Hace un par de décadas, España se convertía en una de las primeras naciones del mundo en situar sus tasas de fertilidad por debajo de 1,3 hijos por mujer. Se trata de una fertilidad tan inferior los niveles de reposición (2,1 hijos por mujer) que los demógrafos la denominaron lowest-low fertility (fertilidad baja más baja). Con esa denominación se subrayaban también sus enormes efectos sobre la estructura y tamaño de la población. A saber, que en combinación con la creciente esperanza de vida, nos veíamos abocados a las consecuencias del envejecimiento (consecuencias de las que hemos sido testigos directos recientemente con la reforma de las pensiones).
La explicación tradicionalmente esgrimida para dar cuenta de la caída de la fertilidad es la incorporación de la mujer al mercado de trabajo. Esta variable ha estado presente en el caso español, pero no basta para explicar la bajísima fertilidad, pues encontramos que en otros países europeos tanto las tasas de actividad femeninas como las de fertilidad son superiores a las españolas. Hay, por tanto, peculiaridades de nuestro país que deben tener algo que ver.
La decreciente fertilidad registrada en España durante lustros puede separarse en dos componentes distintos, aunque muy conectados: el retraso en la edad de la maternidad y la reducción del número de hijos deseados. Ambas son decisiones racionales, condicionadas por el coste de oportunidad de ser madre. Coste en el que el funcionamiento del mercado laboral es decisivo. Veamos por qué.
Si una mujer sale del mercado de trabajo para ser madre, deja de percibir salario durante el tiempo dedicado al hijo, y pierde renta esperada también por la experiencia laboral no acumulada y por la mayor probabilidad de desempleo futuro.
Por tanto, lo lógico es esperar un retraso en la edad de la maternidad y una menor fertilidad siempre que las rigideces del mercado laboral creen incertidumbres para la madre potencial. Así ocurre en España, donde las mujeres han tenido que hacer frente a mayores tasas de paro y temporalidad que los hombres españoles y las mujeres de otros países, lo que también las ha llevado a dedicar más tiempo a su formación como mecanismo de protección ante el impacto de esas eventualidades
La crisis también golpea a la natalidad
Cierto repunte de la fertilidad experimentado en los primeros años del presente siglo llevó a pensar que la misma había caído por la decisión de las mujeres de retrasar su maternidad y que conforme las jóvenes que pospusieron su maternidad se acercaban a los 30 años, aumentaban su probabilidad de ser madres y la tasa de fertilidad.
Pero la crisis ha dado al traste con esa recuperación. El deterioro de las condiciones laborales dificulta la decisión de ser madre (y padre), lo que podría provocar la caída de la fertilidad
Número medio de hijos por mujer según la nacionalidad de la madre | |||
Española | Extranjera | Total | |
2002 | 1,21 | 2,05 | 1,26 |
2003 | 1,26 | 1,90 | 1,31 |
2004 | 1,28 | 1,79 | 1,32 |
2005 | 1,30 | 1,70 | 1,34 |
2006 | 1,33 | 1,70 | 1,38 |
2007 | 1,33 | 1,75 | 1,39 |
2008 | 1,38 | 1,81 | 1,46 |
2009 | 1,33 | 1,67 | 1,39 |
Jul09-Jun10 | 1,32 | 1,65 | 1,38 |
Fuente:INE
Los datos corroboran esa idea. La fertilidad ha caído tanto entre las mujeres españolas como entre las extranjeras, haciendo que la tasa de fertilidad total vuelva a situarse por debajo de 1,4 hijos por mujer.
Así las cosas, una reforma del mercado laboral que flexibilizara su funcionamiento, permitiendo crear más empleo en el momento de la recuperación y facilitando a las mujeres compaginar maternidad y trabajo, parece una medida también necesaria desde consideraciones de largo plazo como las demográficas. Una razón más para avanzar en una reforma que hasta el momento sólo puede calificarse de muy tímida
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