Hace más de 10 años estuve en una conferencia de Jeremy Rifkin en Madrid. Estaba presentando su último libro en aquel momento: La era del acceso. Creo que no me equivoco si afirmo que todo el auditorio se quedó cautivado con el discurso de este hombre, que avanzado a su tiempo, proponía un nuevo paradigma que estaba por venir, y que se basaba en que en la era de Internet, con lo que se comerciaría sería con el acceso a los servicios, y no con los bienes. Aplicaba este discurso esencialmente a los bienes culturales, de los cuales afirmaba que desaparecerian como tal, y que pasarían a ser etereos, en el sentido de que pagaríamos con consumirlos, pero no por poseerlos.
En sus propias palabras: ” En una red no hay vendedores y compradores, no existen, lo que hay son proveedores y usuarios y servidores y clientes. En una red la propiedad existe pero no se intercambia. Siempre se queda con el productor, bien sea propiedad física o intelectual y nosotros tenemos acceso a esa propiedad durante segmentos de tiempo. Tenemos suscripciones, alquileres, acuerdos de licencias o patentes, sobre esa propiedad. ¿Por qué pasamos de mercados a redes? Los mercados son demasiado lentos, son discretos, lineales y discontinuos; cada vez que se reúnen un comprador y un vendedor y hacen la transacción, luego ya se interrumpe y se para. ”
El debate se inició casi de manera automática en aquel momento, pero justo ayer, con la noticia de que Apple y Amazon no iban a permitir legar las bibliotecas digitales, vino a confirmar mi opinión de que Rifkin fue/es un visionario. En la misma línea, incluso antes de Rifkin, se pronunciaron otros como Castells, que ya explicaba la aparición de esta nueva economía en la que las redes son el motor y los ejes, y donde la tecnología y la informacion son los instrumentos esenciales (especialmente en el tercer volumen de esta trilogia) o como Shapiro y Varian, que ya en el año 1998 en su libro “Information Rules” explicaron como los mercados liderados por la información funcionarían con otras normas, que vendrian marcadas por la intangibilidad del producto intercambiado.
En fin, que la industria está cambiando la manera de proveer el servicio, vender bienes, especialmente en el terreno cultural, pero parece que tenemos que encontrar nuevas maneras de comerciar y las leyes tendrán que adaptarse a estas nuevas realidades.
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