La reunión de política monetaria del BCE, adelantada un día por ser mañana festivo en algunos estados alemanes, se presenta con el aliciente de ser la primera en muchos meses en la que son posibles novedades significativas. Desde el anuncio de dos subastas extraordinarias de liquidez a tres años (celebradas en diciembre y febrero), la reducción de la inestabilidad financiera y la acumulación de datos económicos relativamente alentadores hicieron innecesaria la adopción de medidas adicionales y el mercado así lo entendió.

Sin embargo, hay una probabilidad significativa de que el grueso de la acción se retrase hasta julio por tres razones: (i) esperar al resultado de las elecciones griegas, que pueden alterar significativamente el panorama inmediato del euro; (ii) mantener la presión sobre los gobiernos de cara a la cumbre europea de finales de mes, para evitar que ceda el impulso reformista; y (iii) acumular más datos sobre los riesgos económicos de cara a la segunda mitad del año.
Aun así, creemos que la gravedad de la situación hace muy probable al menos algún tipo de acción hoy, aunque sólo sea la de “preparar” al mercado para una inminente bajada de tipos. Un mensaje en esa línea, reforzado por la publicación de nuevas previsiones económicas de los economistas del BCE que deberán revisar a la baja las de marzo, dará confianza a los mercados respecto a un nuevo movimiento a la baja de tipos (quizás hasta 50 pb) en julio.
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