre los diez países más competitivos del mundo, apoyados sin duda por una excelente capacidad de innovación. Así sucede en Finlandia, el tercer país más competitivo (por detrás de Suiza y Singapur) y el segundo en cuanto a capacidad de innovación. La economía nórdica está seguida por Alemania, en cuarta posición, y Suecia, en sexta. Finalmente, los Países Bajos y Reino Unido son el octavo y el décimo país más competitivos del mundo. En todos ellos la capacidad de innovación está directamente relacionada con su nivel de competitividad. Los países con economías más competitivas son también los más innovadores.
Consideraciones a tener en cuenta en la toma de decisiones
Los fondos destinados a I+D tienen el objetivo de generar mejoras tecnológicas que aumenten la productividad de la economía y permitan satisfacer más eficientemente las necesidades del mercado nacional e internacional. Por lo tanto, el Gobierno debe tener en cuenta la necesidad de mantener un adecuado nivel de gasto en I+D y cuáles son los mejores incentivos para su financiación.
En el caso de la economía española, según el análisis de competitividad del WEF, los aspectos más perjudicados por la disminución de la financiación de la I+D durante los últimos años en nuestro país son: la capacidad de innovación y las facilidades que da el Gobierno para la adopción de nuevas tecnologías, comentadas en este texto; la transferencia de tecnología entre las universidades y las empresas y el gasto empresarial en I+D.
El único aspecto que ha mejorado en el último informe del WEF es la disponibilidad del personal científico y técnico. Esto refleja algo muy positivo, el alto nivel del capital humano español.
Sin embargo, los datos del INE parecen indicar que el país no se está sirviendo de la buena calidad de sus investigadores. La sucesiva disminución de los fondos destinados a I+D ha provocado que el volumen total de investigadores haya disminuido en un 2,7% el pasado año, especialmente en el sector público. Esto supone que, medidos en jornada completa, España cuenta con 3.457 científicos menos.
El efecto sobre la economía es indudable; un menor número de investigadores dificulta el desarrollo de mejoras tecnológicas que puedan ser aprovechadas por la totalidad del sistema productivo y mejoren el desarrollo económico. Además, esta situación tendrá consecuencias en el futuro. Los científicos continuarán realizando su trabajo y, si son desplazados de su país de origen, las innovaciones se generarán en otras regiones. Por lo tanto, potencialmente las nuevas mejoras incrementarán en primer lugar la productividad internacional y harán que España sea menos competitiva hasta que las adopte.
En definitiva, las políticas económicas no deben olvidar que la finalidad de la I+D es lograr no sólo el crecimiento económico, sino también el desarrollo de la economía a largo plazo y de forma estable y duradera. Por tanto, son necesarias políticas de gasto en I+D que favorezcan las innovaciones y un entorno económico y social que incentive la permanencia en España del destacado capital humano con el que, afortunadamente, contamos en nuestro país.
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