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    [post_content] => Las cuentas no financieras constituyen el mejor indicador para valorar el proceso de ajuste del desequilibrio externo de la economía española. Todos tenemos en la cabeza cómo las ganancias de competitividad y, su aprovechamiento por las empresas españolas para ganar presencia en mercados externos han permitido junto, a la drástica reducción de importaciones, transformar un desequilibrio por cuenta corriente del 10%, en un superávit que ya estaría por encima del 1% del PIB.

Dibujo

 

Pero otra lectura, aún más interesante, es la que relaciona nuestro saldo exterior con la capacidad /necesidad de financiación, es decir, con la diferencia entre el ahorro y la inversión interna.

Sólo en el segundo trimestre de 2013, la economía española generó una capacidad de financiación de 7.000 millones de euros (1,4% del PIB), gracias a que el ahorro interno en términos acumulados se situó en el 19,5% del PIB (21% en 2007), frente a una inversión equivalente al 18,8% del PIB (31% en 2007). Por tanto, desde el inicio de la crisis la dependencia del ahorro externo de la economía española se ajusta de manera drástica, gracias a un desplome de la inversión, pues aunque el ahorro ha caído, lo ha hecho con mucha menos intensidad. Por un lado, el sector privado, especialmente las empresas, ha saneado su posición financiera de forma muy notable, al pasar de unas necesidades equivalentes al 11,5% del PIB en 2007 a una capacidad del 12,4%.

En cambio, las cuentas del sector público se han visto lastradas por la gravedad de la recesión, a lo que se han añadido las elevadas ayudas al sistema financiero; en consecuencia, en el mismo periodo ha pasado de un superávit del 2% del PIB a un déficit del 11%.

Por agentes, (i) la caída de la inversión está siendo generalizada, pero más intensa en las AA.PP. y, sobre todo, en los hogares (desplome de la compra de viviendas), y

(ii) el mayor ahorro de los hogares y, en especial, de las empresas compensó el tradicional desahorro público. En el caso de los hogares, el consumo sigue cayendo más que la renta (RBD), que, además, ralentiza su ritmo de deterioro, en línea con las señales positivas que comienza a mostrar el mercado laboral. El resultado es que su tasa de ahorro, tras marcar a final de 2012 el mínimo desde que arrancó la crisis, ha iniciado en el actual ejercicio una senda de suave recuperación y se sitúa en el 11%, seis décimas por encima del pasado año, pero muy lejos del máximo de 2009 (17,8%).

En los próximos trimestres prevemos que la economía consolide esta tendencia y continúe generando una creciente capacidad de financiación, pero más por una recuperación del maltrecho ahorro y no tanto por un deterioro adicional de la inversión, cuyo ajuste tiene ya poco recorrido. Sobre todo, porque a partir de ahora la inversión empresarial debería empezar a ser el primer componente de la demanda nacional en reactivarse.

Además, lo ideal sería que el protagonismo de este repunte del ahorro no recayera completamente en el sector privado, dado el freno que ello supondría para la reactivación del gasto. Pero me temo que para una recuperación del ahorro público tendremos que esperar un tiempo. Lo más importante es que a la vista de los últimos datos, se va consolidando el cambio de tendencia en lo que se refiere al saldo exterior de la economía, dejando atrás el modelo de crecimiento desequilibrado, muy dependiente del ahorro externo, que la ha caracterizado tradicionalmente.
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4
Oct

La economía española vuelve a tener capacidad de financiación

Escrito el 4 octubre 2013 por José Ramón Diez Guijarro en Economía española

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Dibujo

 

Pero otra lectura, aún más interesante, es la que relaciona nuestro saldo exterior con la capacidad /necesidad de financiación, es decir, con la diferencia entre el ahorro y la inversión interna.

Sólo en el segundo trimestre de 2013, la economía española generó una capacidad de financiación de 7.000 millones de euros (1,4% del PIB), gracias a que el ahorro interno en términos acumulados se situó en el 19,5% del PIB (21% en 2007), frente a una inversión equivalente al 18,8% del PIB (31% en 2007). Por tanto, desde el inicio de la crisis la dependencia del ahorro externo de la economía española se ajusta de manera drástica, gracias a un desplome de la inversión, pues aunque el ahorro ha caído, lo ha hecho con mucha menos intensidad. Por un lado, el sector privado, especialmente las empresas, ha saneado su posición financiera de forma muy notable, al pasar de unas necesidades equivalentes al 11,5% del PIB en 2007 a una capacidad del 12,4%.

En cambio, las cuentas del sector público se han visto lastradas por la gravedad de la recesión, a lo que se han añadido las elevadas ayudas al sistema financiero; en consecuencia, en el mismo periodo ha pasado de un superávit del 2% del PIB a un déficit del 11%.

Por agentes, (i) la caída de la inversión está siendo generalizada, pero más intensa en las AA.PP. y, sobre todo, en los hogares (desplome de la compra de viviendas), y

(ii) el mayor ahorro de los hogares y, en especial, de las empresas compensó el tradicional desahorro público. En el caso de los hogares, el consumo sigue cayendo más que la renta (RBD), que, además, ralentiza su ritmo de deterioro, en línea con las señales positivas que comienza a mostrar el mercado laboral. El resultado es que su tasa de ahorro, tras marcar a final de 2012 el mínimo desde que arrancó la crisis, ha iniciado en el actual ejercicio una senda de suave recuperación y se sitúa en el 11%, seis décimas por encima del pasado año, pero muy lejos del máximo de 2009 (17,8%).

En los próximos trimestres prevemos que la economía consolide esta tendencia y continúe generando una creciente capacidad de financiación, pero más por una recuperación del maltrecho ahorro y no tanto por un deterioro adicional de la inversión, cuyo ajuste tiene ya poco recorrido. Sobre todo, porque a partir de ahora la inversión empresarial debería empezar a ser el primer componente de la demanda nacional en reactivarse.

Además, lo ideal sería que el protagonismo de este repunte del ahorro no recayera completamente en el sector privado, dado el freno que ello supondría para la reactivación del gasto. Pero me temo que para una recuperación del ahorro público tendremos que esperar un tiempo. Lo más importante es que a la vista de los últimos datos, se va consolidando el cambio de tendencia en lo que se refiere al saldo exterior de la economía, dejando atrás el modelo de crecimiento desequilibrado, muy dependiente del ahorro externo, que la ha caracterizado tradicionalmente.
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Dibujo

 

Pero otra lectura, aún más interesante, es la que relaciona nuestro saldo exterior con la capacidad /necesidad de financiación, es decir, con la diferencia entre el ahorro y la inversión interna.

Sólo en el segundo trimestre de 2013, la economía española generó una capacidad de financiación de 7.000 millones de euros (1,4% del PIB), gracias a que el ahorro interno en términos acumulados se situó en el 19,5% del PIB (21% en 2007), frente a una inversión equivalente al 18,8% del PIB (31% en 2007). Por tanto, desde el inicio de la crisis la dependencia del ahorro externo de la economía española se ajusta de manera drástica, gracias a un desplome de la inversión, pues aunque el ahorro ha caído, lo ha hecho con mucha menos intensidad. Por un lado, el sector privado, especialmente las empresas, ha saneado su posición financiera de forma muy notable, al pasar de unas necesidades equivalentes al 11,5% del PIB en 2007 a una capacidad del 12,4%.

En cambio, las cuentas del sector público se han visto lastradas por la gravedad de la recesión, a lo que se han añadido las elevadas ayudas al sistema financiero; en consecuencia, en el mismo periodo ha pasado de un superávit del 2% del PIB a un déficit del 11%.

Por agentes, (i) la caída de la inversión está siendo generalizada, pero más intensa en las AA.PP. y, sobre todo, en los hogares (desplome de la compra de viviendas), y

(ii) el mayor ahorro de los hogares y, en especial, de las empresas compensó el tradicional desahorro público. En el caso de los hogares, el consumo sigue cayendo más que la renta (RBD), que, además, ralentiza su ritmo de deterioro, en línea con las señales positivas que comienza a mostrar el mercado laboral. El resultado es que su tasa de ahorro, tras marcar a final de 2012 el mínimo desde que arrancó la crisis, ha iniciado en el actual ejercicio una senda de suave recuperación y se sitúa en el 11%, seis décimas por encima del pasado año, pero muy lejos del máximo de 2009 (17,8%).

En los próximos trimestres prevemos que la economía consolide esta tendencia y continúe generando una creciente capacidad de financiación, pero más por una recuperación del maltrecho ahorro y no tanto por un deterioro adicional de la inversión, cuyo ajuste tiene ya poco recorrido. Sobre todo, porque a partir de ahora la inversión empresarial debería empezar a ser el primer componente de la demanda nacional en reactivarse.

Además, lo ideal sería que el protagonismo de este repunte del ahorro no recayera completamente en el sector privado, dado el freno que ello supondría para la reactivación del gasto. Pero me temo que para una recuperación del ahorro público tendremos que esperar un tiempo. Lo más importante es que a la vista de los últimos datos, se va consolidando el cambio de tendencia en lo que se refiere al saldo exterior de la economía, dejando atrás el modelo de crecimiento desequilibrado, muy dependiente del ahorro externo, que la ha caracterizado tradicionalmente.

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