La pasada semana se produjo una cierta polémica en relación con las cifras de paro, al afirmar el presidente de CEOE que “la EPA (Encuesta de Población Activa) de los seis millones de parados no es verdad”, utilizando como argumento que es una encuesta y que era mejor el registro administrativo de parados.
Sin entrar en la polémica generada, a la que el INE respondió en un comunicado oficial (http://www.ine.es/prensa/np766.pdf ), creo interesante destacar las diferencias fundamentales que existen entre ambas fuentes.
Lo primero a destacar es que ambas fuentes tienen objetivos no coincidentes, emplean metodologías diferentes y miden cosas distintas, lo que hace bastante improbable que sus cifras coincidan, como parece lógico.
La EPA
La EPA es una encuesta realizada a unos 60.000 hogares, de los que se extrae información sobre la situación laboral de todos sus miembros con edad legal para trabajar, lo que supone información de aproximadamente unas 180.000 personas en toda España. La elección de los hogares encuestados se hace siguiendo estándares estadísticos internacionales y garantiza la representatividad de sus resultados a nivel provincial.
La encuesta permite obtener una información muy rica, que va mucho más allá sobre el conocimiento del número de parados. Y cuantifica y analiza algo que solo a través de esta fuente se conoce: los inactivos, sus características y razones para dicha inactividad. Ofrece, asimismo, datos para caracterizar al detalle a los trabajadores ocupados y parados, de los que no sólo se conocen sus características sociodemográficas sino que, al responder una encuesta, también conocemos aspectos relacionados con las expectativas y motivaciones de dichos individuos. Lógicamente, al ser una encuesta, tiene unos márgenes de error en sus cifras, que son conocidos y que, de hecho, están publicados.
El paro registrado
El registro de paro en las oficinas públicas de empleo, por otra parte, incluye a todos aquellos demandantes que toman la decisión de inscribirse en él, lo que es una decisión voluntaria. Es cierto que de no estar inscrito, un desempleado no podría, por ejemplo, cobrar su prestación por desempleo en el caso de que tenga derecho a ella. Pero, por otra parte, existen desempleados que al no esperar recibir ningún servicio o prestación de la oficina de empleo toman la decisión de no registrarse. Piénsese, por ejemplo, en el caso de estudiantes, universitarios por ejemplo, que terminan sus estudios e inician la búsqueda de empleo. Desde luego son desempleados –personas que buscan activamente empleo y estarían dispuestos a aceptar un empleo en condiciones de mercado-, pero si no se registran a efectos de las estadísticas del Ministerio de Empleo y Seguridad Social –la fuente alternativa- no serán parados. Desde luego en épocas pre-crisis su inscripción como demandantes de empleo era poco frecuente.
Por supuesto, en ambas fuentes puede producirse casos de personas que figuran como desempleados y no lo son en realidad. Algo de razón tiene de fondo la reflexión que se trasladó desde CEOE. Pero estos casos se producirán no por fallos metodológicos, sino porque las personas pueden afirmar en la EPA estar parados, o pueden inscribirse como demandantes de empleo en el registro público, y no buscar activamente empleo, en cuyo caso, en puridad de la definición, no serían parados reales.
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