La economía española creció en el primer trimestre del año un 0,3% trimestral y un 0,8% interanual. De los últimos cinco trimestres, en cuatro se ha registrado un crecimiento positivo, lo que ha permitido recuperar un 20% de la caída acumulada del PIB (5% de máximo a mínimo). Lo más positivo es que este ritmo de avance se explica íntegramente por el dinamismo de la demanda externa, gracias al fuerte crecimiento de las exportaciones de bienes (+7,6% trimestral y 15,9% interanual), ya que las de servicios se comportan de manera mucho más moderada (-0,7% trimestral y 1,6% interanual).
Por tanto, se vuelve a poner de manifiesto la capacidad de nuestras empresas para aprovechar la mejora de la demanda en los mercados exteriores. Y ese tirón de la demanda externa inicial, suele ser la condición necesaria en todo ciclo de recuperación. En otras expansiones conseguíamos revitalizar la demanda externa vía devaluaciones y ahora lo estamos consiguiendo sin esa ayuda artificial. A este respecto, conviene destacar la prolongada caída de los costes laborales unitarios (CLU). La mejora de nuestra competitividad es un factor clave para lograr un crecimiento sostenible, equilibrado y generador de empleo. (Pincha en el gráfico para verlo con más nitidez).
Este patrón de comportamiento con una fuerte presencia de la demanda externa en las primeras etapas tras una crisis es además el idóneo, teniendo en cuenta los desequilibrios acumulados en la última expansión. Sin embargo, lo anterior no nos debe hacer infraestimar la importante debilidad de la demanda interna. La aportación al crecimiento de la demanda nacional ha sido nula, y no fue negativa gracias al fuerte ritmo de avance trimestral del consumo de las administraciones públicas (+1,4%), que ha compensado la atonía del consumo privado y la fuerte contracción de la formación bruta de capital fijo (-1,4%). Es difícil y, además desaconsejable, que se mantenga esa aportación positiva del consumo público en los próximos trimestres. Por tanto, a corto plazo, no parece que la demanda interna esté en condiciones de tomar el relevo de la externa, sobre todo, cuando el proceso de desapalancamiento de los agentes está lejos de haberse completado.
En este contexto, parece difícil que se vaya a consolidar a corto plazo un cambio de tendencia en el mercado de trabajo. La destrucción de empleo, en términos de puestos de trabajo equivalentes a tiempo completo (PTETC), se aceleró una décima hasta el 0,6% trimestral, mientras que en tasa interanual se estabiliza en el 1,4%: esto supone 240.700 empleos menos en el último año, la mayor parte (el 60%) en la construcción (-8,7%). En términos trimestrales, fruto de la evolución conjunta de PIB (+0,3%) y empleo (-0,6%), el avance de la productividad aparente por PTETC sigue mejorando y se sitúa en el 0,9%. Sin embargo, detrás de este comportamiento está un incremento de las horas trabajadas por ocupado del 1,9%, de forma que las horas totales trabajadas aumentan un 1,2%. Es decir, se está aumentando la jornada media a tiempo completo, aunque eso no quiere decir que la productividad por hora está aumentando, todo lo contrario, se redujo un 0,9% en el último trimestre.
Por tanto, prosigue la suave recuperación de la economía española, a ritmos lejanos de los necesarios para crear empleo y con todavía mucha debilidad de la demanda nacional. La noticia positiva es que el sector exterior está aprovechando el buen comportamiento de la demanda internacional y que con este patrón de comportamiento se siguen reduciendo los desequilibrios. La clave, como hemos comentado otras veces, es la tasa de crecimiento potencial que vamos a alcanzar en esta recuperación, pues de ella dependerán los ritmos de creación de empleo.
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