WP_Post Object ( [ID] => 18482 [post_author] => 13673 [post_date] => 2013-05-09 08:57:32 [post_date_gmt] => 2013-05-09 06:57:32 [post_content] =>La competitividad es un concepto vago y difícil de precisar. Hay numerosas teorías al respecto y por ello, diversos indicadores para medirla y una variedad de rankings para establecer listas de países según su nivel de competitividad[1]. En primer lugar, hay que advertir que, aunque son conceptos relacionados, competitividad no es competencia. La competencia de un mercado está relacionada con el número de compradores y vendedores de un mercado, con la escasa regulación pública, con la transparencia del mercado, la homogeneidad de los bienes y la libertad de entrada y salida de oferentes y demandantes. La economía global ha aumentado la competencia internacional en el mercado de bienes y servicios comerciables y de factores productivos como el capital, el trabajo, los recursos naturales y la tecnología. Los grados de apertura de las economías actuales han ido elevándose rápidamente en los últimos años, poniendo de manifiesto que la suma de las exportaciones e importaciones de sus economías, sobre el total de su producción, está siendo cada vez mayor.¿Qué entendemos por competitividad? La competitividad es un concepto diferente. Está asociado al éxito al competir, a la excelencia de un país o de un tejido productivo concreto.En principio hay dos grandes aproximaciones, o visiones, y cada una de ellas son fruto de diversas teorías explicativas más precisas. Una de estas visiones tiene un carácter amplio y general de lo que es un país competitivo. Desde esta primera óptica, un país competitivo es un país excelente, con una tasa de crecimiento elevada, donde es fácil hacer negocios; un país que atrae la inversión internacional, con una elevada Renta por habitante; en suma un país atractivo para vivir y trabajar. Esta visión se desarrolla en algunos rankings de competitividad a partir de unos índices cualitativos de las características descritas.[2]La segunda aproximación enfoca más el tejido productivo de un país y cómo compite con éxito en su área comercial. Se trata pues de apreciar la cualidad de un país, que produce bienes y servicios que los agentes económicos nacionales y extranjeros prefieren, frente a los fabricados en otros países. Las teorías de por qué un país alcanza esta cualidad son diversas y apuntan a la inversión en I+D, diferenciación de productos, calidad de la producción, gestión del conocimiento, uso de la tecnología, etc…. Un buen indicador de esta aproximación es el saldo en la Balanza Comercial y en la Cuenta Corriente. Cómo es sabido, un déficit exterior requiere de financiación internacional para saldarlo .Ambas aproximaciones son interesantes y nos permiten sintetizar los factores de los que depende la competitividad.¿De qué depende la competitividad?En primer lugar debemos señalar que la competitividad es un concepto relativo. Se trata de ser más competitivo que alguien y éste alguien es el área comercial de cada país. Indudablemente se puede cambiar el área comercial ampliando mercados y es posible que se incorporen al área comercial de un país, nuevos competidores que mermen su posición.Dicho esto, podemos precisar que la competitividad depende de cuatro factores: la productividad, los costes de producción, los precios de los bienes y los tipos de cambio.
- La productividad es el Valor creado por unidad de factor. Este Valor añadido debe ser apreciado por los consumidores que adquieren dicho bien por su calidad, la adecuación a sus preferencias, su diferenciación de los otros bienes, los servicios añadidos, etc. La productividad es una ratio. En el numerador está el Valor Añadido creado y en el denominador las unidades de factor necesarias para generar este valor (normalmente se utilizan las horas de trabajo). La mejora de la productividad conlleva crear más valor y también hacerlo con menos factores, siendo por tanto más eficiente. Imaginación y talento de un lado y una mejor organización productiva, tecnología y capital humano del otro. Como veremos, la productividad de la economía española ha crecido muy poco en estos años. No porque el tejido productivo no haya creado Valor, sino porque lo ha hecho derrochando horas de trabajo, debido a la tecnología de bajo nivel, utilizada por nuestro tejido productivo, y a la, en general, deficiente cualificación de sus trabajadores. Desde esta primera variable, ser más competitivo que los países con los que se compite, consiste en que la productividad crezca más que la de estos países de su área comercial.
- Los costes de producción son el segundo factor de competitividad. Se gana competitividad si estos costes suben menos que los de los países competidores. Y, llegados aquí, debemos tener una visión amplia de la naturaleza de los costes de producción. Indudablemente hay que considerar los costes salariales y las cargas sociales, pero también los costes financieros, los costes energéticos, las materias primas, los impuestos a la producción y unos costes difíciles de precisar pero muy relevantes en el análisis de la competitividad: los costes de transacción. Estos son costes originados por las instituciones y por las formas y costumbres de proceder, por la mala organización administrativa, por los horarios de trabajo inadecuados o las costumbres de vida, por el tiempo perdido en un trámite administrativo o en crear una empresa, por ese conjunto de molestias que rodea a la actividad productiva, pero que hace que en un país se requiera menos tiempo y esfuerzo que en otro para desarrollar la misma tarea, para producir el mismo bien o dar el mismo servicio. Reducir los costes de transacción requiere una actuación precisa, compleja y constante, dada la inercia del marco institucional y, con frecuencia, superar rencillas políticas y administrativas sobre competencias y la naturaleza de la función pública.
- Los precios constituyen el tercer factor de competitividad. Hay países más inflacionistas que otros. Ante una presión de la demanda, hay países que incrementan la producción y otros que suben los precios. La disponibilidad de capacidad productiva y laboral cualificada, un mercado laboral flexible para contratar y despedir sin costes elevados y el alto grado de competencia entre las empresas, dan lugar a países con menos inflación. Al igual que los costes, subidas de precios por encima de los precios de los países competidores restan competitividad.
- Finalmente, un cuarto posible factor de competitividad es la devaluación o depreciación[3] de la moneda nacional. Un aumento del tipo de cambio, pagar más moneda nacional por la divisa extranjera del país con el que se compite, abarata los productos nacionales, encarece los extranjeros y mejora la competitividad de un país. En ocasiones los países fuerzan a mantener sus monedas depreciadas para mejorar su competitividad pero, por lo general, son los mercados financieros internacionales los que fuerzan estas depreciaciones, en la medida que un país importador necesita divisas para pagar dichas importaciones a cambio de la moneda nacional, que tiende a depreciarse.
La competitividad es un concepto vago y difícil de precisar. Hay numerosas teorías al respecto y por ello, diversos indicadores para medirla y una variedad de rankings para establecer listas de países según su nivel de competitividad[1].
En primer lugar, hay que advertir que, aunque son conceptos relacionados, competitividad no es competencia. La competencia de un mercado está relacionada con el número de compradores y vendedores de un mercado, con la escasa regulación pública, con la transparencia del mercado, la homogeneidad de los bienes y la libertad de entrada y salida de oferentes y demandantes. La economía global ha aumentado la competencia internacional en el mercado de bienes y servicios comerciables y de factores productivos como el capital, el trabajo, los recursos naturales y la tecnología. Los grados de apertura de las economías actuales han ido elevándose rápidamente en los últimos años, poniendo de manifiesto que la suma de las exportaciones e importaciones de sus economías, sobre el total de su producción, está siendo cada vez mayor.
¿Qué entendemos por competitividad?
La competitividad es un concepto diferente. Está asociado al éxito al competir, a la excelencia de un país o de un tejido productivo concreto.
En principio hay dos grandes aproximaciones, o visiones, y cada una de ellas son fruto de diversas teorías explicativas más precisas. Una de estas visiones tiene un carácter amplio y general de lo que es un país competitivo. Desde esta primera óptica, un país competitivo es un país excelente, con una tasa de crecimiento elevada, donde es fácil hacer negocios; un país que atrae la inversión internacional, con una elevada Renta por habitante; en suma un país atractivo para vivir y trabajar. Esta visión se desarrolla en algunos rankings de competitividad a partir de unos índices cualitativos de las características descritas.[2]
La segunda aproximación enfoca más el tejido productivo de un país y cómo compite con éxito en su área comercial. Se trata pues de apreciar la cualidad de un país, que produce bienes y servicios que los agentes económicos nacionales y extranjeros prefieren, frente a los fabricados en otros países. Las teorías de por qué un país alcanza esta cualidad son diversas y apuntan a la inversión en I+D, diferenciación de productos, calidad de la producción, gestión del conocimiento, uso de la tecnología, etc…. Un buen indicador de esta aproximación es el saldo en la Balanza Comercial y en la Cuenta Corriente. Cómo es sabido, un déficit exterior requiere de financiación internacional para saldarlo .
Ambas aproximaciones son interesantes y nos permiten sintetizar los factores de los que depende la competitividad.
¿De qué depende la competitividad?
En primer lugar debemos señalar que la competitividad es un concepto relativo. Se trata de ser más competitivo que alguien y éste alguien es el área comercial de cada país. Indudablemente se puede cambiar el área comercial ampliando mercados y es posible que se incorporen al área comercial de un país, nuevos competidores que mermen su posición.
Dicho esto, podemos precisar que la competitividad depende de cuatro factores: la productividad, los costes de producción, los precios de los bienes y los tipos de cambio.
- La productividad es el Valor creado por unidad de factor. Este Valor añadido debe ser apreciado por los consumidores que adquieren dicho bien por su calidad, la adecuación a sus preferencias, su diferenciación de los otros bienes, los servicios añadidos, etc. La productividad es una ratio. En el numerador está el Valor Añadido creado y en el denominador las unidades de factor necesarias para generar este valor (normalmente se utilizan las horas de trabajo). La mejora de la productividad conlleva crear más valor y también hacerlo con menos factores, siendo por tanto más eficiente. Imaginación y talento de un lado y una mejor organización productiva, tecnología y capital humano del otro. Como veremos, la productividad de la economía española ha crecido muy poco en estos años. No porque el tejido productivo no haya creado Valor, sino porque lo ha hecho derrochando horas de trabajo, debido a la tecnología de bajo nivel, utilizada por nuestro tejido productivo, y a la, en general, deficiente cualificación de sus trabajadores. Desde esta primera variable, ser más competitivo que los países con los que se compite, consiste en que la productividad crezca más que la de estos países de su área comercial.
- Los costes de producción son el segundo factor de competitividad. Se gana competitividad si estos costes suben menos que los de los países competidores. Y, llegados aquí, debemos tener una visión amplia de la naturaleza de los costes de producción. Indudablemente hay que considerar los costes salariales y las cargas sociales, pero también los costes financieros, los costes energéticos, las materias primas, los impuestos a la producción y unos costes difíciles de precisar pero muy relevantes en el análisis de la competitividad: los costes de transacción. Estos son costes originados por las instituciones y por las formas y costumbres de proceder, por la mala organización administrativa, por los horarios de trabajo inadecuados o las costumbres de vida, por el tiempo perdido en un trámite administrativo o en crear una empresa, por ese conjunto de molestias que rodea a la actividad productiva, pero que hace que en un país se requiera menos tiempo y esfuerzo que en otro para desarrollar la misma tarea, para producir el mismo bien o dar el mismo servicio. Reducir los costes de transacción requiere una actuación precisa, compleja y constante, dada la inercia del marco institucional y, con frecuencia, superar rencillas políticas y administrativas sobre competencias y la naturaleza de la función pública.
- Los precios constituyen el tercer factor de competitividad. Hay países más inflacionistas que otros. Ante una presión de la demanda, hay países que incrementan la producción y otros que suben los precios. La disponibilidad de capacidad productiva y laboral cualificada, un mercado laboral flexible para contratar y despedir sin costes elevados y el alto grado de competencia entre las empresas, dan lugar a países con menos inflación. Al igual que los costes, subidas de precios por encima de los precios de los países competidores restan competitividad.
- Finalmente, un cuarto posible factor de competitividad es la devaluación o depreciación[3] de la moneda nacional. Un aumento del tipo de cambio, pagar más moneda nacional por la divisa extranjera del país con el que se compite, abarata los productos nacionales, encarece los extranjeros y mejora la competitividad de un país. En ocasiones los países fuerzan a mantener sus monedas depreciadas para mejorar su competitividad pero, por lo general, son los mercados financieros internacionales los que fuerzan estas depreciaciones, en la medida que un país importador necesita divisas para pagar dichas importaciones a cambio de la moneda nacional, que tiende a depreciarse.
Estos cuatro factores de competitividad y la relatividad del concepto limitado al área comercial, son los puntos claves para comprender la situación de cada economía y analizar su competitividad.
[1] Sobre la competitividad, el mayor número de referencias se hacen a los trabajos del Word Economic Forum (www.weforum.org). El Global Competitiveness Report, es el informe más utilizado y el ranking más conocido. En el Informe de 2008-09, hay dos interesantes capítulos dedicados a los intentos de elaborar un nuevo índice bajo la dirección de Xavier Sala-i-Martin (Capt.1.1: “The Global Competitiveness Index: Priorizing the Economic Agenda”) y otro dirigido por Michael Porter (Capt. 1.12: “Moving to a New Global Competitiviness Index”), que profundizan en el concepto. Sobre las diferentes teorías de la competitividad, siempre relacionadas con las teorías del comercio exterior y desde múltiples perspectivas, puede ser útil la primera parte de la Tesis de Doctorado de Begoña Fuster, publicada por la Universidad de Alicante: “La competitividad de las manufacturas españolas en la Unión Europea” (2003).
[2] Los informes más citados sobre indicadores de esta concepción de la competitividad en sentido amplio, son los realizados por el European Management Forum, por el International Institute of Management Development y, principalmente, el elaborado por el Word Economic Forum . En concreto, este último indicador, se basa en doce puntos que agrupa en tres grande apartados: Basic Requirements (Institutions, Infrastructure, Macroeconomic Stability, Health and primary education), Efficiency Enhances (Higer education and training, Goods markets efficiency, Labor market effciency, Financial market sophistication, Technological readiness, Market size), Innovation and sophistication factors (Business sophistication, Innovation).
[3] Devaluar o depreciar la moneda hace alusión al aumento del tipo de cambio, pagar más moneda nacional por la divisa extranjera. La devaluación ocurre cuando el patrón de tipos de cambios es fijo y la depreciación cuando es flexible. Hasta la entrada de la peseta en el SME, la peseta estaba en un régimen de fluctuación flexible y a partir de entonces, aunque era un sistema de bandas, entró en un tipo en el que existía una paridad oficial fija respecto al ECU y las monedas del SME.
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