WP_Post Object ( [ID] => 15490 [post_author] => 28825 [post_date] => 2012-07-09 10:32:12 [post_date_gmt] => 2012-07-09 08:32:12 [post_content] => Cuando escuchamos desde España las noticias sobre la situacion internacional financiera en Europa, es complicado entender por qué a pesar de que se supone que, como país, estamos incorporando los cambios que se nos piden desde Bruselas, los problemas con la prima de riesgo española frente a la alemana no varían. Pues bien, en este caso, la imagen de España en el exterior que tanto se ha venido tratando estos días es muy importante. Cuando los inversores extranjeros deciden donde quieren comprar deuda, obviamente la quieren colocar en los destinos que consideran más seguros, es decir, aquellos que no solo les van a dar un retorno, si no que les ofrecen garantia de que ese retorno definitivamente se hará. Como explica Luis Garicano en su artículo de El País de la semana pasada, la imagen que transmite España en el exterior es de desconfianza en las instituciones, en los políticos, en las medidas llevadas a cabo... transmitir confianza en el ejecutivo actual hacia fuera de nuestras fronteras es esencial para conseguir que los inversores se crean que las reformas que se están realizando tendrán un efecto real sobre la economía española. Esta falta de credibilidad hace cada vez más complicado convencer a los inversores extranjeros sobre la bonanza de nuestra economía, y nos cueste más pagar y colocar deuda, y en definitiva, nos afecte como ciudadanos. La marca España no debe de ser solo equipos de futbol, o de grandes deportistas (que como comentabamos en este blog hace unos días, mejorará probablemente el ánimo de la población y probablemente el consumo), visión que obviamente ayuda a mejorar nuestra imagen y de la que todos estamos orgullosos, sino que tenemos que ser capaces como país de convencer de que estamos trabajando duro para conseguir los objetivos propuestos, haciendo promesas creibles, evitando (y castigando) la corrupción, el nepotismo entre muchos otros. Solo así, podremos empezar a convencer a los inversores de que estamos en el "buen camino". [post_title] => La Marca España [post_excerpt] => [post_status] => publish [comment_status] => open [ping_status] => open [post_password] => [post_name] => la-marca-espana [to_ping] => [pinged] => https://economy.blogs.ie.edu/archives/2012/07/efectos-de-la-victoria-de-la-seleccion-espanola-de-futbol-sobre-la-economia.php [post_modified] => 2023-12-13 13:43:22 [post_modified_gmt] => 2023-12-13 12:43:22 [post_content_filtered] => [post_parent] => 0 [guid] => https://economy.blogs.ie.edu/?p=15490 [menu_order] => 0 [post_type] => post [post_mime_type] => [comment_count] => 3 [filter] => raw )
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Cuando los inversores extranjeros deciden donde quieren comprar deuda, obviamente la quieren colocar en los destinos que consideran más seguros, es decir, aquellos que no solo les van a dar un retorno, si no que les ofrecen garantia de que ese retorno definitivamente se hará. Como explica Luis Garicano en su artículo de El País de la semana pasada, la imagen que transmite España en el exterior es de desconfianza en las instituciones, en los políticos, en las medidas llevadas a cabo… transmitir confianza en el ejecutivo actual hacia fuera de nuestras fronteras es esencial para conseguir que los inversores se crean que las reformas que se están realizando tendrán un efecto real sobre la economía española. Esta falta de credibilidad hace cada vez más complicado convencer a los inversores extranjeros sobre la bonanza de nuestra economía, y nos cueste más pagar y colocar deuda, y en definitiva, nos afecte como ciudadanos.
La marca España no debe de ser solo equipos de futbol, o de grandes deportistas (que como comentabamos en este blog hace unos días, mejorará probablemente el ánimo de la población y probablemente el consumo), visión que obviamente ayuda a mejorar nuestra imagen y de la que todos estamos orgullosos, sino que tenemos que ser capaces como país de convencer de que estamos trabajando duro para conseguir los objetivos propuestos, haciendo promesas creibles, evitando (y castigando) la corrupción, el nepotismo entre muchos otros. Solo así, podremos empezar a convencer a los inversores de que estamos en el «buen camino».
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